✨La hechicera y el pintor, prt III✨
El año siguiente, Francia.
Frederick se encontraba en el pequeño estudio de la casa de campo de su familia. Como acostumbraba a suceder desde hace un mes un cuadro voló por la ventana.
No podía controlar la intensidad de la frustración cuando algo no le salio como tenia en mente.
Anne, su hermana menor, entro al escuchar su grito, ya sin preocuparse. Lo vio tendido en el suelo, y se quedo cruzada de brazos ante su auto compasión.
-Volví a soñar con esta mujer, y no logro pintarla.- le contó.
-Creo que necesitas aire Fred.- dijo ignorando su explicación.-Que te vuelvas loco no va a servir de nada, y lo sabes.
Sin esperar una respuesta, empezó a caminar por el estudio y se freno ante un retrato. La mujer de cabellos naranjas y mirada bicolor llamo su atención.
-Es linda.- dijo tomando el cuadro.-Que raro que sueñes con algo tan claro.
-Si hace un mes que me pasa, pero igual no es lo que quiero pintar.- dijo su hermano acercándose a ella.-Tienes razón, iré a tomar aire.
-Gracias por hacerme caso una vez en tu vida.— se burlo cuando paso a su lado y planto un beso en su sien.
Salió solo, y con sus pensamientos, esa mujer aun seguía en ellos, al igual que el recuerdo de un beso que nunca dio.
-Estúpidos sueños.- maldijo.
Sus mañanas eran así, todos los días. No encontraba respuesta a esa parte de su vida confusa. Era un gran bebedor y no entendía como en la noche de re apertura de su galería, hace un año, perdió la conciencia de esa manera.
Buscó un respuesta en muchas personas y todos concluyeron con que debía dejar la bebida por un tiempo.
Haberse ido de Estados Unidos tampoco le ayudo a resolver su incógnita, hasta parecía que todo empeoró desde su estadía en la casa de campo.
-Debo volver, esto no es mi hogar.- se dijo así mismo.
-Bien, pensé que nunca te darías cuenta que huir no sirve de nada.- dijo alguien.
Al voltear se encontró con la amiga de su hermana, era imposible no reconocerla menos que nada aquella mirada azul zafiro que muchas veces pintó.
-¿Ahora me espías Zoe?
-No, prefirió gastar mi tiempo en algo mas interactivo.- respondió acercándose al castaño.-Anne me mando, tiene miedo de que andes solo.
-¿Es buena idea volver?- le preguntó ignorando su comentario.
-No lo se, pero tampoco lo sabrás si no lo haces.- respondió con una extraña amabilidad.-Y solo te darás cuenta que bebiste de mas, o quizás no.
—¿Quizás no?— preguntó con curiosidad.
—Si, pudo haber sido algo un poco mas mágico que el alcohol.— respondió haciendo un extraño movimiento con sus dedos.
Frederick río ante sus palabras, y juntos volvieron a la casa.
En la semana siguiente tomo el primer vuelo a los Estados Unidos, aunque le habían dicho que era una mala idea por el tema de la guerra, pero Frederick estaba harto, y solo quería estar donde siempre perteneció.
La vida de Circe no continuó diferente a antes de conocer a Frederick. Sus mañanas seguían iguales, solo que ya no se fijaba en la galería, no solo por estar cerrada sino también porque no le interesaba.
Hisirdoux estaba preocupado, porque haber hecho un hechizo que solo afecte a dos personas era un peligro para la realidad. Él recordaba al pintor, pero ella parecía no conocerlo, y a todo el mundo que preguntara por Frederick, Circe solo podía decir que se equivocaba.
Llegó a hablar con el doctor Ramírez y este solo le dio una respuesta de lógica humana, que algo traumatizante provocó que lo bloqueará. Hisirdoux sabia que no era eso pero prefirió decirle a sus conocidos humanos que ese era problema.
¿Cuál fue el hecho traumante? Preguntaron varios, él solo decía que un corazón roto podía causar mucho daño.
Al mago no le quedo otra que seguirle la corriente.
Una mañana lluviosa, Hisirdoux desistió de ir con ella, que como ya le supo decir, él ira mas tarde hacer las compras.
Circe, que perdió el paraguas por culpa del viento, corría bajo la lluvia cubriéndose con un pobre periódico. No podía ver el camino con claridad, y a causa de esto chocó contra una persona que venia en contra.
—Lo siento.— se disculpó al notar que tiro su café por el impacto.
Sus miradas se encontraron bajo la helada lluvia, y se perdieron en estas. Fue el minutos mas largo, húmedo y extraño que ambos sintieron a la par.
Hasta que Circe reaccionó, estaba bajo el agua y su periódico no iba aguantar mucho más.
—Yo, yo lo siento.— volvió a repetir corriendo bajo la lluvia.
Frederick la vio irse, y se quedo con una extraña sensación recorrer su cuerpo
¿De donde la conocía? Se preguntó, pero no hubo tiempo para respuesta porque algo, mas bien la imagen de alguien, atravesó su mente.
Corrió a su galería, y en su camino se encontró con quien supo ser su secretaria. Casandra seguía igual, sólo que ya no se hacia cargo de servirle el café o de recordarle que debía parar un poco.
—¿Frederick? ¿Qué te paso, hombre?
Frederick se detuvo, y la abrazo ante la visita sorpresa, que tomó por sorpresa a la rubia.
—¿A mi, señorita Johannes? Nada, solo fui iluminado por un ser celestial.— respondió exaltado dando pasos apresurados a su estudió.
Casandra lo con cierta rareza, pero sonrió aliviada al verlo tan animado. Puesto que la última estaba muy sombrío y perdido en recuerdos borrosos.
Mientras él tomaban un lienzos y pinceles, Casandra le contaba como le fue el último año en la universidad. Consiguió su titulo como profesora en psicología, y tenia un pequeño puesto en uno de los departamentos de la institución.
—Me alegra que no le haga el café a ningún otro cerdo.
—Lo bueno es que disfrutaba hacerlo para usted señor V.— dijo y le dio un beso en la frente a modo de despedida.—Por favor recuerda salir a tomar aire.
—Eres igual a Anne.— le recalcó.
—Por algo somos hermanas tontito.
—Deberíamos dejar los formalismo, y empezar a decir señorita Vanhause de nuevo.
—No, me gusta el apellido de mi difunto esposo.— dijo con cierto orgullo.—La viuda y soltera señorita Johannes.
Antes de irse vio el avance de la pintura y solo pudo pensar en una persona, pese a la falta de detalles.
—A las diez de la noche.— dijo.
—¿Qué hay con esa hora?— preguntó sin quitar los ojos de su trabajo.
—Tu sabrás.— respondió y se marchó.
Era esa la hora en la que Circe volvía del trabajo. Estaba exhausta, y seguro se resfriaría por andar bajo la lluvia horas antes.
No quería apresurar el paso, las piernas estaban pesadas al igual que su espíritu, ese no fue un buen día en el trabajo. Aunque en los últimos tiempos nada era bueno en el hospital general.
Una presencia hizo que se detuviera, cuando lo noto estaba frente a la galería de artes, y en la entrada el hombre con quien choco al medio día. Su cuerpo se electrifico, podía sentir a la distancia la mirada del extraño recorrerla de los pies a la cabeza.
Ambos estaban seguros que no se conocían, pero una extraña energía los hizo caminar hasta quedar uno frente al otro.
—Necesitó enseñarle algo.— dijo Frederick tomando su mano.
Circe no se inmutó, y se dejo guiar por el desconocido.
Llegaron al estudió, donde solo había un caballete cubierto por una tela manchada. Las luces tenues, y el mal tiempo hacia que todo se viera frío, mas un tanto espeluznante, pero Circe no sentía frío, mucho menos miedo.
Solo intriga.
Frederick soltó su mano, camino hasta el caballete. Lo pensó varias veces, no se sentía listo para mostrar lo que había bajo eso, pero debía hacerlo, así lo dictaba su mente y corazón.
Quito la sabana, dejando al descubierto el cuadro de una mujer de cabello rizado y naranja. Circe se quedo sin aliento al verse retratada, pero no le parecía una locura.
—No se de donde nos conocemos, pero se que rondas por mis sueño ¿Quién eres?— preguntó llevando su mirada a la mujer que lo veía atónita a lo lejos.
Circe se acercó y vio con asombro el lienzo, era solo una pintura hasta la altura del busto, con los hombros descubiertos, su malditos tatuajes y una sonrisa como la de Mona Lisa.
Podía ver paz en su propia mirada.
Frederick captó un lado que ni ella conocía de si misma y le agradaba, porque no recordaba cuando fue la última vez que se vio así, tan en calma, sin temor nada.
—Lo siento, se que es espelúznate, y entiendo si quiere correr aterrada pero ¿Ya nos conocemos?— insistió el pintor al notar que Circe no quitaba su mirada del cuadro.
Era difícil saber si le gusto, o estaba tan en shock por el acontecimiento que su cuerpo se paralizo evitando que pudiera escapar de ahí. Los nervios de Frederick crecían a medida que el silencio de la mujer se hacia cada vez mas extenso
¿No tenia nada para decir? Lo desesperaba el silencio de su parte, y solo pudo pensar que todo eso era una locura.
—Esto es maravilloso.— dijo al fin Circe con una leve sonrisa en su rostro.
—¿De verdad lo dice? ¿No le da miedo?— pregunto a lo que ella negó.—Entonces ¿Nos conocemos?
Circe volvió a negar, pero también quería saber porque él soñaba con ella, o porque a ella le ocurría lo mismo, al menos una vez cada tanto en el ultimo año.
Aunque no le contaba a nadie sobre sus sueños, menos a su hija que era una lectora de estos, Frederick estaba en estos, y cuando lo vio en la mañana, oculto muy bien su colapso mental.
No le gustaba admitir que no eran sueños normales, menos que cada vez que despertaba tenia esa sensación de mariposas revoloteando en su estomago, cosa que destetaba, y que cuando Olivia se lo menciono la vez que tenia quince años solo le produjo nauseas.
Un fugaz recuerdo vino a su mente, algo en todo eso lo sentía familiar, y sentía que debía repetirlo a pesar de lo vacía de la frase en su cabeza.
—Lo que usted hace es muy... bonito.— agrego viéndolo con cierta angustia.
—Es la mejor critica que me han hecho hasta el momento.— respondió a su frase sin darse cuenta, sin impórtale lo trillado que sonaba.—¿Circe?
Nunca dijo su nombre en voz alta, era la primera vez en meses que lo hacia.
Esa frase, y exquisita forma en que decía su nombre la puso a temblar ¿De donde lo conocía? ¿Por qué le ere tan familiar toda la situación?
Un repentino dolor de cabeza la invadió, haciendo que se retorciera, era como si algo se estuviera rompiendo en su mente, lo que la obligo a gritar, y llorar aquellas lagrimas oscuras cargadas de pena y magia.
Término de rodillas en el suelo, tratando de encontrar una falsa calma en su respiración.
—¿Qué le ocurre?— le pregunto Frederic tras socorrerla.
—¿Por qué aun te recuerdo? Esto no debía pasar.— cuestiono sin soltar su cabeza.—Maldita sea.
—¿De que habla? ¿Qué no debía pasar?
—Un hechizo para olvidarnos de nosotros mismos.— respondió ocultando su rostro en sus manos.—¡¿Por qué aún te recuerdo?!— grito con desesperación.
Frederick se hizo a un lado ante sus palabras, no entendía nada ¿Estaba hablando de magia, o perdió la cabeza? Sin importar la respuesta, no podía dejar a Circe en ese estado. Quizás ambos perdieron lo que les quedaba de cordura, razón por la cual sus caminos otras vez se unían.
O eso quería creer en ese momento Frederick.
Dejando sus dudas de lado, fue por un vaso limpio de agua, lo que le fue una tarea descomunal porque todos estaban con alguna mancha de pintura. Tan rápido como puedo volvió con ella, aun seguía en el suelo llorando esas extrañas lagrimas negras, que la hacían ver extrañamente hermosa.
—Debes creer que estoy loca.— dijo tomando el vaso de agua.
—Un poco si, pero eso no me hace el mas sano de los dos, después de todo pinte un cuadro con tu rostro.— se pauso viendo su obra.—Que vi en mis sueños ¿Me quieres decir a que te referías sobre el hechizo?
Circe no estaba muy segura de como develar su identidad sin hacer que Frederick perdiera aun mas la cabeza. Pudo notar que el hombre traía una mano vendada, y solo pudo pensar una manera sensata de hacerlo.
Se levantó la manga de su vestido, y luego tomo la mano de Frederick, envolviéndola con las suyas. No le gustaba curar a la gente de manera directa, eso le agotaba un poco, pero esa era la forma mas pura de mostrar al menos un poco de su magia.
—¿Qué haces?— pregunto confundido al ver sus manos sobre las suyas.
—Shhhh.
En cuestión de segundos sus tatuajes se iluminaron, junto con sus manos, y aquella lastimadura en la palma de Frederick desapareció, junto con el dolor y la irritación, era como si no se hubiese hecho nada. Ahora una cálida sensación de bienestar ocupaba su lugar.
—Esto es asombroso ¿Tu eres...?
—Soy una hechicera, y antigua curandera.— respondió sin quitar su mirada angustiada de la manos recién sanada.—Lo siento tanto Frederick, nos hechice a ambos para olvidarnos de nosotros.— dijo entre lagrimas imposibles de detener.
—Veo que no ha resultado como querías.— bromeo para que Circe dejara de llorar.
—Conozco a personas que lo hacen ver tan fácil, pensé que me saldría como a ellas.— confeso cabizbaja.
Frederick levanto su rostro, debía verla a los ojos, aquellos que lo despertaban en medio de la noche, tenia que tener una respuesta mas.
—¿Por qué lo hiciste?
—Eres un hombre, un humano.
—¿Y? Tu eres una hechicera ¿A caso te dejare de gustar el día que sea un anciano gruñón?— bromeo haciendo que Circe se riera un poco ante la imagen.—Viendo las ventajas, seré un viejo gruñón con una hermosa y joven anciana a mi lado.
—Puedo envejecer si me lo pides.— sugirió Circe deteniendo la risa.
—¿Puedes hacer eso?
—Si, sería la primera vez que envejecería al lado de alguien.— respondió viéndolo a los ojos, y sonriendo ante la idea.—Me gusta como suena.
—A mi también me gusta.— dijo sin poder dejar de verla.
Aunque sus recuerdos era borrosos, no podía evitar sentir que le gustaba estar ahí junto a ella. Sin titubear, soltó su mano, para tomar con suavidad su mentón, y plantar en sus dulces labios un beso, al menos uno que sentía que se debían de la noche en que sus memorias desaparecieron.
—Creo que te extrañe todo este tiempo.— musitó en su labios Circe.
Seis meses después.
Circe se encontraba retocando su peinado, por quinta vez consecutiva en la tarde. Olivia entro a su cuarto, y en cuanto la vio acomodando las pinzas en su cabello, la regaño.
—Ma, deja eso, estas bien así.— agrego con una suave sonrisa ante los nervios de su madre.
—¿Cómo luzco?— pregunto ignorando a Olivia.
—Como la novia mas perfecta de todas.— respondió acomodando la falda de vestido blanco.—Aun te puedes arrepentir.
—Olivia Julia ¿Qué dices?— le regaño entre risas.
La joven bruja la abrazo con fuerza, quería que su mamá sea feliz y quizás así seria menos estricta con todo lo relacionado con ella, pese a que ya tenia tiempo sin vivir en el mismo lugar, y casi rozaba los cincuenta años.
—Es broma, se que eres feliz con esta decisión.— susurro sin soltarla.—Te amo mamá, y quiero lo mejor para ti.
—Olivia, yo debería decirte eso el día de tu boda.— sostuvo Circe, rompiendo el abrazo para poder verle la cara a su hija.
—Que graciosa Hestigio, no me vas a dejar pasar nunca lo de la novia fugitiva.— dijo dándole la espalda.—Sigue tus instintos antes de huir fue tu consejo.— le recordó.
—Tus instintos te tendrían que haber dicho que huir a medio metro del altar no era la mejor idea.— bromeo girando para verse al espejo.
—Si, Zoe me dijo lo mismo.— le dio la razón, mientras le ponía el velo.—No le digo huir, solo fue dar un volantazo hacia ella.
La charla fue interrumpida por Hisirdoux quien iba a verificar que su hermana e hija siguieran en una pieza. Luego de un abrazo, y asegurarse de su bienestar, le pregunto si estaba lista por dar ese paso, otra vez. Circe solo asintió, nunca antes se sintió tan segura.
La ceremonia y la boda fue un pequeño evento, tranquilo sin tanto alboroto, que Olivia logro organizar con tan poco tiempo.
Circe se sentía en paz, no le temía a las arrugas que le surgirían tras romper su encanto que la mantenía joven, ni a las emociones de la vida de mujer casada, ya no le temía vivir junto a alguien que a la larga la dejaría.
Se amigo con la idea de que nada es infinito, a excepción de su amor por Frederick.
★★★
Y fin, aunque todos sabemos como término.
Hola ¿Cómo les va? Espero que bien.
Ahora sabemos que Circe no es buena con los hechizos que nunca hace.
Es una linda historia, porque Circe la merece u.u
Ahora ya saben porque Olivia esta tan obse con las bodas, compensa que huyo de una... La suya.
Bueno, sin mas que decir, espero que lo hayan disfrutado. Besitos besitos, chau chau.
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