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8._ "Tengo que aceptarlo, ¿y ya?".

Uno, dos, tres, cuatro...

Cuatro días habían pasado desde el ingreso de Taehyung a la Escuela para ciegos.

Uno, dos, tres...

Tres días en los que Taehyung se había aislado del mundo. No hablaba ni interactuaba con nadie, no salía de su habitación durante el día.

Dormía por las mañanas, ignoraba el hambre por las tardes y en las noches salía de su habitación.

Se volvió un fantasma dentro de la institución; solía escabullirse a la cocina para tomar algo de comida y luego vagaba por los pasillos sin rumbo alguno.

Uno, dos...

Tres días desde que la coordinadora de los talleres de Adaptación recibió en su oficina una profesora que preguntaba por la ausencia de Kim Taehyung en las clases.

Decidieron esperar un día más, calmaron sus preocupaciones con la suposición de que el chico todavía no era apto para asistir a los talleres. Al fin y al cabo, se daba de alta hasta que su asesor llenará el formato y lo presentará ante los profesores.

Uno...

Dos días desde la vez en que Taehyung no solo fue pasado de alto, sino que fue olvidado en absoluto. Nadie se preguntó por él, nadie lo recordaba.

Un día desde que la coordinadora recibió otra falta del alumnos Kim Taehyung, y quiso aclarar sus dudas con el director de la institución.

El director Kang no sabía nada al respecto, así que llamó al asesor asignado de Taehyung. Ese mismo día, Hoseok cayó en cuenta de lo que había sucedido, y no pudo sentirse peor al respecto.

Hoseok dijo que no haría la transferencia del caso de Taehyung, pero también olvidó que lo había dicho. Y todos estos días pensó que Jin y Namjoon se encargaban de Taehyung; sin embargo, tampoco finalizó el acuerdo con estos últimos.

Por su despistado comportamiento (que ni siquiera él comprende), nadie estaba al cuidado de Taehyung. ¿Quién sabe qué pudiera pasarle?, ¿qué podría estar sufriendo?

Hoseok detuvo el curso de sus pensamientos por ese día, no quería caer en la sobreprotección. Sabía que Taehyung, como cualquiera otro internado, era capaz de contenerse a sí mismo. Y si alguna decisión tomó, fue suya y nadie puede juzgarlo.

Dejó pasar el día; un largo día en que la preocupación, la culpa y sus ideales lo volvieron un manojo de nervios. Sobre todo cuando una llamada revolvió sus emociones.

Casi no pudo dormir, en la madrugada se despertó por los trágicos recuerdos y no pudo volver a conciliar el sueño. Decidió levantarse de la cama y comenzar su día.

Taehyung estaba en la planta baja, allí escuchó unos pasos que bajaba al piso principal. No sabía quién era, para entonces ya había adquirido un impulso de alejarse de las personas. Se escondió en su rincón, y hasta que escuchó sus pasos alejarse, salió de ahí y se dirigió a su habitación.

Hoseok sabía que estaba ahí, pasó a su lado y percibió su presencia. Siguió de largo, pues se propuso ir a buscarlo en una hora adecuada para hacerlo.

En su quinto día desde su llegada, Taehyung se encontraba en su habitación asignada. Aquella recámara se había vuelto su refugio, el sitio donde se atrevía a caminar, tocar y percibir su alrededor. Ya no necesitaba caminar a tientas, en su mente había trazado un mapa del lugar.

Le gustaba imaginar los colores y la constitución de los muebles y las decoraciones. En su imaginación veía lo que sus ojos no podían ver. Un pensamiento fugaz acabó con la paz que le transmitía recorrer la pared con su tacto. Su conciencia, en cada oportunidad, reprime su comportamiento ermitaño.

En esos momentos agradece no poder ver su reflejo, pues le provocaría grima ser consciente de su lamentable imagen. Aunque ya siente vergüenza de sí mismo; además de la tremenda impotencia de hacer un cambio en su vida.

Dos toques se escuchan en la puerta, y luego una voz se hace oír.

—Taehyung, ¿puedo pasar?—. Es Hoseok, la persona con la que menos quisiera hablar.

¿Acaso esto es un Déjà vu? Con algunos cambios, se repite la noche en que Hoseok fue a buscarlo a su habitación para cenar en el mismo mueble en que está parado a un lado.

Taehyung no responde. De nuevo, dos toques se escuchan en la puerta.

—Taehyung, por favor, respóndeme—. Y su voz se llena de preocupación, logrado traspasar al aludido.

No obstante, Taehyung se niega a pronunciar ruido alguno. Permanece en aquel sitio, completamente rígido y aguantando la respiración. Una vez más, Hoseok toca la puerta.

—Voy a pasar —avisa, y en seguida se escuchan los click de los botones y la puerta abrirse.

Taehyung se preparaba para la reprimenda que pudiera recibir; aprieta los puños al pensar en la discusión que se viene.

Se escuchan pasos entrar a la habitación: Hoseok se detuvo frente a él.

—¿Taehyung? —pregunto, y Taehyung quedó desconcertado. Jura que escucha su voz venir frente a él, ¿acaso no lo ve?

—¿Taehyung? —volvió a llamarlo, y avanzó por la habitación, alejándose de Taehyung.

Se escuchó el sonido que hacen las cobijas cuando son retiradas con prisa y del colchón cuando alguien se hunde en él.

—Carajo —masculló Hoseok entre dientes—. ¡Carajo!

Hoseok se dispuso a salir de prisa de la habitación. Taehyung lo siguió detrás, bajo la umbra de la puerta se detuvo.

—¡Hoseok! —lo llamó, con duda acerca de lo que hizo.

El sonido de los pasos se detuvo por un momento. Unos segundos de silencio. Y Hoseok regresó.

—¿Por qué no me respondías? ¡Diablos!, te dije que me respondieras cada que te hablo, ¡si no me hablas no sé que estás ahí!

Taehyung parpadeó desconcertado: Hoseok, quien se mueve con seguridad y se relaciona con confianza, ¿es ciego como él?

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —pregunta Hoseok, como una reprenda.

—En la habitación —contestó Taehyung de forma simple—. ¿Acaso no te pagas si no salgo de ahí?

Hoseok entiende a qué hace referencia su amargo comentario. Y asiente en respuesta:

—Tus padres pagaron para que te enseñamos cómo acoplarte a tu nueva condición.

Taehyung sintió un nudo en el estómago.

—Mis padres me mandaron aquí en contra de mi voluntad.

—Debiste hartarlo, ¿no es así? —cuestionó Hoseok, desconcertado a Taehyung.

No estaba acostumbrado a ese tipo de franqueza, por lo general, las personas endulzan sus palabras en situaciones delicadas.

—Tus padres llamaron anoche, querían agendar una cita para poder verte, pero las visitas no son posible hasta que cumplas 3 meses en el internado. Ellos ya lo sabían, y de todas formas lo intentaron. Deben extrañarte mucho.

Taehyung pasó la lengua por sus labios, humedeciendo estos. Da una profunda inhalación, para luego soltar el aire en un suspiro tembloroso.

—Aprovechamos la llamada para darles un reporte de tu conducta. Estaban apenados, pero no sorprendidos.

Aquellas palabras disparan vergonzoso recuerdo en Taehyung. Retrocede y apoya su espada en la pared en un duro golpe.

Hoseok se sobresalta por el sonido. Se impulsa hacia enfrente, y regresa su peso al centro al oír la voz de Taehyung.

—Me he comportado mal, ¿no es así? —su voz cargó con todo el dolor que tenía dentro—. He sido un desquiciado que descarga su frustración en otros. Pero, ¿se me puede juzgar? Tengo miedo de seguir viviendo, de vivir y hacerlo como una masa de huesos y carne—. Taehyung hizo una pausa y luego río—. Aunque, es lo que he estado haciendo estos días.

Su risa era un melancólico sonido, lleno de tonos bajos y temblorosos.

—¿De verdad que no hay nada que puedas rescatar de estos días?

Taehyung piensa, y recuerda la tranquilidad que sentía al recorrer los pasillos solitarios, e imaginar su alrededor por medio de su tacto. Sin embargo, preferiría poder verlo.

—Prácticamente, te las viste por ti solo en un lugar desconocido. Eso es admirable.

Taehyung procesa las palabras de Hoseok de forma lenta. No lo había pensado de ese modo. Sí, admite que es un logro.

Un logro que ni siquiera sería un reto si no fuera porque es ciego.

Rendido, se desliza por la pared hasta quedar sentado. Hoseok se acerca y se sienta a su lado; sus hombros rozan.

—Solo me queda aceptarlo, ¿y ya?

Hoseok le da la razón de inmediato, sin dudas ni demás discurso. A diferencia de antes, Taehyung no se indigna por sus palabras directas. Ahora sabe que Hoseok sabe de lo que habla, pues vive lo mismo que él.

De nuevo el silencio se prolonga. Esta vez, Taehyung se encarga de romperlo.

—Esto debe parecer absurdo para ti, pues tú también eres ciego, y has hecho tu vida sin lamentarte como lo hago yo.

A Taehyung jamás se le hubiera cruzado por la cabeza la simple idea de que Hoseok fuera ciego como él. Lo notaba tan seguro en su andar y en su forma de expresarse: firme y sin titubeos, que le era inimaginable pensar que carecía de algún sentido.

—Perdón por todo lo que te dije. Parecía que tenía algo en contra tuya, pero no, juro que no.

Sus palabras surgieron de forma atropellada, persiguiéndose entre sí. Su cabeza se estaba drenando de todo lo que había guardado antes.

—En realidad, me agradas —reveló sin pensar, sintiéndose avergonzado después—. La noche que cenamos juntos, la pasé muy bien.

—Yo también la pasé bien esa noche.

Taehyung dio una sonrisa que duró muy poco sobre sus labios.

—Me agrado porque pude olvidar que era ciego. Es extraño, lo sé. Pero así lo sentí, y no tengo otra forma de describirlo —ríe con voz quebrada—. En cambio, el día siguiente a ese, comenzaste a dar órdenes, y no me gustó, porque tuve que afrontar retos que me recordaron que soy ciego.

De pronto, el nudo en su estómago se vuelve todavía más grande. Recoge sus pies y esconde el rostro entre las piernas.

—No queda más que hacer —comentó Hoseok, con voz cansada—. No puedes cambiar el pasado, ni pasar el resto de vida lamentando lo que hiciste, o no.

Taehyung asiente. Sus ojos se humedecen y gruesas lágrimas corren por sus ojos.

—Sé que no te gusta que me comporte como un profesor—. La última palabra lo pronunció con extrañeza, no termina de entender a qué se refiere con eso—, pero quiero apoyarte en este proceso. Tú vida no acaba aquí.

Su llanto se detiene al percatarse que Hoseok también lidia con un nudo en la garganta. Pasa las mangas de su sudadera por su rostro, para limpiar el rastro de lágrimas.

—Da miedo, lo sé. Pero si otros pueden, tú también lo harás.

Escucha a Hoseok sollozar y quiere acercarse a él para consolarlo. Pero no lo hace, pues lo detiene la falta de confianza entre ambos.

Mientras tanto, Hoseok habla entre lágrimas.

—Te propongo que salgas de esta habitación y conozcas al resto de internado. Tal vez, en ellos encuentren una historia que te motive a seguir adelante.

Taehyung asiente. Lo que Hoseok no sabía es que ya había encontrado a alguien que fuera su motivación: Hoseok era el recordatorio de su mal destino, y un impulso para esperar un nuevo mañana. 

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