Capítulo 2
— ¿Y cómo está la casa Ruru? —le pregunto su papa una vez que llegaron a casa. Ruth sabía perfectamente que la verdadera pregunta de su padre era "¿y cómo te encuentras después de ir a la casa de la abuela fallecida Ruru?"
—Bastante normal— mintió encogiéndose de hombros. A lo que solo tuvo un "mmmm" de respuesta.
El sueño de su padre siempre había sido estudiar psicología pero su familia nunca tuvo muchos recursos para brindarle esa clase de educación. Término como ayudante de arquitecto cuando se graduó de la preparatoria y lo hacía tan bien que se volvió un arquitecto oficial, con papeles y todo. Mas nunca olvido su sueño, ahora se limitaba con estudiar las situaciones que la vida diaria podía darle. Actualmente, las reacciones de su familia ante la muerte de su abuela.
Normalmente abandonaba sus reflexiones si le mentías bien y fingías que nada importaba encogiéndote de hombros. Entonces él solo decía "Mmmm"
—Aarón llego mientras no estaban, chicas— le dijo su padre a su mama una vez que entró también a la casa.
— ¡¿Cómo?!— preguntó lo suficientemente sorprendida para que la caja de sus manos se balanceara — ¿por qué no nos llamaste?
— Estaban ocupadas— se excusó.
—Aarón pudo ayudar a subir las cajas al auto.
— ¡Puede ayudarlas a bajarlas ahora!— Replicó su padre, pero ella ya no estaba, se había ido a buscar a Aarón en la cochera donde seguro no había podido dejar un segundo para ver a su hermoso Cadillac.
Hacía ya tres años que su hermano se había marchado a la universidad y venia solo a verlos en ocasiones especiales... como esta.
Cuando vió que su mama regresaba le preguntó por Aaron.
—Me ayudó a bajar las cajas querida, pero se entretuvo checándole el aceite a su auto. Dice que bajara para la cena.
Ruth se enfureció. Ya bastante malo era que se hubiera perdido el sepelio de la abuela y ahora no venía ni a pasar tiempo con la familia, ¡no venía ni a saludarla!
Subió enfurruñada a su cuarto saltando de dos en dos los escalones y se dejó caer en la cama, se suponía que estar de vacaciones era estupendo, pero todo había salido mal desde el principio.
Se quedó mirando el techo.
El doctor había dicho que la abuela había muerto de un infarto, algo normal dada su condición, causas naturales. Pero algo hacía que no concordaran las cosas, horas antes de su muerte le había hablado a su madre por teléfono diciéndole eufórica que había alguien en la casa. Su madre trató de tranquilizarla, después de todo, no era la primera vez que decía esa clase de cosas.
Padecía de trastornos mentales crónicos mejor conocida como esquizofrenia, así como de lapsos de paranoia. Y todo lo que conlleva la enfermedad: Alucinaciones, ideas delirantes, trastornos del pensamiento, trastorno de la autopercepción, etc;
Cuando tu mente enferma te hace imaginar toda clase de cosas era fácil de creer que te dieras un buen susto que afectara tu corazón frágil.
No quisieron darle muchos detalles a Ruth, después de todo, solo tenía quince años. Pero no se mantenía en completa ignorancia, la voz de la abuela se escuchaba tan fuerte y desesperada que se podía oír perfectamente aunque ella no era la que poseía el teléfono, pudo ver la cara de su madre en blanco siguiendo la rutina de tranquilizar a la abuela pero algo en su rostro cambio, algo que la hizo fruncir el ceño ante algo que la abuela nunca había dicho.
"Rápido por favor, esta vez no es mi mente, no es mi enfermedad, la persona de aquí es real"
La vió colgar de inmediato y salir corriendo a la casa dejando a Ruth sola. No vinieron a buscarla después de muchas horas con la noticia de que la abuela ya no estaba.
Esa noche no pudo dormir.
Se bajó de puntillas a la cocina donde escuchó a su padre hablando por teléfono y se ocultó detrás del sillón, había una sola lámpara prendida y la sombra de su padre se alargaba siniestra tras su espalda como si lo acechará silenciosamente mientras él hablaba en voz baja.
Alcanzó a escuchar las palabras "tu abuela" y "Aarón" supo que hablaba con su hermano y puso toda su atención en él al igual que la sombra onduleante a su espalda.
"Tu abuela le dijo eso y tu madre salió corriendo a la casa, cuando llego la abuela estaba muerta en la puerta de la entrada. Entonces tu madre perdió el control, salió de la casa a toda prisa y llamo a la policía pensando que había un asesino en la casa. El psicólogo, (el encargado de redactar el acta de defunción) llegó en tan solo minutos y nos dijo que solo había sido un infarto, que el hombre que decía tu abuela era solo otra alucinación"
Ahora acostada mirando el techo, Ruth recordaba cada una de esas exactas palabras, probándolas y no encontrando que es lo que le sabia mal.
Su mano sintió los lentes en el bolsillo de la sudadera. Los había olvidado por completo, se supone que ella tenía prohibido llevarse cualquier cosa. Tenía tiempo de ir a la cochera y ponerlos en una caja antes de la cena, pero algo evito que se levantara, no podía dejar de sostenerlos y ponerlos contra la luz preguntándose "¿eran realmente los lentes que la abuela nunca se quitaba?"
Les dió la vuelta y se los puso, si fuera la abuela definitivamente nunca se los quitaría, tenían tanto aumento que sin ellos seguro no vería nada. Puso su mano frente a la cara y observo sus dedos que se veían tan grandes que su mano parecía casi una aleta.
De reojo miro como la puerta de su cuarto se abría lentamente, exactamente igual que cuando estaba en el cuarto de la abuela.
Nadie entraba en su cuarto sin tocar ¡esa era la regla! Quien sea que fuera, empujaba la puerta despacio, tan despacio que solo quedó abierta una rendija para cuando el movimiento paró.
Tal vez los lentes le estaban jugando una ilusión óptica.
Desde donde estaba no podía ver hacia afuera.
Cuando la puerta no se movió más, en la orilla se abrió un abanico extraño, pequeños apéndices rosados surgieron de lo que parecía ser la nada y se sujetaron uno a uno a la orilla de la puerta como patas de araña.
Dedos, esas pequeñas cosas eran dedos, de eso estaba segura Ruth. Sujetos tan fuerte de la orilla de la puerta que los nudillos estaban blancos por el esfuerzo, pero cada punta de ellos estaba carente de uñas, solo carne y hueso tomados de la puerta tan quietos como lo estaba Ruth expectante en la cama.
Un vacío cayó en su estómago.
Había estado teniendo pesadillas todas las noches pero esto parecía tan lucido y muy diferente a cualquier otra pesadilla que haya tenido.
Esta era su casa, esta era ella, era la vida real pero con esas cosas sujetas de la puerta a las que empezó a salir detrás de ellas una cabeza sostenida por nada, como si su cuerpo fueran los mismísimos dedos. Una cabeza sin cara, sin ojos, ni boca. Solo una cosa borrosa mirándola desde la puerta como si supiera cuan repulsivo le parecía.
Ella gritó, fuera un sueño o no, gritar era mejor que quedarse viendo a ese monstruo.
Gritó tan fuerte hasta que los lentes que traían puestos se le cayeron hasta el suelo.
—He he Ruth soy yo, Aarón— Sin los lentes se veía claro que la cabeza si tenía cuerpo y la cara de Aarón con barba. Él siempre había sido de baja estatura y de cara muy aniñada que lo hacía ver un par de años más joven, era curioso como una ligera cantidad de pelos en la barbilla lo hacían ver a la inversa, un par de años más viejo.
— ¿!Que no sabes tocar!? — Le gritó aun sintiendo que el cuerpo le temblaba.
—Perdona, no quería asustarte ¿puedo pasar?
—Ya estas adentro— le dijó pareciendo más bien un gruñido.
Aarón, aunque tímido, no dudo ni un segundo en sentarse a los pies de la cama y preguntar con cuidado.
—Papa dijo que fueron a la casa de la abuela ¿Qué tal esta?
¡La casa no era la abuela! ¿Por qué rayos le seguian preguntando por la casa?
—Llena de polvo—Ruth alcanzó sus auriculares de un cajón y se dispuso a ponérselos. Que manera más perfecta de ignorar a alguien.
— ¿Estas molesta conmigo?— Eso la tomó por sorpresa "Bravo Aarón que listo, que alguien pronto te de un nobel"
— Pero claro que por supuesto que no— El sarcasmo no era los suyo, pero cuando uno está enojado es imposible no usarlo.
— Oye...— Aarón la obligo a verlo— lo siento mucho por no haber estado ahí, yo debía...
— Debías acompañar a alguien a la estación—terminó la frase por el rodando los ojos. Esa no era una excusa válida para ella, ninguna excusa lo era.
Se quedaron callados. Aarón aplastado y con ojos de perrito y Ruth reacia a no perdonarle, tal vez la barba disminuía el efecto de la técnica de ojos tristes.
— Talvez...tal vez tenía miedo— ¡¿Aarón acababa de decir eso?!— miedo de pasar un día entero con personas tristes, de pasar esta pesadilla en este lugar, de ver a la abuela en el ataúd, no podía.... Olvide que no era el único que tenía miedo Ruth.
Ella no supo en que pensar ante la declaración. Le enfurecía su egoísmo pero al menos fue sincero, además el nunca en la vida le había confesado que le temiera a algo.
— Te perdono grandísima gallina— dijo por fin dándole un golpe despacio en la barbilla como suelen hacer los hombres.
Ambos escucharon como su madre les llamaba para la cena.
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