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Capítulo XX: El árbol de la muerte

La felicidad
Por: Tristan Ryder

La felicidad es uno de los conceptos más perseguidos por la humanidad a lo largo de la historia, y yo este año he corrido detrás de ella casi sin aliento. Aunque es un objetivo común, es difícil de definir y eso aún más difícil de alcanzar porque no se puede resumir en una sola cosa. Todos los días me preguntaba si se buscaba, si se encontraba, si se elegía o si simplemente se sentía; pero la realidad es que se elige y yo la elegí cuando permití que un chico aficionado al arte entrara a mi vida y la llenara de colores.

Desde la antigüedad, filósofos y pensadores han reflexionado sobre cómo alcanzarla y mantenerla. Sin embargo, a menudo se nos presenta una visión estereotipada de lo que realmente es. Nos suelen decir que debemos tener una carrera exitosa, una familia feliz, una vida social activa y, en general, cumplir con el conjunto de expectativas que la sociedad interpone para poder ser felices. Pero, ¿es esto realmente cierto?

La verdad es que la felicidad es subjetiva y personal, es decir, lo que hace feliz a una persona puede no ser lo mismo que hace feliz a otra. No existe ninguna fórmula mágica y mucho menos un conjunto de reglas que debamos seguir para ser felices. En lugar de encajar en un molde preestablecido, debemos permitirnos ser quienes somos, aceptar nuestras fortalezas y debilidades, también como nuestras preferencias y gustos personales. Muchos necesitan tener esto en mente porque cada cual tiene su manera de llenar de regocijo su alma y no merecemos ser juzgados por los métodos que nos hacen sonreír y nos generan paz.

Por otro lado, hay que entender que la felicidad no es un estado permanente. No podemos ser felices todo el tiempo porque la vida está llena de muchos altos, bajos, curvas y hoyos. Es surrealista si pensamos que todo el tiempo lo seremos, es por eso que, en vez de estar buscándola constantemente, deberíamos aprender a apreciar los momentos felices que experimentamos y encontrar formas de superar los sucesos difíciles. No es saludable quedarse estancado, levantarse de la cama puede llegar a ser un trabajo muy arduo, pero quién sabe si encontrarás un rayo de Sol para tu vida cuando salgas de tu casa. En mi caso, la encontré de nuevo en un museo.

A veces solemos pensar que cuando perdemos a alguien, ya no habrá más remedios ni cura. Sí, es cierto que la felicidad se desvanece como un fugaz destello en la vastedad del universo ante la partida de aquellos que atesoramos y nos sumergimos en un mar de preguntas sin respuestas, pero en ese momento de oscuridad, nos surge una oportunidad para explorar las profundidades de nuestra alma. Sobre esto, la filosofía nos enseña que, aunque nuestras sonrisas se marchiten en el lamento, también poseemos la capacidad de florecer de nuevo con una resiliencia inquebrantable.

Y yo florecí.

Aunque el vacío pueda permanecer, nos convertimos en testimonios vivos de nuestra propia resistencia y en nuestra valentía para enfrentar la adversidad. Hallamos un sentido trascendental que nos impulsa a seguir adelante con la convicción de que, en última instancia, la vida es un eterno ciclo de despedidas y bienvenidas, de pérdidas y renacimientos, donde la verdadera felicidad emana del equilibrio entre lo efímero y lo eterno.

En conclusión, todo se basa en un estado subjetivo de satisfacción y bienestar que surge de la realización de los deseos y necesidades personales. No obstante, no se encuentra en la acumulación de bienes materiales o en la elaboración de metas concretas, sino en la forma que vivimos nuestras vidas, en las relaciones que construimos y en la empatía hacia los demás. Es un estado que se va construyendo a lo largo del camino y está intrínsecamente relacionada con las conexiones sociales. Por último, es importante recordar que la felicidad no es un destino final, más bien es un viaje que debemos disfrutar.

Así que... soltemos esas ataduras que nos mantienen presos a una vida sin sentido, atrevámonos a buscarle un mejor ángulo a nuestro diario vivir, intentemos cosas nuevas, no lo sé; simplemente, seamos felices a nuestra manera.

༄ ༄ ༄

—Un año ya, Tristan. ¿Cómo te sientes?

—Sinceramente, pensé que iba a ser más difícil.

Echó un vistazo al reluciente exterior que se mostraba por la ventana de cristal que se hallaba a su costado.

Era 2 de junio y el día no podía estar más hermoso, como si su madre y su hermana se hubiesen tomado el tiempo para crear la mañana más brillante de toda la estación veraniega. Le gustaba pensar eso, que ellas eran las responsables de que cielo se pintara tan espléndido cuando él estaba viviendo momentos importantes.

Como el de ahora.

Hace un año atrás que ya no ve a la mujer que le dio la vida todos los días.

Hace un año atrás que dejó de sentir los movimientos de Daphne en el vientre su madre cada vez que le hablaba.

Hace un año atrás que ya no las tiene.

Hace un año atrás que su padre se perdió en sí mismo.

Hace un año atrás que sintió perder su alma.

Hace un año atrás que atravesó el evento más desastroso de toda su vida.

Y hoy, orgullosamente, puede decir que ya se mantiene estable.

Esos meses de terapia lo fueron levantando del suelo, sacudieron sus rodillas raspadas y lo sostuvieron por el torso para que no se volviera a caer en el transcurso. Visitar a Cassie dos veces a la semana durante esos seis meses desde que tomó la decisión se convirtió en un faro de esperanzas y consuelo. Sus lágrimas se convirtieron en palabras y las palabras en alivio.

Aún recuerda el primer día que estuvo solo en esa acogedora habitación. El temblor que tenían sus manos no se detuvo en ningún momento y, aunque le costó mucho poder expresarse abiertamente, ella comprendió cada una de las frases que lograba pronunciar. Fueron los 50 minutos más largo de su vida. Había llorado mucho por más que trató de contenerse, pero fue imposible cuando la rubia pronunció: «tienes una corazonada inmensa, tú también mereces ser sanado».

Lo mejor de cuando el final de la sesión llegó, fue que los brazos abiertos de Ellis lo recibieron al primer instante.

Y siempre fue así en cada visita.

Él permaneció a su lado en todo momento. Lo motivaba cuando sus ánimos rozaban el suelo, le recordaba el gran orgullo que sentía para generarle fuerzas y lo impulsó a nunca detenerse.

Ah, y su padre no se quedaba atrás. Hacían su mejor trabajo en equipo en cada nuevo amanecer, se alentaban mutuamente y las paredes más nunca volvieron a escuchar alguna discusión desde entonces.

No es que todo haya acabado, pero ha logrado sobrellevarlo de una mejor forma y ya no duele tanto como al principio.

Reconoce que aún le falta mucho camino por recorrer y que la herida siempre permanecerá en él, sin embargo, ahora sabe cómo vivir con ella.

—¿Cómo ha cambiado tu perspectiva sobre la vida y la muerte a raíz de esta experiencia?

—¿Está bien si se lo explico utilizando una obra de Vincent van Gogh?

—Es curioso como en la mayoría de nuestras sesiones utilizas el arte como una forma de manifestarte.

Sonrió con ilusión ante eso.

Pasar mucho tiempo con Ellis le ha hecho adquirir algunos de sus hábitos.

—Utilizar una representación gráfica ayuda a que se me haga más fácil explicarlo.

—Aquí todo es válido —Cassie asintió, alentándolo, y le prestó toda su atención—. Adelante, te escucho.

Se acomodó mejor sobre su asiento y ordenó sus pensamientos.

—Antes veía a la muerte como algo malo, un final cruel que nos arrebata lo más que amamos. Nunca me gustaba hablar del tema, me aterraba, aunque fuera nuestro destino inevitable. Incluso, cuando pasaba cerca de los cementerios, rehuía la mirada porque me generaba mucha nostalgia. Pero ahora la veo como el árbol ciprés que van Gogh pintó en La noche estrellada: la conexión del cielo y la tierra. No importa que mamá y yo estemos separados, siempre va a existir un lazo que nos mantendrá unidos.

—Me gusta mucho esa visión. Cada día me sorprendes más, Tristan —realizó sus anotaciones—. Es bueno que lo veas de esa forma, de cierto modo, el sentimiento de extrañarla golpea menos fuerte.

—Sí, he notado eso. Me reconforta saber que hay una parte de ella que siempre estará conmigo. Papá y Ellis dicen que nuestras sonrisas son idénticas, así que procuro sonreír más para sentirla cerca.

La gran sonrisa que le otorgó Cassie le hizo saber sin palabras que lo estaba haciendo bien.

Fue una decisión que eligió ejercer hace dos meses atrás. El atardecer ya estaba haciendo su entrada ese día y él estaba con su padre descansando en el sillón mientras veían el episodio de The Simpson que estaban pasando en el canal americano que su madre alquilaba anualmente.

El programa se interrumpió por un corto comercial, pero aun así no le quitó los ojos de encima a la pantalla.

"Cada vez que nos sentamos a ver estas caricaturas es como tenerla a ella en ti" observó a su progenitor sintiéndose algo aludido. "Eres dos gotas de agua con Abby, desde tu fascinación por esta serie hasta en tu forma de sonreír."

Recuerda que luego de eso se puso a rebuscar en todos los álbumes que habían de su familia para ver qué tan verdadero era lo que Liam había dicho. Pasó horas sentado en el suelo de su habitación viendo cientos de fotos hasta que dio con muchas de ellos dos cuando pequeños que caían como piezas de rompecabezas.

Poseía muchos rasgos faciales que le pertenecían a su madre y presumiría de ello de ahora en adelante con suma constancia.

—Ellis, Ellis, Ellis —escuchar el nombre de su novio le hizo teñir ligeramente sus pómulos, era un efecto instantáneo—. Si no me equivoco, hoy están cumpliendo cuatro meses de noviazgo y siete de haberse conocido, ¿verdad?

—Sí.

Qué rápido cambia la noche, ¿no?

Si él estuviese allí ahora mismo diría: «hace siete meses que dijiste que el arte era una mierda y mírate ahora».

Ya lo acepta, Ellis nunca lo superará.

—Cuando le pediste que fuera tu novio, ¿lo hiciste adrede el 2 de ese mes por algún motivo?

—Yo le pedí ser su novio —corrigió y le comenzó a dar vueltas a su anillo en el mismo lugar—. La verdad es que no lo había planeado así, pero surgió. A pesar de ser un día que siempre se distinguirá por la partida de mamá y de Daphne, también es un día en donde volví a encontrar un motivo para no dejar este mundo. Desde ese 2 de noviembre cuando lo conocí, desde el 2 de febrero cuando oficializamos lo que teníamos y en cada 2 de cada mes cuando celebramos una nueva alborada juntos.

—¿Cómo un renacimiento dices?

—Exacto. La vida tiene siempre su lado bueno y su lado malo, pues ese día es así y decidí que lo mejor era afrontarlo de esa manera. El año pasado conocí la versión más rota de mí, pero también la más fuerte. Y reconozco que Ellis tuvo mucho que ver en eso porque él no sabía absolutamente nada de lo que yo estaba pasando y, sin importar ese detalle, continuaba ahí. Como un pilar; fue mi pilar. Para aquel tiempo, mi única prioridad era alejarme de todos, pero con él no pude.

—¿Por qué? —a la rubia le interesó saber.

Tristan, en su lugar, se tomó su tiempo para meditarlo y pronto la impotencia lo abarcó porque no tenía una respuesta concreta. Su impulso por seguir viéndose con Ellis se llevó a cabo por múltiples factores, no solo uno.

—A veces no se puede explicar lo que vemos en una persona. Es simplemente la forma en que te hace sentir y nadie más puede hacerlo.

Lo hizo sentir comprendido e importante en tan solo unas horas.

Le hizo sentir paz en medio del caos.

—Nunca lo has afirmado con exactitud, pero en todas nuestras sesiones, solo puedo llegar a una conclusión siempre que me hablas de él —Cassie despejó sus manos y tomó asiento a su lado—. Ellis te salvó, Tristan.

Una cosa es pensarlo, pero que te lo digan como un veredicto, golpea más fuerte de lo que se puede imaginar.

Es una revelación inaudita darse cuenta de que alguien desconocido vio en ti algo que tú mismo no podías ver: tu propio valor y potencial. Es sentirse aceptado y querido por completo, con todas tus imperfecciones y heridas. Es como si tus inseguridades y dudas fueran disipadas por su mirada sincera y sus palabras reconfortantes, dejando espacio solo para la certeza de que mereces ser apreciado.

Las cuencas de sus ojos recibieron un impacto repentino de varias olas y su corazón se apretujó hasta casi estallar.

—Lo hizo, sí —murmuró y asintió con ímpetu.

Ser salvado por alguien es una experiencia abrumadora y profundamente emotiva. Deja una huella imborrable en tu alma y te hacer recordar que nunca estarás solo en este mundo, porque en el corazón de esa persona encontraste un lugar seguro.

Es como descubrir una página en blanco en el libro de la vida, una página que al inicio parece insignificante, pero que al final se convirtió en el capítulo más emocionante. Ese desconocido, que al principio era solo una letra solitaria, fue el causante de la trama central de su historia.

Ellis jugó un papel mega crucial desde que se conocieron por primera vez.

Dejó que el agua corriera por su rostro sin sentirse avergonzado de ello.

Había aprendido que mostrarse vulnerable no te hace débil, al contrario, es un alivio para el alma drenar todo eso que la ahoga.

—Ahora que tienes lo ánimos de recorrer la larga vida que te queda por delante, ¿qué es lo próximo que vas a hacer?

Tomó una respiración profunda y limpió su rostro con las palmas de sus manos.

—Bueno, la próxima semana tengo una cita con la Universidad de Cambridge para firmar un contrato por mis otros dos escritos: «La Mente: El Laberinto de la Consciencia» y «La Libertad: Entre el Destino y la Elección». Dijeron que es la primera vez que leen un ensayo filósofo con tantas emociones.

—¡En hora buena, Tristan! —la profesional abrió sus brazos y aceptó el abrazo con regocijo—. Muchas felicidades, ¡ese trazo es inmenso!

—Gracias, Cassie. Papá y Mark me han estado ayuda con todo el proceso, Jay tomó eso de excusa para que ambas familias se reunieran a comer juntos más ha seguido y Ellis alardea de tener un novio famoso. Me hace sentir muy feliz porque las cosas se están alineando y ya por fin están a mi favor.

—Y a mí me alegra muchísimo ver que te sucedan cosas increíbles como estas —acomodó un mechón de su lacio cabello detrás de su oreja y volvió a tomar su tabla de apuntes—. Algunas veces las cosas buenas toman tiempo, pero de eso se trata, de seguir intentándolo hasta lograrlo.

Asintió, dándole la razón. La notó escribir varias frases en silencio y luego de unos minutos, se colocó de pies para depositar el papel dentro de un portafolio.

—Siento que ésta ha sido la sesión más tranquila y emocionante que hemos tenido a pesar de la trama principal, ¿te parece?

—Sin duda. Y espero que sigan siendo así.

—Lo serán, ten fe de ello.

Se colocó de pies también cuando el reloj de manecillas que colgaba de la pared marcó las 11 de la mañana. Ya habían acabado.

Como de costumbre y sin importar que hace unos segundos atrás se abrazaron, se acercó a ella para volver hacerlo. Estaba profundamente agradecido con Cassie por toda la ayuda que le ha brindado y la suma paciencia que le ha tenido.

—Gracias por todo. Nos vemos la semana que viene.

—Permítete ser feliz, Tristan. Espero escuchar buenas noticias cuando nos volvamos a ver.

Lo primero que vio al salir del consultorio fue a Ellis leyendo uno de los libros que le había robado de su estantería desde el domingo pasado.

Decía que como a él se le había pegado el hábito de hablar a través del arte, necesitaba que le dijera uno suyo para poder estar a mano y qué mejor práctica que comenzara a leer.

Se acercó con lentitud para no exaltarlo. Ah, porque si le hablaban o interrumpían su lectura, se ponía de mal humor. Caray, está orgulloso de lo que ha creado.

Para su suerte, se percató de su presencia rápido.

—¿Del 1 al 10?

—10.

Eso era otra cosa que habían creado entre ellos mismos para saber el nivel emocional en el que se encontraban sin necesidad de entrar en detalles.

Fue idea de su chico. Al principio solo la usaban para cuando él salía de terapia, solían haber días en donde salía de las consultas muy agotado y lo menos que necesitaba era que le lanzaran una avalancha de preguntas. Le otorgaron significados a cada número para hacer del proceso uno más sencillo y lo mejor era que funcionaba muy bien. Luego de ver la efectividad que tenía este método, decidieron implementarlo en la relación como tal.

—¿Es un buen día entonces?

—Es un excelente día, amor.

El ojiazul cerró el libro con entusiasmo y pronto se encaminaron hacia el auto agarrados de la mano.

—Tu padre me avisó que ya se fue al cementerio, por si llegábamos a la casa y no lo veíamos.

Tristan encendió el motor y los colocó en marcha.

—Antes de irme lo noté algo lento y decaído, me dijo que no me preocupara, que solo necesitaba ir a verlas. Pensé que íbamos a ir los dos juntos, pero noté que quería tener un momento a solas así que no insistí.

—¿Cómo te fue a ti? Iba a preguntarte cuando me buscaste en casa, pero no quería abrumarte.

—Gracias por siempre respetar mi espacio —tomó el dorso de su mano y plantó un beso allí, sin quitar la vista de la carretera—. No te niego que lloré, hay días en donde las cosas serían más fáciles si ella estuviera todavía. Le llevé sus flores favoritas y permanecí más tiempo callado que hablando. Más que una visita cotidiana, preferí sentirla en el viento, en el Sol y en el árbol ciprés que hay a su lado.

Ellis lo observó con la admiración palpitando fuerte contra su pecho.

A sido un largo viaje a su lado y todos los días que pasan, puede ver como algo nuevo va cambiando en él para bien. Cada aspecto de su vida se fue organizando poco a poco hasta crear un balance. Alejó de su alcance aquellas costumbres que lo mantenían estancado, borró las nubes grises que pintaban su cielo y se acostó sobre el cálido césped para disfrutar con plena paz el ahora.

—Abby ha de estar muy orgullosa de ti, nunca lo dudes. Y yo también estoy muy orgullo de ti; y tu padre, y mamá y papá, y también mis hermanas lo están.

—Te quiero tanto, Ellis. Mucho más de lo que puedo expresar.

Aprovechó que el semáforo se encontraba en color rojo para depositar una huella de su amor sobre sus labios.

—Si me hubiesen dicho ese día que dentro de siete meses iba a estar así, teniendo la relación amorosa que siempre he deseado, no te habría hablado tan tosco.

—Sin embargo, mira hasta dónde hemos llegado desde que me pusiste en mi lugar.

—Y te volvería a poner en tu lugar —golpeó su hombro—. Hemos vivido cosas muy bonitas desde entonces, ¿no lo crees?

—En definitiva. Todo ha sido muy bonito a tu lado.

Tristan notó a Ellis juguetear con su flequillo por unos segundos y frunció el ceño un poco ante eso. Era una manía que hacía cuando estaba nervioso, cuando estaba sobre pensando algo o cuando se traía algo escondido.

—Y..., ¿qué te parece si añadimos algo más bonito?

—¿Algo más bonito como qué?

—Algo como una nueva compañía.

—¿Hablas de una persona? ¿O te refieres a-...? —se cortó a sí mismo y miró a su novio emocionado—. ¿Es lo que estoy pensando?

El ojiazul tarareó.

—Lo descubrirás cuando llegues a tu casa.

Y si excedió un poco los límites de carretera para poder llegar lo más rápido posible a su hogar, su padre no se tiene que enterar.

La adrenalina que corría por sus venas en esos momentos era inexplicable y sintió su corazón latir desbocado cuando al adentrarse por la puerta principal una banda sonora de ladridos les dieron la bienvenida a ambos.

Observó a Ellis varias veces incrédulo y estático. Y no fue hasta que este abrió la puerta de cristal que da al patio para que el cachorro entrara, que reaccionó.

Cayó de rodillas en medio de la sala y pronto el pequeño integrante se le lanzó encima.

—Le he pedido permiso primero a tu padre y me ha dicho que sí a la primera —se acercó a ellos y tomó asiento en el suelo también—. Hace unas semanas atrás me contó que tú desde pequeño has querido una mascota y bueno, creí que sería un buen regalo para hoy.

Contempló al diminuto perrito salchicha con mucho sentimiento. Su pelaje era completo de color café, su colita se movía cada vez con más rapidez y poseía un collar de hilo mitad azul y mitad verde.

—Es... es el mejor regalo, sin duda. Gracias, gracias.

Lo rodeó con sus brazos y lo atrajo a su pecho, teniendo la precaución de no lastimar al canino.

Siempre ha pensado que los abrazos es el afecto más significativo que puede realizar un humano en otro. Es decir, es un refugio donde el tiempo se detiene, donde las palabras callan y las miradas hablan. Más allá de un lenguaje universal, es también el lugar donde las almas se entrelazan y se crean lazos invisibles.

Es una acción que puede cambiar el estado de ánimo de alguien en menos de un parpadeo.

—Tiene tres meses de edad y se llama Lucky.

—Lucky —lo tomó con cuidado y lo alzó a la altura de su rostro, este en seguida comenzó a expresar su emoción con lengüetazos—. ¿Por qué Lucky?

—Porque hemos tenido suerte, amor. Nos conocimos de la manera más inoportuna, pero sin saberlo, era lo que necesitabamos. Y este cachorro es el resultado de lo que ahora somos, es una muestra de nuestro amor.

Tristan lo observó con una inmensa devoción.

—Lucky Ryder Haddock.

—Nuestro nuevo compañerito.

Ellis rascó con su dedo índice detrás de su oreja y se inclinó ante la acaricia, acabando acostado sobre su regazo.

—¿En el museo aceptan mascotas?

—No —hizo una mueca—, pero prometo que cuando yo haga mis exposiciones, Lucky tendrá acceso VIP.

Asintió en total acuerdo y las famosas mariposas del enamoramiento hicieron presencia al escucharlo hacer referencia a un futuro juntos.

Ese cachorro era una promesa silenciosa de avanzar en una misma dirección hacia un horizonte compartido.

—Hay algo en ti que me hace sentir cada vez un poco más vivo y mucho menos perdido. Gracias por salvarme y devolverme las ganas de quedarme.

Notó como sus zafiros brillaron más de la cuenta cuando fueron invadidos por lágrimas y su labio inferior comenzó a temblar, anticipando la tormenta de emociones que estaba a punto de estallar.

Asió su rostro con ambas manos, acariciando sus mejillas con una delicadeza fuera de este mundo y lo contempló en silencio. Admiró con determinación el arte divino de cada uno de sus detalles y lo besó. Conectaron sus pieles con un nuevo sentimiento rondando por los aires, el más grande y fuerte de todos los que existen.

Ya no había una paleta de pintor vacía, ahora navegaba en un mar con miles de colores.

Ya no estaba desolado ni mucho menos roto, ahora era arte en los ojos de la persona correcta.

Al final, aprendió de la manera más paciente que escapar de su realidad no era un acto de cobardía, sino una manera de sanar bonito.

FIN

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