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Capítulo 39

Dos semanas habían transcurrido y Jungkook no había dado señales de vida.

Jimin se sentía desasosegado esperando verlo aparecer en cualquier instante, pero eso no sucedió. Tenía ganas de verlo. Oír de su propia boca qué estaba bien. Que había logrado superarlo. Que le dijera cualquier cosa, pero que volviera. Se había acostumbrado demasiado a tenerlo rondando cerca.

Además el beso... Ese beso, le había hecho anhelar lo que se había negado durante años después de August... Le removió las ganas de tener a alguien con quien compartir su vida. No se trataba de sexo, podría y podía tenerlo si quisiera, pero lo de él  no eran revolcones de una noche y luego nada. No podía. Quería poder hablar, llegar del trabajo y saber que alguien lo esperaba igual de ansioso que él, alguien con quien el sexo fuera alucinante pero que fuera una extensión de amarse, alguien con quien compartir lo simple y lo complicado, alguien en quien confiar y que por sobretodo en este momento de su vida, que quisiera una familia donde estaba incluido Marcus.

¿Porqué Jungkook tenía que estar al otro lado de la ley? ¿Porqué pensaba que él encajaba perfecto en sus anhelos?

Volvió a andar malhumorado, si ya era jodido con sus compañeros ahora lo era el doble. Taehyung era el que pagaba los platos rotos ganándose la mirada desaprobadora de Nam-joon.

Se metió de lleno en la investigación de Jeon Wilks. Ese era un pez gordo y Jungkook ya le había advertido qué se alejará de él. Jungkook no lo haría si no tuviera motivos. Su jefe no estaba muy contento con el giro qué había dado a la investigación, tuvo que apelar a todos sus recursos para que le diera su venia. Por suerte sabía que sus corazonadas, hasta el momento, nunca estaban equivocadas.

El problema era que Jeon Wilks era demasiado importante en Ciudad Escarlata, con conexiones en todos los altos mandos, incluida la justicia y los jueces.

Pero si estaba infringiendo la ley debía pagar como cualquier criminal. No tenía porqué ser la excepción.

Decidido salió a visitar al único hombre que se había atrevido a enfrentarlo. No le dijo a nadie. Sólo su jefe sabía. Después de lo sucedido con Glenda, no iba dar ningún paso en falso, menos si aún no lograba descubrir al infiltrado. Y su jefe tampoco sabía de esto. En boca cerrada no entran moscas.

Entró a la prisión y lo llevaron a la celda donde estaba Héctor Guerra. Sabía que tenía el tiempo contado para hablar con él. El director de la cárcel se mostró reacio a la entrevista y su jefe tuvo que intervenir. Su sexto sentido le decía que si hubiera dado aviso el hombre en cuestión habría desaparecido. Y lo más seguro es que el encargado de prisión en ese preciso momento debía estar dando aviso a alguien de su sorpresiva visita.

Héctor era de origen latino. Ciudad Escarlata albergaba ciudadanos de muchas etnias. Era una ciudad sin identidad específica.

Héctor estaba en una celda aislada. Miró por si había cámaras de  vigilancia y divisó sólo la de fuera de la celda en el pasillo. Era una suerte y la iba a aprovechar.

El hombre moreno alzó la vista cuando la celda se abrió. Había desconfianza en su mirada... Y temor.

- Puede cerrar la celda - le dijo al funcionario carcelero - dentro de media hora vuelva.

- Mis instrucciones son esperar afuera y sólo... tiene quince minutos - respondió el funcionario.

Jimin levantó una ceja.

- Pondré una denuncia por obstrucción a mi trabajo. Soy detective de la Brigada de Homicidios.

- Sólo sigo ordenes, detective.

Jimin meneó la cabeza ofuscado y decidió no perder más tiempo.

- ¿Héctor?- preguntó. El hombre asintió.

- ¿Quién lo manda?

Jimin ladeó la cabeza.

- ¿Porqué crees que alguien me manda?

Héctor se encogió de hombros.

- Desde que estoy aquí... - hizo una pausa - no he visto a nadie.

- ¿Cómo?¿Has estado aislado desde que te trajeron aquí?

Héctor asintió.

- Sólo me sacan por la noche al baño para asearme. Cuando no hay nadie...

- ¿Porqué te mandaron a prisión? - preguntó Jimin incrédulo.

- Por difamación y robo.

- Esto... - Jimin señaló la celda aislada sin ventanas y con un catre como único moviliario - es ilegal.

- Dígaselo a Jeon Wilks. Él me dio este castigo. Moriré aquí adentro. Si pudiera... Yo ya me habría matado.

Jimin pensó que era un candidato a víctima perfecto para Jungkook. Quería morir y no podía. Se veía en su mirada, en su postura. Ya no era un hombre, le habían arrebatado hasta las ganas de luchar. Jimin supo que era inocente. Que estaba pagando por crímenes que nunca cometió . ¿Esa era la justicia qué tanto trabajaba por mantener?¿De que le servía si hombres como Héctor pagaban de manera inhumana por atreverse a decir la verdad? ¿Cuántos más como él habrían?

Jungkook no era un monstruo. Monstruos eran aquellos que se habían corrompido para ganar dinero fácil sometiéndose a los dictados de gente inescrupulosa como Jeon Wilks. ¿Porqué pensaba en él ahora? Porque Jungkook no mentía, no escondía lo que era. Porque carecía de sentimientos, pero era más recto qué muchos. Jungkook le había abierto los ojos. Le había hecho notar lo corrupto del mundo que tanto defendía y del que era parte. Ni siquiera la brigada estaba libre de esa podredumbre.

- Héctor. Yo creo que dijiste la verdad. Y quiero que confíes en mí. Sé que Jeon Wilks no es lo que aparenta. ¿Podrías ayudarme a atraparlo?

Un brillo apareció en su mirada muerta. Sabía que era deseos de venganza.

- Te diré todo lo que sé. Quiero que ese maldito pague aunque me mate...porque sé que lo hará. A estás alturas será una bendición si lo hace.

- Trataré de sacarte...

- No puede. Ya no hay tiempo - había conformidad. Como un destino asumido.

Y Héctor habló. No se guardó nada. Jimin lo escuchó en silencio, haciendo una qué otra pregunta. Lo grabó en su celular para revisar todo con detalle más tarde. Pero se sintió horrorizado con lo que le reveló Héctor.

Jeon Wilks era el verdadero monstruo.

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