5._ "Sí".
Aunque jure haber dado mil pasos ya, Taehyung tiene la sensación de estar atrapado en el mismo sitió.
—La escuela es más grande de lo que pensé —comentó en un hilo de voz, agobiado por no poder observar su camino.
Se arrepintió de sus palabras en el instante en que estás se convirtieran en el inicio de una extensa cátedra acerca de la historia de la institución. Hoseok habló acerca de la fundación del recinto desde el siglo XIX, época en la cual la Escuela para ciegos solo era una pequeña habitación en la hacienda de un académico.
A Taehyung no le apetece hablar o escuchar acerca del lugar que le genera mala espina. Implora que la conversación concluya, sin revelarlo en voz alta. En vez de eso, ignora lo que Hoseok dice, y se pierde en la extraña incomodidad que experimenta.
Su moral lo tacha de irrespetuoso por su apatía, Taehyung tiene la necesidad de buscar una justificación para esto:
"No está de humor para ello".
"Le aburre cualquier lesión de historia".
Ninguna de las explicaciones que se ofrece a sí mismo alivia su culpa.
Decidió dejar de lado el asunto; no indaga más, no quiere descubrir la verdad detrás de su malestar. En el fondo sabía que no estaba listo para afrontarlo.
Dieron vuelta en el pasillo, y Hoseok prosiguió a detallar los cambios de ubicación que sufrió la institución a lo largo de su historia; ya sea por desastres naturales que acabaron con la infraestructura, o la falta de apoyo del gobierno para subsistir.
En medio de la narrativa llegaron a uno de los dos comedores con los que el edificio contaba. Este era el que tenía apariencia de un comedor de instituto, con varias sillas y mesas metálicas a lo largo.
Caminaron hasta el fondo de la habitación, cruzaron una puerta y entraron a un estrecho pasillo. La travesía fue corta, y pronto se encontraron en una habitación más grande.
Hoseok le pidió las bolsas a Taehyung, y se encargó de botar la basura. Al escuchar el sonido de la bolsa caer dentro de un contenedor, Taehyung supuso que todo terminaría ahí.
—Tengo hambre —reveló Hoseok, de manera inesperada—. Y ya que estoy aquí, no vendría mal unos bocadillos nocturnos. ¿Quieres acompañarme?
Taehyung medita la propuesta. Al caer en cuenta de que su cuerpo revela su nerviosismo, se para rígido y desvía su rostro avergonzado. El hambre lo inclina a aceptar, pero el nerviosismo lo hace dudar.
Escucha que Hoseok comienza a abrir cajones y sacar trastes. Esta acción genera cierta presión en Taehyung, quien termina por acceder a quedarse. Hoseok le menciona que hay una mesa en una de las esquinas de la habitación. Luego de eso, retoma su narrativa a la vez que prepara la cena.
Aquella historia acerca de cómo un compromiso por brindar educación a quienes no podían consultar los pergaminos, finaliza con una gran intuición que se convirtió en el centro de todo un movimiento social para brindar asesoría a personas con ceguera total o parcial.
—Creo que me emocioné al hablar —dijo Hoseok, entre risas avergonzadas—. No puedo evitarlo, me emociona pensar en la manera en que este lugar creció.
El aroma a fideos y carne inunda la habitación; cada vez se vuelve más fuerte. Hoseok viene y va preparando la mesa.
Taehyung se encuentra en el borde de la silla, le causa frustración no poder ayudar.
—Se ha logrado mucho, pero todavía falta camino por recorrer— comentó Hoseok, con un tono soñador—. El director Kang hace todo lo posible para que la comunidad de invidentes tenga una mejor calidad de vida.
Taehyung asiente. Si deja de lado el lamento que le produce ser uno de los internados en esa institución, es capaz de reconocer que su labor es maravillosa. En su pecho crece una cálida sensación al saber de la gentileza de aquellos que se concentran en el bienestar de otros.
Y entre esas personas que necesitan ayuda, se encuentra él; pues, quiera o no, es uno de esos invidentes a quienes los apoyan para adaptarse a su nueva realidad.
—La comida está lista. La pondré frente a ti, trata de no arrojarla está vez—. Por la broma de Hoseok, el rostro de Taehyung arde al rojo vivo.
Trata de apaciguar las emociones que lo exaltan. Tan concentrado está en sí mismo que no se percata de la tensión que se generó en el ambiente por su silencio. De manera inconsciente dirige su rostro hacia donde supone que se encuentra Hoseok. Quisiera poder verlo en estos momentos y darse cuenta de lo que está pensado.
No es necesario. Hoseok sí puede leerlo, y responde a sus dudas.
—Hagamos un intento más, ¿me permites enseñarte cómo puedes tomar tu cena por ti mismo?
Taehyung responde en un suspiro cargado de incertidumbre.
—Sí.
Hoseok exclama con entusiasmo. Emoción que logra traspasar un poco a TaeHyung. O así fue hasta que Taehyung sintió la cercanía de un cuerpo cálido detrás de él. Respira profundo para calmarse.
—Tal cual una mesa coreana, los aperitivos se comparten en medio de la mesa como un bufete. Voy a pasar mi mano por aquí, con tu permiso.
Taehyung le dio su consentimiento, aunque de igual forma se sorprendió al sentir el tacto de Hoseok tan cerca de él.
— Escucha lo que voy a hacer, voy a golpear el borde del recipiente y este hará un sonido particular —anunció Hoseok, y en seguida un agudo tintineo se hizo oír—. Ahí están las guarniciones de verduras. Ahora, escucha este otro.
Un segundo tintineo, un poco más grave que el anterior.
—Acá van las hojas de perilla. Y a su derecha, un poco más abajo, como si siguiéramos la forma de un círculo, tenemos las bebidas. Luego, el sitio donde van los cubiertos; y frente a ti, el plato de fideos.
Conforme Hoseok menciona cada elemento, produce un tintineo cada vez más grave.
—¿Has notado un patrón en el modo en que está acomodada la mesa?
Taehyung asiente.
—El sonido se vuelve cada vez más grave.
—¡Sí, así es! —celebra—. Y además de que el sonido se vuelve cada vez más grave, el alimento es más pesado, o más grasoso.
Las risas de los chicos se mezclan en la habitación, lo que provoca un ambiente amigable.
—Por aquí tenemos las salsas, no tengas miedo de derramarlo, el recipiente está hecho de un material pesado para que no se tire con facilidad —aclaró Hoseok.
Taehyung admite que uno de sus miedos era tirar las cosas. Por eso solía comer en una mesa apartada del resto, mientras que su familia le colocaba lo que pedía en su plato.
Los recuerdos hacen que su ánimo decaiga. En cambio, la voz de Hoseok lo trae de vuelta al presente.
—También hay kimchi por aquí. Y por último, la carne—. El último recipiente tiene un sonido pesado y completamente grave—. Aquí te dejo tus palillos, es todo. Provecho.
Hoseok se aleja y Taehyung siente un vacío tras su espalda. Su rostro sigue el sonido de los pasos, hasta que se detienen frente a él. Escucha que recorren la silla y luego el tintineo de los palillos. Sin decir una sola palabra, Hoseok se dedica a comer.
Taehyung toma los palillos con duda, el miedo de hacer un caos sigue vigente. Con precaución mueve su mano. De imprevisto escucha un tintineo, ni tan grave ni tan agudo, justo a la mitad.
En ese momento imagina que los alimentos están puestos como en un reloj, por lo cual el plato de fideos se encuentra a las seis. Se anima a dar una bocanada. Se sorprende de lo fácil que resulta tomar los alimentos con los palillos y dirigirlos a su boca.
Y a todo esto, ¿por qué pensó que la vista influye en usar los palillos, si esto es un simple movimiento de la muñeca?
—Prueba la carne, me ha quedado buena—. Lo anima Hoseok, con naturalidad, como si todas las noches comieran juntos.
Taehyung prosigue a hacer lo encomendado. Cruza su mano derecha hacia la izquierda de la mesa, recuerda que la carne se encuentra en el recipiente de mayor repercusión. "Las once", según el esquema del reloj que había creado.
De un solo intento logra dar con el plato de la carne. Toma un pedazo, lo mezcla con los fideos y lo degusta.
—Escucharte comer así me hace sentir lleno —halaga Hoseok, ambos ríen.
Y de esta forma, entre degustar la comida, risas y una amena conversación acerca de los alimentos y la proveniencia del otro, pasan la noche.
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