
CAPÍTULO 1 - EL VENDAJE
Primera Parte
Las pruebas internas
Quien enfrenta las adversidades usando la calma como armamento puede considerarse ganador.
Mei Hayashi
El lugar donde practicábamos boxeo siempre me había parecido oscuro aunque tuviese reflectores en cada esquina. Me preguntaba qué le hacía falta para verse más limpio, más claro.
Desde que inicié los entrenamientos me había llamado la atención la escalera que conducía hacia la salida. Estaba corroída y era inestable pero aún así continuaba utilizándola. Era consciente de que en cualquier momento los peldaños se hundirían. Pero lo seguía ignorando. Me dejaba influenciar cuando Danniel decía «es el camino más corto».
Ahora Eric estaba frente a mí, al borde del colapso, mirándome mientras negaba con la cabeza. Y por eso me acordé de la escalera. Las piernas me estaban temblando al igual que cuando la cruzaba y la oía emitir sonidos diabólicos. Era la misma sensación: pensaba que estaba a punto de caerme.
—Eric...
—Ya veo por qué nunca pude saber dónde estabas —soltó, de brazos cruzados.
—Eric, yo...
—Entonces a esto se debe tu progreso en las prácticas de armas blancas y pociones, ¿no es así?
—Puedo...
—No, no puedes explicarme nada. Ahora todo encaja. —Sacudió la cabeza—. Tan orgulloso que estaba de ti. —Trató de discernir en mi rostro aquel acto de alevosía—. Las posiciones básicas al luchar, los movimientos, los nudillos rotos... Eres un fracaso, Cole.
Se dio la vuelta, buscando la salida.
—¡Eric! —chillé, mientras bajaba del cuadrilátero de un brinco—. ¡Yo hice todo esto para que me reconocieras, para serte útil!
Los jóvenes detuvieron sus entrenamientos y observaron a una distancia prudente. Eric estaba a punto de hacer erupción. De pronto se giró, agresivo, haciéndome retroceder:
—¡Me decepcionaste, y no te lo voy a perdonar nunca!
—No digas eso. Nunca tuve la intención de hacer esto a tus espaldas. ¡Quería decírtelo, pero no sabía cómo! ¡Intenté contarte todo!
—¡Basta! ¡¿Sabes lo que es esto?! ¡Es una comunidad clandestina de boxeo que es penada con la expulsión inmediata del castillo! ¡¿En qué mierda estabas pensando cuando te inscribiste aquí?!
—¡En mí, Eric, en mí! Quiero que me veas como tu aliada y no como un estorbo. Todo el tiempo yo era la herida, la que perdía los combates... Y luego pensé en ti y en Renzo. Ambos me decían que debía mejorar. ¡Y eso hice! ¡Tú eres la principal razón por la que estoy aquí parada! ¡¿Por qué no lo quieres entender?!
Se escapó de sus labios una sonrisa agria. Él no lo comprendía. Pensaba en las miles de maneras de progresar sin recurrir a un chiquero como este, donde el olor a vergüenza se apreciaba en el aire. Noté en su manera de observar a los boxeadores que más que vergüenza, sentía asco.
Siguió su camino.
—¡No te vayas! ¡Te prometo que me saldré del ring si así lo quieres, pero por favor detente!
Eric caminaba haciendo brincar los hombros, previniéndole a los demás abrieran paso.
—¡Detente!
Sentí que lo perdería por completo si llegaba a abandonar el ring. No imaginé tener la valentía de hacer lo que estaba sopesando. De nuevo el impulso se apoderó de la razón. Fui tras él e hice un vago intento por frenarlo. Un gesto repentino me insinuó que desistiera. Pero no podía. Se estaba yendo. Insistí en obstaculizar su camino arriesgándome a que me embistiera. Me evadió, pero rápidamente lo halé por el brazo. En cuestión de segundos se giró y me apartó. Me empeñé en detenerlo una vez más, cuando un movimiento brusco me dejó en el suelo.
—¡A Nina no la vuelves a tocar! —Cherry se situó delante de mí.
—¿Y quién coño te dio pie para que entraras en esta conversación?
—Yo soy su entrenadora.
—Hostia, Eric, no debiste empujarla. La has dejado sin aire. —Danniel se hincó, preocupado.
Detallé en los ojos de Eric el mismo matiz que se encontraba en un animal preparándose para atacar. No tuve tiempo de advertirle a Danny. Ya Eric se había abalanzado sobre él. Y como una pelea de perros comenzaron a ladrarse. Eric le escupía preguntas a Danniel mientras este solo se limitaba en decir que se calmara. Los demás intervinieron en el pleito. Entonces vi a Danniel, quieto, recibiendo los golpes como si fuese una paloma haciéndose la muerta.
Los chicos aprovecharon el momento en el que Eric perdía fuerzas para apartarlo. Lo sujetaron por la ropa mientras relinchaba como un caballo.
—¡¿Y tú qué vas a decir, Danniel Torres?! ¡Te creí mi amigo! —Se restregó los ojos, impidiendo que algo escurriera—. ¡No, te creí mi hermano, y ve cómo me pagas! ¡Traidor! ¡Eres un traidor, Danniel! —Se estremeció—. ¡Suéltenme!
Aunque Eric estuviese fuera de sus casillas y con el semblante rojizo de tanto gritar, aún tenía poder sobre el resto. Le quitaron las manos de encima, previendo cualquier reacción. Me acerqué a él, cuidando la distancia:
—Por favor —Junté las manos—, te lo pido, no le vayas a decir nada a la directora.
—Escúchame bien —Se aproximó, y no pude verlo a los ojos por dos razones: miedo y vergüenza—, no le diré nada durante los DAMA'S, pero te juro —Besó sus dedos, que tenían manchitas de sangre—, te juro por mi propia vida que después de que todo esto termine te echarán. —Se apartó, y rápidamente miró al resto de los espectadores—. Y a ustedes también, traidores de mierda.
—¡No, Eric, por favor! —Fui detrás de él, pero Cherry me detuvo.
—¿Acaso te quieres morir, fresita? ¿No ves que no está razonando?
—Yo les dije que mientras Nina estuviese aquí tendríamos problemas, por eso no acepté entrenarla —comentó Enrique.
—¡Esa mocosa...! Por su culpa nos echarán del castillo.
—Ella no tiene la culpa de que Eric se haya enterado —dijo Danniel, limpiándose la nariz.
—¡¿Vieron lo que dijo?! ¡Estuvo a punto de delatarnos!
—¡Basta! —gritó Cherry—. ¡Ella va a arreglar esto!
—¿Ah, sí? ¿Y cómo? ¿Llorando?
—¡Me cago en todo!
—¡Vete a chingar a tu madre!
Danniel sujetó un pedazo de trapo contra su cara y dijo mientras me tomaba del brazo:
—Esto se va a poner feo. Vámonos.
Cherry se quedaría calmando a la manada de lobos que iban detrás de mí. Ya había explotado una algarabía donde yo era el punto principal de discusión.
No supe a dónde me estaba llevando Danny por tener los ojos anegados. La vergüenza me perseguía y las palabras de Eric me condenaban cada vez que las reproducía en mi mente. «Estaba tan orgulloso...» «Eres un fracaso». «Me decepcionaste». Traidora. Traidora. Traidora.
—Nina, no llores más, no hiciste nada malo. Eric no entiende tus motivos. —Noté que me había llevado al rincón de los castigos, haciéndome sentir peor—. Necesito que entiendas una cosa —Me alzó la cara por el mentón—: Eric no tiene derecho a hacerte sentir mal. Eres valiente, y por eso estás parada justo aquí.
Elevé la mirada:
—¿En el rincón de los castigos?
—No; en una mejor posición. —Me pareció que Danny quiso llorar, pero solo era una reacción producto de los golpes—. Avanzaste con Renzo, le demostraste a Eric que puedes ser fuerte. Ahora estás aquí porque debes presentarte para las internas.
Desfallecí por un momento.
—Oh, no, Danny, no quiero. —Gimoteé el nombre de Eric—. Me va a expulsar. Y tú necesitas un médico.
—Olvídate de mí. Se me pasará con una poción. Aquí lo importantes es que... tía, peleaste tanto para esto, ¿y ahora simplemente no irás? No te lo voy a permitir.
—Tú no entiendes. —Me limpié la nariz con el borde de la camisa—. ¿Les viste la cara? ¡Lo decepcioné!
—Vamos... el fin justifica los medios. Fue por tu bien. Necesitabas progresar.
Entonces Danniel supo, mirándome deshecha, que sí lo habíamos decepcionado. Aunque hubiese sido por una buena causa, lo habíamos hecho. Me abrazó y me meció como a los bebés cuando necesitaban de su mamá. Justo ahora yo necesitaba de la mía.
—Ya. Es cierto. También me duele. Yo acepté los golpes porque Eric tiene razón. Pero no pienso dejar que me haga sentir como si fuese escoria. Yo sé porqué lo hice. Soy responsable de mis acciones, y acepto la condena. Todos lo hacemos.
Danniel se encorvó y pude reposar la cabeza en su hombro. Al abrir los ojos detecté los reglamentos del castillo guindados en la pared. Y leí de nuevo el número tres. Entonces comprendí lo que me pasaba. Gracias a los latidos del corazón de Danniel supe porqué estaba tan dolida. La regla lo decía casi en mayúsculas.
—No entiendo cómo nos descubrió, Danny.
—Tal vez nos siguió, o... quizá ya lo sabía todo. No sé. —Suspiró y me dejó de abrazar—. Nina, ¿ves eso que tienes en la mano?
—¿Qué?
—Son tus vendas.
—¿Y?
—Miradlas. Tienen tu sudor. Tienen tu esencia. Representan todo lo que has conseguido hasta ahora. —Inclinó la cabeza hacia atrás para detener el sangrado—. Vas a salir de esto, te lo prometo. Ahora necesito que seas fuerte. Ya deberíamos estar en el comedor. En cualquier momento nos van a llamar.
Asentí, dispuesta.
Danniel mostró una sonrisa condescendiente.
—Sé que tal vez medio grupo te quiera echar mierda encima, pero Cherry y yo tenemos nuestras esperanzas en ti, ¿vale?
Mientras acompañaba a Danniel a la sala de recuperación y esperaba a que le aplicaran la pócima, pensaba en cómo le iba a decir a mis padres que me expulsaron de la «academia militar» ¿Cómo volvería a recuperar el tiempo en mis estudios?
Eric en este justo momento debía estar odiándome.
Acarreé a todos los del ring a un problema que no tenía solución alguna, porque ¿qué podía pensar la directora al decirle Eric que tenía en su castillo a un grupo ilegal del boxeo por más de tres años? No nos regañaría. No nos castigaría dejándonos un mes entero en la cocina. No nos colocaría a limpiar las habitaciones. Lo que ella haría sin duda era echarnos.
Me importaba la vida de los chicos más que la mía. ¿A dónde irían? Escuché a uno de ellos decir que ya no tenía casa. ¿Qué podía hacer? La única manera de solucionar las cosas era hacerle frente al problema tal como había dicho Danniel. Tenía que demostrarles que podía arreglar esta situación por más compleja que fuese.
Danniel estaba acostado en la camilla, viéndome como si hubiese logrado algo importante:
—Te admiro, Nina Cole. —Me tomó de la mano—. No te quites las vendas.
—No pensaba hacerlo. No voy a esconder lo que soy.
En pocos minutos ya estábamos dirigiéndonos hacia el comedor secundario. Como las serpientes, había mudado de piel. Tenía que idear un plan con urgencia para evitar que Eric nos delatara. Y mi tiempo límite era la duración de los desafíos.
Lo que había pasado hacía un momento por alguna razón no salió del grupo del ring. Todo parecía normal a excepción de los rostros que habían sido testigos del aquel espectáculo humillante. La mayoría de ellos evitaban verme directamente a los ojos.
—Llegan a tiempo. Deben quedar pocas personas arriba —informó Ellen.
Tessa, que estaba a un lado, frunció el ceño cuando vio a Danny.
—Estás... raro. Como hinchado. ¿Pasó algo? —preguntó, viéndome. Negué con la cabeza. Entonces ella miró a Danniel—. ¿Te sientes mal?
—No es nada. Creo que la emoción me revolvió el estómago. Ya sabes cómo es.
Francia se asomó en la entrada:
—¡Los chicos entre dieciséis y dieciocho años, suban ahora!
Traté de apartar lo sucedido en el ring, dándole espacio a lo que ahora importaba. Las pruebas internas.
—Te quiero fuerte, tía —susurró Danniel—. Yo estoy contigo.
¡Gracias por leerme! Recuerden recomendar la Saga A Flor de Piel con sus amigos. Me ayudarían a crecer como escritora :)
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