~7. Época oscura
El caballero y los dos jóvenes huérfanos caminaron por atajos silvestres, evitando los senderos hasta salir del territorio Antheino.
Mientras tanto, unos días después, el ejército de Anthea se movilizaba y comenzaba a investigar el suceso de la noche de las llamas ocurrido en Elmsford.
Cuando el miedo y la desesperación se apoderaron de la capital, salieron a la luz las verdaderas intenciones de algunos ciudadanos y otros se acobardaron ante el poder de los dominantes.
Leone se encontraba en la plaza central de la capital, descuidado, sucio y herido, abriéndose paso entre la multitud aglomerada en la plaza, viendo cómo el rey Jarsha I estaba a punto de dar un discurso motivador para calmar el ambiente.
—Querido pueblo—habló el monarca con voz determinante—, ya soy consciente de todos y cada uno de los detalles sobre el pasado incidente ocurrido hace una semana en nuestro querido pueblo de Elmsford. Si bien los informes son aterradores y la situación es de gravedad extrema, me enorgullece decir que contamos con las fuerzas necesarias para hacer frente a esta amenaza. Todo gracias al poder militar que ostentamos debido a la incesante lucha de nuestros guerreros externos en el extranjero y los múltiples avances tecnológicos gracias a nuestra exitosa revolución contra esos seres tan horribles que nos sometieron un día.
Sin embargo, todos los que una vez levantamos la mano para pegar a nuestros flageladores con su propio látigo sabíamos que llegaría el día en el que tomarían la más grande de las represalias contra nosotros. Y para ese día, nos hemos estado preparando todos estos años, tanto yo como nuestro ejército, y como estuvo preparándose también nuestro héroe libertador y difunto amigo... Antheodor.
Estimado pueblo, debo decirles, por lo que se me demanda como rey y protector de nuestra amada patria, que ese día ha llegado. No pensamos echar ni un paso atrás. Y nadie de nuestro pueblo lo hará jamás, hasta conseguir nuestra libertad total.
Por una historia de siglos de sufrimiento, que en nuestros genes descansa, saquémoslo a flote, juntos... ¡¡¡Derrotemos a esos demonios!!!
—¡¡¡SIIIII —gritaron con fervor los oyentes Antheinos—POR NUESTRA PATRIA, POR NUESTROS HIJOS, POR LA LIBERTAD!!!
Leone escuchó el potente discurso del rey hasta el final y marchó a casa de Millow.
—Ha sido un gran discurso, majestad —afirmó el Comandante Lucius, un hombre de estatura alta, cabellera negra, ojos rasgados y facciones marcadas que le otorgaban un serio e intimidante aspecto.
—Espero haberles alentado lo suficiente, Lucius, para que puedan soportar, esta época oscura —respondió el rey mientras se retiraba del escenario siendo vitoreado por toda la plaza entera.
Leone llamó a la puerta de los Woodstock. Cuando cayeron en cuenta de que era Leone, le abrieron sin dudarlo y Millow quedó asombrado.
—Pequeño—le dijo la señora Woodstock—, creímos que habías muerto, qué alegría que estés vivo.
—Sí—afirmó el señor Woodstock—, ¿qué fue de los Galant?
—La familia Galant está muerta, vi sus cadáveres—respondió Leone con la mirada desconsoladamente perdida y apretando las manos—y la mía también.
Al escuchar esto, Millow estalló en un llanto amargo.
—Lo siento, Leo... lo siento, debería haber estado con vosotros, haberte buscado a ti, a Reno... tuve miedo cuando escuché la explosión y nos dijeron que venía de Elmsford, me acobardé y quise confiar en que estaríais bien. Fui un cobarde—se lamentaba el joven.
Leo le lanzó una mirada sin alma, como si estuviera vacía.
—Cielo, no es culpa tuya —son esos asquerosos dominantes—consoló a su hijo la señora Woodstock—, seguro que están detrás de esto.
—Cierto, deben haber sido los shaktienses —añadió el señor Woodstock con furia—, es la venganza por arrebatarles el último puesto del sureste.
Leone agachó la cabeza y comenzó a negar con la cabeza, mirando a la nada.
—No —musitó—, yo vi que nos atacó, no eran humanos, ni puros ni dominantes, era una bestia.
La familia Woodstock miró a Leone y se remiraron confusos los unos a los otros.
—¿C-cómo que una bestia —? Preguntó Millow.—Leone, ¿es eso cierto?
—Basta, Millow, el pobre debe estar cansado—intervino el padre de Millow—id arriba y pegaros una ducha fría, os vendrá bien.
—Sí —respondieron los dos jóvenes.
Cuando subieron la escalera y llegaron al cuarto de Millow, Leone cerró la puerta rápidamente y se dirigió a su amigo.
—Escúchame, Millow —le advirtió con voz ahogada—Renoir está vivo.
—¿Q-qué —titubeó incrédulo Millow—? A-antes has dicho que-
—Ya, lo sé—le interrumpió Leone—, pero está vivo, vi cómo se lo llevaban, fue un caballero, lo cargó y se lo llevó. Le seguí el rastro—prosiguió explicando Leone, con los ojos entrecerrados—durante toda esa tarde hasta el anochecer, y deduje que ese caballero se enfrentó a la bestia. No pude seguir, los soldados rastreaban el perímetro y el rastro de ascuas me llevó hacia el bosque Brânn.
—Leone—sugirió nervioso Millow—, no hables tan rápido, vas a desmayarte, deberías ducharte y comer algo primero.
—Millow, desde que ocurrió el ataque, he estado malviviendo, escondiéndome de los guardias y tratando de llegar hasta la capital, porque quería creer que no habría más ataques en el interior. Menos mal que estás a salvo, pero vengo a decirte que hay que encontrar a Renoir. Yo no puedo quedarme aquí.
—¿Por qué dices eso, Leone? Puedes vivir aquí, ya lo sabes —le ofreció Millow.
—No, Millow, sabes que éramos los únicos jóvenes de Elmsford que iban a la academia de la capital. Es cuestión de tiempo antes de que se den cuenta de que, justamente, tanto la familia de Reno como la mía han sido completamente arrasadas. La bestia se obcecó en nosotros, Millow.
—Ya, eso es cierto —pensó Millow—, demasiada casualidad. No tardarán en atar cabos y si lo relacionan con los fuertes dolores de cabeza de Renoir, podría darles qué pensar.
—Exacto —dijo Leone con una sonrisa forzada—, por eso necesito que me ayudes a llegar hasta él.
—No... —negó Millow con una mirada atemorizada—, yo no puedo, Leone. Además, seguramente estará muerto ya. Es imposible que haya sobrevivido todo este tiempo ahí fuera.
—Millow, Renoir no estaba solo, tenía a ese caballero consigo. Escuché de los exploradores que hay una peculiar aldea cruzando el bosque Brânn, cuentan que ha sufrido un ataque masivo. Puede que tenga algo que ver.
—Creo que estás yendo muy lejos, Leone —dijo Millow temeroso—, ¿Por qué no confías en el ejército? Ellos podrían encontrar a Renoir, ya están patrullando por ahí, acabarán trayéndolo. Solo tienes que pedir que te...
—Yo no confío en estos cerdos —replicó Leone con su mirada llena de odio—. ¿Es que ya no recuerdas... lo que hicieron con mi hermano?
Millow miró a su amigo fijamente mientras este le agarraba de los hombros. Siempre había sido un poco arisco y antipático, pero estaba irreconocible.
—Hmm —reflexionó Leone—, lo siento Millow, voy a ducharme.
Ya en la ducha, Leone pensó en toda la información que había recabado y, como si de una estrella fugaz se tratase, en su mente pasó un recuerdo de su familia y su hermano mayor, todos juntos. Leone entonó un llanto solemne en silencio.
A la mañana siguiente, entró al cuarto de Millow.
—Millow —le llamó Leone recién vestido, su amigo le prestó unos ropajes Antheinos para no levantar sospechas, y una gran mochila para guardar comida enlatada además de mucha agua entre otros utensilios útiles—, me marcho ya, debo aprovechar toda la luz del alba.
—¿Estás seguro de que quieres hacerlo, Leo? —respondió Millow, con ojeras de no haber dormido durante toda la noche—, no tienes por qué, sabes que tienes tu hogar aquí.
—En realidad —replicó Leone—, querido amigo, tengo muchos motivos para hacer esto. Me he estado preparando toda mi infancia para salir al exterior sin miedo, y ahora debo hacerlo. Adiós, amigo mío.
Ambos se fundieron en un abrazo sincero.
—Oye, prométeme que volverás —le exigió el chico con sus ojos negros llorosos.
—No puedo prometértelo, Millow, debo marcharme antes de que se enteren tus padres. Adiós, amigo.
Leone salió del edificio y levantó la cabeza para observar el palacio real una última vez, y comenzó su marcha hacia la aldea Aranktra.
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