Etapa III: Decepción y superación de crisis.
Había pasado un año desde que Dahyun había sido ascendida, y tan solo seis meses después, fue promovida a mesera. Algo que realmente hacía feliz a Dahyun, ya que le agradaba ganar más. Aún estaba aprendiendo sobre la cocina y las recetas del restaurante, sin embargo, aún no se había dado la oportunidad para poder aplicar ante tan importante puesto.
Después de un año de relación con Sana, todo seguía igual, solo que ahora aprovechaba cada oportunidad para que Dahyun se quedara un par de días en su apartamento, pues le agradaba la idea de que ambas pudieran vivir juntas pronto. Sin embargo, Dahyun aún se negaba poniendo como excusa que “aún era demasiado pronto”, pero la verdadera razón es que aún no tenía el nivel económico para poder llevar la carga de la renta de un apartamento, aunque esto era algo que no le había dicho a Sana, porque la conocía, y sabía que era algo que realmente no le importaría, ya que ella sí podía pagarlo, y no dudaría en hacerlo por ambas.
Últimamente la diferencia económica estaba siendo una de las preocupaciones de Dahyun. Sana era bondadosa, eso era verdad, pero no había tenido que padecer por dinero, no como Dahyun, quien había estudiado y trabajado durante su adolescencia gracias a los problemas económicos de sus padres, quienes siempre le habían enseñado que el esfuerzo y la dedicación valía más que los billetes.
Aunque esta enseñanza no siempre era buena, puesto que a lo largo de su vida Dahyun había desarrollado el pensamiento de no merecer nada a menos que ella lo comprara, y éste estaba muy aferrado en su mente, por lo que el hecho de que Sana gastara sin importarle realmente la cantidad para regalarle cosas hacía sentir mal a Dahyun.
Aún peor, a Dahyun le enfadaba que la gente pudiera pensar que solo estaba con Sana por su dinero, cuando realmente al conocerla se concentró más en su belleza que en su coche caro. Para ella el interés por las cosas materiales que una persona pudiera poseer estaba totalmente lejano de su foco de atención, así que el solo hecho de pensar que alguien más pudiera creer que su objetivo con Sana era ese la angustiaba. Su inseguridad al respecto era tan grande que incluso recibir regalos por parte de Sana —o de cualquier persona— representaba todo un drama para ella.
Comprendía perfectamente las intenciones de Sana y su manera de demostrar sus sentimientos, pero aún así no podía evitar trazar esa pequeña línea donde sus temores no salieran a flote. Le gustaba hacer las cosas por sí misma, demostrar que era lo suficientemente capaz de alcanzar algo sin necesitar la facilidad de nadie más. Recibir ayuda o un pequeño empujón no estaba dentro de su lista de cosas favoritas, y la razón tal vez era por el miedo a sentir obligación de dar algo a cambio. Quizás todo ese temor podía resumirse a su infancia y lo que su relación familiar reflejó, pero sea cuál sea el motivo, Dahyun no sabía de qué otra forma lidiar con eso.
Y fue dicho motivo el que llevó a la pareja a digustarse esa noche.
Sana llegó cómo de costumbre al restaurante, y buscó el lugar que ya tenían reservado para ella, lo cual era algo lamentable, ya que Dahyun no podía atender en aquella zona, pero aún así a la mayor le gustaba porque a donde quiera que mirara, podía verla, y eso era suficiente.
Dahyun se encontraba algo apurada, y apenas había podido saludar a su novia, pero había volteado de vez en cuando y ésta estaba concentrada con su computadora portátil, lo cual era aliviante porque significaba que no se aburría, y como su turno terminaba en una hora, la verdad era que Sana la estaba esperando para ir a su departamento.
De repente, un grupo de tres hombres llegaron al lugar, sin reservación, y aunque el anfitrión en turno explicó que ya no podían atenderlos debido a que a estas hora solo recibían a los comensales con reservación, ellos insistieron, por lo que a regañadientes del gerente, tuvieron que dejarlos pasar, y para mala suerte de Dahyun, los hombres eligieron una mesa que estaba en la zona de la pequeña.
Dahyun se acercó con cortesía y les ofreció la carta a los tres, sin embargo, desde que se acercó a la mesa, sentía la mirada pesada de uno de ellos. Por Dios, realmente eso no era lo que necesitaba esa noche.
—Eh, bonita, —La llamó—, traenos bebidas a todos, ¿quieres?
Dahyun mantuvo su rostro sereno ante aquel apodo, prefiriendo ignorarlo, y al querer deshacerse de ellos para poder salir a tiempo, decidió mentir.
—Lo lamento, caballero —fingió pena—. Al ser día dedicado a las reservaciones, la barra cierra antes.
Los otros dos hombres hicieron ruidos de frustración y se quejaron del mal servicio, aún así, Dahyun mantuvo su postura y no alejó la mirada seria del hombre, quien se empeñaba en sonreírle, cosa que le daba escalofríos, pero no quería dejar que él viera que se sentía intimidada.
—Ya, ya… —Los calmó y luego devolvió la mirada a ella—. La nena de aquí no tiene la culpa, ¿verdad?
—La cocina cerrará en diez minutos —anunció—. Sugiero que se decidan pronto.
—Tráeme tres filetes a término medio —ordenó a Dahyun antes de quitarle las cartas a sus amigos para luego extenderselas—. Y como tú dices, que sea rápido, mi amor.
Dahyun sintió enojo por la forma tan baja que estaba siendo tratada, pero aún así dio una reverencia, y antes de retirarse, con tono sarcástico, dijo:
—Es un placer atenderles.
El hombre miró a Dahyun alejarse, sin despegar la mirada de su cuerpo, cosa que no pasó desapercibida para Sana, quien había observado la escena atentamente, y aunque había sido testigo de que Dahyun lo había manejado bastante bien, la verdad es que no quería que ese asqueroso tipo volviera a molestarle nunca más.
El colmo fue cuando se retiraron, puesto que el hombre llamó a Dahyun para darle doscientos dólares como propina, manifestando su gusto por las mujeres con carácter fuerte como el de su mesera. Dahyun recibió el dinero a regañadientes, y con tal de deshacerse de él, lo metió en el frasco de propinas para todo el restaurante, pero Sana decidió que no quería que el hombre volviera a pararse en el restaurante, por lo que cuando Dahyun le avisó que se cambiaría para poder irse, Sana buscó al dueño del restaurante, al cual ya conocía por lo seguido que visitaba el lugar.
El trato fue simple, Sana obsequió diez mil dólares con tal de que el dueño ordenara a todo el restaurante no dejar pasar a aquél hombre, asegurando que por la forma en la que la había tratado, volvería solo para ver a Dahyun. El jefe de Dahyun, claramente aceptó el dinero y prometió que ese tipo de circunstancias no volverían a pasar.
A los pocos minutos, juntas salieron del restaurante y se adentraron al coche de la mayor, y decidieron juntas que Dahyun se quedaría en su apartamento, ya que la pequeña no resistiría el camino a su casa al sentir tanto cansancio. Sana estaba más que contenta por eso.
Al llegar, Sana le quitó la chaqueta con dulzura y le regaló un beso en la mejilla a la pequeña, quien buscó sus brazos inmediatamente para ser abrazada. Juntas caminaron a la habitación y antes de que comenzaran a cambiarse la ropa, Sana hizo que Dahyun se sentara en la cama, seguidamente se arrodilló y tomó una de sus manos entre las suyas, para llevarla a sus labios y darle un suave beso a su dorso.
—Vi que ese último cliente te molestó… —dijo con cautela—. ¿Estás bien?
—Tipos así hay en cualquier trabajo —contestó la pequeña agotada—. No fui la única a la que disgustó, pero estoy bien. Dijo lo que todos los tipos así dicen, estupideces.
—Estaba preocupada. —Sana se levantó del piso y se desfajó la camisa mientras caminaba al ropero para sacar ropa cómoda para ambas—. De cualquier forma, ya me encargué.
Al escuchar eso, Dahyun la miró confundida.
—¿Cómo dices? —preguntó levantándose—. ¿Qué quieres decir con eso?
—Que ya lo resolví, Dahyunnie. —Sana le sonrió con dulzura y se acercó para dejar un casto beso en sus labios—. No te preocupes.
—¿Qué hiciste?
—Solo hablé con tu jefe —explicó restándole importancia, empezando a desabotonarse la camisa azul que traía puesta—. Ese tipo no volverá a molestarte.
—No puedes evitar que esas cosas pasen, Sana… —Dahyun intentó mantener la calma.
—De hecho, sí. Le pagué para que no volvieran a dejarlo entrar.
—Por Dios, Sana. —La pequeña llevó las manos a su rostro, evidentemente sorprendida, y se levantó de la cama para acercarse a ella—. Estás jugando, ¿no? Dime qué estás jugando.
—No estoy jugando. —Sana se volteó para mirarla y se extrañó al verla tan mortificada—. Como lo escuchaste, pagué para que no volvieran a dejarlo pasar, ¿por qué está mal?
—Sana, los regalos son una cosa, algo que aún me cuesta digerir… —Dahyun desvió la mirada—, y otra muy diferente es que te metas en mi trabajo. Aún más grave, es que le pagues a mi jefe para que haga lo que tú quieras.
—Solo intentaba ayudarte… —La mayor se acercó e hizo a un lado su cabello para luego besar su hombro—. Hacer tu trabajo menos agotador.
Dahyun sonrió incrédula y de nuevo llevó sus manos a su rostro para restregarlo, intentando desaparecer esa frustración y decepción que estaba sintiendo, porque no solo era el hecho de que Sana se había tomado la libertad para ordenar a su jefe, sino que también pensaba que le había “ayudado”.
—¿Y no te pusiste a pensar que ahora me veo ante la gente como alguien que no sabe resolver sus propios problemas? —Dahyun preguntó en voz baja—. O peor, que la gente puede pensar que dejo que tú resuelvas mis problemas... con tu dinero.
—¿Estás molesta porque intenté ayudarte?
—Estoy molesta porque te metiste con mi trabajo —dijo firme y Sana se alejó con confusión—, porque te tomaste la libertad de resolver las cosas a tu manera aunque yo lo tenía controlado.
—Vi tu cara de disgusto…
—¿Y eso es suficiente para que vayas a restregar tu dinero a todo el mundo? ¡Yo no resuelvo las cosas así, Sana! ¡Nunca lo he hecho! —expresó molesta—. Yo no nací en cuna de oro. ¡Yo me tengo que ganar mi lugar!
—Dahyun, ¡solo intentaba ayudarte!
—Sí, ¡y ahora me hiciste ver como una cazafortunas!
—¡Jamás he hecho eso! —Sana elevó la voz mientras se quitaba el reloj de su muñeca—. ¡Solo quiero que te sea más sencillo!
—¡Pagando a mi jefe para que ese miserable no entre! —Dahyun se alejó y se empeñó en no mirarla—. ¡¿Por qué no me compras todo el maldito restaurante si quieres hacerme las cosas más fáciles?!
—¡Sí puedo hacerlo!
—¡De esto no se trata, Sana! —La miró con lágrimas amenazando salir de sus ojos—. ¡A mí me enseñaron a ganarme las cosas y tú solo vienes y pagas!
Sana quedó boquiabierta al escuchar aquello, y se dio cuenta de la gran inseguridad que todo esto significaba para Dahyun. Se sintió culpable de inmediato, porque aunque sus intenciones hubieran sido buenas, la pequeña vivía con aquel complejo y se había sentido lastimada.
—Dahyun, perdóname…
—¡Yo no soy cómo tú! —Dahyun gritó—. ¡Yo tengo que enfrentar mis problemas o simplemente resignarme! ¡Mi papá no le puede pagar a nadie para que me dejen tranquila!
La pequeña le dio una última mirada a Sana antes de salir de la habitación, y la más alta sintió una punzada en el pecho al ver lo irritados que estaban sus ojos, probablemente por un intento vago de retener las lágrimas. Sana la siguió inmediatamente.
—Dahyunnie, no te vayas así… —Le pidió siguiéndola mientras miraba como la pequeña se volvía a colocar la chaqueta—. Por favor.
—No quiero estar contigo ahora.
—Al menos deja que te lleve a casa —Intentó acercarse a ella pero Dahyun se abrazó a sí misma, aislandose—, o te puedo pedir un taxi —susurró resignada al sentir su rechazo.
Después de unos minutos esperando, Dahyun tomó sus cosas y se retiró para ir a su casa, sin siquiera despedirse. Sana ahora entendía su molestia, e incluso se sentía culpable, por lo que recurrió a su mejor amiga.
Después de marcar el número y un par de tonos, Momo contestó. Sana le explicó la situación y la puso al tanto, con la esperanza de que su amiga pudiera darle algún consejo, y así fue. Le recordó su error y recomendó dejar de anticiparse para resolver las cosas a su manera. Entendió su preocupación y su deseo de protegerla, pero le recordó que Dahyun era una persona autónoma capaz de resolver y de decidir cómo resolver sus problemas.
Al día siguiente, Sana le envió un mensaje a Dahyun preguntando si podía pasar a recogerla por la tarde, o si necesitaba más tiempo sin verla. La pequeña ya estaba tranquila y sabía que tenían que hablar de la situación, y fuera de eso, la extrañaba, necesitaba un abrazo de ella.
Al dar las siete de la noche, Sana esperó a fuera a Dahyun, ya que su turno había terminado, a los pocos minutos pudo ver como salía la pequeña con su mochila y el cabello suelto, probablemente porque se había cansado de tenerlo atado todo el día. Su rostro reflejaba evidente cansancio.
Sana llevaba consigo una bolsa de papel que contenía la comida favorita de Dahyun, al acercarse a ella se la dio con pena y luego se apresuró a quitarle la mochila de los hombros con cuidado para luego meterla al coche en la parte de atrás. Al volver a estar frente a ella, no pudo evitar llevar su mano a su mejilla y acariciar por encima de su ceja con su dedo pulgar, Dahyun inmediatamente recostó su rostro en su mano y al ver esto, Sana sintió alivio y de sus ojos quisieron brotar lágrimas.
—Perdóname, mi cielo —dijo mirándola, al escuchar esto, inmediatamente de los ojos de Dahyun comenzaron a llorar—. No sabía que te sentías así.
La pequeña se aferró a la camisa de Sana y se acercó para besar su mejilla, alzando sus pies en el intento para seguidamente esconderse en su cuello. La mayor envolvió su cuerpo con sus brazos y besó su frente.
Ahí en la noche, recargadas en el coche, con la luna iluminandolas, ambas pudieron llorar para drenar aquella frustración y preocupación. Cuando Sana sintió que Dahyun se tranquilizó, la separó solo un poco para poder limpiar sus lágrimas y acomodar su cabello.
Ese fue el inicio de la resolución, pues las cosas no siempre se arreglan con un beso y un poco de cariño. Dahyun y Sana acordaron que si la menor necesitaba ayuda, ella lo manifestaría y que Sana no podría volver a hacer lo de el día anterior. Así mismo, la pequeña aclaró de una vez por todas su inmenso deseo por vivir con ella, pero explicó que su economía aún no se lo permitía, y no quería vivir en un lugar que solo pagara Sana, puesto que quería sentirse de utilidad y también tener sus propias cosas.
Dichos desacuerdos nunca volvieron a pasar, y se habían mantenido tres años más en plenitud, siempre hablando de lo que sentía la otra. Escuchando cada inquietud. Resolviendo cada situación, una a la vez. Probablemente aquel complejo que Dahyun sentía nunca la abandonaría, pero al menos, en el tiempo que llevaban, aprendieron a que le lastimaría menos con los años, y Sana, aprendió que no todo se resolvía con dinero aunque así hubiera aprendido de sus padres.
No es sábado, pero sí domingo. Espero que les guste. Recuerden votar si les ha gustado y comentar, adoro leer lo que opinan. Gracias por leer.
Recuerden, esta historia es corta. Faltan dos capítulos para el final 🫶
–B. A. F.
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