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Capítulo V: A simple vista, nada

El primer trago a su taza de leche con chocolate caliente se sintió como un acogedor abrazo luego de una larga noche fría y solitaria.  

Ellis lo había invitado a tomar una bebida caliente luego de la visita al museo. Tuvieron que abandonarlo antes de lo previsto cuando otro gran grupo de personas ingresaron a la habitación del holandés, y como era de esperarse, el ojiazul se irritó en un abrir y cerrar de ojos cuando todos los murmullos se acumularon y pusieron fin a la paz.

Fue espontánea la propuesta y, a pesar de no ser muy fan de visitar lugares ajenos a su rutina, aceptó sin pensarlo al verlo como algo nuevo que podía implementar en su vida.

La cafetería estaba a 7 minutos caminando del museo, y que, de hecho, él no tenía ni idea de su existencia. Esto los llevó de nuevo a un Ellis ofendido por no conocer el mejor lugar de Yorkshire y a un Tristan avergonzado por su nula actividad al exterior. Tan pronto llegaron, fueron recibidos por una cariñosa señora de mayor edad -pero que no lo aparentaba- llamada Maddie, dueña del lugar, repostera y barista. El ojiazul la saludó con entusiasmo y un fuerte abrazo, como si la conociera de hace mucho. Tristan por su parte solo pronunció un «buenas noches, Maddie» al no ser muy expresivo socialmente, pero pronto los brazos de la mujer rodearon su cuerpo sin dejarle escapatoria. No se dio cuenta de lo mucho que necesitaba ese afecto hasta que lo tuvo.

"—A menudo pienso que la noche está más viva y más ricamente coloreada que el día."

—Yo la veo oscura.

Jadeó frustrado.

—Me encanta tu... aburrimiento. Mira.

Ellis dejó a un lado la tibia taza y se levantó de la silla. Se tomó unos segundos para observar a su alrededor y cuando lo tuvo, se giró con una sonrisa que provocó un poco de miedo por lo que se tramaba.

—Para escribir necesitas imaginar, ¿verdad?

—Si...

—Entonces, utiliza esa cabeza de pollito mojado para ver las cosas desde otra perspectiva —Tristan abrió la boca para protestar por el apodo, pero Ellis elevó su dedo índice impidiendo que lo hiciera—. ¿Qué ves a tu alrededor? —extendió sus brazos en un vago amague—.  Además de oscuridad —añadió advirtiéndole con la mirada.

Al ojiverde no le quedó otra alternativa que tomarse en serio el momento. La taza que era abrazada por su palma fue dejada de nuevo sobre la mesa, pero no soltó la galleta que estaba en su mano contraria.

Giró su cabeza a cada lado, se hallaban a las afuera de la cafetería, alejados del gentío. Era un lugar pacífico, pero muy visitado por la población de Doncaster debido a sus riquísimos postres home made y el humeante té recién preparado. Era una estructura pequeña, pero cómoda, con decoración rústica en el interior; su exterior se vestía de madera, negro, blanco y varias plantas que le daban toques de distintos verdes. El alumbrado que recibían sobre su mesa provenía de un hilo de delicadas bombillas que se enredaban en la madera que los protegía de la ligera lluvia que los acompañaba.

Lo único que tenían cerca era el parque que quedaba cruzando la carretera y estaba desierto, como que eran alrededor de las 8 de la noche y a nadie le apetecía exponerse a un clima frío. No podía ver su alrededor desde otra perspectiva como le pedía Ellis, no podía imaginar algo más sobre esa realidad ante sus ojos.

Bien..., esto no sería fácil.

—Intenta darle vida a lo que observas.

Se tragó por completo los miles de quejas que se acumularon en su garganta, el ojiazul era capaz de tirarle encima su taza de chocolate caliente.

Podría comenzar haciendo unos pro y contra de la noche y el día. ¿Eso podía ayudar? No, en definitiva. Hacer una lista mental solo traería consigo recordarle que ya nada es como antes.

Durante la noche se supone que se divertía escribiendo, que encontraba inspiración en cada pequeño detalle y se convertía en una gran idea, en un capítulo muy bien narrado y que sostenía cada punto importante en la historia. Se pasaba escuchando música mientras sus dedos danzaban sobre el teclado de su computadora o había momentos en donde se ponía a recrear sus propias escenas siendo él ambos protagonistas; eran en definitiva interesantes. El día lo tomaba para la escuela y sus responsabilidades, pero en la noche era que comenzaba la magia.

Pero ya las cosas no eran tan fluidas como al inicio. Sentía que ya no tenían tanto sentido.

¿Cómo podía encontrar la manera de volver a algo que no sabe cómo lo perdió?

Ahora en las noches solo suele quedarse mirando el techo de su habitación. Se encierra entre esas cuatro paredes hasta que el sueño se apodera de él.

¿Cómo de algo tan doloroso y difícil puede sacarle vida?

—Ellis... no creo poder-...

—Te ayudo.

Jaló su silla y la colocó a su lado. Claramente notó como su estado de ánimo cambió y que se fundió en sus propios pensamientos. Tenía que desenvolverlo, no dejar que lo consuman.

—¿No crees que en la noche tienes más libertad? Hacer lo que quieras porque nadie te observa.

Tristan llevó sus orbes hacia él sin decir nada. Si le hubiera dicho eso hace meses atrás hubiese asentido muy eufórico y hasta argumentaría el por qué sin que él se lo pidiese.

Anhelaba poder volver a esos días.

—Voy al museo porque adoro ver obras de arte. Porque siento que observando todas esas pinturas mi vida toma un poco más de color, la hace más bonita. Pero el detalle está en lo que te hace feliz. Mi imaginación en las noches pinta el cielo como en las obras de van Gogh, con el postimpresionismo. Hace que las cosas sean menos ordinarias. ¿No crees?

Y esa era una de sus mayores fantasías. Vivir en un mundo donde todo sea como la técnica de Vincent.

—Contigo, con la escritura, es más o menos lo mismo. Observa a ese grupo de chicos que conversan amenamente —ambos se giran un poco para mirar el interior de la cafetería. Había tres chicos y tres chicas comiendo unos cinnamon rolls, se sabía a simple vista que eran estudiantes por los uniformes escolares que traían de vestimenta—. Si pones a trabajar tu imaginación podemos plantear la situación a una de nuestro agrado, que, de hecho, ese es el objetivo de esta dinámica. Podemos asumir que... están celebrando algún logro, tal vez que fueron admitidos a la universidad que tanto querían y ahora se encuentran celebrando. Siendo felices por la nueva etapa que se aproxima a sus vidas.

—¿Y colocando de ejemplo que al llegar a su casa se topan con gritos y discusiones? ¿Qué a pesar de sus esfuerzos en conseguir lo que quieren, en su hogar no lo notan y lo hacen sentir minoría?

Ellis permaneció en silencio ante lo dicho. No necesitaba ser inteligente para atar cabos.

Él solo quería mostrarle que así mismo como las obras de artes tienen mil significados, nuestro alrededor también. A simple vista nos pueden parecer cosas sin importancia, pero la realidad es otra.

—Entonces... bueno ehh...

Su lengua se enredó, dejándolo en blanco.

—No siempre podemos vivir en nuestra imaginación, Ellis. 

«... a veces hay una cruda realidad a la que enfrentarse.»

Soltó la galleta que sostenía sobre el plato y se colocó de pie, dispuesto a irse. Estaba entrando en un terreno bastante sensible, no quería continuar hablando de eso.

Llámenlo cobarde por querer huir, pero solo está sintiendo miedo.

—No te vayas así —el ojiazul ni siquiera lo dudó cuando tomó su mano y la entrelazó, impidiendo algún otro movimiento. No iba a dejar que se fuera así. Tal vez necesitaba espacio o se le hacía difícil hablar del tema, pero con un corazón triste nunca es bueno irse a dormir.

—Yo... gracias por esto. Pero no creo poder seguir...

—Está bien, eso está bien. No siempre obtenemos lo que deseamos, pero para eso somos valientes, ¿no?

Tristan río sin gracia.

—No lo soy. Porque siempre huyo.

El ojiazul dejó decaer todas sus facciones ante la cruel afirmación. Él mismo se estaba frenando.

Estas equivocado, porque valiente es quien lleno de cicatrices lo vuelve a intentar.

—Es una frase del viejo ese, ¿verdad?

—¡Tristan! Ah, eres odioso.

Se levantó de su asiento y quitó la silla de su lado muy indignado. No analizaba con profundidad para que vinieran y le quitaran el crédito así porque sí.

—Y que viejo, ¿cómo te atreves? —refunfuñó para sí mismo—. Rayos, que chico tan insoportable. ¿No me pudiste mandar otro peor? Gracias, universo. De verdad se aprecia.

El rizado lo observó en silencio, disfrutando de ello con la tira de sus comisuras elevadas; olvidando de momento su pasada angustia por su hogar.

«Se ve lindo en todos sus aspectos.»

—No me cambies el tema, Tristan.

Se paralizó por completo y apretó los labios, incrédulo.

¿En serio pensó en voz alta? Joder.

—Pediré la cuenta —y sin más, abandonó la mesa.

Tristan se permitió boquear cuando lo perdió de vista y se reprendió internamente. Fue un acto inconsciente. Tal vez se perdió mucho en la forma en que sus rasgos son suaves y relajados o muy probable fue por la manera en que sus pómulos brillaban bajo la luz de las bombillas. Estaba muy seguro de que no era sudor ni brillo.

Ese chico obsesionado por un pintor neerlandés iba a colocar su vida patas arriba de la mejor manera posible y él estaba dispuesto a que eso sucediera. Cuando entró por accidente al museo fue en un momento de desesperación, pero Ellis era la mejor manera de escapar de su realidad a pesar de que fuera un asco.

—¿Quieres ir a mi casa? —el susodicho apareció por su espalda con el recibo en sus manos lo que significaba que había pagado todo y en menos de unos segundos comenzarían una discusión por eso —Mi mamá está intrigada en conocer al pollito mojado que insultó el arte. Y, también está a punto de llover.

Permaneció estático por largos segundos. ¿En qué momento el ambiente entre ellos cambió? ¿Cómo era posible que la agonía que se empezaba a crear en el centro de su pecho hace unos minutos atrás se esparció al instante, como si nunca hubiese aparecido en primer lugar?

Observó a Ellis maldecir por lo bajo cuando pisó una goma de mascar, estaba muy ajeno al caos que estaba ocurriendo en su cabeza.

Si supuestamente era digno de cosas buenas, ¿por qué entonces no se sentía merecedor de ello?

No comprendía nada.

Era como un barco sin brújula o un ancla sin soga. ¿Qué sentido tiene uno sin tener al otro?

¿Qué sentido tiene él sin tener a su madre?

Y es eso mismo lo que lo impulsa a lanzarse al horizonte. Nunca encontraría respuestas a sus preguntas si permanecía en el mismo lugar. Por segunda vez en el día, tomó una decisión sin pensarlo mucho:

—Entonces seremos dos pollitos mojados si no te apuras.

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