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Los héroes si existen

La estación parecía tan tranquila a lo lejos. La nieve acumulada en la entrada y los cristales ligeramente  empañados le daban un aspecto magistral a la imponente fortaleza de bomberos. Hace mucho tiempo algún que otro niño fan de los cómics la había llamado la Atalaya, pero eso había quedado atrás pues ahora los niños solo admiran a los héroes de lujosas capas, con grandes poderes y costosos autos, los héroes de la realidad habían sido borrados del colectivo social. Sin embargo, ahí estábamos, listos para dar todo lo que se nos exigiese.
- Alex - exclamó Thomas ingresando en la sala - ¿De nuevo pensando en absurdos? - comentó mientras se sentaba frente a mí.
- Ya me conoces, no puedo tener la mente despejada - me excusé, para luego darle un largo sorbo a mi cuarta taza de café.
- Ya sabes que no seremos esos héroes que ellos admiran pero al menos somos a prueba de fuego - bromeó - ¿Tienes más de eso? - preguntó señalando la taza.
- Claro - le respondí y señalé hacia la cafetera en la esquina de la mesada, pero un estridente sonido invadió toda la estación - Será para la próxima - dije incorporándome rápidamente, para luego salir corriendo hacia el camión.
Aunque no teníamos súper velocidad como aquellos héroes de ficción, al cabo de dos minutos todos estuvimos listos para responder al llamado. Subimos al camión y nos dirigimos hacia el sitio de la tarea. No contábamos con súper computadoras ni con grandes informantes, pero nos bastaba una llamada con los datos esenciales para saber que hacer. A gran velocidad, como si se tratase de un Batimóvil (claro que este era rojo y emitía una fuerte sirena), nos alejamos de nuestra Atalaya y nos encaminamos hacia el distrito sur. Nos habían informado que alguien había dejado encendida una vieja estufa, y la misma provocó un pequeño fuego que se propagó por el suelo de madera  provocando que se expandiera rápidamente al resto del edificio.
Al llegar vimos como el fuego lo consumía todo, las llamas brotaban de las ventanas y a cada momento los vidrios estallaban producto del incendio. Bajamos rápidamente y preparamos todo. Boby y Damián se encargaron de las bombas de agua mientras esperaban el auxilio de los demás cuarteles de bomberos de la ciudad. Thomas, Samuel, Nick y yo entraríamos al edificio en busca de civiles. Antes de acercarnos a la morada vimos las salvajes llamas bailando sobre las dañadas estructuras, como si se burlaran de nosotros y nos retaran a entrar.
Con un fuerte golpe a la dañada puerta esta cedió y pudimos ingresar casi sin problemas. Dentro el calor era infernal, podía sentirse como la piel se derretía, pero no era más que una sensación o, al menos, era lo que yo me decía. Decidimos dividirnos, Nick y Samuel se encargarían de los primeros pisos y Thomas y yo nos ocuparíamos de las dos últimas plantas. Luego de una rápida señal, nos dividimos como previamente acordamos y empezamos la tarea.
Después de diez minutos habíamos logrado evacuar a unas quince o veinte personas y creíamos que habían sido todos, pero nos habíamos equivocado. Estando afuera del edificio, rodeados por civiles, ambulancias, policías y cientos de reporteros, el ambiente parecía de victoria pero un pequeño y casi inaudible sonido llegó a mis oídos.
- Silencio - pedí, quitándome el casco para escuchar mejor.
Luego de unos segundos el ambiente quedó en silencio y solo se oía como, lentamente, colapsaba la estructura del ya dañado edificio, pero nuevamente se escuchó el sonido. Era un pequeño llanto, tan imperceptible que apostaba que era el de un bebé.
- ¿Lo oyeron no? - pregunté, pero con sus miradas extrañadas me indicaron que solo yo lo había oído.
Sin esperar una respuesta, salí corriendo hacia el edificio y, colocándome nuevamente el casco, entré. La estructura a penas se sostenía, el piso crujía bajo mis pies y la escalera comenzaba a colapsar. Corrí lo más rápido que pude hacia donde creí que se encontraba la fuente del sollozo. Salté los agrietados suelos procurando evitar que todo se viniese abajo. Llegué al tercer piso pero aún no había rastros del niño y los llantos parecían disminuir segundo a segundo. Me detuve, sentí como el fuego me abrazaba, como el sudor me recorría la frente... cerré los ojos, me arrodillé, y entonces lo oí. El llanto se hizo audible una vez más y salí en busca del niño, derribé la puerta más cercana y ví a la pequeña criatura alojada en un cesto agitándose un tanto asustada. Lo tomé, dejando de lado todo me quité la chaqueta y envolví con ella al bebé.
Sentía como el fuego quemaba mi piel, como ardían mis nervios y como se calcinaba todo mi cuerpo. Lo que sentí en ese momento no se lo deseo a nadie, ni siquiera a mí peor enemigo (si es que tengo alguno).
Intenté dirigirme hacia la escalera pero esta ya había colapsado. Estaba en tercer piso, sabía que la probabilidad de sobrevivir a una caída desde esa altura era de un 10%. Era más que suficiente para mí, considerando que caer sería menos doloroso que morir calcinado, y  si saltase al menos una vida se salvaría. Busqué la ventana más cercana y al encontrarla, revisé lo que había debajo y al divisar una ambulancia, salté a través del marco de madera. Estando en el aire el tiempo pareció detenerse, ví como el edifico tras de mí eran consumido por las llamas, escuché como toda la gente gritaba desde la calle, sentí el pequeño llanto del bebé e incluso la leve brisa de invierno que chocaba contra mi caliente mejilla. Cómo hubiese deseado poder volar para evitar esa brutal caída, o tan solo ser de goma para que no doliese tanto, pero como ese no es el caso sabrán que sigo recuperándome de ese salto. Mi espalda impactó contra el techo de la ambulancia, recibiendo de lleno el golpe y protegiendo al pequeño infante. Miré al niño y al verlo bien solo sonreí. Todos se acercaron rápidamente, aunque para mí todo sucedía en cámara lenta. Los primeros en llegar se llevaron al niño con su madre y luego me bajaron del techo de la ambulancia.
- Eres un maldito con suerte Alex - dijo Thomas.
- Oye, tu eras el que decía que éramos a prueba de fuego - dije antes de desmayarme.

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