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• El anillo, los mocosos y su casa

Habían pasado tres larguísimos días desde aquella noche en que Shinya se había visto tan hermoso que lo aturdió y no podía dejar de pensar en él, ni en lo mucho que quería oír su voz y ver su cara de nuevo. Ya no era solo interés sino que ahora tenía muy claro que le gustaba, y mucho. Se la pasaba de mal humor y cada que entraba un cliente giraba a mirar con la esperanza de que fuera él y decepcionándose. Todos se dieron cuenta de ello, porque era muy obvio.

Y entonces, siendo jueves, a las diez de la mañana cuando el local estaba vacío, entraron tres clientes a la cafetería. Su rostro pareció iluminarse al reconocer al hermoso albino entre ellos. Detuvo de un jalón a Sayuri y casi corrió para atenderlo. Goshi se acercó segundos después.

—Buenos días, ¿qué desean ordenar? —saludó fijando sus ojos en Shinya, quien se escondió en su lugar.

—A ti si es posible, miau —canturreó la única mujer, a la que apenas notó cuando le habló—. Me llamo Mahiru, pero tú puedes llamarme cuando quieras.

—Dios santo, qué asco —se quejó el otro, quien tenía unas muy pobladas cejas—. Goshi, atiéndenos tú o Mahiru se va a comer al mesero. 

—Disculpa, Guren —le dio una palmada en el hombro y lo alejó con sutileza. No entendió qué rayos pasaba—. Buenos días, Kureto. ¿Les traigo lo de siempre?

—Sí, y por favor aléjalo de aquí —murmuró dándole una mirada repasadora con su cara de pocos amigos.

Cuando Goshi regresó al mostrador, Guren quería preguntar qué diablos, pero no quería ser muy obvio, cosa que no consiguió, ya que el mismo rubio se encargó de abrir la boca mientras preparaba el pedido.

—Ellos son tres de los cinco los hermanos Hiragi: Kureto, Mahiru y ya conociste a Shinya —dijo—. Ya que esta cafetería es de su familia suelen venir cuando tienen juntas cerca y quieren descansar. 

—Ya veo...

No supo bien el porqué pero se sintió un poco desganado, así que le avisó al rubio que iba a tomar su descanso; era una mañana fría, así que tuvo que ponerse su abrigo, ya que la cafetería tenía termostato y el clima fuera era frío. Se recostó en la pared y encendió uno de los cigarrillos mientras veía al cielo gris que parecía reflejar su malestar. Al cabo de unos segundos escuchó la campanita de la puerta y pensó que era un nuevo cliente, mas solo era Shinya saliendo de la cafetería, sin su abrigo o bufanda, cabe aclarar.

Le observó desde donde estaba, no escondido, sino en el costado de la tienda; él se llevó el cabello hacia atrás en un movimiento estresado y luego pateó una piedra que había en el suelo con tanta rabia que luego se agachó para frotar su pie. Se le escapó una risa y fue descubierto.

—Lo siento, lo siento —dijo antes de que huyera. Se acercó y le vio cubrirse la  nariz—. Oh, lo siento, déjame apagarlo.

—No. Es decir, no te preocupes, tú estabas aquí primero...

—¿Estás bien? Parece que algo malo te sucede. No soy quien, pero puedes hablarlo conmigo si quieres —ofreció con cautela, y luego algo captó su atención. Como llevaba un suéter sin detalles cuello de tortuga de color café, así que resaltaba mucho: era un anillo.

Lo llevaba con una cadena como si fuera un dije. Al observarlo unos segundos se dio cuenta de que era un anillo de pareja. Su corazón se sintió más pesado aún. Y cuando Shinya se dio cuenta de que lo miraba inmediatamente lo agarró con la mano para esconderlo de sus ojos; le vio apretarlo.

—Voy a volver —avisó incómodo, esquivando su mirada. Asintió. Y tan pronto como él cruzó el umbral de la puerta le vio chocar con su hermana, la cual sonrió y oyó preguntar: "¿no te molesta, hermanito?" en un tono risueño. No pudo oír su respuesta.

No entendió a qué se refería con eso, solo que ella le vio y se acercó sonriendo de una manera coqueta. Por supuesto que notó sus obvias intenciones, pero como no le interesaba en absoluto simplemente le cortó el rollo y le dijo que debía volver a trabajar. El resto de su estancia allí fue mucho más incómoda, ella quería metérsele por los ojos y él lo único que quería era mandarla al demonio, no obstante, sabía que no podía hacer eso, y temía estar dando una imagen equivocada a Shinya, al cual atrapaba viéndoles de reojo de vez en cuando. Cuando por fin se fueron, sintió que toda su energía fue drenada y tuvo que pedirle a Goshi salir más temprano para poder descansar. 

Durmió dos horas y luego su madre lo despertó para que recogiera a su hermano menor de una excursión. Se levantó a regañadientes de la cama y se vistió tan decentemente como su pereza se lo permitió. Caminó con desgano hacia la escuela primaria.

—¡Oye, Yuu! —llamó una vez en la entrada y al haberlo visualizado.

—¡Voy! —chilló él y en seguida le vio girarse con su mejor amigo, un mocoso rubio, a quien tomó de la mano—. Vamos, Mika.

—¿Cómo que vamos? Mamá dijo trae a Yuu, no a Yuu y a su perro guardián —se quejó.

—Cállate. Nos queda de paso, y además, mamá se lo prometió a Krul-san.

Guren rodó los ojos con fastidio y suspiró. Al final caminaba con dos mocosos a su lado mientras los escuchaba hablar sobre lo genial que había sido su excursión al zoológico y la cantidad de animales nuevos que habían visto, completamente emocionados por ello. No recordaba haberse puesto así de feliz cuando él hizo lo mismo a su edad.

Decidió hacer oídos sordos en lo que observaba los alrededores. Hacía mucho dejó de ir por Yuu a la escuela, pero como hoy era una "ocasión especial" se vio obligado y la verdad es que no podía sentirse más fastidiado, tanto que... Espera. ¿Ese era...?

—¡¿Hiragi-san?!

Los ojos azulados se giraron hacia su persona con una muy visible sorpresa en ellos, a la que realmente no prestó atención ya que solo se acercó sin más, seguido de los dos mocosos.

—I-Ichinose-san... —murmuró él, cohibido—. Hola...

—No sabía que vivía por aquí —comentó y en seguida se dio cuenta de que los dos niños le observaban con sumo detenimiento—. Ah, ellos son mi hermano menor, Yuuichirou y su perro guardián, Mikaela.

—Es un placer conocerlos —sonrió el albino agachándose para estar a su altura y en seguida llevó su dedo índice a sus labios en una señal discreta, la cual estos captaron y asintieron.

Guren observó un poco el entorno, dándose cuenta de que había algunas cajas en el suelo, las cuales tenían el nombre de Shinya en ellas.

—¿Necesita ayuda? —ofreció. Aunque su intención era más bien husmear un poco en su hogar.

—No, no. Veo que debe llevar a estos dos pequeños a su casa, así que...

—Mika y yo podemos ir solos por lo que falta —interrumpió Yuu, sonriendo—. Conocemos muy bien el camino.

—Pero no es necesario —insistió entre dientes, mirando molesto al chiquillo.

—No se preocupe, solo se ve un poco idiota, pero su perro guardián lo cuidará —intervino Guren, dando una palmada tras la cabeza de su hermano y señalándole con la cabeza para que se fuera.

Yuu los miró una vez más y luego se despidió amigable. Una vez solos, Guren insistió en ayudar de nuevo, a lo que Shinya no pudo negarse y le permitió cargar algunas de las cajas que había en el suelo hasta su casa. Fue un poco incómodo, sin embargo, cuando finalizó, le ofreció té. Aprovechando que estaba en la cocina, se permitió darle una buena repasada al lugar.

Ciertamente no era enorme, sino más bien promedio, la sala se veía ordenada, y había una enorme vitrina en la que podía ver bonitas figuras. Ante su curiosidad, se permitió acercarse. Notó que no tenía llave, así que la abrió y pudo ver con mayor cercanía los objetos. Eran animalitos en posiciones graciosas, casas pintorescas, paisajes pequeños. Parecían muchos souvenirs que habían sido personalizados.

Y entonces notó un juego de tazas de té. Tenía un diseño horrible. Eran de color café claro con un decorado de hojas de un verde oscuro, lo que las hacía ver bastante feas. Pensó que nadie en su sano juicio tomaría algo en ellas.

—Ichinos... ¿Qué está haciendo?

—Oh, lo siento —murmuró dejándolas de nuevo en su lugar y actuando con naturalidad—. Solo me pareció curioso y quise mirar un poco.

—Está bien, no se preocupe —suspiró entregándole una taza de té y luego yendo a sentarse, lo que el azabache imitó.

—Puedo preguntar, ¿esas tazas? ¿son de pareja?

Shinya calló por varios segundos en los que su mirada estaba fija en el té que bebía. Luego la levantó y con seria expresión respondió:

—Lo son.

Guren sintió su corazón estrujarse un poco al saber que aquel hombre tenía ya a alguien; debió suponerlo por el anillo, pero no había querido asimilarlo. Era terco.

—¿Entonces el anillo también es de pareja?

Nuevamente silencio. ¿Qué rayos? ¿quién se creía que era para preguntarle eso? No quería ponerse en evidencia y allí iba.

—Así es —contestó en voz baja, dejando el té en la mesa y apretando la cadena sin sacarla de su camisa—. Era de alguien que amé mucho y a quien no puedo olvidar.

Guren calló también. Hablar de amores pasados, y sobretodo, de no superados, era molesto para su corazón enamorado. El ambiente se tornó un poco pesado después de eso.

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