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A través de las Cartas

Solo quiero decir que, wow, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que publiqué por aquí. Sigo escribiendo en FF y Ao3, mi user es el mismo pero escribo más para fandoms en inglés. Anyway! Veo que Wattpad añadió algunas cosillas al momento de publicar, me parece curioso, pero yo sigo extrañando el muro jajaja

En fin, este one-shot nace del sentimiento de terminar una relación. Una amistad más específicamente. Sobretodo cuando sientes que es injusto pues objetivamente sabes que no es tu culpa. No solo pierdes una amistad, sino todo lo que esta representaba para ti: libertad, un espacio seguro, recuerdos, sueños... 

Básicamente, solo es un desfogue. Obviamente la historia aquí está un poquis más exagerada y dramática, pero al final tiene partes que nacen de lo que he sentido estos últimos meses. Amo el vaseshipping, pero por ahora está asociado a esa amistad que terminó, así que no creo poder volver a escribirlo por un tiempo.

Algún día contaré chismesito jaja

Y ahora sin más preámbulo, el fic

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Para ser sincero, Yugi no recordaba cuándo fue la última vez que había escrito una carta.

"¿Recuerdas esa serie que tanto nos gustaba? Aunque, bueno, probablemente solo a mí me gustaba y tú solo me seguías la corriente... Como sea, por fin van a sacar la película."

Aunque más que una carta, se dió cuenta, eran muchas notas pequeñas. Mensajes cortos que en algún momento había escrito pensando en él. Cosas que quería contarle, cosas de las que quería hablar. Irrelevantes. Importantes.

"Lo siento mucho."

"Te extraño."

"Téa se mudó a Estados Unidos. Está cumpliendo su sueño y yo seguiré el mío... No tienes que preocuparte por mí, ambos quedamos en buenos términos. A ella le gustabas tú de todos modos."

"Pasé el examen. Aprobé."

"Estoy saliendo con alguien, se llama Rebecca, es nieta del amigo del abuelo. Creo que le gusto..."

"He estado muy estresado últimamente. La universidad se vuelve agotadora."

"Tendremos que cerrar la tienda por un tiempo... El abuelo enfermó y mamá se quedará en casa a ayudarlo."

"¿Recuerdas a la chica de la que te conté...? No funcionó. Supongo que todavía no estoy listo."

"Me gustaría que estuvieras aquí."

Yugi se mantuvo observando la oficina de correos. Los sobres estaban en sus manos, cada uno, pero él siempre llegaba solo hasta la puerta.

Y cada vez que lo hacía, habían más sobres en sus manos, los cuales de todas maneras regresaban a su cajón.

"¿Son para tu novia?" entonces una voz a su lado lo sorprendió.

Se trataba de una chica, cabello castaño y tes canela, con unos grandes ojos verdes que lo observaban con un sentimiento similar a la simpatía. Yugi quedó cautivado por su belleza. Por un momento no supo si le estaba hablando a él, pero cuando ella inclinó su cabeza ante su silencio, él se aclaró la garganta y contestó, tanto nervioso como avergonzado.

Ella era muy bonita.

"Uh... No, para mi hermano."

Ella alzó ambas cejas.

"¡Oh! Lo siento, con lo mucho que dudas de entrar, creí que tendrías toda una historia."

"¿Historia?" él repitió, curioso por su comentario.

La desconocida río y solo entonces Yugi notó, cuando movió una pequeña caja de un lado al otro, que ella tenía un paquete también.

"¡Ah, no estoy en la fila!" él dió un paso atrás y ella negó con la cabeza, riendo otra vez.

Yugi sintió sus mejillas calentarse. Honestamente, era algo embarazoso para un adulto sentirse así de pronto.

"No, no es eso, es solo que soy escritora, sabes. Ya me había imaginado toda una historia sobre cómo querías recuperar a tu ex-novia mediante cartas que no te atrevías a enviar a pesar de estar en la época en la que estamos" ella fue bajando la voz conforme continuó hablando hasta hacer una pausa y Yugi se imaginó que fue porque notó algún cambió en su semblante, por más de que él había tratado de mantenerse impasivo. La chica entonces volvió a sonreír suavemente. "Pero creo que tienes una historia de todas maneras, ¿no es así?" ella extendió su mano libre cuando puso su paquete bajo el otro. "Soy Mana por cierto."

Yugi correspondió a la sonrisa y tomó su mano también, justo después de guardar las cartas torpemente en su bolsillo.

"Yugi," se presentó y observó sus dos manos juntas por los pocos segundos que duraron antes de soltarla. Su mirada se dirigió a ella entonces, cuando notó que la oficina de correos ya estaba vacía. "¿No tienes algo que enviar tú misma?"

Ella parpadeó un par de veces, genuinamente confundida, y luego su expresión se iluminó grácilmente.

"Oh, ¿te refieres a esto?" ella señaló la caja y él asintió. "Nah. Es un paquete que estaba esperando recibir. He estado aquí por un rato. Así fue como te vi," ella rió. "¿Crees que soy rara?"

Él se mantuvo dos segundos en silencio, observándola, y pronto negó con la cabeza. Una sonrisa formándose en su rostro como reflejo de la de ella.

"No. No en lo absoluto."

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"Conocí una chica hermano. Se llama Mana... y sí, intercambiamos números."

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Solo por curiosidad y pura curiosidad, Yugi tipeó el nombre completo de Mana en el buscador de su celular.

Estaba seguro que su hermano se burlaría de él. No, él no era un acosador, y sí, así de buena era la impresión que ella le había dejado. Sus propios pensamientos defensivos lo traicionaron, pero después de haber intercambiado mensajes por los siguientes días (y algunas veces noches y madrugadas), ¿no era normal sentir al menos un poco de curiosidad?

No solo era una escritora, Mana era una escritora nueva que se había hecho bastante popular con su primer libro, que básicamente se había convertido en best-seller, y hasta tenía páginas de fandoms. Parecía que escribía fantasía, pero se trataba más de una especie de romance histórico. Yugi se dio cuenta muy tarde cuando añadió el libro al carrito de la página de la librería y le dió al botón de comprar.

Se sentó de un solo golpe en su cama y tragó saliva. ¿No era como invadir su privacidad? Aunque, bueno, ella se había presentado como escritora, entonces ¿no era más bien una especie de auto publicidad? ¿O quizá esperaba que la reconociera? Según lo que había leído en las páginas web, no le sorprendía que se hubiera presentado tan descuidadamente. Así que Yugi sacudió la cabeza.

Pronto, él fue a la aplicación de mensajes en su teléfono y escribió: «Hey, ¿está bien si leo tu libro?»

Bloqueó la pantalla, decidiendo no ponerse ansioso por un mensaje que probablemente ella leería unas horas después.

Pero entonces el celular vibró.

«Para nada, ¿quieres que te dé unas copias?», él leyó y, soltando un suspiro de alivio, sonrió antes de volver a escribir: «No. Ya lo compré, llegará en unos días.»

Vio que ella estaba escribiendo algo. Los tres puntitos saltando rítmicamente al lado del ícono de su contacto, cuando entonces su celular empezó a sonar de pronto.

A Yugi casi se le cae de las manos cuando vio que era una solicitud de videollamada y buscó sus audífonos en su mesa de noche antes de deslizar el botón verde.

"¡Si ya lo habías comprado, no me preguntes!" él la oyó decir.

"¿Entonces no quieres que lo lea?" él preguntó de vuelta, poco sorprendido por su muestra de emoción realmente, recordándole ligeramente a uno de sus amigos de la secundaria, Joey. Ella estaba con el cabello desordenado y ropa holgada, y supuso que como él, había estado echada en su cama.

Por lo que instintivamente miró su propio reflejo en la llamada. Esperaba no verse tan mal como creía.

Mana miró a un lado y se rascó la mejilla, ligeramente avergonzada. "No es eso, es solo que... Uh... Todavía es desafiante cuando se trata de conocidos."

Yugi sonrió. Por cómo lo había abordado sin pena en la oficina de correos, había creído que se trataba de una chica más bien extrovertida y lista para ser el centro de atención.

Pero parecía que era un poco lo contrario.

"Solo he leído la sinopsis, pero ¿por qué elegiste el antiguo Egipto?"

La expresión de Mana se iluminó. Yugi pensó que quizá debería invitarla a conocer a su abuelo.

"¿Quieres la versión con o sin spoilers?"

"¿Tú qué crees?"

"Bien, para empezar..."

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"... Y entonces hablamos hasta casi quedarnos dormidos. ¿No es muy coincidente que ambos tengamos lazos con el antiguo Egipto sin ser de ahí? Ella te agradaría mucho hermano."

"Sé que en algún momento dije lo mismo de Rebecca, pero... es diferente. Creo que te enamorarías de Mana."

Y, honestamente —Yugi apretó los labios cuando dejó de mover el lapicero sobre la hoja, casi dejando una gota de tinta acumulada. No lo escribiría, pero... él pensaba que ella también se enamoraría de su hermano si lo conociera.

"Cierto, no te lo dije, el abuelo se siente mucho mejor. Dice que reabrirá la tienda pronto."

Con todo lo que estaba estudiando, esperaba poder crear un juego lo suficientemente bueno como para darle los primeros ejemplares a su abuelo. Yugi no solo lo esperaba.

"Con la ayuda de Kaiba, quizá pueda ser mucho más que eso."

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Una vez más, los sobres en su mano habían aumentado y aunque juntos realmente no pesaban más de unas docenas de gramos, por alguna razón simplemente parecía que ahora estaba cargando plomos que le impedían avanzar.

En algunas ocasiones, su abuelo le había preguntado por la cartas. Otras veces su madre, pero la verdad es que Yugi no tenía una respuesta clara. Se trataba de las cosas inconclusas con su hermano: de lo que se dijo y de lo que no se dijo. De lo que quería decirle y de lo que le gustaría hablar.

Sus dedos apretaron el papel y su cuerpo saltó en cuanto sintió la cálida mano de alguien sobre su antebrazo.

"Si me hubieras dicho que vendrías hoy, habríamos venido juntos," Mana le sonrió a modo de saludo, divertida por su reacción, y a él le costó unos segundos volver en sí.

La niebla en su mente pronto desapareció.

"Si tú me lo hubieras dicho, también habríamos venido juntos," decidió contestar. Ella frunció los labios en un mohín y cruzó los brazos.

"Eso no se vale, yo lo dije primero."

Yugi no pudo evitar reír.

Seriamente, le sorprendía la facilidad con la que ella podía sacarle sonrisas. Su mirada verdosa, satisfecha por haber logrado su cometido, se posó en los sobres entonces y él inconscientemente trató de alejarlos de su vista.

Quizá todavía se trataba de algo demasiado privado, o quizá solo era costumbre, como sea no le importó cuando ella juntó sus manos detrás de su cuerpo y giró sobre su eje.

"Sabes, hay un restaurante de comida italiana recién inaugurado a un par de calles hacia el centro," ella comentó y solo volteó a mirarlo por sobre el hombro cuando preguntó: "¿Te apetecería ir conmigo uno de estos días?"

El corazón de Yugi se detuvo por solo una fracción de segundo extra antes de empezar a latir a mil por hora.

Tragando saliva, él quiso saber: "¿Es una cita?"

Y por primera vez en lo que se conocían, la vio apartar la mirada a propósito, siendo sus orejas rojas el único indicativo de su nerviosismo.

"Es una cita."

Yugi buscó qué ponerse en su armario. Observó una camisa a cuadros y la desechó sobre su cama. Un pantalón oscuro de vestir sin planchar fue a parar al respaldar de la silla. Mana le había comentado que era algo semi-formal, por lo que estaba evaluando sus opciones.

Después de unos muchos minutos, él tomó aire y se sentó en su cama. Normalmente su madre lo ayudaría en casos como esos, pero ahora que vivía solo le costaba pedir ayuda cuando no era algo de vida o muerte.

Se observó a sí mismo en el espejo de su habitación y sintió la frustración convirtiéndose en un nudo en su garganta. Yami sabría qué ponerse. Yami ya estaría esperando a Mana en el lugar acordado.

Pero él no era Yami y ese sentimiento cada tanto volvía multiplicado por cien, sobre todo cuando algo no iba según lo planeado.

Cerró los ojos, tratando de alejar esos pensamientos oscuros y entonces, su celular timbró sobre la mesa de noche.

«¿Está bien si te pregunto qué vestido debería ponerme?»

Él sonrió a la pantalla, su corazón calmándose.

«Solo si me ayudas con mi camisa.»

La respuesta no tardó en llegar.

«Trato.»

Ambos terminaron yendo combinados.

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"... Sabes, nunca me dijiste," la voz de Mana era suave y adormilada, dejando claro que el vino ya estaba haciendo efecto en ella.

Yugi inclinó la cabeza, engatuzado por cómo las luces del restaurante la hacían brillar más. Era gracioso. Un sentimiento burbujeante. A él también le estaba afectando el alcohol.

"¿Qué cosa?" quiso saber, comiendo lo que quedaba de su spaghetti.

"¿Cuál es tu historia y la de tu hermano?"

El silencio que siguió a continuación, únicamente interrumpido por las conversaciones y la música de fondo, fue ensordecedor para Yugi. No planeaba ocultarlo. De hecho, era solo una coincidencia que cuando estaba con Mana, todo lo demás parecía dejar de importar.

Solo una coincidencia.

"Hace años que no hablo con él," Yugi terminó explicando, enfocando su vista en el contenido de su copa mientras jugaba con el vino. "Él decidió viajar a Europa. Tuvimos una pelea. Fue la última vez que interactuamos."

Ella inclinó la cabeza, simpatizando con él como si entendiera su situación. Pero, ¿qué estaba entendiendo ella realmente?

Ah, Mana también tenía un hermano con el que no hablaba mucho.

"¿Está bien que pregunte por qué pelearon?"

Yugi sonrió con los labios apretados. ¿Qué había sido? ¿Quizá fue porque decidió dejarlo para ir a estudiar al extranjero sin decirle nada? ¿O fue porque no lavó los trastes cuando le tocaba? ¿Tal vez se había puesto su camisa?

No. No era algo tan poco importante.

"Una chica."

Mana amplió los ojos y Yugi no pudo detener la carcajada.

"¡Deberías ver tu rostro!"

Ella frunció el ceño.

"¡Hey, estoy hablando en serio!" Yugi intentó retener la risa, pero falló terriblemente, lo que pronto contagió a Mana. Ella apretó los labios para no sonreír. "¡Hey!"

Su risa se fue apagando como una vela sin mecha hasta que ambos volvieron a quedarse en silencio. Por un momento, fue claro que Mana no sabía cómo continuar la conversación.

Así que Yugi tomó una profunda respiración.

"... Yo también estaba siendo serio."

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No se vieron por toda la siguiente semana, no porque Yugi no quisiera, sino porque estaba ocupado con los exámenes finales de ese semestre.

O eso se estaba diciendo a sí mismo.

La verdad es que Yugi estaba siendo lamentable, porque el haber hablado con Mana sobre lo que pasó con su hermano le había hecho sentir patético y le había recordado lo increíblemente culpable que era.

"Mi hermano quería ir a Europa a estudiar, en ese tiempo todavía estábamos en el último año de secundaria y teníamos una amiga de la infancia," él le había contado. Aun si lo intentara, Yugi no podría recordar la expresión de Mana en ese momento. Él se había mantenido observando sus dedos alrededor de su tenedor. "Yo... estaba enamorado de ella y ella de mi hermano, pero él no le correspondía. Supongo que yo no sabía cómo afrontarlo en ese momento," Yugi del presente tragó saliva. "Intenté forzarle los sentimientos de Téa... Intenté forzar mis sentimientos, pero en algún momento solo terminé culpándolo de todas mis inseguridades y diciendo cosas innecesarias acerca de sus elecciones..."

Yugi volvió a evocar los gritos, sobre sus físicos, sus triunfos, sus derrotas, todo. En su mente, simplemente no podía entender por qué Yami no estaba enamorado de alguien como ella, o el por qué ella no se enamoraba de él, si tanto trataba de ser como su hermano. En lugar de enfrentarlo, buscó la salida fácil de culpar a alguien más. "Si tú no fueras así, si tú no estuvieras aquí." Se dijeron tantas cosas que por mucho tiempo no lo dejaron dormir tranquilo. Incluso cinco años después los sentimientos seguían atormentándolo de vez en cuando.

Mana no dijo nada por un rato y solo extendió su mano para tocar la de él.

En todos esos días tampoco escribió a su hermano.

Yugi estaba siendo lamentable.

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Si Mana tuviera que descibir a Yugi con una sola palabra, esa palabra sería: dulce.

Aunque, ella pensó mientras se recostaba en el respaldar de su silla de escritorio, quizá Yugi no quería ser descrito así. Por la forma en la que pensaba en sus respuestas coquetas y avispadas, por cómo decía las cosas que no quería decir como si no fuera la gran cosa, aunque notoriamente lo era... Probablemente estaba tratando de superarse a sí mismo, pero... ella no podía evitar pensar que simplemente estaba imitando a alguien más.

Su hermano, probablemente.

Ella observó su celular abandonado a un lado de la mesa. Cuando trabajaba en sus libros, prefería mantenerlo en silencio para evitar distracciones; sin embargo, toda esa semana ella había estado alerta por un mensaje aunque sea.

Mana no era ajena al sentimiento de vivir en la sombra de alguien y querer ser como esa persona. Ella misma por mucho tiempo se engañó creyendo que quería ser una mujer de negocios solo para no ser opacada por todo el dinero y éxito de su hermano, pero suponía que Yugi quería ser igual a su hermano en otro sentido.

Las cartas le parecían una idea curiosa también, aunque lo entendía. Las cartas tomaban más tiempo en llegar a su destinatario, le daba ventaja para prepararse y esperar una respuesta que sino sería inmediata y corta. Mana quería ayudarlo, pero todavía habían barreras que se lo estaban impidiendo.

Así que ella tomó su celular —de todas maneras no había podido escribir ni una sola oración para la secuela de su libro —y marcó el número de Yugi.

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"Aquella vez me dijiste que debía dejar de ser un cobarde si quería que Téa volteara a mirarme. Que no debía culparte a ti por mi miedo... Tenías razón. No se trata de algo del destino, es solo que no quería que las cosas cambiaran... Pero igual lo hicieron."

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Con su corazón latiendo a tope, Yugi esperó frente al centro comercial. Habían quedado en ver una película el fin de semana siguiente a cuando él terminara sus clases. A Mana no había parecido molestarle, pero por alguna razón él sentía la disculpa atorada en su garganta, lista para salir.

Ella le dio el encuentro justo a la hora que dijo. Con un vestido color arena y un bolso pequeño colgado a su hombro. A Yugi le parecía curioso cómo contrastaba con el azul marino que él había decidido usar.

Mana le sonrió.

"¿Vamos?"

Él asintió y ella tomó de su mano sin pensarlo dos veces, sorprendiéndolo. Aunque a Yugi no le importó.

Como todavía estaban temprano para la película, ambos decidieron dar una vuelta por las tiendas cercanas. Comieron un helado, vieron ropa y pasaron por una tienda en la que él se vio obligado a detenerse irremediablemente cuando vio la vitrina por el rabillo del ojo.

Mana no se dió cuenta de que se había detenido hasta que estuvo a un par de metros de distancia.

"Ah, ese juego era bastante popular hace años," ella comentó cuando retrocedió los pasos que había avanzado sin él. "Duel Monsters. Nunca lo jugué apropiadamente aunque... ¿Yugi?"

Yugi sonrió levemente.

"Yo solía jugar con mi hermano," él dijo y entonces señaló hacia una de las cartas en exhibición. "Esa era nuestra carta favorita."

Dark Magician.

"¿Todavía tienes tu baraja?" ella preguntó entonces.

Yugi frunció el ceño. Si no mal recordaba, debían estar bien guardadas en alguno de sus cajones. Había pensado en dejarlas en casa de su mamá, o con su abuelo, ya no jugaba después de todo, pero... su apego emocional había ganado en contra de su lógica.

"En algún cajón... ¿Por qué?"

Ella sonrió y miró su reloj de muñeca antes de asentir.

"Bien, tenemos tiempo," y entonces volvió a tomarlo de la mano, esta vez para arrastrarlo dentro de la tienda. Un timbre sonó en cuanto cruzaron el umbral y ella empezó a mirar alrededor.

Yugi no tenía ni idea de lo que estaba pasando.

"Eh, ¿Mana? ¿Qué estamos haciendo?"

Ella volvió a mirarlo indignada.

"¿Como que qué estamos haciendo? Voy a comprar una baraja por supuesto. Vamos a jugar después de la película."

Él alzó ambas cejas y pronto una sonrisa engreída empezó a asomar en su rostro.

"Primero que nada, es mazo. Segundo, ¿estás segura? No te lo voy a dejar fácil solo porque seas principiante."

Ella parpadeó y correspondió rápido a su sonrisa. "Heh..."

Yugi se preguntó si quizá había despertado a un león dormido cuando ella repentinamente buscó al dependiente y le pidió el mazo más poderoso, mirando a Yugi de reojo como para que él ni siquiera se atreviera a husmear.

Él suspiró sin perder la sonrisa. Al final, Mana eligió un mazo en base a una carta que le gustó.

---

La película terminó siendo irrelevante para Yugi. Si el protagonista moría, no le importaba. Si habían huecos argumentales, bueno, le daba igual. Estaba más interesado en cómo las expresiones de Mana cambiaban con cada escena, cómo la luz se reflejaba en su piel y en sus ojos.

Intentaba no ser obvio, pero simplemente no podía evitar mirarla más seguido de lo que no.

Y por supuesto, grata fue su sorpresa cuando, durante una de las únicas escenas en las que prestó atención, la mano de Mana se posó sobre la suya suavemente, como probando terreno, antes de entrelazar sus dedos con los suyos.

Él tragó saliva y volvió a mirarla. Esta vez ella también le devolvio la mirada.

Y no se soltaron, ni siquiera cuando la película acabó.


Pasaron el resto de la tarde-noche en el centro comercial. Pasearon por el resto de las tiendas, jugaron en las máquinas de garras e incluso compraron packs de cartas para abrir luego. Por cómo mantenían sus dedos entrelazados y reían y se miraban a los ojos cuando ganaban algún premio, no parecía que fuera apenas su segunda cita.

Hacía rato que no pensaba en su hermano, y por alguna razón Mana lograba que Yugi no se sintiera culpable por eso.

Para Yugi, Mana era como un respiro de aire fresco.

Alguien que le hacía querer más.

Por eso, no fue sorpresa que las bolsas con todo lo que habían conseguido cayeran al suelo justo cuando cerraron la puerta del apartamento de Yugi.

¡No puedes ser tan egoísta!

Él escuchó en el fondo de su mente, como un eco distante, su propia voz en aquella memoria lejana, cuando sus labios encontraron los de Mana.

¡No es mi culpa que seas tan cobarde!

La voz de su hermano le contestó cuando ella lo rodeó con sus brazos y piernas. Sus cuerpos tan juntos que a Yugi no le costó llegar a su habitación.

Cuando la espalda de Mana golpeó el colchón, ambos se separaron por unos segundos. Respiración pesada, mejillas enrojecidas. Sus grandes ojos verdes lo miraron con un sentimiento parecido a la esperanza —expectante, deseosa —antes de que él la besara de nuevo.

Sabes Yugi, yo jamás me había enojado de verdad contigo.

Fue más bruto. Más salvaje. Más desesperado.

Sus manos explorando todo su cuerpo, las de ella bajando por su torso hasta el broche de su pantalón.

Y al mismo tiempo, fue amoroso y delicado.

¡Solo lárgate de una vez!

"¿Estás... bien?" la mano de Mana sobre su mejilla lo hizo mirarla de nuevo. Ella jadeaba, su pecho subiendo y bajando. Su piel desnuda brillaba bajo su cuerpo, casi hipnotizándolo. Era gracioso en cierto sentido. No era una pregunta que un joven adulto quisiera escuchar en un momento como ese realmente.

Pero Mana era perceptiva cuando se trataba de él y Yugi sonrió por eso, juntando su frente con la suya. Admirando sus facciones y besando la comisura de sus labios tan tiernamente, como si hasta hace unos minutos no hubieran estado prácticamente arrancándose las capas de telas entre ellos.

¿Estaba bien?

Su corazón latía rápidamente.

Por alguna razón, estaba más que eso.

"Estoy feliz."

Y por primera vez en mucho tiempo, no se sintió culpable por eso. Ni por sentirlo, ni por decirlo en voz alta. Mana lograba eso. Era como si ella se hubiera convertido en la pieza faltante de su rompecabezas.

Un rompecabezas que ya no era el mismo desde hacía años.

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"... Ok, entonces sacrifico a mi Apple Magician Girl para invocar a Dark Magician Girl. Como hay un Dark Magician en tu cementerio, ella gana 300 ATK."

Yugi observó la clásica carta sobre colcha tendida. Aunque él hubiera creído que Mana querría estar más tiempo recostada con él, aun después de haber pasado toda la noche juntos, ella insitió en que buscara sus cartas de Duel Monsters para que le enseñara a jugar. Para cuando Yugi volvió a su habitación, Mana se había puesto su camisa con solo unos botones abrochados y lo esperaba sentada sobre su cama. La camisa apenas le cubría lo suficiente ya que no había mucha diferencia de estatura, pero no es como que Yugi se quejara de la vista.

Mana era hermosa.

"Aprendes rápido," él comentó y ella rió, juntando sus cartas a sus labios ligeramente.

"Tengo buena comprensión lectora."

"Hm..." Yugi no pudo evitar sonreír. Honestamente, comparado a las cartas con efectos de Mana, su mazo estaba bastante desactualizado. Simplemente no se había mantenido al día desde que empezó a estudiar y a trabajar a medio tiempo con Kaiba. No obstante...

"Ataco a tu Silent Magician LV4."

"Activo mi carta trampa, Mirror Force. Todos tus monstruos en posición de ataque son destruídos."

"¡¿Eh?!" ella frunció el ceño. "¡No se vale, tenías esa carta boca abajo desde el turno 1!"

"Es la gracia de las cartas trampa," él contestó simplemente, divertido por su expresividad. "¿Supongo que con eso acabas tu turno?"

Mana frunció los ojos e hizo un mohín. Por esa expresión, Yugi supuso que la carta que colocó se trataba de solo una finta. Después de robar y pasar su fase de stand-by, Yugi sacrificó a su monstruo para invocar de manera especial a Silent Magician LV8 y fue de frente a la fase de batalla. Los puntos de ataque exactos que necesitaba.

"Y así es como se juega," él le dijo.

Mana resopló y dejó caer sus cartas. Como era de esperarse, podría haber seguido otro tipo de estrategia si solo tuviera más experiencia, pero no parecía enojada por ello. Era domingo después de todo. Tenían tiempo.

Pero entonces el timbre del departamento sonó y él frunció el ceño.

"¿Esperabas a alguien?" ella quiso saber mientras lo observaba ponerse una camiseta al azar y un buzo.

Yugi negó. No que él supiera al menos, así que cerrando la puerta tras de sí, se dirigió hacia la entrada solo para escuchar llaves y ver la puerta abrirse sola y a su madre asomando la cabeza con curiosidad.

Obviamente, el primer instinto de Yugi fue preguntarle para qué tocó si tenía las llaves. Un segundo después se dio cuenta que debía entrar en pánico.

Su madre lo miró confundida, un poco preocupada incluso, quizá porque se quedó estático por varios segundos.

"Cariño, ¿te sientes bien? No habrás olvidado que—" ah, cierto, le había prometido ayudarla con las compras para el abuelo.

Y entonces la puerta de su habitación también fue abierta.

"¿Quién es Yugi?"

Bien, hubo un silencio incómodo de unos diez segundos en donde todos se miraron las caras. Por suerte, Mana también se había vestido, pero su madre no era ni tonta ni ingenua, y no supo disimularlo cuando intentó aguantar la sonrisa pícara que amenazaba con formarse en su rostro.

"Hm... ¿Y esta linda señorita quién es?"

Mana sonrió, pero notoriamente se puso nerviosa por inercia cuando su madre acortó la distancia. "Mana. Me llamo Mana y soy..." ella lo buscó con la mirada, su nerviosismo pronto evolucionando a una extraña y divertida astucia al alzar una ceja. "¿Qué soy Yugi?"

Decir que se sonrojó era probablemente un eufemismo. Yugi estaba seguro, por la sonrisa enorme de su madre, que hasta sus orejas se habían puesto rojas.

Eso... Eso no era una pregunta difícil de responder.

"Uh..." pero igual se le hizo un nudo en la garganta.

"Fu, fu..." su madre soltó una risilla. Hacía tiempo que Yugi no la veía tan ilusionada... ¿o quizá era lo mismo para ella? "Me alegro por ti, hijo."


Aunque su madre insitió en dejarlos solos y a Yugi no le parecía una mala idea, Mana tuvo que negarse.

"Recibí una llamada de mi editor," ella comentó, con una mirada de disculpa, su bolso ya bajo su brazo. "Reunión de emergencia, algo por el estilo."

Cuando Mana se fue, su madre le preguntó si estaba bien. Yugi asintió. No iba a negarlo, le decepcionaba, pero él también tenía cosas que hacer y su abuelo probablemente los estaba esperando.

Además, Yugi extrañaba a su abuelo.

Así que tomó sus cosas de su habitación, no sin antes dar una mirada a su escritorio y salió del departamento con su madre.

Ya tendría tiempo de escribir a su hermano.

---

O eso pensó, pero al día siguiente...

No están.

Yugi movió todas las cosas de su escritorio. Abrió los cajones, revolvió sus libros, buscó bajo su cama... Sus sobres no estaban. Trató de hacer memoria, pero no recordaba haberlos movido, siquiera tocado desde que Mana—

Pero ella no... ¿Por qué...?

Yugi miró la hora en su celular y tomó aire. La oficina de correos no abría los domingos, por lo que Mana seguramente los tenía con ella en ese momento. No pasaría nada si los enviaba, él estaba seguro, pero...

Presionó los labios y marcó su número, pero ella contestó en un mensaje.

«Lo siento. Tengo una reunión.»

Él suspiró y miró al techo por unos segundos antes de levantarse y tomar su chaqueta. Si estuviera en una reunión ni siquiera le habría contestado en mensaje. Ella era así de seria cuando se trataba de su trabajo.

Así que Yugi se dirigió a la oficina de correos. Si tenía suerte, se habrían tardado en abrir justo ese día.

---

No es como que Mana lo hubiese tenido planeado.

Ella observó su bolso y tragó saliva.

No tenía intención de hacer algo que Yugi no quería. Ella no era nadie para forzarlo a hacer algo que no estaba listo para hacer.

Pero al mismo tiempo, su corazón dolía al verlo querer reconectar con su hermano. Era claro como la luz del día que se arrepentía por lo que había dicho y hecho y, por lo que había escuchado, estaba segura que su hermano también lo extrañaba. Probablemente era su imaginación de escritora lo que estaba nublando su buen juicio, pero incluso si Yugi la odiaba por eso, ella quería ayudarlos aunque sea a dar el primer paso en su reconciliación.

Entonces, ¿por qué tenía ese mal presentimiento?

Ella tomó aire y justo cuando estaba a punto de ser atendida, escuchó:

"¡Mana!"

Por supuesto, ella no fue la única que volteó ante la voz casi desesperada de Yugi, que transpiraba a la entrada del lugar.

Mana tuvo que ser sincera con ella misma, una parte de ella estuvo aliviada de que él supiera exactamente qué es lo que planeaba hacer. Mana realmente no quería ser odiada por él. Sin embargo, la parte restante no podía quedarse con los brazos cruzados cuando él se acercó a ella y la tomó de la mano para llevarla fuera de la oficina.

Mana solo pudo ver su espalda por unos segundos, mientras caminaban en silencio bajo la mirada curiosa de las personas a su alrededor, mayormente adultos y ancianos.

"Yugi..." ella lo llamó. "Sabes que es necesario. Sufres demasiado cuando podrían resolverlo con solo hablar."

Él volteó a mirarla y le sonrió tranquilamente, pero la sonrisa no llegó a sus ojos y apretó ligeramente su mano antes de volver a mirar al frente.

Él sabía que ella no tenía malas intenciones. Mana era una persona que lo entendía como nadie en el mundo, él sabía que ella estaba pensando en lo mejor para él basada en la información que tenía. Con solo estar con ella se sentía digno de ser feliz.

Y era por eso que sabía que era hora de ser honesto.

"¿A dónde vamos?" ella preguntó cuando subieron a un autobus.

Él respondió cuando ambos tomaron asiento en una de las últimas filas; "A visitar a mi hermano."

Mana frunció el ceño y lo miró confundida.

"¿Está aquí, en Domino? Creí que estaba en Europa," al menos, eso fue lo que le había dado a entender, pero Yugi se mantuvo mirando por la ventana.

"Está aquí," él dijo simplemente.

"¿Y aun así no has hablado con él desde que se graduaron?"

Una vez más, él sonrió como si fuera una persona completamente ajena.

"... Así es... No lo veo desde el 24 de marzo de hace cinco años."

Yugi no elaboró y Mana supuso que no lo haría pronto, así que decidió quedarse callada por lo que sea que durara el trayecto. Su único confort de que él no estaba ni molesto ni decepcionado era que seguía sujetando su mano, con los dedos firmemente entrelazados.

Mana tragó saliva cuando bajaron en la parada que bajaron, su perplejidad clara en su expresión.

Tenía que ser una broma, pero Yugi no bromearía así. Quizá su hermano trabajaba ahí, ¿o quizá habían quedado para reunirse por algún familiar? Mana no sabía qué decir o preguntar.

Porque había más de una razón por la que Yugi la llevaría al cementerio, ¿no es así?

Él soltó su mano y empezó a caminar delante de ella, guiando el camino con apagada seguridad. Mana apretó con sus dedos la cadena de su bolso y solo lo dejó avanzar unos metros por delante de ella antes de alcanzarlo. Una vez más se sumieron en silencio, un silencio que no era ni incómodo ni ameno, solo era silencio.

No fue hasta que se detuvieron frente a una colina con varias tumbas en fila que lo vió dudar, deteniéndose por menos de tres segundos como si no supiera a donde ir, y luego, por cómo pareció encogerse, su expresión se llenó de culpa y remordimiento.

Mana recordó lo que le dijo en el autobús, entonces, y ella lo entendió. Exhalando, ella extendió su mano con delicadeza, como para no asustarlo, y rozó sus nudillos con los suyos para que la mirara.

"Tenemos tiempo," Mana le dijo.

Y sea por la razón que fuera, Yugi sintió una sensación similar a cuando se encontraba refugio para la lluvia. Así que él asintió y caminaron por un rato más, entre las lápidas y monumentos, hasta que llegaron a un lugar que se le hizo muy familiar.

Ahí, entre gente que no conocía, estaba la tumba de su hermano. Yami Muto decía en letras grabadas. Se alegraba de que estuviera limpio —gracias a su madre probablemente —pues no sabría qué tan peor sentirse ya que no había llevado nada más que su existencia y la de Mana.

Sus palabras se atoraron en su garganta por un largo rato. Toda la culpa y el dolor que había acumulado todos esos años se convirtieron en un torbellino en su interior.

"... Nunca llegó al aeropuerto," Yugi contó, apenas más alto que un susurro para que Mana pudiera oír. Muchas veces se preguntó qué hubiera pasado si no lo hubiera retenido con sus tonterías de niño inmaduro. O si quizá se hubiera mantenido firme y evitado que se fuera de cualquier modo.

Sintió la mano de Mana sobre la suya y se aferró a ella.

"Yugi..."

"Le dije cosas horribles," él continuó. Su vista se nubló por las lágrimas. "Que no quería verlo. Que se largara..."

"No fue tu culpa. No sabías lo que pasaría..." Mana intentó consolarlo, aunque ella sabía que solo se quedaría en eso: un intento. Así que, soltando la mano de Yugi, llevó sus dos manos a su rostro para ahuecarlo y obligarlo a mirarla. Sus labios presionados, tratando de mantener las lágrimas, le rompieron el corazón. "Oh, Yugi... Lo siento mucho."

Y entonces lo atrajo hacia ella en un abrazo, tratando de brindarle el apoyo que en ese momento necesitaba. Tratando de ser todo lo que necesitaba.

Y Yugi se aferró a eso. A ese sentimiento y a ella.

La razón por la que no le había dicho sobre la muerte de su hermano era porque le ayudaba a mantener vivo ese sueño. Una frágil ilusión que todo ese tiempo había estado pendiente de un hilo gracias a las cartas que escribía. Mana no conocía a Yami y nunca lo iba a hacer. A diferencia de Téa que se fue para iniciar otra vez y a Rebecca que era conocida de la familia, era como si Mana lo estuviera escogiendo sobre Yami, a pesar de Yami. Una torcida forma de mantener su conexión con Yami, pero una forma de todos modos.

No era su intención mentirle, u ocultarle la verdad. No había ningún otro significado profundo.

"¿Quizá ahora puedas decirle todo lo que no le has dicho?" ella sugirió en voz baja y, alejándose un poco, de su bolso sacó las cartas cuidadosamente para ponerlas en sus manos.

A Yugi le temblaron los labios y sus lágrimas cayeron cuando volvió la vista a la tumba de su hermano para apoyar las cartas sobre la piedra. Era raro, muy raro. Algunas personas los miraban, otros los ignoraban y Yugi no sentía que era un lugar ni muy expuesto ni lo suficientemente privado, pero por alguna razón, decidió aceptar. Quizá ya era el momento adecuado.

Pensó en una, en cualquiera de sus cartas y en todo lo que había querido decirle durante esos años.

"... Lo siento," y eso fue lo primero que salió de su boca. "Por todo lo que dije, por todo lo que no dije... Por retenerte, por alejarte. Todo este tiempo siempre me pregunté por qué tú y no yo..."

Yugi se limpió las lágrimas.

"Por qué tú y no yo," repitió y entonces, otro tipo de emociones lo llenaron. "¡¿Por qué?! ¿Por qué tenías que irte? ¿Por qué dejarme solo cuando todo se vino abajo? ¿Sabes lo duro que ha trabajado mamá? ¿Lo mucho que ha sufrido el abuelo? Todo este tiempo, al mismo tiempo que me culpaba, te culpaba a ti. Porque yo no soy suficiente, nunca lo había sido sin ti..."

Yugi se levantó lentamente y Mana le puso una mano en el brazo.

"Te odié porque siempre tuviste razón, porque siempre eras mejor y más brillante, y como resultado me odié a mí mismo. Porque no podía llenar el vacío que dejaste. No en el corazón de mamá ni en el del abuelo. Tampoco en el de nuestros amigos. Aun después de irte, seguiste siendo más de lo que yo nunca podría ser," una sonrisa amarga se formó en su rostro y apretó la mano de Mana. Ella lo miró. "Pero eso es algo que tú ya sabías y que querías que yo aprendiera, ¿no?" como si alguien fuera a responderle, Yugi se detuvo por unos segundos antes de continuar: "No es justo culparte y aunque te extrañe con todo mi corazón, no es justo que yo viva en remordimiento tampoco..."

Yugi quería ser feliz. Feliz sin culpa y sin miedo, aunque Yami ya no pudiera.

Mana y él se alejaron de las tumbas. Las cartas terminaron siendo quemadas en lugar de incienso y Yugi miró hacia el cielo de la tarde con una nueva perspectiva.

Ella volvió sobre sus pasos cuando él se detuvo.

"Todavía no sé cómo perdonarme," le dijo.

Mana sonrió con calma y lo tomó de la mano para entrelazar sus dedos.

"Aceptar que la vida a veces es injusta y aprender a vivir con ello... ¿Cómo lo hacen?" quiso saber. Era más bien una pregunta retórica, no esperaba una respuesta, pero Mana no tardó en dársela.

"Nadie lo hace," ella contestó. "Solo... continuamos viviendo. Con ayuda de religiones, seres amados o nosotros mismos... Solo continuamos."

Yugi la miró y con su otra mano le quitó un mechón de cabello de la cara. Ella inclinó la cabeza hacia su toque.

"Quizá es la promesa de un 'tal vez' lo que nos ayuda a continuar."

Yugi curvó los labios en una sonrisa agradecida. Se sentía agotado, pero también liberado.

"¿Me ayudarías?"

Mana le devolvió el gesto con cariño y se ubicó a su lado para apoyar la cabeza en su hombro.

"Ahora y siempre."

Y quizá, solo quizá, mientras salían del cementerio, Yugi creyó escuchar "felicitaciones, aibou". Fue como un murmullo, el sonido que hicieron las hojas de los árboles cuando el viento sopló en ese mismo momento y, honestamente, quizá solo se trató de uno de sus viejos recuerdos, pero... Yugi tomó una profunda respiración. La sonrisa de su hermano clara en su mente.

Adiós, mi otro yo.

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