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Capítulo 41

- Define a que te refieres con... Mío - dijo Jimin pasado el impacto qué le produjo su declaración, y bueno, tampoco se iba a entregar en bandeja sin tener algo que decir al respecto. Lo más probable era que lo estaba interpretando erróneamente.

- Mío- lo miró con sus ojos negros sin apartar la mano de su mejilla - pronombre posesivo de la primera persona (yo) - sonrió curvando su boca casi de forma feroz - se refiere a lo que es propio o pertenece a mí... ¿Lo entiendes, cachorro?

Jimin sintió la cara ardiendo. La forma en que Jungkook lo miraba reafirmaba lo que había dicho. Su mirada era posesiva, su tacto era posesivo. No podía negar que la misma química del beso estaba resurgiendo por lo menos en él. Se sentía como si su piel no le perteneciera, su mente luchaba contra su corazón. Su mente le decía que no podía, y su corazón se moría de ganas por lanzarse de lleno aunque terminara estrellado. Tomó la mano de Jungkook y la apartó de su rostro y se alejó hacia la ventana.

Jungkook no lo siguió, pero sus ojos no lo perdieron. Jimin sintió un escalofrío. Nunca nadie lo había mirado así. Lo había sentido desde la primera vez.

- No es tan simple, Jungkook. Las personas no pertenecen...

- ¿Porqué no? Yo ya te pertenezco, cachorro. Y no creas que fue una decisión fácil. Casi enloquecí después de besarte, pero sobreviví. Me llevó días procesar todo las reacciones físicas del experimento, mi cabeza era un caos, no podía poner en orden mis ideas y llegué a la conclusión de que mantenerme alejado era la mejor opción para mi tranquilidad mental. Pero no pude sacarte de mi mente. Mientras más pasaban los días no me tranquilicé, mientras más trataba de borrarte de mi mente más presente te tenía. Me estaba volviendo loco nuevamente, pero ahora de las ganas de venir, de verte, y aún así, seguí resistiendo. Hace solamente dos días, me di cuenta que eras como una droga en mi sistema sanguíneo. Caí en cuenta de que por mas qué luchara por alejarme de ti era demasiado tarde, no era posible. Entonces tome la situación en que estaba, la analicé, diseccioné, vi los pros y contras y me decidí. Me pregunté ¿porqué no? ¿Porqué luchar contra el apego qué siento por ti?. Se que no soy lo que se llama normal, pero trabajaré por darte lo que me pidas, por ser el hombre que llames tuyo. ¿Es tan descabellado?

¿Droga? ¿Apego?

Era la declaración más atípica que Jimin pensó escuchar. Le zumbaban los oídos y el cerebro. Se alejó de la ventana y se sentó en el borde de la cama, apoyó las manos sobre sus rodillas, ladeó la cabeza y enfrentó su mirada.

- ¿Qué pasa si me enamoró? Tú hablas de "apego", no soy una mascota, Jungkook. Tengo sentimientos, y si aceptó ¿qué me entregarás tú a cambio? Ni siquiera puedo tocarte sin que colapses y yo voy a desear hacerlo, ¿cómo va a funcionar? Y también está Marcus. Marcus es parte de mi vida ahora...

- ¿Marcus? ¿Porqué sería un problema? El niño ya me conoce y yo a él- Jungkook se acercó y se hincó frente a sus rodillas - eres la primera persona que me hace sentir algo, la primera que me ve algo de humano, él primero que no siente asco de mi condición... Puedo aprender a darte lo que necesitas...cachorro.

- Jungkook... Los sentimientos no se aprenden, se sienten. No sé si pueda lidiar en un futuro con eso.

- Te prometo que me entregaré por entero para que hagas de mí lo que desees, para que me enseñes lo que necesitas, aprenderé a que tu contacto sea tan necesario para mi como respirar. Te amaré a mi manera. Nunca tendrás dudas de que soy solo tuyo, así como yo sé que eres mío. Mío y de nadie más - lo último lo dijo con ferocidad.

Jimin lo miró. Se perdió en sus lagunas negras. Quería sumergirse en ellas, quería lanzarse de lleno. Le creía todo lo que le había dicho... Pero tenía miedo de salir herido. Un miedo tan arraigado qué era difícil olvidarlo.

- Comprende, cachorro. No tienes elección. No conmigo. Por más que te resistas te demostraré que soy para ti. Aunque tarde toda una vida te haré comprender que podemos funcionar bien.

Jimin suspiró y se pasó las manos por el cabello desordenándolo, sintiendo su corazón a punto de estallar. Quería todo lo que Jungkook le ofrecía, ya no le importaba lo que había hecho. Lo poco que había compartido con él era mucho más que lo que había compartido con nadie. Jungkook lo conocía, sabía sus secretos, sus dolores, sus angustias y nunca lo había juzgado. ¿Por cobarde se perdería esta oportunidad si había fantaseado con ella? La respuesta era no. Al diablo con todo. Le hizo una última pregunta, la que definiría su respuesta.

- Si acepto... ¿Serás capaz de permanecer en la sombra? ¿De existir sólo para mí y Marcus? Soy detective y tu un asesino...nunca podremos hacer una vida normal.

Jungkook sonrió y le apresó ambas manos en las suyas.

- No necesito a nadie más que a ti y a Marcus. He vivido en las sombras toda mi vida. ¿Porqué me afectaría si siempre puedo estar a tu lado y al de Marcus como lo he hecho hasta ahora? - Jungkook besó cada mano con dulzura y luego lo miró a los ojos - ¿puedo llamarte mío?

Jimin no pudo evitar el salto alocado de su corazón. Éste hombre iba a matarlo. Y en el fondo sabía que era más de lo que nunca pensó merecer. Se mordió los labios y sonrió.

- Puedes - susurró.

- Dilo, cachorro. Di que eres mío.

Jimin sonrió un poco avergonzado.

- Soy tuyo. Te pertenezco.

Jungkook sonrió y sus ojos también lo hacían. Había tanta inocencia en su mirada, tanta vulnerabilidad que Jimin sintió un calor tibio dentro de su pecho.

- Y yo soy tuyo, cachorro- Jungkook le acarició la mandíbula con sus dedos - te pertenezco desde hoy y para siempre.

Jimin necesitaba tocarlo. Comprobar cuán real era, pero temía asustarlo, ser demasiado impulsivo... Pero Jungkook solucionó su indecisión.

- ¿Puedo besarte, cachorro? - la pregunta destilaba devoción.

Jimin asintió y envolvió las manos de Jungkook qué acunaban sus mejillas. Inclinó su cabeza hacia él, que continuaba de rodillas frente a él, y acercó su boca. Entregándose para que su hombre hiciera con ella lo que quisiera. A su ritmo, poco a poco, sin presión.

Y Jungkook lo hizo. Besó aquella boca qué se le ofrendaba, para sellar el acuerdo de pertenencia.







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