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9._ "No lo voy a lograr".

Luego de haberse confesado ante Hoseok, por un desliz que se salió de su control, Taehyung está lejos de sentir que un peso se le quitaba de encima.

"Realmente quiero hacer un cambio, pero ahora no me siento listo. Necesito tiempo para recobrar la fuerza y para estar solo".

A pesar de que su voz surgió como un suspiro, estaba convencido de su decisión. Lo estaba, hasta que Hoseok le dio su respuesta.

"Si es lo quieres, está bien. Con tu permiso voy a dar aviso de tu decisión en la dirección para evitar que alguien intervenga".

Por la forma en que alargaba las palabras, entre suspiros llenos de cansancio, estaba claro que Hoseok no estaba del todo de acuerdo con su petición. Sin embargo, aceptó sin dudas ni discusiones, sorprendido al mismísimo Taehyung.

Más sorprendido está luego de recaer en su reacción; acaso deseaba que Hoseok le llevará la contraria para discutir, o quería que le suplicara cambiar de opinión y así verse arrastrado a enfrentar su ceguera de una vez por todas.

Aún le es complicado asimilar su discapacidad, aún le produce vértigo los cambios que debe hacer para adaptarse a su nueva vida. Y a la vez, está impaciente por tomar el control de su vida.

En el momento en que Hoseok abandonaba la habitación, Taehyung quiso correr detrás de él y retractarse de su decisión. Supo en ese instante que no necesitaba tiempo, sino alguien que lo ayudará a cruzar el limbo en el que se encontraba.

Solo necesitaba un empujón, ya sea que alguien pícara en su orgullo, o en su sentido de compromiso. Hoseok era el indicado, cualquiera de sus máscaras (de profesor o acompañante) podría darle lo que quería.

Lo curioso es que, así como Hoseok podría ser su motor, también podría ser su freno. Ese día Taehyung no se atrevió a abrir la puerta; quería hacerlo, pero se negaba a retractarse de su decisión por no lucir dudoso e inseguro ante el contrario

Como un pequeño alumno ante su profesor de la escuela elemental, quería mostrar la versión más competente de sí mismo. Para así sorprender al contrario y ganarse su reconocimiento, quería que Hoseok le aplaudiera sus logros, que este mismo puso en duda.

Nada más pudo soportar otros dos días en la misma rutina ermitaña que los días anteriores. En esos dos días enloqueció por la sensación que lo impulsaba a actuar de inmediato y ganar cualquier reto que se le pusiera enfrente.

La impotencia lo volvió claustrofóbico, ya no soportaba estar encerrado en su habitación. Al día siguiente despertó y se incorporó de inmediato.

Las luces y los colores en su visión le dieron la bienvenida a un nuevo día; uno que se sentía igual de fatalista que los anteriores, pero con la diferencia de que había algo en el ambiente que lo presionaba a moverse, o en consecuencia ser aplastado por la presión.

Su objetivo era claro, iría a tomar el desayuno en el comedor de la institución y luego se encontraría con Hoseok. ¿Dónde? No lo sabe; tampoco debe ser tan difícil ¿cierto?

Se vistió con prisa, cruzó su habitación y el pasillo de su piso con pasos firmes. Sus piernas fueron perdiendo fuerza al ir bajando los escalones, cada vez escuchaba con más fuerza el bullicio de la planta baja.

Como la vez anterior en que se vio enfrentado los concurridos pasillos, se sintió perdido y mareado. Sus sentidos lo traicionan: lo que escucha, siente y percibe parece aterrador.

Su cuerpo se congela al filo del último escalón. Sus emociones están por quebrantarse, su respiración se vuelve superficial y los latidos de su corazón aumentan su frecuencia.

No puede permanecer mucho tiempo alimentando su miedo, ya que este se le presenta en el sonido de pasos detrás de él. Se apresura a bajar el único escalón que le faltaba, y por intuición se adentra al interior del pasillo que sabe lo llevará al comedor.

Pone un pie frente a otro de forma automática, su mente se ha desconectado para evitar que más estímulos lo descompense. Un momento en blanco, hasta que los pensamientos intrusivos sobrepasan la muralla.

"Tengo que darme prisa".

"Tengo que llegar".

"Tengo que demostrarlo".

"No debo tropezar".

"No debo estorbar a los demás".

"No lo voy a lograr".

Tropieza con una persona bajita y de un peso considerablemente menor al suyo. Escucha un agudo lamento y el sonido de quién se tambalea para recobrar el equilibrio. Por reflejo se lanza hacia enfrente, estira sus brazos y su mano derecha palmea el aire mientras su mano izquierda alcanzan a sujetar un delgado brazo.

No pudo evitar el ruido sordo de una caída, y su agarre resulta contraproducente al hacer que el contrario no pudiera usar su brazo dominante para amortiguar la caída.

Sumamente preocupado, Taehyung se disculpa y se dispone a levantar al contrario. Extiende sus brazos, permite que se sostenga de él y lo ayuda a impulsarse para ponerse de pie.

El contrario resulta ser un niño, un varoncito de voz suave que ríe con diversión. No está molesto por el golpe, ni siquiera le duele; es más, le resulta divertido.

—Va por el camino equivocado, tiene que caminar por el lado derecho del pasillo para no tropezar con alguien, ¿no se lo dijo su profesor?

Taehyung niega, lo hace con la cabeza y luego lo pronuncia al caer en cuenta de que el niño posiblemente no lo vea.

Lo más probable es que Hoseok se lo haya dicho el primer día y que él no haya escuchado, pues es casi imposible que a este se le escape un detalle como ese.

Siempre es formal y atento, o esa era la imagen que Taehyung tenía de Hoseok hasta recordar que tuvieron que pasar cinco días para que se diera cuenta de su ausencia.

Avivar el rencor le produce una mala estadía. El curso de sus pensamientos se detienen al poner atención al niño que le habla con gran entusiasmo.

—Debe ser nuevo y estar perdido. ¡Yo puedo ayudarlo! ¿A dónde se dirige?

Si bien Taehyung sabía dónde se encontraba su destino, también era consciente de la enorme ilusión que le provocaba al menor el poder ayudar.

—Sí, sería muy amable de tu parte. Voy al comedor, ¿podrías llevarme?

Le era imposible negarse, tiene una gran sensibilidad por los niños. Y aún en su peor rato, se dispone a darle buena cara a esas personitas que le parecen tan puras.

—¡Sí, vamos!—. El niño tomó su mano y lo arrastró consigo. Taehyung le regresó el agarre de forma gentil y lo siguió con pasos cortos para no adelantarse—. Mi nombre es Beodeul. Choi Beodeul y soy Dragón, del año 2012, ¿usted cómo se llama?

—Kim Taehyung y soy de 1995, el año del cerdo. Nos llevaremos bien.

Taehyung aprovecha el afán del niño por el horóscopo chino para hacer cuentas de su edad. Obtiene como resultado 10 años, y se alegra de que suposición que hizo con base a su tono de voz, manera de comunicarse y estatura fue correcta.

—¡Sí! ¡Dragón y cerdo son muy buenos amigos! Hyung, por favor cuide de mí.

Por la alegría que transmite el menor, Taehyung no puede evitar dar una gran sonrisa. Beodeul es un niño fantástico: amable, creativo y extrovertido.

Es una pena pensar en el lugar donde se encuentra y la circunstancia que lo llevaron ahí.

En realidad, la mayoría de las voces que escucha en el pasillo son de niños y niñas, y al juzgar por la agudez y falta de fluidez en su habla, es fácil suponer que tiene menos edad que Beodeul.

Reflexionar acerca de la manera en que pudieron perder la vista, lo que vivieron antes de llegar o lo que está viviendo ahora, hace que Taehyung sienta un dolor pulsante en su pecho.

—Hablas poco, ¿no te gusta estar aquí? —pregunto Beodeul, luego de darse cuenta de que Taehyung le respondía con monosílabos que sonaban decaídos.

Una pregunta inofensiva de un niño, que provocó en un adulto todo un caos de pensamientos.

Aunque quisiera, Taehyung no podría expresar su dilema. Prefirió dar una razón simple y entendible para un niño.

—Estoy algo cansado, solo es eso—. La curiosidad le pica y decide devolverle la pregunta—. ¿Y a ti, te gusta estar aquí?

Se reprime por haber hecho aquello, no debería cuestionar eso a un menor. No quiere ponerlo triste o hacerlo sentir mal.

—Sí —respondió Beodeul de inmediato—. No me gustan las clases ni las tareas, pero el profesor Jung Hoseok dice que es necesario para aprender. Y si hago mis tareas, puedo salir temprano los sábados.

Dos cosas dejaron anonadado a Taehyung: la primera era la naturalidad con la que el niño abordaba el asunto, como si fuera de lo normal asistir a un internado-escuela para ciegos. ¿O acaso sí lo era? Por lo menos, para los ciegos lo es, ¿no?

Apenas estaba procesando esto cuando el nombre de su asesor fue sacado a relucir en la conversación. Dio un respingo y su corazón se aceleró, ¿por qué su sorpresa si Hoseok le dijo que también era profesor en el plantel?

Taehyung quisiera que el niño siguiera hablando mientras pone en orden lo que piensa y siente. Lástima que Beodeul únicamente esté dispuesto a esperar su respuesta.

Sin saber qué más decir o hacer, Taehyung cambia de tema:

—¿Tienes muchos amigos aquí?

Beodeul asiente, su capacidad de razonamiento cada vez más cercano al de un adolescente le hace notar el cambio de tema brusco. Sin embargo, su empatía sigue siendo deficiente para darle importancia al asunto, así que responde sin más.

—Sí, muchos. Mi mejor amigo es Chungho, comparto habitación con él como lo hacía con mi hermano mayor.

Taehyung asiente y traga el nudo que se ha formado en su garganta al escuchar que el tono de Beodeul se ha vuelto triste.

—¿Extrañas a tu hermano?

—Sí, a veces lo hago. También a mi mamá, a mi papá y a Bigotes, mi gato, los extraño.

Taehyung creía tener una superioridad moral que le brindaba la fortaleza necesaria para abordar temas sensibles. Sin embargo, descubrió que era diferente oír anécdotas, ver reportajes y estar unos cuantos segundos en lo que entregaba un par de monedas, a estar plenamente involucrado con la persona.

Y eso, no lo estaba superando de la mejor manera, su cuerpo temblaba y con cada parpadeo sus ojos estaban más y más húmedos.

De pronto, el tono del niño vuelve a cambiar.

—Pero prefiero compartir habitación con Chungho, él no ronca. Ya solo tengo que soportar a mi hermano el sábado, cuando me quedo en casa con mis papás—. Hace una pausa en la que jadea con sorpresa, acaba de recordar algo importante—. El sábado me iré después de clases, pero el domingo regreso en la noche, para que no se preocupe si no me encuentra.

Taehyung asiente, le reconforta saber que el niño tiene la posibilidad de estar con sus padres, aunque sea un par de días. ¿Será lo mismo para los demás?

Él ni siquiera sabe si puede recibir visitas o salir del lugar. Lamenta haber sido obstinado y no enterarse de las características y ofrecimiento de la institución en que, a pesar de sus protestas, iba a terminar ahí.

—¡Hemos llegado!

Beodeul anuncia y lo jala de manera brusca al interior del comedor.

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