—Pásame un cigarro —le pido a Colton.

Colton es como mi hermano. Nuestras familias eran muy unidas hasta que mi madre falleció, desde entonces se reúnen muy poco. Sin embargo, Colton y yo seguimos igual de unidos.

—Aquí tienes —dice Colton entregándome el cigarro ya encendido.

Comienzo a inhalar, llevándome el humo hasta mis pulmones y segundos después lo dejo salir.

Nos encontramos en un solitario parque al cual solíamos venir luego de la escuela. Estamos sentados en el césped terminando de fumar y el cielo se está tornando grisáceo, indicando que la noche se acerca.

Llego a casa después de fumar y despedirme de Colton. Es fin de semana así que estoy en mi habitación, la casa está sola ya que mi padre se la pasa en la oficina trabajando, y mi hermana menor Clara, en casa de la niñera. Papá se encarga de recogerla al salir del trabajo, al cual se volvió adicto desde que mamá falleció.

Mis pensamientos son interrumpidos por una llamada entrante de mi padre.

Me limito a contestar sin muchas ganas.

—¿Hola?

—Elliot, necesito que pases a buscar a tu hermana en casa de la niñera, se presentó una junta y llegaré un poco tarde —escucho decir a mi padre.

Típico

—Está bien, no hay problema —digo y la llamada termina.

Me levanto de mi cama y bajo las escaleras a pasos rápidos para salir de casa. Miro el auto y decido ir caminando. Mientras observo el lugar a mi alrededor, llega a mi mente la persona que menos pensaba; Daka.

Quizás ella piensa que no la reconozco o que quizás no recuerdo que existe. Lo cierto es que no porque yo sea "reconocido" en el instituto, implica que no sepa quién es ella. He sido totalmente grosero esta mañana, salí del lugar como un completo imbécil sin siquiera disculparme.

Daka fue mi amiga hace muchos años, lamentablemente nos distanciamos por razones de las que no tengo idea y que nunca he tenido el atrevimiento de preguntarle.

Llego a mi destino y toco el timbre. Segundos después observo a la señora cuarentona, niñera de mi hermana con una sonrisa en el rostro.

—Hola Elliot —saluda amablemente.

—Buenas noches señora, vengo por mi hermana —digo y ella asiente.

Clara está viendo televisión en el sillón del salón, al verme me dedica una sonrisa y corre hacia mí, la abrazo.

—Muchas gracias, y hasta luego —le digo a la señora.

—Hasta mañana —dice Clara dándole un corto abrazo a su niñera.

Me despido de la familia que está frente a mí, estrecho la mano de cada uno. Subo hasta mi habitación, me coloco mi pijama y me acuesto.

Ha sido una cena tranquila, mi padre bebe alcohol y la familia visitante se irá pronto, solo espero que él se vaya a dormir y no quiera hacerme daño. Odio tener que dormir con el pensamiento y el temor de que podría venir a golpearme en cualquier momento.

Veo a mi padre golpeándome incluso en mis pesadillas, pero lo que más me duele es no tener el apoyo de mi madre. ¿Cómo puede hacerme eso? luego de que la defendí de sus maltratos y que gracias a mi dejó de golpearla.

3:30AM

Escucho un portazo que hace que me despierte de un salto.

—Hola, Daka —escucho decir a mi padre.

Lo observo, está borracho y entre sus manos trae un cinturón de cuero. Me levanto de la cama rápidamente, comienzo a dar pasos hacía atrás mientras él se acerca a mí lentamente. Segundos después choco con la pared, dura e impenetrable, mi fin.

No tengo escapatoria

—Por favor, no me golpees —suplico tragando grueso.

—Querida Daka...—susurra.

Siento las lágrimas bajar por mis mejillas, sin permiso alguno.

—No hagas esto, por favor —vuelvo a suplicar con la voz entrecortada.

No dice nada.

Pasa sus dedos por mi rostro y pasa un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja.

Siento el primer impacto del cinturón contra la piel de mis piernas y me lanza al suelo.

—Detente. —Alzo mi tono de voz.

Otro golpe.

—Esto es tú culpa, Daka —grita y siento otro golpe en mí costilla.

Mi padre está golpeándome sin piedad y mis lágrimas corren por mis mejillas, empapando mi rostro, siento golpe tras golpe, sobre mis brazos y mis piernas. No puedo hacer nada, observo a mi madre en el marco de la puerta con una mano en la boca y sollozando. Mi padre deja de golpearme y me observa con una mirada llena de furia.

—Todo es tu culpa —repite y sale de la habitación dando un portazo.

Me retuerzo en el suelo, poniéndome en posición fetal mientras el dolor recorre cada parte de mi cuerpo.

—"La vida da muchas vueltas, nunca sabes lo que puede ocurrir al final del día" —susurro la frase que leí, en mi libro favorito mientras seco mis lágrimas.