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Etapa I: Enamoramiento

Dahyun era una chica que se esforzaba, trabajaba muy duro. Todavía vivía con sus padres, y aún después de su pequeña crisis económica, no dejó el trabajo que había conseguido de emergencia, en parte porque no quería dejar de ayudar en su hogar y porque desde el momento que había entrado, comenzó su fascinación por la cocina.

Aquella castaña trabajaba en un gran restaurante del centro de la ciudad, muy famoso y concurrido. Dentro el personal era extremadamente cuidadoso con cualquier servicio que brindaban, desde cada platillo hasta la experiencia del comensal. Dahyun había aplicado como mesera, pero el gerente le había ofrecido estacionar autos hasta que alguna vacante se ocupara. La pequeña al necesitar el empleo, no puso ninguna excusa, y comenzó lo más pronto posible.

El ambiente con sus compañeros era agradable, y prácticamente era la menor de todos aunque tenía veinte años. Se había ganado el corazón de todos, tanto que incluso le ayudaban a prepararse para que así en el momento indicado y cuando estuviera lista pudiera aplicar como chef, aunque aún faltaba para eso. 

Poco a poco, y con gran atención, Dahyun aprendió sobre la clientela, los comensales y sobre la cocina que, cabe aclarar, el restaurante se dedicaba a la comida marina, algo que necesitaba de mucho cuidado y perseverancia. 

Era martes, y como cualquier otro día, Dahyun comenzó con su turno de la tarde, que poco a poco comenzó a hacerse más pesado. Al dar cerca de las siete, una camioneta negra y un coche, ambos muy lujosos se estacionaron en el frente del restaurante. Dahyun llamó a su compañero, Doyun, y juntos recibieron a los comensales.

De la camioneta bajó una pareja bien vestida, con relojes finos, zapatos caros y joyas, aunque eso no importaba, ya que le daban el mismo servicio amable y atento a todos, aún así, Doyun se apresuró a atenderlos. Dahyun sonrió, era obvio que su compañero quería ganar una buena propina, así que lo dejó y ella caminó al coche de atrás, el cual era de rojo brillante, casi impecable, donde abrió la puerta del piloto.

Al abrir la puerta, Dahyun se quedó estática ante semejante belleza que estaba presenciando. Del coche bajó una chica más alta que ella, preciosa, con el cabello negro, piel exquisitamente blanca y labios carmesí. La pequeña quedó impactada, pero continuó con su trabajo y se limitó a ver a la joven caminar para unirse con los señores que, a comparación de ellos, vestía muy casual. 

Usaba un pantalón de mezclilla oscuro, y una camisa corta con un estampado que decía el nombre de la ciudad de color azúl marino, el cual hacía resaltar su piel. Llevaba el pelo suelto, y por un momento Dahyun se quedó mirando su forma de caminar, casi hipnotizada, hasta que la joven se volteó para mirarla.

—¿Lo cuidarás? —Le sonrió levemente, y Dahyun asintió, recibiendo las llaves, perdiéndose en su sonrisa—. Confío en ti. 

La pequeña ni siquiera pudo decir nada, ya que la joven siguió a los caballeros dentro del restaurante, y fue entonces que Dahyun soltó en un suspiro el aire que ni siquiera sabía que estaba reteniendo. Luego negó y se subió al coche e inmediatamente sus fosas nasales fueron invadidas por un envolvente olor floral, casi como a petunias con un toque de vainilla. Dahyun cerró los ojos un momento y se permitió disfrutar tan solo un segundo de aquel olor, prometiéndole a sí misma buscar algún perfume similar.

Después de alrededor de una hora, Dahyun se encontraba exhausta y con un poco de hambre, tanto que acarició su estómago con discreción, algo que notaron unos ojos curiosos desde adentro. Pasaron veinte minutos más, y Dahyun escuchó cómo se abría y se cerraba la puerta del restaurante, por lo que retomó su postura erguida e inmediatamente una sonrisa se colocó en sus labios, cosa que al ver el rostro que antes le había fascinado, se hizo ligeramente más sincera.

—¿Disfrutó su cena? —preguntó Dahyun con cortesía mientras recibía el ticket. 

La joven tarareo en afirmación mientras le sonreía levemente de forma amable sin mostrar sus dientes. Dahyun avisó que iría a buscar su coche y la joven la miró alejarse, sin poder despegar su mirada de ella, cosa que nadie notó. 

Al regresar con el coche, Dahyun le entregó las llaves y el ticket a la pelinegra, quien le sonrió con encanto antes de subirse a su coche. Tardó unos segundos en arrancar, pero finalmente pudo ver el coche alejarse entre los otros tantos. Ese rojo brillante probablemente nunca lo olvidaría.

Se había encontrado mirando el camino por el cual el coche se había alejado y pensando en como, cuando abrió la puerta de su coche, el rostro de la joven estaba inexpresivo, casi serio, y cuando salió se encontraba más animada. La pequeña se sumergió tanto en la idea de que quizá aquel cambio se debía a que su experiencia en el restaurante había sido buena que no escuchó cuando Doyun se acercó a ella con una bolsa del mismo restaurante, la cual le entregó.

—¿Y esto? —preguntó con curiosidad y el chico alzó los hombros.

—Sin-A me pidió que te lo diera, al parecer lo pagaron por ti. 

—¿Quién?

—No me lo dijo, lo siento. —Doyun le sonrió con pena y aún así Dahyun le agradeció—. Deberías comerlo antes de que se enfríe, yo te cubriré.

Dahyun agradeció a su amigo y entró con rapidez para no tardar demasiado, al abrir la bolsa se encontró con contenedor de plástico que llevaba dentro un emparedado de pollo con algunas papas fritas a un lado y un jugo de naranja, lo cual era extraño, ya que eso era del menú para niños, pero aún así lo devoró, ya que de verdad tenía hambre. Agradeció mentalmente a la persona que se había apiadado de su alma y le había regalado este almuerzo, pues realmente lo necesitaba. 

El día se pasó volando, luego fue la semana y ya era sábado, Dahyun estaba ansiando su día libre, tanto que no notó que aquella joven del coche rojo volvió a visitar el restaurante cerca de las cuatro de la tarde. Realmente solo el perfume le había parecido conocido, pero al ser un día ocupado, no pudo detenerse mucho tiempo a pensar. 

Sin notarlo, aquella joven pidió una mesa en los balcones que tenían vista directa a la avenida, casualmente donde la pequeña trabajaba, con la excusa de vigilar su coche. Ordenó vino y una porción de pastel de la sección de postres; un sabroso tiramisú clásico, el cual comió muy lentamente, esperando poder estar más tiempo ahí. La joven llevaba consigo su computadora, donde tenía documentos importantes los cuales tenía que leer antes del lunes, sin embargo no pudo concentrarse para nada. Se había convencido a sí misma de que quería volver a comer ese rico postre y que quería un momento tranquilo, pero la verdad es que sus razones para volver eran otras aunque ella misma las negara. 

Lamentablemente aquel pastel no duró lo que esperaba, y con un suspiro pidió la cuenta para después comenzar a guardar su equipo de trabajo. Se colocó su sencillo maletín al hombro y buscó la salida, donde una pequeña castaña ya la esperaba, y como aquella vez preguntó si había disfrutado su comida. Sana asintió y le entregó el boleto de estacionamiento, y pocos minutos después, la pequeña volvió con su coche y le entregó las llaves, no sin antes desearle un buen día. 

Finalmente había acabado la jornada de Dahyun, quien agotada se dirigió directamente a casa y durmió por largas horas, pronto pasaron algunas semanas, en las cuales había reconocido a aquella chica pelinegra del coche rojo unas cuatro veces. Al parecer Dahyun había tenido razón, y sí le había encantado el restaurante. La pequeña había notado conforme pasaron las semanas que entre semana se vestía más formal, había veces que incluso vestía trajes muy lindos y se recogía el cabello, cosa que la hacía ver muy elegante, y en fin de semana su forma de vestir era más casual, pero sin perder el porte y la elegancia.

La chica se había convertido en una cliente frecuente, y visitaba el restaurante al menos dos veces por semana, por lo que era imposible no notarla, eso y por su impecable e hipnotizante belleza. Se ganaba las miradas de todos, eso era cierto.

Desde su primera vista, habían pasado tres meses, en los cuáles siempre venía a la misma hora, entre las cuatro y cinco de la tarde. Dahyun nunca habló mucho con ella, generalmente lo único que salía de su boca eran sonrisas fugaces —aunque encantadoras—, y breves contestaciones amables como “Por favor” cuando le entregaba su ticket y “Gracias” cuando le entregaba sus llaves, aunque eso era suficiente para que Dahyun pensara que su voz podía ser un sonido muy bello.

Sin embargo, ese día no se imaginaba que escucharía más que eso. 

Era sábado, y faltaba una hora para que su turno terminara, aquella chica había llegado hace un par de minutos, algo que Dahyun pensó con curiosidad, ya que generalmente llegaba más temprano. La pequeña comenzó a alistar sus cosas para retirarse, hasta que diez minutos antes de su salida, aquella joven salió para buscar su coche. La joven inmediatamente se puso frente a ella y comenzó a buscar su ticket en las bolsas de su pantalón, sin embargo, no lo encontró, por lo que sonrió levemente apenada.

—No se preocupe. —Dahyun la tranquilizó después de soltar una risita—. Sé cual es su coche. 

—¿De verdad? —La miró sorprendida y Dahyun asintió para luego tomar sus llaves e ir a buscarlo.

Sana sonrío para sí misma, casi satisfecha por aquella respuesta, y se dedicó a esperar con paciencia. Se recargó en la pared de al lado de la puerta del restaurante y cruzó los brazos, aguardando por la pequeña. No pasó mucho tiempo para que Dahyun bajara del coche a entregarle sus llaves, y le deseara buena noche con una sonrisa la cual la más alta catálogo como preciosa. Y cuando Dahyun la dejó sola en la calle, miró sus llaves con detenimiento y luego a la puerta, decidiendo arriesgarse.

Después de tomar todas sus cosas, Dahyun salió del lugar por la puerta principal y se encontró con la joven recargada en su coche, con los brazos cruzados. Cuando la mayor la notó, se acercó lentamente a ella y le ofreció un papel doblado, el cual Dahyun tomó lentamente para luego desdoblarlo y darse cuenta que era el ticket que se suponía que hace un momento debía de entregarle. 

—Tenía que dártelo. —La joven sonrió mientras la miraba fijamente—. Supongo que solo fue una excusa, quería que esta vez cruzaramos más de cinco palabras.

—¿Entonces no lo perdiste? —Dahyun la miró divertida y Sana negó levemente sin dejar de mirarla. 

—Digamos que... quería quedarme más tiempo. —Le sonrió con coquetería.

Dahyun alejó la mirada, sonrojada y Sana sonrió orgullosa, porque después de tantas semanas, ella era la causa de su sonrisa, y tanto que había ansiado serlo.

—Es curioso, llevo tres meses viendo aquí y aún no sé tu nombre. 

—Mi nombre es Dahyun —dijo la pequeña mientras estiraba su mano para que la estrechara con la de ella. La joven tomó su mano con delicadeza y acarició su dorso con dulzura.

—Yo soy Sana. —Le sonrió sin querer soltarse—. Y es un verdadero placer conocerte.


Volví pronto jeje, ya se la saben a los que me leyeron últimamente, público los sábados. Ya está terminada, no tienen de qué preocuparse, simplemente disfruten esta bonita historia.

Dedicada a mi hermanopla, que ya se me olvidó su user, pero yo sé que la va a leer de nuevo jsjsjs.

-B. A. F.

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