La Vida En Sombras
Andrés se despertó temprano, como de costumbre. El suave murmullo del río que corría cerca de su casa era su despertador natural. Se levantó lentamente de su cama, sintiendo la cálida brisa matutina que entraba por la ventana abierta. La vida en su pequeño pueblo en las montañas de Colombia estaba llena de sonidos y aromas que otros a menudo pasaban por alto, pero que para él eran esenciales.
Desde niño, Andrés había aprendido a navegar el mundo a través de sus otros sentidos. El sentido del tacto le permitía reconocer las texturas y formas de los objetos, mientras que el olfato y el oído le brindaban información crucial sobre su entorno. Había memorizado cada rincón de su casa: el viejo sofá en la sala, la mesa de madera en la cocina, y los cuadros colgados en las paredes, que aunque no podía ver, conocía perfectamente gracias a las descripciones de su familia.
Después de vestirse, Andrés se dirigió a la cocina, donde el aroma del café recién molido ya llenaba el aire. Su madre, Marta, siempre se levantaba antes que todos para preparar el desayuno. Andrés se acercó a ella con una sonrisa y le dio un beso en la mejilla.
"Buenos días, mamá," dijo Andrés con su voz suave y melodiosa.
"Buenos días, mi amor," respondió Marta mientras le servía una taza de café. "¿Dormiste bien?"
"Sí, como un tronco," respondió Andrés, tomando un sorbo del café caliente. "¿Y tú?"
"También, gracias a Dios. Hoy parece que va a ser un día hermoso. ¿Tienes planes?"
Andrés se encogió de hombros. "Lo de siempre. Ayudar a papá en el campo y luego practicar un poco de música. Tal vez salga a caminar por la tarde."
Marta asintió, orgullosa de la independencia y el espíritu positivo de su hijo. A pesar de su ceguera, Andrés siempre encontraba maneras de disfrutar la vida y ser útil en la comunidad.
El día comenzó como cualquier otro. Andrés y su padre, Luis, trabajaron en el campo, sembrando y cuidando las plantas que sustentarían a la familia. Andrés disfrutaba del trabajo físico; le permitía sentirse conectado con la tierra y con su entorno de una manera profunda y significativa.
Después del almuerzo, Andrés se retiró a su habitación, donde tenía su guitarra. La música era una de sus pasiones más grandes. Desde que tenía memoria, Andrés había sentido una conexión especial con los sonidos y las melodías. Había aprendido a tocar la guitarra escuchando a su padre y a otros músicos locales, y con el tiempo, se había convertido en un talentoso guitarrista.
Mientras tocaba una melodía suave, se sumergió en sus pensamientos. Recordó el día en que su hermano Felipe le había regalado la computadora. Felipe, que trabajaba en la ciudad, había encontrado una manera de adaptar el dispositivo para que Andrés pudiera usarlo. La computadora tenía un software especial que convertía el texto en voz, permitiendo a Andrés navegar por internet, leer libros y, lo más importante, conectarse con el mundo exterior.
La llegada de la computadora había sido un punto de inflexión en la vida de Andrés. A través de ella, había descubierto un vasto mundo más allá de su pequeño pueblo. Había leído sobre lugares exóticos, culturas diferentes y había encontrado un sinfín de recursos para aprender y expandir sus conocimientos. Pero lo que más le había impactado era la posibilidad de conocer a otras personas y compartir sus experiencias.
Fue en uno de esos días, mientras exploraba un foro de música, donde encontró el blog de Emma. El blog estaba lleno de reflexiones, poemas y reseñas de libros y canciones. Andrés quedó fascinado por la manera en que Emma describía el mundo, con una sensibilidad y una profundidad que resonaban en su corazón.
Comenzó a comentar en sus publicaciones, y pronto, Emma respondió. Así comenzó una amistad que se profundizó con el tiempo. Compartían largas conversaciones sobre sus vidas, sueños y aspiraciones. Emma le contaba sobre su vida en Ohio, su amor por la literatura y la música, y sus estudios en la universidad. Andrés, a su vez, le hablaba sobre la vida en su pueblo, las montañas, y la rica cultura colombiana.
A través de sus conversaciones, Andrés comenzó a sentir algo más que amistad por Emma. Sus palabras, su manera de ver el mundo y su bondad lo habían conquistado. Pero la distancia entre ellos era un obstáculo significativo. Andrés sabía que Ohio estaba muy lejos de su pequeño pueblo, y las probabilidades de que se conocieran en persona eran escasas.
Una tarde, mientras estaba en su habitación, Andrés decidió abrir su corazón a Emma. Con el corazón latiendo a mil por hora, escribió un mensaje sincero, confesando sus sentimientos. Sabía que estaba arriesgando mucho, pero no podía seguir ocultando lo que sentía.
Esperó ansiosamente la respuesta de Emma. Cada minuto parecía una eternidad. Finalmente, el sonido de una nueva notificación rompió el silencio. Andrés abrió el mensaje con manos temblorosas. Emma le había respondido.
"Querido Andrés," comenzaba el mensaje, "he leído tu confesión y debo decirte que siento lo mismo. Desde que comenzamos a hablar, has sido una luz en mi vida. Aunque la distancia nos separa, siento que te conozco profundamente y que nuestros corazones están conectados. No sé cómo, pero estoy dispuesta a encontrar la manera de estar contigo."
Las palabras de Emma llenaron a Andrés de una felicidad indescriptible. Aunque sabía que el camino por delante sería difícil, tener la certeza de que sus sentimientos eran correspondidos le daba una esperanza renovada. Decidieron que, de alguna manera, encontrarían la forma de estar juntos.
A partir de ese día, sus conversaciones se volvieron aún más intensas y llenas de planes para el futuro. Hablaron de la posibilidad de que Emma visitara Colombia durante sus vacaciones de verano. Andrés comenzó a ahorrar dinero, y Emma hizo lo mismo. Se prometieron que, a pesar de los desafíos, harían todo lo posible por encontrarse y estar juntos.
El amor entre Andrés y Emma demostró ser más fuerte que cualquier barrera. A través de sus palabras y promesas, construyeron una conexión profunda y significativa, esperando el día en que finalmente podrían abrazarse en persona.
Y así, con el corazón lleno de esperanza y determinación, Andrés siguió tocando su guitarra, sabiendo que el futuro estaba lleno de posibilidades.
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