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—¡El medicamento! —el maknae entró en pánico y se levantó para correr a buscarlo. No se podía creer que se hubiera dormido más de una hora y que se hubiera olvidado de darle su remedio a su hyung, se sentía como un completo irresponsable.

—¡Tranquilo, SeHunnie, ya me lo tomé! —exclamó, haciendo que el menor se detuviera en su correr y diera vuelta nuevamente hacia él—. Cuando desperté ya era hora de tomarlo y lo hice, y entonces te vi durmiendo acá, ¡eres tan tierno, SeHunnie, eres como un bebé! —JongDae sonrió mientras el menor se sonrojaba y volvía a su lugar en el sillón, para que después el mayor se volviera a apegar a él en un abrazo—. ¡Te quiero, SeHunnie!

—¿A cuántos les has dicho eso ya, hyung? —susurró SeHun, sintiendo que algo le dolía en el pecho al recordar cuán pegados a su hyung habían estado los demás miembros del grupo durante esos días.

Entonces, el mayor tomó su rostro entre sus manos y lo obligó a mirarlo.

—Sólo a ti, SeHunnie, bebé. Sólo a ti.

Y el menor sonrió al escuchar esa palabra, bebé. Era algo que sólo JongDae le decía y que cuando había escuchado a los demás decirlo alguna vez, había reclamado hasta el cansancio porque ¡sólo yo puedo decirle así a SeHunnie, invéntense sus propios apodos! y desde ese día nadie más que él le decía así al maknae.

El mayor acarició sus mejillas con ternura y se acercó para dejarle un beso en la frente, algo que hacía pocas veces y que a SeHun le hacía sentir feliz a sobremanera, pero que esta vez lo dejó con gusto a poco.

SeHunnie tomó con sus manos la linda cintura de su hyung y se acercó a su rostro, cerrando los ojos e inclinando levemente su cabeza.

Chen tan solo se quedó ahí, sonrojado, con los ojos cerrados fuertemente y esperando a que lo que él asumía que iba a pasar llegara, sintiendo que su corazón estaba latiendo a mil.

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