3.- Un día sólo para nosotros
Kacchan estaba cumpliendo su palabra.
Al cruzar la puerta de su hogar para ir a la academia lo veía sentado en la acera esperándolo, y eso era más de lo necesario para que sus ánimos se elevaran.
Incluso lo esperaba cuando terminaban las clases para irse juntos y eso lo alegraba aún más.
La primera vez que sucedió eso lo llamó cuando estaba reunido con sus amigos como era costumbre, su grito fue seguido de un «¡Ya vámonos!» provocando que las conversaciones de los alumnos que quedaban en el aula se interrumpieran y centraran su atención en ellos. Sus amigos lo veían sorprendidos y sin saber qué decir, él estaba igual, después de todo también era nuevo. Casi en movimientos robóticas, y con nervios por toda la atención que estaba recibiendo, se despidió de ellos y se marchó con Kacchan.
Uraraka no tardó en mandarle mensajes por el chat que tenían entre ellos cuatro pidiendo una explicación, o como decía ella, el chisme que se habían perdido. Todoroki se le unió, tomando de excusa la nueva actitud que estaba teniendo Kacchan con él, aunque, ciertamente parecía que sí decía la verdad sobre su razón. Iida, en cambio, les decía a ese par que no debían de estar entrometiendose en relaciones ajenas pero también daba señales de querer saber.
Hasta comenzó a sorprender a su madre despertando más temprano de lo usual los días siguientes.
En una de las mañanas, Inko se le acercó curiosa antes de irse.
—¿Ha pasado algo que no me has dicho?
Izuku le sonrió y asintió.
—Ahora Kacchan me espera para ir juntos a la academia.
Su progenitora al oírlo le regresó la sonrisa, ella estaba al tanto de los sentimientos que tenía hacia el menor de los Bakugou y ver a su pequeño feliz era suficiente para que ella también lo fuera.
Era viernes, desde el martes de esa semana había comenzado su nueva rutina y se encontraba regresando a su casa con Kacchan a su lado. Sobre ellos, el cielo se estaba pintando de tonalidades naranjas y rosas, anunciando la pronta llegada de la noche.
Izuku alcanzaba a ver su hogar a pocos metros y apretó las correas de su mochila con sus manos. En todo el trayecto había estado recordando la mención que hizo su amiga horas antes sobre la feria que estaría el fin de semana y quería ir, pero no exactamente con ellos.
Quería ir con Kacchan.
Empero, si se lo preguntaba, ¿aceptaría? La respuesta estaba cincuenta a cincuenta, podría decir que sí o mandarlo a la mierda apenas se lo dijera y terminar echando a perder el avance de esos días. Pero estaba poniendo toda su esperanza en que se lo tomaría bien y lo acompañaría o simplemente si tenía suerte se negaría y harían como si nunca se lo hubiera preguntado para seguir como estaban.
Estando frente a su casa se armó de valor y lo llamó antes de que se fuera.
—Kacchan.
Katsuki gruñó y lo miró, lo que sólo causó el aumento de los nervios de Izuku.
—¿Qué quieres?
«Bien, ahora sólo dilo»
—A partir de mañana estará la feria y —dudoso, continuó—... me preguntaba si quisieras ir conmigo. B-Bueno sólo si quieres, si no quieres está bien, no pasa nada.
—¿Ah? ¿Qué dijiste?
—Si quisieras acompañarme a la feria —repite en un murmullo y desvía la mirada.
—¡Habla bien que no te escucho!
—¡Qué si quisieras ir conmigo a la feria mañana!
Mierda, no debió gritar.
Ya le había dado una razón suficiente para rechazarlo sin una pizca de misericordia de su parte. ¿Estaría bien que se fuera a la seguridad de su cuarto antes de que le respondiera? De todas maneras, ahora posiblemente se negaría y no le dirigiría la palabra hasta quien sabe cuando, lo ignoraría por completo, dejaría de acompañarlo por las mañanas y ya se estaba acostumbrando a eso...
—Iré.
Izuku lo miró incrédulo.
—¡¿En serio?!
—¡Ya te dije que sí, idiota!
Hizo un esfuerzo sobrehumano para no lanzarse a sus brazos por lo alegre que estaba solamente porque aceptó. Era de no creer, ¡irían juntos!
Quedaron en mandarse mensajes para organizar la salida que tendrían al día siguiente y Izuku sólo se adentró a su casa cuando la silueta de Kacchan se perdió al doblar por la calle.
Una gran sonrisa adornó su rostro lo que restaba del día, las horas las sintió rápidas, como si la conversación con Kacchan se hubiera dado hace unos minutos y no horas antes. Seguía sin creerlo del todo y su cabeza daba vueltas buscando si había algo falso que le indicara que en realidad no lo había invitado mañana.
Sin embargo, los mensajes que comenzó a recibir de su parte sobre sus planes le confirmaban que en verdad sí había sucedido.
Estaba viendo una serie cuando recibió otro mensaje, creyendo que era de Kacchan presionó rápidamente el icono para entrar a los chats pero para su desilusión resultó ser de Ochako, aún así lo respondió.
No dudó en contarle lo que haría mañana con Kacchan, necesitaba decírselo a alguien y ella había aparecido en el momento perfecto, a pesar de haberse conocido un año antes ya parecía saber todo de él, incluyendo el hecho de que le gustaba Kacchan aunque en realidad ella dijo que con eso le estaba confirmando lo que ya sabía.
Uraraka le contestó enseguida, parecía estar igual de emocionada que él.
Estuvieron conversando un largo rato, hasta que el rumbo de su plática se tornó confuso para él.
Leyó el último de ella más de una vez, creyendo que había leído mal.
Entonces es como un cita, Deku-kun. ¡Los dos estarán solos! 11:26 p. m.
No, no lo era. Sólo irían a la feria a pasar el rato un sábado por la tarde y nada más. Subirían a algunos juegos y comprarían comida de los puestos que encontrarán. Harían lo que una persona común y corriente hace en una feria, divertirse y pasarla bien con sus acompañantes, en este caso, su acompañante.
«¿Una cita? Claro que no, no lo es»
Pero, ¿cómo se lo explicaba a su corazón para que dejara de latir como si quisiera salirse de su pecho con sólo pensar en esa palabra? O a sus mejillas, para que dejaran de sentirse calientitas. Y ni hablar de su mente, que comenzaba a formular diversos escenarios cliché colocándolos a ellos como los personajes principales.
Oh no, ¿en verdad había invitado a Kacchan a una cita? ¿Y si él ahora se estaba dando cuenta de eso y ya no asistiría? Se sentía agobiado por la avalancha de pensamientos negativos que le había golpeado, amontonandose uno sobre otro en su mente y causándole un dolor de cabeza.
Las horas pasan y cuando se da cuenta ya pasa de media noche, se había enfrascado tanto en sus ideas que el tiempo había seguido su curso sin que lo notara.
Suspira dándose por vencido. Pasaría lo que tenga que pasar y él aceptaría lo que fuera a llegar.
Apaga el televisor que había quedado olvidado desde hace tiempo y la lámpara de su mesita de noche, seguido de eso se acomoda en su cama dispuesto a dormir para callar su mente de una buena vez.
Y, entonces, vuelve a suceder.
Está frente suyo de nuevo. Donde antes no había nada y ahora está ahí.
Sólo había parpadeado y eso surgió.
Se manifestó, llevando los colores rojizos a decorar su habitación como noches atrás lo hizo por primera vez.
Todo se repite, desde el hormigueo en sus manos hasta que se expande y a continuación sigue el cansancio.
Luego, todo se vuelve negro.
_________
Se remueve incómodo y siente un cosquilleo en su nariz que lo hace abrir sus ojos y ver qué era la causante de esa pequeña molestia. Una singular cobija roja lo cubría y lo que lo estaba molestando era algo que no identificaba del todo -¿lana o algodón tal vez?- pero provenía de la misma cobija.
Se toma su tiempo para analizar el nuevo escenario en el que se encuentra. Parece estar en un bosque a simple vista por los árboles que hay a su alrededor, oyendo a lo lejos los cantos de las aves que rondaban en el área.
Está recargando su espalda en el tronco de un árbol y alza la vista sólo para encontrarse con los rayos del sol filtrandose entre las hojas que le daban sombra. Baja la mirada y ve a su lado una bolsa marrón, curioso la revisa hallando flores de distintos colores, mismas que no lograba reconocer.
Hasta que siente un golpecito en su cabeza seguido de un comentario.
—Sigo sin saber cómo me convenciste para venir a buscarlas.
Reconoce la voz al instante y se voltea para verlo. Kacchan había llegado, o bueno, el Kacchan de ahí.
Es inevitable el bochorno de Izuku al verlo así. Porque se veía tan bien.
Él no era pervertido, ni un poco. Pero, que pudiera mirarlo de esa manera lo hacía pensar en cosas que nunca diría en voz alta.
Kacchan estaba de pie junto a él, sin camisa o si quiera algo que lo cubriera de la cintura para arriba, lo que le permitía ver su torso desnudo y sus brazos musculosos que daban la impresión de poder levantar cualquier cosa, tener tanta piel expuesta para que cualquiera pudiera observarla no parecía molestarle en lo absoluto. Lo único que usaba era un pantalón de mezclilla y unas botas.
Izuku desvía la mirada y se levanta del suelo, tomando la bolsa y colgandola en su hombro, también agarrando la cobija de antes. Evitando en todo momento ver al rubio.
—¿Para qué las querías?
«No tengo ni la menor idea»
Frunce el ceño sin saber qué decir, acaba de llegar y no ha visto señales que le indiquen qué era lo que quería hacer con las flores el Izuku de ahí.
"—¡Son para un regalo! —exclama en respuesta la voz del que cree es el otro Izuku en su mente asustandolo y causando que sus cabeza duela por el grito, era como estar usando auriculares y tener el volumen demasiado alto. Si esa era la manera en la que se comunicaría con sus otros yo cada que llegara a su mundo o como lo quiera llamar, debía comenzar a acostumbrarse, puesto que no sabía si lo que le pasaba terminaría en algún punto—. Pensaba en dárselo más tarde, ¿podrías cuidarlas por mí mientras tanto?".
Izuku asiente. Mira a Kacchan (quien lo veía con una ceja alzada por lo de antes) tragando sus nervios y la vergüenza que sentía sólo por hacerlo. Le sonríe, esperando que no se refleje su timidez.
—Aún no te lo diré, pero pronto lo verás.
Kacchan parece tomar su respuesta como suficiente y levanta la mirada al cielo.
—Si vamos a pie tardaremos demasiado en regresar. Desde que llegamos no he visto señales de alguna de que se vaya a presentar una tormenta —comenta, antes de volver a mirarlo—. Entonces podemos irnos por aire.
—¿Disculpa?
—Lo que dije, no voy a desperdiciar energía teniendo la oportunidad de no hacerlo.
Kacchan baja la mirada aún más, lo que hace que Izuku intente disimular lo incómodo que eso lo hacía sentir.
«¿Acaso le molesta que tenga puesta más ropa que él?»
Entonces, el rubio se acerca a él y toma la cobija para acomodarla sobre sus hombros, dejando la parte suave y blanca cubriendo su cuello.
—Ya sabes que no podré usarla por un rato así que cuidala por mí.
Es cuando llega a la conclusión de que en realidad esa tela era una capa y por error la había confundido con una cobija. Lo hace al ver al rubio acomodarle unas "correas" en sus brazos para mantener la capa en su lugar.
Murmura una afirmación como respuesta mientras asiente.
Kacchan toma su mano y comienza a guiarlo hacia algún rumbo.
Izuku de vez en cuando se distrae mirando sus manos entrelazadas y tropieza con una que otra rama de los árboles que pasan. A pesar de que pida perdón cada que le pasa, no tarda mucho en volver a repetirse.
Sus emociones están alborotadas por ese toque; por esa caminata tomados de las manos estando rodeados de la basta naturaleza que les brindaba el bosque; por la sombra que los cubría a pesar del calor que se lograba percibir gracias a la temporada en la que estaban o eso suponía; por la atención que recibió de parte de Kacchan.
Era como una situación sacada de cuentos de hadas. Una que posiblemente sólo pudiera darse ahí y no en donde vivía, no sólo por el hecho de que su mundo estaba más urbanizado y con ello, los lugares que podrían compararse con ese habían disminuido sino que también ese lugar tenía su propia belleza. De eso estaba seguro aunque no lo conociera, aquel mundo poseía sus tesoros que lo hacían único.
Llegan a donde el bosque se termina y Kacchan suelta su mano, dándole una mirada antes de seguir él solo caminando.
"—Espera, aún no vayas" .
Justo estaba por dar un paso cuando lo escuchó.
—¿Por qué? —pregunta en voz baja, cuando cree que Kacchan se alejó lo suficiente para que no lo escuchara.
"—Ya lo verás".
—¿Hay algo peligroso ahí?
"—¿Peligroso? No, no lo hay. O bueno, para nosotros no" .
—¿Entonces?
"—Sólo espera, no seas tan impaciente —suelta una risita—, ahora entiendo por qué Kacchan dice que soy malo esperando" .
Izuku mira en la dirección en la que está el rubio. Kacchan se había detenido y lo miraba desde allí, tal parece que sólo estaba esperando que lo observara para hacer lo que fuera que tenía en mente.
Y lo que sucedió después, sin duda merecía que quien estuviera presente lo viera y se maravillara.
Su cuerpo emitió un brillo rojizo que iba en aumento con los segundos, cubriendolo y haciendo incapaz a Izuku de saber qué pasaba. Luego su forma comenzó a cambiar, expandiéndose y tomando altura; cuando el brillo desapareció tan pronto como llegó, ya no quedaban rastros del joven que había estado antes, en su lugar, una criatura mitológica había aparecido.
Era un dragón, con sus escamas color sangre reluciendo ante los rayos del sol que acariciaban con gentileza su figura, brindándole ese ambiente tan cautivador e hipnótico.
Izuku veía embelesado a la hermosa criatura, desde sus alas que se extendieron mostrándole lo grandes que eran, hasta el rugido que soltó tan fuerte que hizo temblar la tierra.
«¿Es Kacchan?»
"—Sí, es él".
Caminó hacia Kacchan y mientras avanzaba se asombraba más de su tamaño, podría decir fácilmente que su altura era mayor a la de su casa. Al llegar a su lado no pudo evitar tocarlo con su mano, era de una textura dura y seca a la vez. Kacchan exhaló, expulsando un poco de humo por su nariz (¿o hocico?) a la vez que bajaba su cabeza hasta tocar el suelo.
"—Quiere decir que subas".
—B-Bueno.
Como pudo y siguiendo las indicaciones que le daba el Izuku de ahí, logró trepar y acomodarse en su lomo. Era extraño, mucho. Nunca se había imaginado que se subiría a un dragón, mucho menos que éste se trataría de un Kacchan de otro mundo, si es que podía nombrarlo así.
Kacchan levantó su cabeza y movió un poco sus alas. Izuku se tensó, estaba demasiado aterrado y tenía ganas de llorar, se sentía como un pequeño niño al que obligaban a hacer algo que no quería. ¡Le temía a las alturas, por dios!
Estaba sobre una criatura mitológica, sí, pero eso no impedía que estuviera asustado.
"—Tranquilo, al principio puede parecer aterrador pero luego se pasa. Te va a gustar, te lo aseguro".
Antes de poder reprocharle sobre lo último, Kacchan finalmente se elevó. Izuku se aferró de donde podía, cerrando sus ojos con fuerza e intentando esconder su rostro; aún podía sentir el viento alborotando su cabello, colandose por pequeños espacios hasta llegar a las partes expuestas de su piel.
"—Hey, no pasa nada. Levanta la vista, apenas lo hagas olvidarás tus temores por un rato, confía en mí".
Negó, sintiendo un nudo comenzar a formarse en su garganta. Por nada del mundo quiere hacerlo, podía resistir escondiéndose lo que restara del viaje.
"—Sé cómo te sientes, te entiendo perfectamente pero te doy mi palabra en lo que te digo, si dejas de ocultarte así valdrá la pena. Te lo prometo".
¿Tendría razón o lo estaba engañando? No lo sabe mas su instinto le dice que le crea, que lo intente aun si es por sólo un segundo. Tendría que verlo por sí mismo para hallar la respuesta.
Con esfuerzo y poniendo mucho valor se incorpora con lentitud, manteniendo sus ojos cerrados. Sus oídos zumban y eso es un tanto molesto, el viento golpea su rostro con fuerza, despeinando sus rizos aún más de lo que ya estaban. Las inevitables ganas de llorar se mantienen pero hace su mayor esfuerzo para continuar reteniéndolas.
«No veas el suelo, sólo no veas el suelo»
Entonces, lo hace. Abre sus párpados temeroso, sin embargo, se olvida al instante de cómo se sentía al ver a lo que se refería el otro Izuku.
Es el cielo, coloreado de tonalidades naranja aquí y allá, indicándole que la hora en la que se presentaba la luna se acercaba. Cerca de ellos hay nubes blancas y esponjosas, similares a los algodones de azúcar que tanto le gustan. Ve una parvada de aves pasar a su lado, ignorando por completo al dragón; sus colores eran muy bonitos y se dirigían al lado contrario de ellos.
Era una vista que te dejaba sin palabras. Sin embargo, a Izuku lo hacía sentir un mar de emociones, desde admirarla y decir que era afortunado por poder verla por sí mismo hasta hacerlo sentir melancólico, triste, presentar un dolor en su corazón del que ya se había acostumbrado.
«No, no. Tranquilo Izuku, tranquilo»
Mueve su cabeza, queriendo alejar esos pensamientos. No estaban tomando un buen rumbo.
Se toma un momento para obligarse a olvidar, no, a intentar ignorar mejor dicho, por lo menos durante unos minutos. Considera que estaba viviendo una experiencia que cualquiera pagaría por estar en su lugar y él la estaba desaprovechando; claro que, Izuku tiene sus razones.
Pero aun así, intentaría disfrutarla.
Poco a poco, sus manos dejan de tocar lo que sería el lomo de Kacchan y lentamente extiende sus brazos a los lados.
Aquello era tan irreal, y a la vez, tan hermoso.
Quizás era el hecho de que no estaba solo lo que le daba la valentía para hacer lo que estaba haciendo pero, está bien, es suficiente. La agradece profundamente y más si proviene de él, aún si en realidad no se trata específicamente de su Kacchan.
Izuku deja escapar una pequeña risa, le está dando tantas vueltas al asunto que pasaría el viaje pensando en lugar de disfrutar, como había querido hacer. Entonces alza sus brazos queriendo tocar las nubes con sus dedos. Y se pregunta cómo se sentiría hacerlo ¿acaso serían suaves como las describen las historias que ha leído o simplemente su toque pasaría entre ellas dejando atrás el espacio donde antes estuvieron sus dedos?
—¡Me gusta esto!
Kacchan ruge, como diciéndole «A mí también».
Durante unos minutos se mantienen así, con él mirando a sus alrededores hasta donde su vista llegase mientras Kacchan volaba, sus manos habían vuelto al lomo del dragón apenas recordó que podría fácilmente resbalarse de donde estaba.
Kacchan comienza a bajar e Izuku ve que parece dirigirse a un pueblo, con un castillo que se erguia a la distancia con gran elegancia, unas torres lo rodean y sobre ellas cree lograr ver banderas rojas que se ondean a causa del viento. Ni siquiera los que había visto en películas le hacían justicia a la que uno sentía al verlo.
Empero, Kacchan dobla a la izquierda, sin alejarse mucho del poblado que había visto.
Llegan a un prado cerca de una pequeña colina, donde en la cima se encuentra un árbol de gran altura con flores, mismas que también se esparcen por el suelo decorando pequeños espacios de un rosa claro.
Izuku lo reconoce. Siempre le han parecido fuera de su mundo, con sus flores rosas adornando sus ramas y siendo tan frágiles que la más delicada brisa las haría caer. Le gustan mucho, desde que era niño y llegaba la primavera él y su familia solían ir al parque a ver los árboles de cerezo. Llevaban una manta y su madre preparaba bocadillos para pasar el rato, sus padres se sentaban durante horas mirando los árboles mientras él y su hermano corrían por el parque hasta cansarse y volver con ellos.
Su padre, Hisashi, siempre contaba la misma leyenda sobre esos árboles que Izuku de tanto escucharla la aprendió de memoria. Solía decir que originalmente esas flores eran blancas hasta que se tiñeron de rosa al mezclarse con la sangre de antiguos guerreros, que aquellos hombres elegían esos lugares para quitarse la vida de manera que pudieran tener una última experiencia de belleza antes de morir.
Su madre le reprochaba a su esposo que no debía contarles historias que incluyeran muertes a sus hijos, que sólo eran niños. A Izuku no le importaba, a Yō tampoco.
En una de esas ocasiones, conoció a Bakugou Katsuki.
Estaba por cumplir cuatro años cuando sus familias se reunieron en el parque y Izuku apenas vio al pequeño Katsuki se encondió detrás de su madre, desde siempre tuvo dificultades para hacer amigos por eso sólo tenía a Yō.
No necesitaba a nadie más, Yō era su hermano mayor, lo protegería de todo y lo ayudaría siempre. Sin importar que fuera cinco años mayor, él estaría ahí tomando su mano y guiandolo, e Izuku lo seguiría a donde fuera.
Horas más tarde, Yō logra convencerlo de hablar con el niño gruñón, como lo apodó. Creía que terminaría mal desde el principio, hasta que se percató que Katsuki llevaba consigo una figura de All Might y fue suficiente para que el fanatismo de Izuku se presentara.
Su lógica era sencilla, si le gustaba All Might, ya eran amigos.
Nadie le diría a Izuku cuánto extrañaría volver a ver la sonrisa de Katsuki, ni tampoco escucharlo hablar emocionado sobre su héroe favorito o que a partir de ese momento, pasaría todo el tiempo que estuviera a su alcance con ese pequeño.
Mucho menos que echaría de menos tantas cosas de aquella época.
Vuelve a la realidad al sentir a Kacchan removerse e Izuku recuerda que sigue montandolo en su forma dragonica y era bastante obvio lo que estaba pidiendo.
Se baja como puede y se aleja un poco de él para darle su espacio para transformarse, si es que lo necesita. El peliverde regresa su vista al árbol de cerezo y siente su corazón estrujarse dentro de su pecho, la melancolía se asienta en su persona y lo cubre de pies a cabeza e Izuku la deja ser, no huye de ella, la deja quedarse tanto como quiera. Porque, siempre llega de una u otra manera a él.
—Oi, ¿estás bien?
Kacchan está ahí, a su lado observándolo con el ceño fruncido, No obstante, Izuku es capaz de ver la preocupación en sus facciones, principalmente reluciendo en sus ojos. Traga saliva y asiente, no sabe qué decir.
Evita mirarlo después pero aún siente su mirada rojiza puesta en él, buscando la verdad ante cualquier gesto.
—Estoy bien —dice y lo mira por un momento, pese a querer hacer todo lo contrario—, no pasa nada.
Es obvio que no le cree, que sabe que está mintiendo. Quizás era tan fácil de leer que las personas no debían esforzarse tanto por saber qué pasaba por su cabeza. No le tomaba importancia a eso, no creía que debía dárselo.
En cambio, Kacchan no dice nada para afirmar o negar si le creyó, sólo suspira y señala el árbol.
—Vamos.
Izuku lo sigue en silencio. La felicidad que había sentido minutos antes se había esfumado, era como si hubieran explotado la burbuja en la que había permanecido y lo regresarán de golpe a la realidad, se sentía agotado mentalmente y quería irse a su hogar de una vez.
En algún momento se irá y despertará en su cuarto como la vez pasada, si es que se repite el patrón. Mientras tanto, sólo le queda rogar para que suceda lo más pronto posible.
Kacchan se detiene frente al árbol y se sienta, luego levanta la vista en su dirección al tiempo que palmea con su mano izquierda el suelo, invitándolo a sentarse a su lado. Izuku se mantiene de pie un momento y ladea su cabeza, hasta que Kacchan repite las palmadas con más insistencia. Finalmente se acerca para acompañarlo.
El árbol les brinda sombra más que suficiente para ellos, aunque también les favorecía que el sol comenzaba a ocultarse. El pecoso eleva su mirada, observando la copa del árbol. No hay viento, nada mueve sus flores. Permanecen en lo alto, lejos de su alcance, sanas y salvas por ahora; recuerda el otro detalle por el que tanto le gustan: su significado.
Simbolizan la belleza, la vida, la impermanencia y la muerte. Las flores por ser tan frágiles no resisten mucho, sencillamente pueden ser arrancadas de las ramas para dirigirse al suelo pero en su camino realizan una danza entre el viento, a veces suben un poco más antes de llegar a su destino, otras no tienen tanta suerte y van directo al suelo con lentitud, sin nada que las retenga por lo menos durante unos segundos y las eleve, ellas sólo caen. Sin embargo, todas ellas tienen en común que están impregnadas de una belleza que te cautiva y te hace ver lo que será de su pequeño viaje.
Muchos lo consideran tan similar a la naturaleza fugaz de la vida, el hecho de estar en un instante en lo alto, disfrutando de la existencia y de un momento a otro, encontrarse en una caída hacia tu final sin poder hacer nada para detener lo que pronto va a pasar.
—¿Con quién hablabas antes? —Izuku emite un «¿uh?» y lo mira confundido—. Antes de que me transformara te escuche, estabas haciéndole preguntas a la nada.
Midoriya muerde su labio, pensando en una respuesta que pudiera decirle. No la encuentra, ni tampoco pareciera que el Izuku de ahí estaba dispuesto para ayudarle.
Bah, ni él mismo puede ayudarse. Qué tontería.
—No lo entenderías —murmura. Es verdad, viéndolo desde su perspectiva.
—Entonces explícame, déjame intentar entender qué te pasa.
Mira a Kacchan, preguntándose cómo era la relación que tenía con su otro yo. Debía ser cercana, eso es seguro. Kacchan se estaba preocupando por él o bueno, por quien cree que es. Era un poco confuso y extrañable, una parte suya anhelaba que también fuera así el que conocía en verdad, el Kacchan del que se había enamorado.
Basta, está pensando demasiado.
—No estoy siendo el yo que tú conoces —susurra, esperando transmitir algo, lo que sea, con sus palabras— suena extraño, mucho a decir verdad. Pero por más que pienso qué decir sin escucharme como un loco, no encuentro nada.
—Uhmm, que digas eso es estúpido. Has dicho cosas más extrañas.
—Es que yo no las he dicho.
—¿Ah? ¿Pero qué dices?
—Yo no he hablado contigo hasta esta tarde, la última vez que te vi fue hace horas. Bueno, no a ti, por lo que entiendo; vi a tu otro yo,
Kacchan no daba señales de creerle y ciertamente eso comenzaba a cansarle. Aunque, él no tenía la culpa, después de todo quien lo escuchara soltando esas palabras se comportaría de la misma forma o quizás peor.
—¿Te afectó alguna planta?
Niega. No, no, nada de eso.
Sin embargo, algo en su mirada cambia. Sus ojos se agrandan y por un segundo centellean, como si acabara de colocar la última pieza de un rompecabezas que Izuku desconocía.
Pero es demasiado tarde.
Un viento fuerte llegó a ellos, arrancando las flores de sus ramas y levantando las que estaban en el suelo. Midoriya volvió a sentir que lo extraían, que lo tomaban de los hombros y lo desprendían de alguna manera de su cuerpo.
Aún así, el pecoso logró escuchar a Kacchan antes de irse y sólo consiguió más preguntas que respuestas.
—Izuku, ¿estás viajando?
_________
Son aproximadamente las seis de la tarde del sábado y siendo honesto, Midoriya Izuku ya no está del todo seguro de querer ir a la feria con Kacchan.
El problema era que ya lo habían planeado y estaría mal que lo cancelara en ese momento, teniendo en cuenta que era la hora acordada para reunirse. Tuvo la oportunidad de quizás haberlo hecho desde que despertó esa mañana pero tenía su mente repleta de pensamientos que lo olvidó por completo, lo que estaba por continuar si no fuera por el mensaje del mismo Kacchan recordándole.
También estaba en parte porque no fue Katsuki quien lo invitó, sino él al rubio; con mayor razón no debía cancelar la salida.
Antes le había gustado tanto la idea de ir con él a la feria, se divertirían juntos subiendo a los juegos o comprando comida en los puestos que vieran. Lo que había dicho Uraraka el día anterior mientras mensajeaban había dejado de ser su preocupación o más bien, de ser la principal en su lista.
El sueño, el maldito sueño. Dios, ¿cómo podía estar sucediendole eso a él de entre millones y millones de personas que hay en el mundo para elegir? ¿Por qué? ¿Por qué él y no alguien más?
Había comenzado y continuado sin nada que lo hiciera pensar en otra cosa más que lo que estaba viviendo ahí.
Todo iba bien hasta que vió el árbol de cerezos. Cada que los veía tenía en cuenta qué iba a venir después, las lágrimas, la culpa, el odio, el dolor que le obligaba a pasar a su alma a causa de tan preciosa imagen. Pero, por eso lo pensaba mucho antes de hacerlo, o si lo hacía inmediatamente buscaba algo para distraerse, todo menos perderse de nuevo en los recuerdos como lo hizo esta vez.
Ahora se encuentra en la sala de su hogar, sentado en uno de los sillones que había con sus brazos recargados en sus rodillas y sosteniendo su cabeza entre sus manos. Su pierna derecha golpea repetitivamente el suelo emitiendo un ritmo que ignora por completo. Suspira por décima vez queriendo tranquilizarse y continúa sin lograrlo.
Se detiene cuando escucha que llaman a la puerta, inmediatamente levanta el rostro para mirarla, siente su cuerpo tan rígido como una estatua que llega a pensar que si sigue así podría fingir que no está en casa.
Lo que se hubiera dado si no fuera por la música de su celular indicando una llamada, no tiene que voltear para ver quién era.
Toma una gran bocanada de aire y corta la llamada para después levantarse e ir directo a la puerta.
—¿Por qué tardas tanto? ¿Eh? ¿Crees que tengo todo el puto tiempo del mundo para esperarte a que te dignes a salir? ¡No! —Kacchan exclama sin verlo, está guardando su celular.
—Lo siento, no encontraba mi celular —miente, antes de cerrar la puerta tras él y rodear al rubio.
Kacchan no pierde tiempo en llegar a su lado.
—Oi, ¿qué te pasa?
—Nada, estoy bien.
—No mientas, no lo estás.
—Estoy bien —repite y detiene sus pasos para girarse a verlo—, no tienes que preocuparte por mí.
No había sentido la mirada de Kacchan tan afilada como en ese instante, Izuku la sentía buscando cualquier rastro que le hiciera obtener la respuesta que quería. No hay ojeras, no puede decir algo relacionado con falta de sueño. Su atuendo está desaliñado por supuesto, quizás más de lo que normalmente debería estar pero esa no podría ser una opción de ayude a descifrar su comportamiento.
Finalmente parece rendirse y voltea a otro lado, evadiendolo.
—Nunca dije que estuviera preocupado.
Izuku asiente sin decir nada y continúa su camino. Katsuki lo acompaña y lo mira de vez en cuando. Mientras caminan, el ambiente que los envuelve es silencioso y un tanto incómodo.
De todos los escenarios que imaginó el peliverde, ninguno era similar a este. En ellos siempre predominaba el sonido, conversaciones que pudieron haber tenido, risas que quizás hubiera logrado causar o que él mismo experimentara. No esto, jamás esto.
Nunca había silencio con él.
Pasan lo largos minutos y empieza a escuchar el típico sonido proveniente de la feria. Risas de personas divirtiendose, gritos que probablemente sean de la casa de los sustos o de quienes estén en los juegos mecánicos. Hay algunas canciones que se entremezclan por la lejanía y que sabía que mediante se fueran acercando más podría diferenciarlas unas de otras.
Es mi culpa, se dice, por mí esto saldrá mal.
Es él quien causó el ambiente en el que estaban, arruinó lo que habría sido a sus ojos una experiencia inolvidable.
No obstante, siente un tirón en una de sus manos que lo obliga a caminar en esa dirección. Es Kacchan. Él esquiva a las personas con las que se cruzan mientras lo guía; Izuku no le cuestiona a dónde van ni tampoco hace nada para detenerlo.
Se adentran cada vez más a la feria, caminando entre los puestos de comida y de artículos de recuerdo, los ignoran a todos ellos. El pecoso alza su vista para ver más allá de la espalda de Bakugo, entonces se percata de que comienzan a acercarse a la zona de juegos mecánicos y el ruido que causa la maquinaria al moverse se hace cada vez más fuerte.
—¿Kacchan...? —llama, posiblemente lo hizo tan suave que el bullicio de los alrededores lo ocultó.
Kacchan se detiene después de un tiempo, Izuku se asoma para ver al frente y ve la fila de personas que tienen adelante. Sus ojos viajan más allá, a donde debería terminar y su boca se abre un poco soltando un «Oh».
En ese extremo se encuentra un hombre cobrando las entradas para subir al juego. Eso era lo de menos, lo que le sorprendió fue la atracción a la que ingresarían.
Los carritos de choque.
Su nombre lo decía todo, se trataban de pequeños vehículos eléctricos que tenían unas varillas en la parte trasera superior que conectaban al techo. Lo único que debías hacer era conducirlos y chocar con los demás autos dentro del área.
Pero, para Izuku, había algo más en ese juego.
Años atrás cuando llegaba la feria a la ciudad, Kacchan siempre lo guiaba a ese juego y ambos tomaban un auto para los dos, como eran niños y el cochecito estaba diseñado para dos personas era perfecto para ellos.
Katsuki reía al chocar con los otros conductores. Izuku al principio se asustaba por los movimientos bruscos que hacía su amigo al volante hasta que comenzaba a acostumbrarse a ellos y terminaba riendo con él.
—¿Los carritos...? —preguntó dudoso—, ¿no estamos grandes para subir?
—¿Grandes? No. Nos tienen que dejar subir sí o sí, he visto a personas más viejas en ellos y no les dicen nada. Así que si nos niegan el paso sería una reverenda mierda de su parte, ellos perderían dinero.
Izuku deja escapar una risita.
—¿Me estás diciendo que vamos a subir a ese juego?
Katsuki lo ve, alzando una de sus cejas.
—¿Tienes alguna otra idea?
—Nop, ninguna.
—Bien, entonces haremos eso y fin de la discusión.
Él vuelve a reír.
Era agradable cómo Katsuki era capaz de cambiar su humor con rapidez, despejar el cielo repleto de nubes oscuras que lo estaba cubriendo y dejar en su lugar uno libre de ellas, con el sol brillando en lo alto.
Esperaron unos minutos más en la fila mientras conversaban por momentos, más por parte de Izuku y las vagas respuestas de Katsuki. Cuando llegó su turno de pasar, tal y como había dicho Katsuki, no les negaron la entrada; pero había un problema, sólo quedaba un vehículo vacío.
Kacchan no se quejó y subió al auto.
—¿No vas a subir?
—¿No es muy pequeño para nosotros dos? —Izuku se acerca dudoso—, si quieres podemos esperar al siguiente turno y cada uno toma el suyo.
—¿Has escuchado una queja mía de esto? No. Apresurate que eres el único que sigue en pie y todos aquí ya quieren iniciar esto.
Izuku negó divertido y rodeo el auto para ir al asiento de copiloto. Sin embargo, Katsuki se desplazó rápidamente a ese lugar y señaló el espacio que quedaba desocupado.
—Tú vas a conducir.
—¿Eh?
—No te he visto manejando estas cosas, ya es tu turno ¿no?
—B-Bien
Izuku tomó su asiento y colocó sus manos en el volante. Era incómodo estar en un espacio reducido como ese y aparte estaba el hecho de que aunque no se moviera podía tocar a Katsuki, estaban demasiado cerca el uno del otro y eso lo hacía sentir nervioso.
El sonido que indicaba el inicio de juego se hace escuchar e Izuku lo primero que hizo fue pisar el acelerador.
Inmediatamente chocaron, pero no con un auto.
—¡Es contra los autos no en la orilla, idiota! —regañó Katsuki.
—¡Lo siento!
Unos intentos después había tomado el control del pequeño auto y lo manejaba a su antojo; a su lado, Katsuki se encargaba de señalarle su objetivo para chocar. Izuku lo miró fugazmente y su corazón se aceleró.
Los labios de Kacchan se curvaban un poco pero era claro lo que hacían, una sonrisa. Su mirada emitía un resplandor que la hacía resaltar en su rostro al mismo tiempo que cautivaba a Midoriya Izuku, enamorandolo más de lo que estaba, si es que eso era posible.
Kacchan estaba feliz.
Y Izuku también lo estaba.
—¿Así conduces en verdad o sólo era por el juego? —cuestiona luego de alejarse unos pasos del juego a sus espaldas.
—¡Kacchan! —reprocha y le da un empujón al nombrado, haciéndolo reír. Izuku sonrió más al escucharlo—. ¡Obviamente era por el juego!
—Digamos que te creo.
El peliverde se detuvo, puso una mano en su pecho y lo miró ofendido.
Kacchan dejó de caminar y también lo miró, colocó sus manos en su cintura y se inclinó un poco al frente, acercándose a él.
Sus miradas chocaban. Esmeralda y rubí; Izuku lo veía con atención, era la primera vez que podía verlo así de cerca y no dejaría pasar la oportunidad. Eran brillantes, hermosos e hipnotizantes; podía perderse en ellos por el resto de su vida y diría que fue lo mejor que le sucedió.
Katsuki mordió su labio y ladeó su cabeza.
—Si no es así hay que verlo algún día, consigamos un auto y tú manejas.
—Bien, ¿es un trato? —extendió una de sus manos para sellar el trato aún sin quitar su mirada de los orbes rubí.
El rubio tampoco la desvió.
—Es un trato —dijo antes de estrechar sus manos.
Midoriya sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo proveniente de ese toque. Fue similar a lo que experimentaba las noches pasadas con sus singulares sueños.
Bakugou se alejó y ocultó sus manos en los bolsillos de su chaqueta. Dejó de observarlo y bajó la mirada negando.
Eso fue extraño, y mucho.
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Nota:
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HOY 9 DE AGOSTO ES EL DIA DEL BAKUDEKU/DEKUBAKUUUU PERO NO VOY A CHILLAR POR LO QUE ESTA PANSANDO EN EL MANGA Y POR HOY OLVIDARE ESO :)
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Ahhh creo que me puse muy sensible esta vez, en parte culpo a mi playlist, la otra sí es mía.
Si bien estaba escribiendo esto en las fechas indicadas la suerte no estuvo de mi lado y mi celular se descompuso. Hasta ahora es que finalmente ya puedo continuar como tanto quería, pasó un largo tiempo pero ¡voy a terminar esto y todo lo que tengo! Aproveche mi tiempo fuera para organizar mejor los fics, su trama y todo, hice apuntes de cada cosa y tache algunas otras. Así que, personitas que están leyendo esto, hay gran posibilidad de que me vean más activa aquí que antes.
Tal vez me pasé y terminé convirtiendo lo que sería algo cortito apegado a los días de la Twin Stars en algo un poco complejo pero no me quejo, después de todo lo debí publicar hace meses.
Quizás el capítulo se sienta un tanto cargado, no sé si supe manejar bien las cosas (¿cuándo lo he hecho?) pero al menos están las cosas que quería que estuvieran... O algo así.
Al menos me hubiera gustado expresarlo mejor, no sólo dar un montón de palabras sin sentido y en su mayoría repetitivas pero está bien para ir comenzando.
Espero que disfruten su lectura tanto como yo disfruto escribirla, ¡nos leemos luego! 💕
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