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Escalar el Everest

Estuve charlando con Daniela casi a diario por chats, resulta que su papá tuvo un pequeño accidente en su trabajo y está reposando en casa, por lo que invitarme ha sido imposible para ella. Está cuidando de él así que invitarla a otro lugar es inapropiado, no quiero ser una molestia así que por ahora me conformo con escribirnos por las noches.

He aceptado que me gusta, pero eso no significa que esté loco por ella. Es una chica agradable y muy linda, es mi tipo pero siendo sincero creo que es el tipo de todos. Aún así parezco agradarle mucho.

—¿Quieres acompañarme a hacer algunas compras? Te dije que te invitaría de nuevo pero pareces tener muy mala suerte.

Ese mensaje me hizo feliz.

—No creo en el azar ni en la suerte pero claro, ¿Cuándo y dónde?

—Mañana, a las 3 pm, en la panadería. —noté cierta burla

—Te está burlando de mi otra vez ¿No?

—Solo un poco... Pero en serio, la panadería es un buen punto de encuentro. ¿Si me acompañas?

—Está bien, iré.

Esa noche no pude dormir bien, había llegado al punto de emocionarme con pensar en verla y mi cuerpo reaccionaba a eso.

Con sueño me levanté en la mañana, caminé hacia la cocina en búsqueda de algo para desayunar pero me encontré con mamá Rosa preparándome un café.

—Que agradable sorpresa —la saludé enérgicamente y tomé asiento.

—Veo que también estás de buen humor, ¿Saldrás a algún lado?

—Si, ¿Cómo lo sabes?

—Ojo de loca.

—No se equivoca. Lo sé. Mamá Rosa sabe muchas cosas. En tus épocas de colegio seguro eras una chica de temer.

—Algo así. Solo tú abuelo pudo aguantarme, si tan solo hubiese dejado su obsesión tonta.

—No te expreses así de él o vendrá a buscarte en la noche.

—No creo que se atreva a visitarme, sinceramente creo que le doy más miedo yo —mis abuelos siempre se llevaron muy bien, a pesar de su edad seguían bromeando entre ellos como si de dos adolescentes se tratase, falleció hace dos años pero nunca la vi sufrir por eso, no entiendo bien el amor que se tenían pero creo que fue muy único y especial.

—Seguro mamá Rosa.

Desayunamos juntos conversando de distintos temas. Se levantó y salió a hacer compras con sus amigas, finalmente, después de una larga espera mirando el reloj, llegó la hora, 2:30 pm.

Recogí mis llaves y salí, está vez llegaría solo 5 minutos antes, así la espera no me mataría.

Al llegar me sorprendí, ver a Daniela dar vueltas en la calle me generó un deja vu, parece matarle la espera, quizás en eso nos parecemos. Después de todo es una chica común y corriente.

Caminé con cuidado acercándome a ella y la saludé.

—Daniela, hola

—Hogfla

—¿Estás comiendo otra vez? —retiro lo dicho, no es una chica común y corriente.

—Ef que llefe un pogfo temfrano

—Traga, no te entiendo —¿Con cuántas personas muestra su glotoneria? No sé que tan afortunado soy de poder verla así.

—Que llegué temprano —dijo recuperando el aire —vamos, no hay tiempo que perder. Tenemos que tomar el transporte público.

Caminamos hasta la parada, bien, transporte público, pensé que era de esas niñas fresas que solo iban en taxi a todos lados, parece ser más parecida a mi de lo que creí.

—¿Qué bus debemos tomar, a dónde vamos?

—Vamos hacia el supermercado que está en las afueras, creo que por la Av Américas.

—Ya sé a cuál te refieres. En ese caso la línea 7 o 15 estará bien.

Vaya, debo dejar de juzgar a las personas por cómo se ven, hoy Daniela viste una blusa blanca muy fina, una gorra negra que destaca su rostro y una falda del mismo color que la hace verse femenina.

Lleva calzado sin plataforma, así que está vez, la veo más pequeña que de costumbre, aún así, es casi de mi altura. Su bolso negro redondo le da un toque juvenil y lleva puesto unos aretes de luna. Parece estar atenta a los buses que pasan, seguro no quiere perderlo por un descuido tonto.

La línea siete se asomó por una esquina, lo ví de reojo pero confíe en que Daniela también lo vió, saqué de mi billetera la tarjeta de bus y por alguna razón el bus pasó de largo.

Volteé a ver a Daniela con una expresión que decia "¿Qué pasó?", Daniela se giró y reprochó.

—¿Por qué pasó de largo? Que mal educado.

—Si lo paraste ¿No?

—Bueno, estoy en la parada, ¿Debía hacer algo más? 

Era exactamente lo que imaginé, nunca había tomado bus o por lo menos parece que no sola, es una niña fresa de guión y ahora debía cuidar de ella en la ciudad. Aún así, no pude evitar reírme.

—Era obvio que no iba a parar, el chófer no sabe que bus estás esperando y si te ven estática en la parada no es probable que paren. Debes mostrar interés.

—Eso suena tonto.

—El próximo bus lo paro yo, así te enseño.

Unos minutos después la línea 15 llegó, levanté la mano y di unos pasos al frente. El bus frenó y abrió sus puertas.

—¿Lo ves? Se nota que no sueles salir mucho.

—Se vió tonto igual. Y sí salgo, bastante, Andrea y Sofía siempre me invitan a salir. Solo que siempre voy en taxi.

—¿Si tienes tarjeta de bus? —pregunté mientras me subía.

—Claro que sí, ¿Por quién me tomas? —Daniela rebuscó en su bolso y al verla nerviosa pagué su pasaje. —Juro que la tenía. Seguro se me quedó en el otro bolso

—Está bien, solo sube.

Nos sentamos cerca de la salida y Daniela como una niña pequeña pidió el asiento de la ventana.

—¿Y qué venimos a comprar?

—Ahh, sobre eso, pronto será el cumpleaños de Andrea así que junto con Sofía vamos a darle una pequeña fiesta sorpresa. Yo me encargo de la decoración así que vamos a comprar algunos globos, confeti y guirnaldas. Sofia se encargará del pastel.

—No sabía que cumplía por estás fechas —si hubiera sabido que el propósito de esta salida era comprar cosas para la fiesta de esa molesta arpía, tal vez hubiera finjido un resfriado, si. Inmaduro. Tonto. Pero una parte de mí siente que no puede hacer nada por alguien así. Más bien no quiere.

—Es normal, pero mañana va a ser abrumador.

Bueno, no me quejo, quería ver a Daniela de todas formas.

—¡¿Es mañana?! Entonces esto son compras de último momento.

—Si... —Daniela volvió a hacer un gesto que nunca había visto, una especia de puchero con una expresión molesta —No es mi culpa, tuve que cuidar de mi papá y no tuve tiempo de salir a comprar las cosas. Sofia también me regañó por eso.

—Está bien, lo entiendo. Solo era un comentario, no te lo tomes tan a apecho. ¿Esta no es la parada? —Daniela se toma su tiempo para mirar por la ventana, abre sus ojos y me voltea a ver rápidamente.

—¡Si! Es esta. Bajemos ya. —Parece que estuvo distraída todo el camino.

Llegamos a un centro comercial y empezamos a buscar distintos artículos de cumpleaños. La ayudé a elegir los globos y algunas cosas más. Finalmente pagamos y empezamos a pasear tranquilamente.

—Tomó más tiempo del que pensaba, perdón Lucas, ya está oscureciendo.

—Está bien, me divertí. Además no te preocupes, le dije a mi abuela que podría llegar un poco más tarde de lo usual.

—¿Vives solo con tu abuela?

—Si, desde hace mucho solo somos mis abuelos y yo. Pero después de lo del abuelo quedamos solo los dos. Sinceramente no me quejo, es muy tranquilo vivir así.

—Ya veo... Lamento lo de tu abuelo.

—Está bien, ya ha pasado un tiempo, él querría que siga adelante, agachar la cabeza y lamentarse no sirve. No siempre.

—La vida es corta, Lucas.

—Lo sé.

De repente el ambiente se sintió más pesado, una extraña sensación invadió mi cuerpo. Seguimos caminando un poco más en silencio hasta que Daniela decidió decir algo.

—¿Sabes dónde queda el baño?

—De las peores formas de romper el hielo JAJAJA

—Esa no era mi intención, en serio no me aguanto —Daniela tenía una expresión de angustia lo que provocó que me riera más.

—Está ahí —dije señalando la puerta del baño —Ve, yo te espero aquí.

Daniela no dijo nada más y camino rápidamente al baño, me reí para mí mismo. Cuando estoy con ella no soy consciente de mi alrededor, recién había empezado a notar las miradas de las personas. Un grupo de chicos no dejaban de mirarme y por otro lado unas señoras murmuraban mientras lanzaban rápidas miradas hacia mí.

No entendía la razón pero había estado atrayendo las miradas de todos a mi alrededor. ¿Estaba vestido raro? ¿Mi cabello? Todos me miran como si tuviera algo en la cara. Que incómodo. ¿Por qué será que justo hoy todos me ven? Ah, ya veo. Eres tú.

Daniela salió del baño y me buscó entre la multitud, las miradas de todos se voltearon hacia ella. Claro, una chica joven, alta, con su cabello largo obscuro, su piel de porcelana y su delicada figura, un conjunto de prendas que la hace lucir preciosa. Su forma de caminar despreocupada y como se acomoda el bolso mientras juega delicadamente con el cierre. Su mirada alegre pero intimidante, otra vez sus ojos avellana, esos ojos que me revuelven el estómago.

La razón por la que todos me miraban eras tú. Hasta yo que siempre he pasado desapercibido. Que nunca había levantado mi mirada por nadie quiero verte.

Es imposible no brillar estando a tu lado.

—Lucas, esto se llenó muy rápido ¿No? Vamos a por un helado antes de que se forme una fila. Odio las filas.

—¿Vainilla o chocolate?

—Menta.

—Eres de lo peor Daniela. ¿Cómo que menta? Es el sabor más raro que hay.

—Es el que me gusta, no seas aguafiestas, ¡Pruébalo!

—De ninguna manera, primero muerto.

La noche cayó y después de tantas conversaciones siento que conecto bien con Daniela, es una chica increíble en tantos sentidos que estar a su altura es imposible para mí.

Tomamos un helado y caminamos nuevamente a la parada, justo para tomar el último bus nocturno.

De camino lucía cansada, subió al bus y se sentó junto a la ventana, cerró sus ojos y agachó su cabeza. Una parte de mí estaba feliz, no muchas personas deben haberla visto así, una expresión completamente relajada. Si es capaz de dormir así junto a mí y bajar la guardia de esa manera, tal vez somos más cercanos de lo que creí.

¿Qué clase de relación tengo con ella? Nos volvimos amigos al instante y hemos estado hablando diario por una semana, me encantaría decir que somos amigos pero ¿Soy egoísta si no quiero serlo? Es un suelo por el que me da miedo caminar. Si caigo en el, si no hago que me vea como algo más, quedaré atrapado ahí para siempre. Daniela, no quiero ser tu amigo. No si eso significa no poder gustarte o avanzar.

Decidí que me gustabas así como decidí no pasar desapercibido. Al estar cerca de ti creo que puedo lograrlo. Tú brillo, ese tan único y especial, el que atrae miradas de desconocidos, el que fue capaz de atraer mi mirada. Lo quiero cerca, alguien como yo necesita esos ojos avellana para poder brillar.

—Llegamos. despierta.

—No estaba dormida, solo descansaba.

—Tu cara dice todo lo contrario. Ya es tarde, te dejaré en tu casa. Llevaré las compras también.

—Que caballeroso Lucas, sigue así

—Suenas como una anciana

—Que cruel eres conmigo —dijo entregandome las compras —no estamos muy lejos de mi casa, no tendrás que esforzarte tanto.

—Esto ni siquiera pesa, solo son globos, confeti y caramelos

—Que fuerte eres, Lucas —dejé de molestarme por sus burlas, una parte de mi empiezo a disfrutarlas y seguirle el juego.

—Si sigues así te las devuelvo, de todas formas no pesan.

—No, no, es incómodo de llevar. Tú puedes.

Decidido, debo tratar de gustarle también. No me considero una persona atractiva pero no estoy tan mal, aunque poseo nulo sentido de la moda y mi personalidad tampoco es mi fuerte. ¿Qué podría hacer para gustarle a Daniela?

Es como escalar el monte Everest con las manos. Es imposible.

Sé que no puedo pero aún así quiero intentarlo. Me gusta, me gusta mucho. Seguramente saldré lastimado pero aunque ella no pueda verme como algo más, yo quiero intentarlo.

—Llegamos. Gracias por acompañarme Lucas. Escríbeme al llegar a casa, ya es un poco tarde.

—Estaré bien, no te preocupes. Fue divertido. Hablamos otro día.

Otra vez esta extraña sensación, una de arrepentimiento. ¿Qué debería decirle? Mañana estará ocupada en la fiesta de cumpleaños de Andrea y no tengo nada más que decir. Aún así no quiero moverme, dije que lo intentaría y eso significa que debo tener iniciativa. Podría invitarla a salir otro día. Quiero verla más. Quiero saber de ella, es natural querer alargar al máximo estos momentos en los que la tengo cerca.

—Lucas, ¿Otra vez absorto en tus pensamientos? A veces te desconectas y pareces ir a un plano completamente diferente. Te tomas unos segundos para responder como si tuvieras miedo de equivocarte. Es lindo. Me encantaría saber a qué se debe eso.

—Perdón —Sabía exactamente lo que hacía.

—A demás tienes un aire de inferioridad, miras a todos por debajo de tu hombro, dijiste que agachar la cabeza y lamentarse no sirve. ¿Entonces por qué lo haces? Entenderte es difícil porque cuando creo que te estoy molestando te ríes. —Daniela tomó aire y se relajó —Ni siquiera entiendo a qué se supone que quiero llegar. Perdón, ¿Te apetece pasar un rato mañana? Por el cumple de Andrea y eso, me ayudaste así que quiero que vengas.

De repente empezó a quejarse de mí, parece que ella tenía sus propios pensamientos, que tonto fuí. Ella es una persona después de todo.

—Me parece bien. Puedo ir un rato. —sentí que contestar a su repertorio de quejas sobraba.

—Bien, mañana a las diez en punto, te estaré esperando Lucas

—¿A las diez de la noche?

—No, a las diez de la mañana. Ayudarás con la decoración y planeación, estamos cortos de personal, estaría bien una ayuda extra. El cumpleaños empieza a la una, le dijimos a Andrea que jugaríamos juegos de mesa toda la tarde y veríamos películas en la noche, no se espera la fiesta.

—Ya veo. Entonces, ¿Puedo invitar a alguien?

—Claro, una persona más agilizaría el trabajo. Si es amigo tuyo está bien. Eso sería todo, ve con cuidado ¿si?

—Si, nos vemos mañana.

Me despedí y caminé a casa, varios pensamientos seguían rondando mi cabeza. Siempre al regresar a casa de una interacción con ella me siento diferente, ella es capaz de cambiar mi mundo por unas horas y cuando toda esa adrenalina baja, me quedo así. Es como cuando te quedas accidentalmente dormido en la tarde y al levantarte de un largo sueño debes cenar. O cuando bajas de una montaña rusa, en este caso de emociones, y sientes que acabas de vivir algo único, algo que seguramente no vas a olvidar. Esa extraña sensación que está chica provoca en mí, me revuelve el estómago.

Al llegar a casa colgué mis llaves y caminé hacia mi habitación sin hacer ruido, saqué mi celular y llamé a Carlos.

—Carlos, dime por favor que mañana estás libre.

—Primero, se dice buenas noches, ¿Qué hora crees que es? —respondió Carlos un tanto molesto.

—Perdón, acabo de llegar. ¿Te desperté?

—No, estaba a punto de dormir, no te preocupes. ¿Por qué llegas a esta hora? No me digas que al fin hiciste más amigos.

—No, estaba de compras con Daniela —Carlos interrumpió mi oración y entusiasmado preguntó.

—¿CON DANIELA? ¿Tuviste una cita? Y parece que no, ¿Cómo pasó eso?

—No es nada de lo que te imaginas, solo la acompañé a comprar cosas para un cumpleaños, te llamaba para que me acompañes, no quiero ir solo. Por lo que tengo entendido, solo van a haber mujeres —contesté mientras me acomodaba en la cama.

—Una salida entre un chico y una chica, independientemente de lo que hagan, es una cita. "Solo va a haber mujeres", suena bastante bien, que cobarde eres. ¿Qué tiene eso de malo?

—Sabes que evito situaciones incómodas, si me acompañas te deberé una. Es mañana en casa de Daniela, a las diez de la mañana. Te enviaré su ubicación.

—Está bien, tienes suerte. Mañana estoy libre. -respondió Carlos y preguntó —¿No hay que llevar un regalo?

—No lo mencionó, supongo que no.

—Igual llevaré algo por ambos. Entonces ahí nos vemos, buenas noches Lucas.

—Buenas noches.

Una cita. Según Carlos una salida entre un hombre y una mujer a solas es una cita, un concepto tan simple es de lo más absurdo. En ese caso, tengo citas al supermercado con mi abuela todo el tiempo.

Salir de compras, pasear, tomar un helado. Son situaciones normales que suceden solo porque sí. Incluso si lo que tuve con Daniela hoy fue una cita, ella no lo ve así.

Aunque pensándolo bien, me describió de una forma bastante detallada y cuando se sentó en la ventana, se distrajo con nuestra conversación y casi nos pasamos nuestra parada.

Todo lo que dijo, creo que me dió a entender que quería conocerme más y finalmente me invitó a pasar más tiempo con ella, sabe que no me llevo con la cumpleañera pero de todas formas lo hizo. No puedo mentirme a mi mismo, eso me hizo muy feliz.

Siempre que siento que no puedo, ella me da un gran impulso.

Se sienten como palmaditas en la espalda pero es lo que necesito para armarme de valor. Mañana puedo acercarme más a ella. Mañana tendré un avance. Mañana es mi día.

En otras palabras.

Escalar el monte Everest con las manos no es imposible.

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