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Capítulo 11

Jimin trabajó el resto del día en la investigación. Se dio cuenta que tenía ganas de un nuevo encuentro a solas con el asesino. Si volvía a suceder no perdería el tiempo, o mejor dicho, no se dejaría dominar por la ira y aprovecharía de tratar de averiguar que había querido lograr al cometer los asesinatos... Porque aunque hubieran sido consentidos por sus víctimas, eran asesinatos a sangre fría igual.

El hombre a pesar de su tamaño lograba desplazarse sigilosamente. No había otra explicación para que hubiera irrumpido en su casa sin que él se diera cuenta. El tenía el sueño ligero y cualquier ruido lo despertaba... Aunque esa noche estaba más cansado de lo normal. No entendía el hecho de haber llamado su atención. Según las propias palabras de él no le molestaba en lo más mínimo que lo hubiera llamado «monstruo». Por el momento no tenía respuesta para esa interrogante.

En su línea investigativa, expuesta en su pizarra de corcho agregó en la parte del asesino una «J». También agregó: «hombre joven alrededor de los treinta, tiene un lobo negro de mascota". Se quedó mirando frustrado su casi nulo avance.

Se sentó de nuevo frente a su ordenador. Si ese hombre poseía un lobo no vivía en la zona urbana de Ciudad Escarlata. Tenía dos opciones: vivía en la zona oscura, donde imperaba la ley del más fuerte o en las zonas boscosas qué rodeaban la zona oscura.

Ambas opciones eran igual de deprimentes. Pero no le quedaba más que tratar de obtener información en la zona oscura, en primer lugar. Conocía la zona, había estado allí con Taehyung siguiendo una pista del caso de tráfico de órganos. Casi les había costado la vida cuando los descubrieron. Por suerte habían salido sólo un poco magullados. Ahora iría solo. No arriesgaría a ningún compañero. Claro que tendría que tomar precauciones... Nam-joon. Le diría a él y se preparó para su negativa. Decidido partió a su oficina.

Nam-joon levantó la vista del portátil cuando Jimin entró.

—¿Qué necesitas, Jimin?

—No te va a gustar...

Nam-joon suspiró pesadamente y apoyó los codos en el escritorio.

—Entonces no lo digas...

—Voy a ir a la zona oscura éste sábado por la noche.

—No.

Jimin levantó una ceja.

—No te estoy pidiendo permiso, te estoy avisando. Quiero que me monitorees por si algo sucede.

—¿Te has vuelto loco, Jimin? ¿Estás buscando una bala en la cabeza?

—No tengo intenciones de morir, Nam. —Jimin se sentó frente a él —. El asesino sólo puede vivir ahí o en los bosques colindantes. Nadie con un lobo pasaría desapercibido en el centro de Ciudad escarlata. —Jimin sonrió para tranquilizarlo—. No haré nada imprudente, solo voy a investigar.

—¿Y crees qué no sospecharán de alguien haciendo preguntas? —Le espetó Nam-joon enojado.

—Seré cuidadoso. Por eso necesito de tu ayuda. Quiero que me pases un rastreador y un audífono, así sabrás todo lo que ocurra. No confío en nadie más que en ti, Nam.

Nam-joon se tomó la cabeza y ahogo un grito de frustración.

—¡Mierda!¡Está bien!

Jimin sonrió complacido.

Nam-joon no lo dejaría solo. Su complejo de padre de todos ellos no se lo permitía. Jimin salió de la oficina de Nam-joon con un rastreador y un audífono. Ya estaba todo en marcha.

El celular sonó cuando se disponía a irse. Era Stella, su hermana. Se había olvidado completamente que hoy viernes pasaría por ella para llevarla a cenar.

—Hola, nena.

—Hola, Jim. Apuesto que ya te habías olvidado...

—No, nena. —Mintió Jimin—. He tenido un día ocupado, pero iré por ti dentro de una hora.

Escuchó la risita de su hermana. Lo único bueno del día.

—Te espero entonces, Jim —le dijo Stella—, te amo, hermano. Nos vemos.

—Yo también te amo, nena  —Jimin sonrió con dulzura y se cortó la llamada. Ella era la única familia que tenía. Stella era lo único por lo que deseaba seguir con vida.

Llegó a su casa y un leve escalofrío lo recorrió al recordar la noche anterior. Desactivó la alarma e ingreso, chequeando el lugar. Era una costumbre arraigada por los años de oficio. No porque se sintiera inseguro por haber tenido al asesino en su interior. Él le había dicho que debiera temerle, pero por extraño que sonara no sentía eso. Ese monstruo le hacía hervir la sangre, lo hacía sentirse frustrado, pero no le temía. Recordó qué no debía
menospreciar las habilidades e inteligencia del hombre. Esa era la manera de atraparlo. Se duchó con el arma al lado. No podía confiarse. No volvería a estar a su merced otra vez.

Se vistió con un traje por su hermana. Odiaba vestir formal. Pero de vez en cuando no le haría daño. Menos si siempre que lo hacía era por Stella.

A las diez en punto tocó el timbre del lujoso departamento qué le había comprado a Stella en un seguro edificio del centro de la ciudad. Su seguridad valía los millones qué pago por él.

—¡Jim! —Su hermana le saltó a los brazos besándole las mejillas.

—Nena —Jimin la despeinó sonriéndole.

—¡No hagas eso, Jim! —se quejó Stella—. ¡Fui a la peluquería hoy!

Jimin se rió. Su pelo liso y negro como el ébano siempre lucía impecable.

—¿Nos vamos? —preguntó Jimin.

—Tomo mi cartera y abrigo y nos vamos —su hermana entró corriendo y recogió sus cosas luego dejó sus pantuflas y se calzó unos zapatos de tacones altísimos.

—¿Cómo puedes caminar con esos zancos, nena? —preguntó divertido.

—Esto un arte, Jim. Nunca lo entenderías. Pero me veo hermosa, ¿verdad? —Se dio una vuelta para que la admirara.

—Verdad, vanidosa. Ya, vamos, tengo reservas en tu restaurante favorito a las diez y media.

—¡Lasaña y vino tinto! —gritó Stella feliz.

—Sí. Lasaña y vino. Agua para mí.

—Fome. —Stella le sacó la lengua y cerró la puerta para luego agarrarse de su brazo. Jimin se sentía feliz. Stella lo lograba. Si tan sólo... Eludió los negros pensamientos que querían opacar el momento.

Caminaban hacia su camioneta cuando lo sintió. El cosquilleó en su nuca. Los vellos erizándose. Miró a su alrededor sin alarmar a su hermana y la apuró a subir.

Cuando iba saliendo nuevamente lo vio. El lobo negro mirando la camioneta alejarse. Eso lo congeló. El asesino ahora sabía dónde vivía su hermana.

Por primera vez sintió miedo.

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