6-Hyuuga Neji.
No diría que mi relación con Tigris estaría bien descrita de "love-love", no éramos ese tipo de parejas pegajosas que se pueden ver en cualquier ciudad, asqueando de tanto amor que propagan por el aire.
Éramos dos personas que habían sido odiadas y perseguidas. Y queríamos como tales. Por un lado, era bastante común que la fama tardía de "el arma de la arena" llevase enemigos a cazarme. Por otro, Baki me había dicho que mi nombre había sido analizado en las juntas para decidir kazekage y cada día cobraba más adeptos. Si era kazelage, o mi nombre cobraba fuerza en la aldea, convenía que no se extendiesen rumores de que salía con alguien. Ni él no yo queríamos que ataquen a Tigris.
Así que en secreto, y muchas veces con el nombre de misiones o de que ella acompañase a Kage, (que era una marionetista entrenada por Kankuro), a sus entrenamientos, nos fuimos viendo y saliendo.
Sólo Baki y mis hermanos sabían de nosotros... (Y las Bertinovsqui).
Por eso, la misión más dura que afronté.... O afrontamos, fue con un Hyuuga.
Una misión en conjunto con la Hoja. La última misión que hice antes de volverme kazekage y la primera de Hyuga Neji como Jouni. No me esperaba ver a Tigris en el despacho de la Hokage Tsunade. No pudimos evitar quedar mirándonos, sorprendidos. Se hizo evidente que nos conocíamos, pero elma supo explicarse, y dar perfecta cuenta que nuestra relación era netamente comercial.
Confesé que, siendo un clan tan alejado y de apariencia pacífica, me sorprendía ver allí a una Bertinovsqui. La Sannin me explicó que nuestras aldeas tenían un trato desde los primeros. Un trato para que, una vez la cuarta generación fuera relevada, debía darse una misión en conjubto. Y habían llamado a Tigris y a Neji porque los Bertinovsqui eran un clan neutral, que tenían relaciones con ambas aldeas, y la descripción de la misión aclaraba que necesitaba este juez imparcial.
La misión era en si sencilla: renovar un viejo sello de un área entre ambas naciones, sello que mantenía una reserva de agua de la que ambos países se servían y sin la que (aunque me duela admitirlo), mi país pasaría serios problemas.
Aceptamos ir y allá fuimos.
Ella delante, luego Neji y yo en la retaguardia.
Se suponía que el Hyuuga iba a ir al medio debido a su rango de persepción, que era el más amplio de los tres, pero tras varias horas de andar, tuve que frenar la comitiva.
Tigris me miraba con cara de "Cálmate, Gaara, por favor", y yo sabía que en eso mismo ella estaba pensando, porque tenía la calabaza a medio transformar en un brazo.
Pero no me quería y no podía calmarme. Ese Hyuuga miraba tanto a Tigris mientras caminábamos, que incluso tantos años después como lo era el casamiento de Kage, me irritaba.
Tigris había conseguido un buen cuerpo. No sólo fuerte, un cuerpo que hacía que varias personas se giraran a mirarla. Y eso siempre me había irritado. No sé.... Nunca lo supe muy bien al por qué. Quizás era por lo incómoda que ella parecía, quizás, sencillamente no me gustaba que otros la mirasen.
Y Hyuuga Neji no le sacaba el ojo de encima. Por tanto ahí, en medio del bosque, donde no podíamos ser vistos ni oídos por nadie, me detuve, y ellos dos se detuvieron al pocos pasos. Recordé que su clan tenía un golpe de chakra particularmente fuerte. Pero eso era en combate cercano. Así que contra mí era débil.
Estaba perfectamente resuelto a matarlo si su respuesta no me satisfacía. Así de enojado estaba.
-Oi. Desde hace rato que no miras otra cosa que a ella. ¿Te estás tomando la misión en serio, Hyuuga Neji?
-Sabaku no Gaara...
Tigris me encantaba. Incluso en ese momento, cuidaba de llamarme como a un desconocido. Él me miró a mí por varios segundos.
-Gaara... Tú....
No llegó a terminar de preguntarme nada, a nuestro alrededor sentimos un aura asesina tan poderosa que nos rodeaba por varios kilómetros, haciendo imposible detectar su fuente.
Por instinto, fuimos con Tigris, y cada uno se preparó de espaldas a ella.
Era un sistema para proteger el eslabón más débil de la unidad.
Pero eso sólo duplicó la presión de la sed de sangre que nos atacaba.
Tigris se abrazaba a sí misma, y pedía, llorosa y con voz quesa, que no se acercase, que no lo quería ahí.
Era la sombra que se nos acercaba seguido. Era su presencia.
Fue duro. Quería abrazarla, pero no confiaba en el Hyuuga lo suficiente como para revelarle la relación.
Y entonces, de entre el bosque, se escucharon pasos, y frante a nosotros, por fin, pude verle la cara a la sombra que nos había estado molestando hasta ahora.
Un joven unos años mayor a mí, de piel pálida, ojos verdes y pelo negro como la noche. Su aura daba miedo. Su mirada era tan sedienta de sangre, que primero lo confundí con un jinchuuriki descontrolado.
Por fin, frente a nosotros, la única persona que logró intimidarme más que mi propio padre:
Abril mostró su cara ante nosotros.
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