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Capítulo 15

Jimin estaba tan furioso qué no se percató de que por primera vez veía el rostro del asesino, cuando lo hizo lo asaltaron miles de preguntas.

¿Es qué acaso ese hombre tenía el ego tan grande que no veía el alcance de tamaña audacia?

Lo observó atentamente. Pelo negro que caía desordenadamente sobre su frente y orejas, frente amplia de cejas pobladas y unos ojos negros y grandes que si no supiera que eran de un asesino diría que revestían cierta inocencia, su nariz grande y ancha en la punta, con labios delgados siendo el inferior más abultado y adornado con un pequeño lunar, por su sonrisa podía ver sus dientes blancos con sus dos paletas más grandes, mentón ancho y marcado. El conjunto de todo lo hacía un hombre atractivo. No era tan grande, pero si se veía que tenía una contextura musculosa, a vista de su ancha espalda y de sus largas y marcadas piernas en las que se vislumbraba la tensión de la tela de sus pantalones... Y eso que eran anchos.

—¿Ya me escaneaste, cachorro? —dijo levantando una ceja y curvando su boca en una sonrisa ladeada.

Jimin no se había dado cuenta de cuán concentrado estaba observándolo. Se recostó en la cama nuevamente, las costillas le dolían demasiado. Acomodó como pudo las almohadas para poder mirarlo.

—¿Tú me trajiste? —preguntó con voz áspera.

—Creo que eso no necesita una respuesta, cachorro. —El hombre separó las piernas y apoyó sus manos en las rodillas inclinándose ligeramente para mirarlo.

—El lobo... ¿Te pertenece? — preguntó Jimin.

—Algo así. Ningún lobo reconoce un dueño. Podría decirse que nos tenemos apego.

Jimin soltó una risa áspera. Luego lo miró.

—Querrás decir que ambos son igual de sanguinarios.

—También —el hombre sonrió— no voy a negarlo. ¿Creíste que lo haría, cachorro?

—¡Deja de llamarme así! —gritó Jimin ofuscado.

—No se me da la gana. Y no estás en posición de darme órdenes. —Lo dijo arrastrando las palabras y mirándolo fijamente. Desafiante.

—No creas que te estoy agradecido por sacarme de la zona oscura... Sólo retardaste el resultado. Ahora que te he visto se que me matarás.

—¿Eso crees? —Sonrió observándolo aún más—. Lamento desilusionarte. Te quiero vivo..., aún. Eres demasiado interesante, tan lleno de ira, eres como un volcán repleto de emociones que no dejas que hagan erupción. —Sonrió levantándose perezosamente y acercándose con pasos tranquilos—. Mírate ahora, todo tenso e indefenso...

—Ya deben estar buscándome. Mi compañero debe venir en camino al perder mi rastro.

—¿El grandote? ¿Nam-joon? — sonrió burlón—. Ya me encargué de él.

Jimin abrió los ojos y su respiración se detuvo.

—¡Qué le hiciste maldito demente! —Ya no quería nada más que matarlo con sus propias manos.

—Tú amigo apareció de repente. De primera, me miró con desconfianza, pero le dije que era tu novio y que además era médico —sonrió maliciosamente—, y que justo te estaba atendiendo porque estabas un poco ¿magullado?

—¡Hijo de puta!¡Nam-joon no se creería eso! - le gritó Jimin apretando los puños y los dientes que rechinaron.

—Pues se lo creyó. Le dije que te estaba esperando para pasar el resto de la noche juntos y que llegaste arrastrándose antes de caer inconsciente en mis brazos. Fue tan divertido fingir lo afectado que estaba porque mi noviecito estuviera lastimado... Incluso lo dejé verte. El grandote no paraba de maldecir cuando te vio. "Terco" "necio" fueron sus palabras más suaves... —sonrió orgulloso de su imitación de Nam-joon. —No debería extrañarte que me creyera, pude comprobar que no saben nada de tu vida privada. Tu no los dejas conocerte, cachorro. A diferencia de mí que puedo verte sin tu máscara —sus ojos adquirieron un tinte perverso, casi animal. Un depredador.

—Ahora Nam-joon también te conoce. ¿No sientes aunque sea un poco de miedo? ¿Tan seguro de que saldrás indemne?

Él soltó una carcajada.

—Te lo dije. Nadie puede atraparme; y en el hipotético caso de que lo hicieran... las rejas no serían suficiente para retenerme.

—Loco, estás loco. ¿En serio te lo crees? Todo ese discurso... ¿En serio? —Jimin meneó la cabeza— ¿Por eso eliges a tus víctimas con evidente estado de depresión? ¿Ver sus desgracias te hacen sentir todopoderoso? ¿Darles muerte te hacen sentir mejor?

—Puedes creer lo que se te de la gana, cachorro. Sólo te diré que no fue la piedad lo que me motivó a terminar con ellas, como dejó entrever la periodista. Sólo les di lo que querían. Eran unas cobardes. ¿Sabes lo fascinante que son las emociones? ¿El poder que tienen? ¿Cómo son despectivamente desechadas por la mayoría tratando de no verlas o de no dejar que las vean, ocultándolas como un secreto sucio?  Sinceramente no siento nada al darles muerte. Sólo son mi objeto de estudio para lograr un fin.

El hombre se inclinó hacia la cama y Jimin se retiró contra la cabecera haciéndolo sonreír.

—Eso quiere decir que habrá más víctimas...

—Sí, hasta... —No terminó de hablar y se quedó callado. Acercó su mano y la posó sobre la piel desnuda de su brazo.

—Estás tan tenso, puedo sentir como la sangre corre acelerada por tus venas, no de miedo. Tienes ira. Fascinante.

Jimin alejó violentamente su brazo del toque de sus dedos.

—No vuelvas a tocarme —dijo Jimin— no sabes nada de mí.

—Sé más de lo que crees. Por ejemplo ¿qué me dices del novio de tú hermana? Fue tan interesante ver tu reacción hacia él. Miedo, culpa... ¿Te acuestas con él, cachorro?

—¡Cállate! —su respuesta fue visceral, no pudo contenerse.

—Creo que tienes suficiente por hoy. Lo que no quiere decir que lo olvidaré. Te haré ver tus demonios. Será fascinante ver como lidias con ellos. —Se empezó a alejar hacia la puerta del dormitorio—. Hay analgésicos en el velador, y tu costilla no está quebrada, pero el hematoma es grande y doloroso. —Sonrió con la mano en el picaporte. —Siempre es un placer conversar contigo, cachorro.

Una carcajada burlona fue lo que  escuchó antes de que desapareciera.

Jimin cayó temblando en el colchón. ¿Qué diablos fue eso? No podía entender. El sudor empapaba su camiseta, la sangre se agolpaba en su cerebro. No podía procesar como funcionaba la mente del monstruo. Era como si nada lo afectará. En todo momento se mantuvo sereno. Nunca alzó la voz o demostró algún tipo de emoción. Nada. Era como mirar y observar nada.

Y lo peor de todo. Estaba jugando con él. Con su cabeza. Descifrándolo. Armando el rompecabezas de su existencia pieza a pieza.





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