Una noche serena, de luna llena...
Por un lado, la gran ciudad, al otro, el océano y su inmensidad.
Un yate...
La voz de Andrea Bocelli rasga el aire con dulzura.
En la cubierta, dos sillones, una mesita, dos copas de un buen vino, vos y yo...
La penumbra nos abraza así como el silencio.
Solo hablan nuestras miradas, nuestra piel, nuestros roces...
Dos corazones vibrando al unísono.
Dos sonrisas que se encuentran cuando nuestros labios se unen...
_ ¿Por qué gimes, mi amor?
_ Es que sale sin que me lo proponga _ dije en un hilo de voz _ Es que tus besos son... Es que tu lengua me hace el amor en la boca. ¡No me puedo reprimir!!!
_ ¿A sí? _ preguntaste con picardía.
_ ¡Siii!!!
_ ¿Te gustan mucho?
_ ¡Me enloquecen, amor!!!
_ ¿Y qué más te enloquece? _ preguntaste, sabiendo de antemano la respuesta.
_ Cuando casi sin tocarme, quitas todo lo que se interpone entre tu piel y mi piel.
_ ¿Así? ¿Te gusta estar desnuda para mí?
_ ¡Me encanta!!! Como desnudarte para mí, así...
Desnudos en la cubierta, solos, marchando lentamente hacia la nada y hacia el todo.
_ ¡Guíame, amor! Dime tus gustos.
_ Mmm... Me gusta que recorras mi piel y mi ser, todo, con tu lengua húmeda y con tus manos.
_ ¿Así, mi amor?
_ ¡Ay, amor! ¡Así! ¡Siii!!! ¡Así!
Me recorriste con ternura, con avidez, con pasión, con amor. Susurraste mi nombre y yo grité el tuyo.
_ ¡Amo tu sabor!
_ ¿A qué sabo, amor?
_ ¿A qué sabes? Sabes a mujer,  a mujer provocadora, a mujer sensual, a mujer que desea, a mujer que disfruta, a mujer que ama, a mujer amada... Sabes a mujer mía...
_ ¡Oh! ¡Eso es delicioso, amor!
_ ¡Tú eres deliciosa!
La barca se mece suavemente sobre la serena mar, como acompañando nuestro propio ritmo. La luna a veces oculta su rostro con la complicidad de algunas nubes. Tal vez se ruboriza al vernos, o quizás, simplemente, protege nuestra intimidad.
Pero para nosotros, cuando estamos juntos, todo desaparece. Él es  mi mundo y yo soy el suyo.
La luna y la mar se confabularon, seguramente, para regalarnos esta noche de amor. ¡Todo es perfecto!
Nuestras manos se enredaron en nuestros cabellos y nos acercaron con suavidad. Nuestras bocas se volvieron a juntar... ¡Cómo nos gusta besarnos!
Olvidamos el vino y fuimos nuestro propio aperitivo.
En la penumbra de la cubierta nos deleitamos descubriendo con el tacto, las reacciones en nuestra piel, en nuestro cuerpo...
El aire se llenó de susurros, de roces, de suspiros, de gemidos.
Y si bien la noche y la mar se mantenían frescas y serenas, en la cubierta la temperatura subía más y más, nuestros cuerpos brillaban por el sudor que los cubría.
Fuimos aperitivo, entrada, plato principal y postre, uno del otro.
Y fue justo ahí, cuando nos deleitábamos con los variados postres, en que el cielo se abrió, dejando caer sobre nosotros una deliciosa y cálida lluvia, que hizo que nuestros cuerpos se retorcieran de placer.
Permanecimos abrazados, besándonos, tocándonos, sintiéndonos, mirándonos, sonriéndonos...
Cuando recuperamos fuerzas, nos tiramos al agua de la mano. Nuestros cuerpos calientes chocaron con el agua fría y gritamos. Entre risas y pataleos y besos y abrazos, regresamos. ¡Teníamos hambre!
Ya nos esperaba una cena deliciosa.
¡Y aún teníamos la noche entera para nosotros!