
Capítulo 2
NASH
Los ladridos aumentan a cada momento.
—Si, Corni, ya sé que tú también quieres irte ya —Mi perrito sigue ladrando.
No encuentro mi reloj, ya busqué detrás del librero, la cama, ¡el refrigerador! pero no, nada de nada.
—¡Papá! ¿dónde está mi reloj? —le grito, pero al parecer no me escucha, debe estar en el taller.
Bajo corriendo las escaleras, pero a cada instante estoy a punto de caerme con las cajas que hay por todos lados. De repente Matías se pone justo enfrente de mí.
—¡Matías! —le grito, sin darme cuenta que estaba recogiendo su carrito del suelo—. ¡Ah! —Tropiezo en él. Por suerte ya estaba en el penúltimo escalón; aún así me doy una pequeña vuelta en el aire—. ¡Auch! ¡mi cabeza!
—Nash, ¡aplastaste mi carrito! —Lo miro enojado y él a mi.
— ¡Nash! ¿Por qué hiciste llorar a tu hermanito? —dice entrando a la habitación mi papá.
—¿Yo? ¡él! ¡me hizo caer y ahora tendré un moretón!
—¿Pero por qué lo hiciste llorar?
—¿No te importa que pude haber muerto en la escalera? ¡es de mi hermoso cuerpo del que estamos hablando!
—Ni que estuvieras tan guapo —habla Joel, mi hermano mayor, el más tonto de la familia.
—¡Hey! — le respondo. En ese momento llega Corni y al ver que estamos discutiendo empieza a ladrar... otra vez, pero ahora tengo la firme esperanza de que me este defiendo, eso espero.
Los gritos (y ladridos) siguen hasta que papá levanta la mano de forma brusca.
—¡Basta! ¡todavía hay mucho que empacar! Falta poco para que llegue la mudanza.
—¡Pero papá! —gritamos los tres al unísono
—¡No quiero saber de sus quejas! ¡a empacar!
Mis hermanos y yo nos subimos resignado por la escalera. Por cierto ¿a qué iba yo hace rato? ¡ah! si cierto ¡mi reloj! Doy otra vuelta brusca y regreso a donde está mi papá.
—¡Hey papá! ¿has visto mi reloj?
—No.
—¿Hace cuánto que no lo ves?
—No sé.
—¿Has visto a alguien sospechoso en la casa?
—No.
—¿A na... —Me interrumpe, puedo notar su cara algo tensa ¿lo irrité?
—No, Nash, no ¡ve a buscarlo a tu cuarto!... aunque conociéndote ya lo perdiste
—¡Papá!
—¡Adiós!
Frunzo mi cara y regreso cabizbajo a mi habitación. ¿Dónde estará?
4 horas después
Ya encontré mi reloj, estaba detrás de la casa de Corni... ¿cómo habrá llegado allá? Quien sabe...
No es que tenga muchas pertenencias además de que ya había adelantado desde hace algunas semanas el empacar, en este momento sólo estoy jugando con Corni, ya no tengo nada que hacer. Un momento... ¿dónde está Corni?
—Corni, Corni ¿dónde estás? ¡estabas junto a mi hace un momento! Corni, pequeñito —Empiezo a buscarlo alrededor de mi cuarto... creo que ya vi su colita—. ¡Hey! —Salto detrás de él —. ¡Corni! ¿qué haces con mi playera? —Tiene mi playera escolar en sus pequeños colmillos. Me ve, pero no la suelta. No voy a caer en su trampa de ojitos bonitos.
O al menos eso quiero pensar.
— ¡Nash! ya llegó la mudanza —grita mi papá desde abajo. Al oír esto le quito rápidamente mi playera a Corni.
— ¡Vamos, Corni! —Me hace caso y ambos bajamos las escaleras velozmente. Llegando abajo veo como están subiendo cosas al camión.
—Nash, Corni se va ahorita con tus hermanos, tú y yo nos vamos a ir al rato a la nueva casa —¿Qué?
—Pero, pero ¿qué?, ¿por qué? —le digo con una mezcla de confusión y preocupación en mi voz.
—No todos cabemos, además quiero que me ayudes con algunas de mis cosas de fútbol y ¡no quiero que me respondas! —dice mientras camina con Corni en sus brazos, para después meterlo a la camioneta y cerrar la puerta de esta al entregarlo a mis hermanos.
Otras dos horas después, apenas vamos en camino, yo voy tatareando una canción de la cual no recuerdo su nombre, pero se puso de moda hace unos dos años, creo. Mi papá va manejando, tuve que subir cosas que ni siquiera creía que existían. Pero bueno, mi mente se mantiene ocupada en otras cosas en este momento y que lo único que espero es algo mejor en esta casa, algo mejor para mi familia, para mi.
—¿Ya vamos a llegar?
—No.
—¿Ya? ¡Está muy lejos!
—No está lejos apenas llevamos veinte minutos en la camioneta —¿Y eso no es lejos?
—¿Ya?
—No, Nash, no. Ya deja de comportarte como un niño de tres años —Pero si no lo hago yo ¿quién lo hará?
Cinco minutos después se detiene y no muy lejos puedo oír a mi perrito ladrando. Bajo de la camioneta con algo de pereza, me estiro. En el momento que empiezo a ayudar a bajar las cosas que anteriormente habíamos subido a la camioneta empieza a llover. ¡Genial! y no, no es con sarcasmo.
Creo que estar aquí, después de meses de negármelo, me va a gustar.
Kathe S.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro