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CAPÍTULO 3 - ECOS

Francia me guió a la siguiente puerta.

—Bienvenida a la prueba de resistencia, Nina. Soy la tutora de la práctica de ilusionismo de Nivel Avanzado. Mi nombre es Norma. Te explicaré un par de cosas antes de iniciar. Esta prueba, al igual que la anterior, se divide en dos partes. Anteriormente nosotros evaluábamos la resistencia física porque considerábamos que sería fundamental para desenvolverse mejor en el bosque. Eso cambió. Ahora nos enfocamos en evaluar otros aspectos como la resistencia mental y la resistencia bajo el agua. Eso harás hoy.

Liberé un suspiro, dejando caer los hombros. Confiaba en mi habilidad para superar pruebas mentales. Aunque era consciente de que tal vez no tendría el mismo resultado aguantando la respiración bajo el agua.

—¿Me meterán en un tanque?

—Desearás que sea así. Sitúate en el centro de la habitación.

A pesar de haber estado convencida de que superaría la prueba, recordé que los ilusionistas eran capaces de dejar inconsciente con esa extraña habilidad demoníaca que poseían. Ellos no leían la mente, pero introducían imágenes o sonidos distorsionados para adentrarnos a un nuevo mundo, su mundo. Y de ahí casi nadie salía. Caminé, algo inquieta.

La tutora, sentada sobre el escritorio de vidrio con las piernas cruzadas, me miró a los ojos sin mover ningún músculo. Y el miedo se hizo presente. Yo sabía que la única manera de caer en un ilusionismo era mirar los ojos del que lo practicaba, por eso comencé a evadirla. Pero ella se mantenía, firme, observándome. Hasta parecía que no respiraba. Quería huir de allí. Las manos me sudaban y tuve que limpiarlas del pantalón. ¿Pero por qué tenía miedo? Era médium, telépata y sabía controlar mis pensamientos. ¿Por qué no lo enfrentaba? ¿Por qué le daba tantas vueltas? ¿Por qué seguía haciéndome tantas preguntas en vez de mirar a la tutora?

«Enfréntalo, Nina. Sabes que puedes». Hice el intento de distinguir el intimidante color azul de su mirada. Y fue mi peor error.

Me paralizó. Dentro de mi mente el ambiente se tornó color calabaza. Todo lo que ocurriría a continuación me hizo recordar a las parálisis del sueño que sufría Akami por el simple hecho de no poderme mover. Debía mantener la calma, respirar.

La tutora se acercó a mi cuerpo inmóvil, situó sus manos en mi boca con delicadeza y de un momento a otro las yemas de sus dedos sujetaron mis dientes, tratando de despegarme la mandíbula con brusquedad. ¿Se había vuelto loca? Le enterré las uñas en los brazos hasta abrirle heridas. No permitiría que me rompiese en dos partes. Estando cerca de juntar los dientes para romperle los dedos, volví a mirar sus ojos. Ya no eran los petrificantes ojos azules, sino aquellos que tenían el poder de cambiar mi percepción de las cosas. Eran aquellos ojos oscuros que alguna vez me miraron con dulzura. Eran los ojos que me gritaban «traición» cada vez que los veía. Eran los ojos de Eric.

La impresión me hizo bajar la guardia. Ahora tenía enfrente a Eric tratando de separarme la mandíbula del rostro. Grité al escuchar los crujidos de mi piel, despegándose. El ambiente ya no era anaranjado, sino rojo. Eric me había descuartizado en dos piezas. Me pude ver sin los dientes de abajo tratando de taparme la boca, con las manos bañadas en sangre. Pedazos de recuerdos cuando grité a las afueras del castillo para comprobar qué tan poderosa era mi voz se mezclaron en lo que estaba sucediendo. En ese momento comprendí que tal vez pude haber escogido la puerta dos y haber salido con vida igualmente, pues en este preciso instante estaba gritando con tanta potencia, cubriéndome los oídos, que toda la escena de Eric, la tutora, mi mandíbula en el suelo, la sangre en la ropa y el ambiente rojizo, empezaron a temblar y a quebrarse como si fuese un espejo.

—¡Sácala, ahora! —escuché—. ¡Nina, despierta!

Seguí gritando. De pronto noté que mis venas se transformaban en cristal, al igual que mi piel. Y un manantial de sangre proveniente de mi cuello me ensució mientras, arrodillada, gritaba el nombre de Eric. Las vibraciones de mi llanto terminaron por romperme los huesos y quebrarme al igual que una copa.

—Eric... Eric... Eric... —susurré, golpeándome la cabeza contra el suelo. No sabía si continuaba dentro de la ilusión. Aún veía sangre y me palpaba la cara en busca de la otra mitad.

—¿Por qué no me escucha?

Desapareció la sangre y solo oí los ecos de mi voz, apagándose.

—Ya no se mueve. ¡¿Por qué ya no se mueve?! ¡Norma!

—Está inconsciente, Eric. Ya terminó la prueba.

—¡Nina! —Me sacudió—. ¡Muévete!

—No resistió. Lamentablemente queda descalificada de las internas.

Eric se incorporó del suelo. Lo vi dando vueltas en círculos. No le preocupaba que no haya aprobado, sino mi salud.

—Saquen el cuerpo. La colocaremos en rojo.

Eric abandonó la habitación al darse cuenta que no había nada más por hacer. Fui descalificada. Francia acató las órdenes de la tutora Norma y me llevó en brazos a la sala de recuperación, moviéndose con rapidez.

—¿Qué le pasó? —preguntó Danniel al verme, demostrando preocupación en sus pupilas.

—No pudo con la prueba de resistencia mental.

Quedó petrificado ante la respuesta. No comprendía cómo pude haber fallado. Él sabía que una de mis fortalezas era la fuerza mental. Se incorporó a la marcha y siguió a Francia en silencio. Ella pronto me acostó en la camilla y volvió a su trabajo.

—Joder, Nina —Danniel suspiró, como si el derrotado fuese él—, perdiste. —Me acarició la frente e hizo que borrara la expresión de dolor que había quedado después de haber sido torturada.

La sangre que me escurrió de los oídos manchó las pulcras almohadas.



¡Hola, chicos! Espero que les haya gustado el capítulo :) Lo escribí con mucho cariño para ustedes <3

No olviden compartir la saga Hayashi con sus amigos. Me ayudarían a crecer como escritora :)

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