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Capítulo 59

Marcus se quedó con ellos la noche del viernes y del sábado.  El domingo, al mediodía, se marchó con Jungkook y Eyolf.

Fue una despedida triste. Marcus no quería separarse de ellos. Jimin tuvo que hacer acopio de todo su valor para no ponerse a llorar. Jungkook fue quien, como siempre, le explicó que pronto estarían juntos y que sólo tenía que tener paciencia un poquito más. Lobito, él apodo que le puso Jungkook, terminó por entender y a pesar de tener pena, se marchó con Jungkook y Eyolf.

Jimin, después de su partida, sentía que el silencio era abrumador. Ya lo extrañaba y hacían apenas unos minutos que se había ido. Tenía ganas de retomar su vida y a la vez miedo de salir de esta burbuja qué habían creado con Jungkook. Además tendría que ir al cementerio a visitar la tumba de Stella y asumir de forma real su muerte.

El fin de semana había estado plagado de risas y juegos con Marcus. Se sentía como un hogar. Compartir con Jungkook y el niño cada comida, él baño mientras cepillaban sus dientes, dormirse abrazaditos, con Eyolf que no se despegaba de Marcus cuidándolo como si fuera su cachorro, había sido una pequeña muestra de como sería su vida de ahora en adelante.

Tenían un futuro hermoso, pero para eso primero debían cobrar su deuda con Jeon Wilks. Con él en el mapa nada de ése futuro sería posible.

También, debía sincerarse con Nam-joon. Tal vez no estuviera de acuerdo, pero sabía que podía contar con él. Tenía tantas cosas pendientes, que por mucho que quisiera seguir en esta especie de luna de miel, no podía dilatar más su regreso a la ciudad y el trabajo.

Y ése, era otro problema, que tenía que discutir con Jungkook.

¿Cómo harían creíble su regreso?

Se suponía que estaba secuestrado. Nam-joon era la única salida. Esperaba que Jungkook no se opusiera. No tenían otra alternativa.

Muy desanimado y con el ánimo bajo, se puso a cocinar. No era tan bueno como Jungkook, pero se defendía.

Miró la nevera y vio el conejo qué Jungkook había congelado. Sonrió al recordar como llegó el conejo allí...

El sábado, Jimin, salió por primera vez con Jungkook y Marcus en una expedición nocturna. Jimin estaba bastante inseguro de salir, sobretodo con Marcus, pero la oportunidad de respirar aire puro y ver más que esas paredes blancas terminó por convencerlo.

Todo fue bien al principio. Jungkook le mostró a ambos el mundo nocturno del bosque y les enseñó los diferentes ruidos del bosque, asegurándoles que no debían temerles. Marcus estaba fascinado. Jimin no tanto. El niño era más valiente que él en ese aspecto. Búhos, ardillas, luciérnagas, arañas y un montón de otros especímenes fueron apareciendo, parecía una visita guiada al zoológico nocturno , claro está que en estado salvaje.  Hasta ahí, todo bien. Pero apareció un conejo y Eyolf  lo cazó con sus enormes fauces matándolo al instante. Marcus grito asustado y se puso a llorar a moco tendido. Jimin no hallaba como tranquilizarlo. Jungkook finalmente lo hizo dándole una larga charla sobre la naturaleza y la supervivencia animal. Eyolf había hecho lo que su naturaleza le dictaba para sobrevivir. Eso no lo hacía un lobo malo, y bla bla bla.

Marcus terminó por entender, pero Eyolf tuvo la genial idea de dejarle el conejo a sus pies como una ofrenda y Marcus rompió a llorar de nuevo.

Jungkook le tuvo que volver a explicar que el lobo se lo había traído de regalo porque lo consideraba de su manada. Marcus dejó de llorar, pero no quería ver al lindo conejito muerto. Así que Jungkook para que Eyolf no se sintiera ofendido, lo metió en la mochila fuera de la vista de Marcus, y cuando el niño dormía lo faenó y guardó en la nevera.

Jimin pensó que Marcus quizás se resentiría con el lobo, pero se equivocó. Los niños gracias a Dios no eran rencorosos y aceptaban la compleja realidad con inocencia. Así que la relación entre ambos siguió estable, llegando incluso a dormir juntos. Marcus era un niño increíble. Tal vez por lo difícil que había sido su vida. Y Eyolf... Eyolf lo adoraba. Había creado un lazo con el niño aún más fuerte que el que tenía con Jungkook. Y Jimin, bueno era el último dentro de la manada del lobo. Por suerte, para Jungkook era el primero.

Sonrió al darse cuenta de las tonterías que pensaba y sacó el conejo. El problema era que nunca había cocinado uno. Pero para eso existía el celular.

Nunca pensó que un conejo le daría tanto trabajo. Hasta las ganas de comerlo se le habían ido, pero cuando probó el resultado, sonrió complacido. Estaba de chuparse los dedos.

Cuando jungkook volvió tenía la mesa puesta.

- ¿Cocinaste, cachorro? - dijo oliendo la estancia.

- Sí. - le dijo acercándose y dándole un beso de bienvenida.

- Mmmm...huele bien ¿Tramas seducirme, cachorro?

Jimin sonrió coqueto.

- Tal vez. ¿No quieres?

Jungkook lo tomó en brazos y lo besó profundamente, con avidez. La presencia de Marcus los había mantenido en abstinencia. Unos besitos a escondidas no eran suficientes para Jungkook ahora.

- ¿Podemos comer después?

Jimin vio su mirada hambrienta... pero no de comida.

- Bájame. Primero la comida. Me dio demasiado trabajo, así que tu otro apetito puede esperar.

Jungkook se largó a reír y le dio un último beso antes de depositarlo en el suelo.

- Me debes una afeitada y hoy es el día...

- Yo creí que te gustaba mi barba.

- Me gusta, cachorro. Te vez sexy con ella, pero...

Jimin vio que su semblante se oscureció.

- ¿Pasa algo? - preguntó Jimin preocupándose.

- Mañana debemos partir. Los hombres de Jeon planean internarse en el bosque. No quiero más lobos heridos y menos, muertos o cazados.

- Te iba decir lo mismo. Creo que es tiempo de regresar y hacerle saber a tu tío que no estás aquí. Debemos planear cuidadosamente los pasos a seguir.

Jungkook asintió. El ambiente se puso sombrío. Pero Jimin se negaba a que las últimas horas en ése lugar, donde había sido tan feliz, se vieran malogradas .

Se acercó a Jungkook y lo abrazó.

- Comamos. Olvidémonos de Wilks por ahora. Quiero disfrutar de estas últimas horas contigo en éste lugar.

Jungkook asintió. Los problemas quedarían relegados para más tarde. Por el momento disfrutarían de estar juntos, de amarse, y por el momento, seguros dentro de ése búnker.

- Te quiero, cachorro.

- Yo también. No sabes cuanto.

Se besaron y se sentaron a comer.

Eyolf también tocó una porción de conejo hervido y sin sal, porque jimin se negaba a dárselo crudo. Si él cocinaba, los comensales debían acatar sus normas.



*Crédito a los creadores de los fanart.

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