CANDÁS FLOOMER 🎸❤️✨

-Meses atrás-

La sala de espera del hospital estaba bañada en un silencio sepulcral, roto solo por el suave zumbido de las luces fluorescentes. Los padres de Candás, sentados, intercambiaban miradas cargadas de preocupación y miedo. Habían pasado tanto tiempo en este lugar que las paredes ya les eran familiares, pero nada los preparó para lo que estaban a punto de escuchar.

El médico, con rostro grave, entró en la sala y se sentó frente a ellos. -Señor y señora Floomer-, comenzó con voz suave, pero firme. -Tengo que darles una noticia difícil. Los tratamientos no han funcionado como esperábamos. Hemos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance, pero... a Candás le quedan solo unos meses de vida-.

El aire pareció detenerse en la habitación. La madre de Candás dejó escapar un sollozo, mientras su marido apretaba los puños, luchando por mantener la compostura. -¿No hay nada más que puedan hacer?-, preguntó con la voz quebrada.

El médico negó con la cabeza, su mirada llena de compasión. -Hemos agotado las opciones, seguir con el tratamiento es lo que queda. Lo siento mucho-.

Antes de que pudieran reaccionar, la puerta de la sala se abrió y Candás entró, con el rostro pálido pero decidido. A sus 18 años, su apariencia seguía siendo la de una chica fuerte, aunque marcada por la enfermedad. Se acercó a sus padres y, tomando aire, dijo: -Papá, mamá... quiero que sepan que ya he tomado una decisión-.

Su padre la miró con los ojos llenos de lágrimas. -Candás, no tienes que hacer esto sola...-

Pero ella lo interrumpió suavemente, con una calma que casi parecía sobrenatural. -No voy a continuar con la atención medica. Ya he firmado los papeles para hacerme responsable de mi propia muerte. Quiero que me vean como soy ahora, no como alguien a quien la enfermedad ha consumido-.

Su madre comenzó a llorar con más fuerza, tratando de protestar, pero Candás se acercó y la abrazó. -Mah, pah... sé que esto es difícil, pero he tomado esta decisión porque quiero vivir lo que me queda de la manera que elija, no en un hospital, no conectada a máquinas-.

Candás dio un paso atrás, mirándolos con una tristeza infinita, pero también con determinación. -Quiero que, a partir de hoy, me vean como si ya hubiera muerto. Quiero que hagan como si mi espíritu hubiera dejado este cuerpo y ahora estuviera libre, tomando su propio camino. No quiero que vivan el dolor de verme deteriorarme cada día-.

El silencio que siguió fue abrumador. Finalmente, su padre asintió lentamente, sus lágrimas cayendo sin control. -Te amamos, Candás. Siempre te amaremos-.

Ella les dio una última mirada, llena de amor y dolor, antes de salir de la sala. Su figura delgada desapareció por el pasillo, dejando a sus padres con la sensación de que, en cierto modo, acababan de perder a su hija, aunque todavía estaba viva.

Y así, con una mezcla de resignación y paz, Candás se despidió de la vida que conocía, decidida a vivir el tiempo que le quedaba en sus propios términos, con la fuerza y la libertad que siempre la habían definido.