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Capítulo XV: La oreja de van Gogh

¿Qué tan duro puede ser enfrentarse a la verdad?

Tristan en cierto punto de su vida creyó que ese día no llegaría nunca.

¿Sabes el sentimiento que te arropa cuando vas conduciendo de noche, la lluvia baña la carretera y la atmosfera está rodeada de neblina? Si colocas la luz larga, tu visión se complica, así que tienes que ir a una velocidad baja y con la luz corta para prevenir cualquier desgracia. Pues exactamente de esa manera se sentía su relación con su padre; debía tener todas sus alertas encendidas y antes de poder dar un paso, tenía que tantear primero la superficie para verificar si estaba sólida.

El vínculo que los unía cada vez era más inestable, llevándolos a balancearse en una delgada línea.

—El objetivo de esta psicoterapia de padre e hijo es desarrollar confianza en el manejo de la conducta y establecer límites. Liam, Tristan, necesito que sean lo más abiertos que puedan. El primer paso para encontrar una solución es darnos la oportunidad de expresarnos activamente y escuchar la opinión del otro respetándose en todo momento. Traten de comunicarse de una forma afectiva, tienen que formar entre ustedes un clima de aceptación y comprensión. ¿Pueden hacerlo?

—Sí.

—Lo haremos.

El anhelo que sintió por volver al consultorio de Cassie se comparaba con el de volver al museo junto a Ellis, la insistencia era palpable.

Cuando llegaron a su casa luego de aquella primera sesión de su padre, se dispusieron a llenar sus estómagos sin tocar el tema muy a fondo, un par de preguntas básicas obtuvieron respuestas y prefirieron dejar el asunto hasta ahí para no estancarse. Sin embargo, Tristan no se salvó de esa charla y tan pronto su padre retomó la conversación que quedó a medias en el consultorio, sabios consejos por parte del mayor inundaron sus oídos.

Y sabía que eran correctos porque se basaban en las experiencias de vida que tuvo con su madre. Si había algo que admiraba mucho de él, era el gran hombre lleno de valores y moral en que se convirtió desde una temprana edad por la disciplinada educación que recibió de sus abuelos.

La inmensa ventaja que tenía Tristan en ese momento era que solo él conocía la gran persona que era su progenitor. Sin importar qué haya sucedido, su verdadera personalidad solo estaba escondida, esperando a volver ser liberada. Él la conocía muy bien y la consideraba un ejemplo a seguir.

No fue hasta que sus platos estaban casi vacíos que, en un impulso, reveló que invitó a Ellis a una cita. El tenedor que Liam sostenía se quedó a mitad de camino al ver a su hijo casi siendo devorado por la inquietud.

"Eso está bien. Tienes un buen plan. No dudo que le encantará-..."

"No entiendes, papá. Estoy que me meo de los nervios."

Tuvo que tragarse la carcajada que casi se le escapa al verlo agobiado solo por una cita. Se encargó de recoger la mesa y lo llevó a la sala para que vieran una película juntos, eso funcionó como distracción. También le aseguró que se encargaría de recuperar esos boletos, si bien él no pudo tener esa cita por acompañarlo a la psicóloga, movería mar, cielo y tierra para lograr cambiar las fechas y conseguir espacios para ellos en aquella exposición. Incluso si tenía que pagar algún cargo extra, lo haría, porque ahora iba a tomar todas las oportunidades que se le presentaran para intentar remediar el tiempo perdido y volver a traer de vuelta todas esas sonrisas que vestían su alma.

Vieron una película juntos luego de tanto tiempo, desayunaron en la misma mesa luego de tanto tiempo, charlaron sobre fútbol luego de tanto tiempo y cocinaron juntos luego de tanto tiempo.

Los intentos que realizó Liam en esa semana fueron reconocidos por Tristan. Procuraba alentarlo siempre que podía y eso motivaba a su padre a no rendirse.

Ambos estaban haciendo un buen trabajo.

—Los guiaré con preguntas, pero ustedes pueden desenvolverse solos. Encontrar soluciones por ustedes mismos es de alto reconocimiento, demuestra que es mutuo el deseo por mejorar.

Cassie tomó asiento frente a ellos con su cotidiana tabla de apuntes y les volvió a repetir entre un intervalo que, si se sentían aprisionados, podían tomarse un descanso.

—Tristan, has sufrido un severo alejamiento de parte de tu padre luego de la muerte de tu madre y tu hermana. ¿Qué te hizo sentir eso?

«Empezamos fuerte.»

Respiró hondo, tomándose un corto tiempo para formular la respuesta en su mente.

Observó a su padre de soslayo, pero este solo tenía su mirada clavada en el suelo. Sabía cuán arrepentido estaba por eso.

—Se sintió como un abandono. Me preguntaba todos los días qué fue lo que hice para que ya no me quisiera cerca de él. La soledad que experimenté cuando esas acciones comenzaron a ser constantes me llevaron a perderme a mí mismo.

¿Por qué no le expresaste tus sentires?

—Porque aprendí que no debo mostrar el mar que llevo dentro a personas que no saben nadar.

La mujer asintió levemente con expresiones faciales neutras. Era imposible predecir lo que pasaba por su mente.

—Liam, ¿qué te hizo creer que alejando a Tristan las cosas iban a mejorar?

—Odiaba creer que lo estaba arrastrando en todo esto. Pensé que Tristan podía salir adelante sin que me tuviera cerca. Al final, fui el mayor culpable-...

El rizado negó en desacuerdo y frunció el ceño.

—Yo te necesitaba, papá.

—Si dices ser el "mayor culpable", ¿entonces por qué le echabas la culpa a Tristan? —Cassie intervino.

—Lo hacía cuando estaba bajo momentos de enojo. Estaba molesto conmigo mismo por ser tan egoísta y destruir lo único bueno que tenía. Él era a quien primero me cruzaba en el camino y creaba discusiones con el fin de poder quitarme el peso de encima, pero eso nunca resultaba.

Si tan solo él y Abby lo hubieran hablado bien con su hijo...

—Tristan, ¿cómo te hacía sentir esto?

Pasó por alto la pregunta de la rubia y lo miró fijamente.

—¿Creíste que echándole la culpa a otro ibas a mejorar?

—Reconozco que estuve mal, muy mal-...

—Si quiera sabes-... —apretó los labios cuando el nudo en su garganta lo encadenó—. ¿Sabes cuántas noches me acosté pensando que fui yo quien mandó todo a la borda? Creí que dañé mi vida y deseé que fuera yo quien abandonara este mundo, no mamá.

Liam no pudo responder. Estaba muy concentrado en evitar mostrarse vulnerable, en tratar que ese 2 de junio no siguiera reproduciéndose en su cabeza.

"Lo siento mucho, Ryder. Hicimos todo lo que estaba en nuestras manos, pero... fue muy tarde."

—Esos pensamientos, ¿todavía están en ti?

Sus orbes esmeraldas se dirigieron a la Cassie y con una seña que ella le hizo con la mano, subiéndola y bajándola, recordó respirar hondo para conservar la calma.

Volvió a respirar hondo y frunció su nariz al sentir esa famosa picazón, esa misma que daba el aviso de que pronto se avecinaba el caos.

—No. Hace ya un mes atrás que no los tengo.

—¿Puedo saber la razón?

—¿Ha escuchado alguna vez la frase de "un hogar no necesariamente es una casa, puede ser una persona o un lugar"?

—Sí. Claro.

—Pues yo encontré mi hogar hace unos meses atrás. Ellis me ayudó a salir adelante; me tendió esa mano amiga y no me dejó solo en ningún momento.

—Me alegra escuchar eso, de verdad—su mano se movió con agilidad sobre la tabla—. Liam, ahora que tu hijo está mejorando, ¿qué te hace sentir?

Se percató que las manos de su padre bloqueaban todas las partes de su rostro. Impidiendo de cualquier manera que pudieran ser espectadores de cómo esas saladas lágrimas volvían a tener protagonismo. La habitación se fundió en un denso silencio que alteró su sistema, pero se privó de inquietarse cuando Cassie le susurró que le diera tiempo.

No fue hasta que los sollozos comenzaron a ser audibles que no dudó en deslizarse sobre el sofá y pegarse a su lado, abrazándolo con fuerzas. Trató de controlar los espasmos que sufría su cuerpo, pero esto solo hizo que el sentimiento se traspasara y sus cuencas se llenaran de agua.

—Estoy orgulloso de él —Liam limpió con torpeza su rostro y sorbió su nariz—. Estoy jodidamente orgulloso de él.

Aceptó la caja de pañuelo que la psicóloga le acercó y reclinó su rostro hacia atrás en busca de aire.

—Sé que fallé muchísimo como padre luego que Abby y Daphne murieron. Sé que cometí tantos errores que ni siquiera merezco su perdón, pero lo único que me hace sentir Tristan es orgullo. Sé que tengo un gran hijo, soy muy consciente que lucha día a día con esta situación y que se preocupa por mí a pesar de todo. Estoy muy orgulloso de él por lo fuerte que es.

La profesional de salud mental contempló la tan emotiva escena con una diminuta sonrisa.

—Si lo ves así, tú también puedes ser igual que él, Liam.

Negó al instante.

—No. Yo no puedo.

—¿Por qué crees que no puedes?

—Yo no soy fuerte. Vivo con el miedo carcomiendo mi cabeza.

—¿Qué miedo?

Tristan sobó su espalda de arriba abajo, él sabía lo que se sentía revelar un miedo en voz alta.

—Que vuelva a hacerle daño. Que vuelva a recaer en el alcohol. Que lo aísle de mí. Perderlo también... —reveló esos oscuros pensamientos casi sin respirar, queriendo que lo abandonaran de inmediato.

—Liam, déjame decirte que esos miedos que no enfrentas, se convierten en límites. Por eso no puedes avanzar.

—¿Y cómo le hago?

—Aquí entra la importancia de la comunicación. Ustedes deben hablar y dejar las cosas claras, poner las cartas en la mesa en pocas palabras. Si quieres evitar todo eso, tienes que estipular maneras de cómo evitarlo. Lo que más resalta aquí es que tienes que poner de tu parte. Se puede lograr, pero solo si así tú lo quieres.

—Son muchas cosas... ¿Cómo voy a poder?

—Estoy aquí, papá —lo giró tan solo un poco por sus hombros para que estuvieran frente a frente—. Y lo estaré siempre. Te voy a ayudar.

—No quiero ser una carga-...

—No eres una carga. Yo te quiero ver bien y haré lo que tenga a mi alcance para que eso suceda, ¿está bien?

Le limpió el rostro con un pañuelo nuevo y le sonrió. Sabía que su cara estaba igual o peor que la de él. Cuando intentaba detener el flujo acuático de sus orbes, volvían a escapar como si no tuvieran fin.

—¿Sabías que Vincent van Gogh tuvo una discusión con Paul Gauguin y se cortó la oreja en un intento desesperado por no perder su amistad?

—¿A qué viene eso-...?

—Papá, realizamos acciones bajo desesperación por lo aferrados que estamos a las personas.

Y Liam comprendió perfectamente a lo que se refería.

—Tienes que... dejarla ir.

Comenzó a negar violentamente, dando paso a otro río de lágrimas.

—No. No lo haré. Yo no-...

—Oye, oye. Está bien, no pasa nada. Dejarla ir no significa olvidarla, significa que debes cerrar el capítulo y aprender a vivir con ello.

El miedo inundaba las iris de su padre. La exasperación se desbordaba por sus poros, casi siendo intoxicante. Pero aun así y todo ese remolino de intensos sentimientos, lo volvió a abrazar con fuerzas y le aseguró que todo iría bien.

Esa era la filosofía de vida: no se trata de esperar a que pase la tormenta, se trata de aprender a bailar bajo la lluvia.

—Tristan me ha robado las palabras de la boca, pero es exactamente así, Liam. Todo se basa en un proceso y debes saber que cuentas con un gran apoyo. No te dejes vencer.

Cassie dejó su tabla sobre su escritorio y les sonrió con amabilidad.

—Hemos terminado por hoy, Tristan. Puedes retirarte. Aún hay otros puntos que tengo que dialogar con tu padre sobre su trastorno. Si quieres un poco de agua, ve en confianza donde Liz.

Asintió distraídamente y se levantó.

—Gracias, Cassie. Nos vemos.

Abandonó la oficina dejando detrás de aquellas puerta el peso muerto que se aferraba a su espalda. Su cuerpo estaba casi sin fuerzas, como si su hubiese deshidratado allí dentro. Bueno, literalmente lo hizo. Necesitaba aire fresco con urgencia. Sentía que en cualquier momento se ahogaría con su propio llanto. Debía calmarse, debía controlarse.

Decidió tomar asiento en el suelo al final del pasillo, alejado de todas las personas.

Ya todo pasó.

Ya el golpe más duro fue dado y ambos podrán sanar correctamente.

Su cabeza era un martirio, las constantes punzadas le provocaban mareos y sus ojos estaban inyectados en sangre. Cada respiración que daba le hacía sentir a sangre fría la irritación de sus pulmones por los ajorados movimientos en querer encontrar aire. Estaba sofocado, descontrolado. Así que se abrazó a sí mismo con fuerzas para otorgar sosiego a todas las alteraciones que estaba experimentando. Tomó hondas respiraciones: inhalando con profundidad, reteniéndolo en una cuenta regresiva hasta tres y luego exhalando con la mayor suavidad que podía. Imaginando que entre cada expulsada de aire botaba todo mal que se encontraba en él, imaginando que se deshacía de todo aquello lo que un día atormentó su alma.

Sonrió porque lo hizo de nuevo. Logró darles serenidad a sus nervios.

Pero a pensar de, recurrió a su mejor cura.

Ellis podía silenciar todas las voces a su alrededor con tan solo su presencia. Él era su lugar.

—Espero que la llamada sea de vida o muerte. ¡Son las 7 de la mañana!

Sí, todavía seguía siendo su lugar.

—Hola, Ellis. Me alegro de que estés bien —respondió con ironía.

Hubo un corto silencio y luego el sonido de las sábanas moviéndose.

—Hmm. Hola, T. ¿Ocurrió algo? ¿Estás bien? Es muy temprano.

Alejó el teléfono de su oído para ver la hora.

—Son las 10, de hecho.

Se escucharon unas maldiciones por lo bajo amortiguadas por la almohada.

—Eso es temprano para mi —un bostezo lo atacó—. No importa, eres tú.

—Te puedo llamar más tarde para que sigas descansando-...

—Ni se te ocurra colgar. Te echo de menos, mucho. Es raro ir al museo sin ti, hasta Laurie pregunta por ese chico fastidioso de lindos rizos. ¿Cómo ha ido la sesión?

Llevaban alrededor de dos semanas sin verse.

14 días que se sentían sinfín.

—Yo también te echo de menos... y mucho —jugueteó con el hilo suelto de su pantalón sin reprimir la sonrisa que se coló por sus comisuras—. La sesión ha ido bien. Mejor de lo que pensé.

—Te escuchas fañoso. ¿Seguro que estás bien?

—He llorado bastante, pero de verdad estoy bien. Fue algo intenso, eran muchas confesiones. Solo quisiera... quisiera que estuvieras aquí, conmigo.

—Siento mucho no estar ahí, Tristan. Prometo abrazarte el doble cuando nos volvamos a ver. Te asfixiaré con mi lenguaje de amor, ve preparándote mentalmente. Seré la competencia de Elisa cuando se pega a tu pierna y luego no te quiere soltar.

—Está bien, tu voz me reconforta.

En serio lo hacía.

—Espera un momento. ¿Cómo era? —habló para sí mismo con torpeza y luego de unos segundos su teléfono vibró, estaba solicitando cambiar la llamada para una de vídeo.

La aceptó sin pensarlo y la imagen de un Ellis recién levantado apareció en toda la pantalla. Su cabello estaba todo desordenado, así como la vez que jugaron en la nieve en su cumpleaños; la marca de las sábanas estaba grabada en el costado izquierdo de su rostro y sus párpados luchaban contra la claridad de la pantalla. Allí estaba, su azul favorito.

A él no pareció importarle su aspecto matutino, tan solo retomó su cobija y se arropó hasta el cuello.

Tristan podía libremente pasar horas tan solo admirándolo.

Tus ojos, T... Y tú cara, está hinchada. ¿Seguro que estás bien?

Se observó por su pequeña imagen reflejada en la videollamada y se sorprendió de que el color carmesí liderara en gran parte su rostro.

—Creo que soy alérgico a llorar.

Una risa dormilona se filtró por la bocina.

—Sí. Yo creo que sí.

Peleó con sus comisuras cuando identificó la ropa que Ellis estaba utilizando para dormir. Las letras amarillas desvanecidas de Nirvana se podían ver por el lado que no estaba siendo tapado por la sábana.

—Oye, hablando de nuestra familia-...

—Tengo la mitad del cerebro dormido, pero estoy seguro que no hablamos de eso.

—Shh, sigue durmiendo. Tengo algo importante que decirte.

—¿Por qué me dicen cosas importantes cuando estoy dormido? Mamá ayer me dijo que tenía que tender la ropa, botar la basura y darle un paseo a Cliff. Luego cuando me desperté, no tenía ni idea de nada. No sabía si debía botar la ropa, llevar a pasear la basura o tender al perro.

Eso le robó una sonora carcajada al rizado, pero se llevó rápidamente su mano libre a la boca cuando unas miradas de la sala de espera se posaron en él.

—Bueno, esto tal vez no te confundirá, pero si te quitará el sueño.

—Me arriesgaré. Dime.

Contempló por un breve momento el rostro de su chico y luego sonrió.

—Le hablé a papá de ti. Quiere conocerte.

Ellis cayó sentado en la cama y se quedó mirando fijamente el teléfono, dándole palmadas imaginarias a su cerebro para que reaccionara y creyera lo que estaba sucediendo.

Es decir, sí quería conocerlo, involucrarse en la familia Ryder de la misma manera como lo hizo Tristan. Aunque en su cabeza persiste la primera -no tan agradable- impresión que tuvo de él, decide darle una oportunidad. A sido oyente principal de toda la situación, y si hay algo que admira mucho, son a las personas dispuestas a cambiar.

—¿De verdad? Él quiere..., ¿en serio quiere conocerme? Es decir-... yo-..., ¿le hablaste de mí?

—Es más que obvio que lo haría. Eres mi razón por la que continué de pie. Además, él ya sospechaba algo.

—Yo-... me encantaría conocerlo. ¿Cuándo...?

—Bueno, eso todavía está en veremos. Él realmente quiere sanar y hacer las cosas bien. Tal vez esta semana no en lo que crea estabilidad con las terapias. ¿Te parece bien la siguiente semana?

Sí, sí. Esto es... muy bueno. Les diré a mis padres, sé que ellos estarán de acuerdo —se pasó una mano por el rostro, restregándolo un poco—. Estoy feliz de poder conocerlo.

—Y yo. Realmente lo estoy.

Se quedaron en silencio ambos, sonriendo mutuamente a través de las pantallas. Estaban avanzando, estaban haciendo las cosas bien y eso era jodidamente increíble. Siempre tuvo este pensar que no todas las personas que entran a tu vida tienen el privilegio de ser presentados ante la familia. Ese pequeño círculo de sangre compartida para él era sagrado. Así que se dijo a sí mismo que el día en que quisiera presentarle a alguien a sus padres era porque se ganó un lugar muy especial en su corazón. Y no todos caían en esa categoría con facilidad.

La atmósfera embelesada de ambos se vio interrumpida cuando un mensaje irrumpió en la bandeja de entrada de Tristan.

—No puede ser...

—¿Qué? ¿Qué pasó?

"Saludos cordiales de parte de toda la Directiva de Hayfield School, esperamos que haya pasado unas increíbles vacaciones navideñas y que se encuentre bien. Nos complace notificarle que sus tres ensayos filosóficos fueron escogidos para representar el condado de Yorkshire en la competencia de nivel nacional. Estamos muy orgullosos de tener un estudiante como usted en nuestras instalaciones, queremos felicitarlo por el gran potencial y talento que posee.

Las votaciones se llevarán a cabo el lunes 2 de febrero hasta el 23 de febrero en la página oficial de la escuela."

—Fui... ellos-... no puedo creerlo. En serio-...

Y sin más, se echó a llorar de nuevo.

—¿Qué sucede, Tristan? Háblame.

—Esto ya es m-mucho —sorbió su nariz y se rió, en medio aún de las lágrimas.

Ellis lo observó desde el otro lado con el ceño fruncido. Estaba llorando y riéndose a la misma vez, ¿qué se suponía eso? Todos sus sentidos estaban en alerta, la punta de su lengua picaba por querer preguntar con impaciencia para poder darle una dosis de parsimonia a su sistema.

—Lo logré.

Pronunciarlo se sentía irreal.

Fue en un susurro entrecortado, lleno de fluidos nasales y riachuelos salados, pero estalló en su interior con gran orgullo.

Con torpeza, le tocó una captura de pantalla al texto y se la envió. Las intensas emociones lo enredaban, casi no podía hablar.

Un grito ahogado fue la primera respuesta que consiguió, luego sus oídos se llenaron de exclamación y cientos de halagos.

—"Sabía que lo lograrías."

—"Eres grandioso en la filosofía."

—"Mi pecho explotará de orgullo en estos momentos."

Pero lo que desbordó su risa de nuevo fue la inquietud que presentó Ellis y, en un abrir y cerrar de ellos, ya se encontraba corriendo por toda la casa.

—¡Papá! ¡Tristan fue elegido!

༄ ༄ ༄

Desde que tiene uso de razón nunca le gustaron los cementerios. Rehuía la mirada cada vez que pasaba cerca de uno y manipulaba su mente para hacer de este lugar uno inexistente. No soportaba pensar en todos los cuerpos bajo tierra que llenaban aquel inmenso llano. ¿De verdad descansaban en paz estando solos y siendo olvidados con el tiempo por sus familiares?

Él no creía en la vida luego de la muerte.

Es decir, eso solo era una promesa a ciegas. Así que, ¿por qué ilusionarnos con seguir viviendo luego de haber muerto?

Cuando le tocó vivirlo en carne propia, eligió creer que su madre y su hermana se convirtieron en polvo de estrellas. Porque dicen que cada átomo en nuestro cuerpo fue alguna vez parte de una estrella, por lo tanto, ellas no se fueron, solo regresaron a su casa.

La atmósfera húmeda y melancólica les dio la bienvenida cuando salieron del auto.

Liam sostenía el ramillete de tulipanes blancos que Tristan se detuvo a comprar antes de llegar a su destino y esperó pacientemente a que él retirara las hojas secas que bloqueaban la escritura de la lápida. Ver a su hijo salir de aquella floristería con las flores favoritas de su madre lo transportó a la primera vez que le entregó un ramo de ellas; había ahorrado durante dos meses el sueldo que recibía quincenal cuando trabajaba como mesero y se las entregó el día de su cumpleaños número 18. Abby había estallado de alegría y emoción, lo lleno de abrazos, besos e infinitas gracias. Pero no todo culminó ahí, porque cuando las flores comenzaron a marchitarse, ella conservó una del racimo y la enmarcó.

Aún conservaba aquel marco junto a una fotos de ellos cuando eran adolescentes.

Tristan culminó de limpiar el mármol y se colocó al lado de su padre.

Abby Ryder (1985-2023)

«Siempre en nuestros corazones, T y L.»

—¿Cómo crees que hubiese sido Daphne?

—Un petardo —respondió sin dudarlo, haciendo que ambos rieran en silencio—. Tú fuiste muy tranquilo. Ella iba a ser el torbellino de la casa. Solía moverse mucho en la barriga de tu madre.

Liam flexionó sus piernas y colocó una rodilla en el suelo sin importar que se fuera a ensuciar. Se impulsó tan solo un poco hacia adelante y colocó las flores con sumo cuidado. Permaneció así por lo que fueron largos segundos, sin hablar. El rizado no tardó en hacerle compañía, posicionando una de sus manos sobre su hombro.

—¿Crees que fui un buen esposo, Tristan?

—No lo dudo, papá. Lo fuiste. Mamá fue muy feliz a tu lado. No importaba si los años seguían pasando y ya ustedes estaban casados, tú todavía la seguías enamorando cada día.

Su progenitor asintió con una sonrisa en sus labios y brillantes lágrimas se escaparon de sus orbes.

Ese era uno de los miedos de Abby. Que todo se esfumara al pasar de los años. Ella quería permanecer por siempre con la chispa del amor, ese que derrite tu corazón y provoca que aletee tu estómago. Liam se hizo una promesa a sí mismo cuando esa chica estadounidense que pronunciaba mal la palabra «agua» aceptó ser su novia.

Es fácil amar a alguien cuando todo es perfecto, pero mantener el amor cuando se avecinan adversidades y nuestra alma envejece, es amor incondicional.

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