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CAPITULO 25💕💕

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-Like You Do Joji-

El tratamiento especial había comenzado. Los especialistas estaban atentos a cada movimiento, cada latido del corazón de Candás mientras la inmunoterapia avanzada se infiltraba en su cuerpo, trabajando para despertar las defensas naturales que la quimioterapia había debilitado durante meses. Las máquinas zumbaban suavemente, sus luces parpadeantes proyectaban sombras largas sobre las paredes de la sala.

Fuera de la habitación, Len observaba la puerta, sus ojos llenos de una mezcla de ansiedad y esperanza. Su madre estaba a su lado, apoyando suavemente una mano en su hombro. A pesar de la actividad frenética a su alrededor, en su mente solo había silencio. El futuro parecía un hilo tan delgado que temía que cualquier movimiento en falso lo rompiera.

Los minutos pasaban como si fueran horas. Cada susurro de los médicos, cada cambio en las máquinas, mantenía a todos en la sala de espera al borde del abismo.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el médico jefe salió de la sala de tratamiento. Su rostro era serio, pero había una chispa de algo en sus ojos. Esperanza, tal vez. Todos se levantaron al unísono, sus corazones latiendo con fuerza.

—El tratamiento ha sido bien recibido por su cuerpo hasta ahora —dijo, su voz tranquila pero cargada de significado—. Hay una respuesta positiva. Aún es pronto para ser demasiado optimistas, pero esto es un buen signo. Vamos a trasladarla a una sala especial donde podrá ser monitoreada de cerca.

La noticia cayó sobre ellos como un bálsamo. Había sido un pequeño paso, pero un paso en la dirección correcta.

Len sintió que sus piernas temblaban. La tensión que había acumulado durante los últimos días lo estaba alcanzando, su cuerpo finalmente comenzaba a ceder ante el agotamiento emocional.

—Len —dijo su madre en voz baja, notando su estado. Lo guió suavemente hacia un pasillo menos concurrido, lejos de las miradas preocupadas de los demás.

Ya solos, Len se dejó caer en una silla de metal. Sus manos temblaban y apretó los puños para detener el temblor. Su madre se sentó a su lado, sus ojos llenos de una comprensión profunda.

—Hijo, sé que es difícil —comenzó, su voz suave y reconfortante—, pero no te preocupes. Candás es fuerte, y los doctores están haciendo todo lo posible por ella.

Len bajó la cabeza, sus hombros temblando ligeramente.

—He intentado ser fuerte desde que supe de su enfermedad —admitió, su voz quebrada—. Quise ser su apoyo, la persona en la que pudiera confiar sin miedo. Pero ya no aguanto más, mamá.

Un sollozo reprimido salió de su pecho. Las lágrimas, que había contenido durante tanto tiempo, finalmente empezaron a fluir.

—No quiero perderla. No puedo perderla. Ella significa tanto para mí... Sin ella, me siento vacío. Candás ha sacado de mí cosas que ni siquiera sabía que existían. Ha hecho que mi vida tenga un sentido que nunca antes había tenido.

La madre de Len lo miró, viéndolo no solo como su hijo, sino como un hombre que estaba enfrentando la dura realidad del amor y la pérdida. Lo abrazó, sintiendo el peso de sus emociones.

—Aférrate a la esperanza, Len. Es lo único que tenemos ahora. Pero no olvides que, pase lo que pase, has sido para Candás exactamente lo que ella necesitaba. Le has dado fuerzas cuando ella más lo necesitaba, y eso es algo que siempre debes recordar.

Len asintió, su rostro aún enterrado en el hombro de su madre. La abrazó más fuerte, dejando que la seguridad de ese momento lo envolviera.

—Mami, sin ella... —empezó, su voz casi un susurro—. Sin ella, no sé qué haré. Me he dado cuenta de que nunca había sentido algo así por nadie. Ella... Es todo lo que ahora necesito.

Su madre no respondió de inmediato. En lugar de palabras, le ofreció su presencia, su comprensión. Sabía que su hijo había crecido en formas que ella aún estaba comenzando a entender.

Finalmente, Len se apartó, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano. Se sentía un poco más ligero, pero el miedo seguía ahí, palpitando en su pecho.

—Vamos —dijo su madre suavemente—, volvamos con los demás. Candás necesita que estemos fuertes por ella.

Len asintió de nuevo, recogiendo la poca fuerza que le quedaba, y siguieron adelante.

El resto del día transcurrió en una bruma de incertidumbre. Los médicos entraban y salían, revisando los signos vitales de Candás, ajustando la medicación, observando cada reacción de su cuerpo. Mientras tanto, en la sala de espera, el grupo se mantenía unido, aunque el cansancio empezaba a hacer mella en todos ellos.

Ryan se encargó de traer café para todos, su intento de mantener la moral alta. Violet no se separaba del lado de Len, sabiendo que su amigo estaba al borde de su resistencia emocional. Max hacía lo que podía para distraerlos, hablando de cualquier cosa que se le ocurriera, desde recuerdos de la escuela hasta planes para el futuro, en un intento de llenar el vacío que el miedo había creado. Los adultos solo guardaban silencio.

Las horas pasaron lentamente. Afuera, la noche comenzó a caer, cubriendo la ciudad con su manto oscuro. Pero en el hospital, el tiempo se había detenido.

Finalmente, cuando la luna estaba alta en el cielo, el médico jefe regresó, su expresión más relajada que antes.

—Candás está respondiendo al tratamiento mejor de lo que esperábamos. Vamos a trasladarla a una nueva sala, ahora sí podrá descansar y recuperarse mejor.

Todos soltaron el aliento que ni siquiera sabían que estaban conteniendo. Era una pequeña victoria, pero una que les dio la fuerza necesaria para seguir adelante.

El grupo se levantó mientras los enfermeros preparaban a Candás para el traslado. Len se quedó mirando cómo la llevaban, su corazón lleno de una mezcla de esperanza y miedo. Cuando finalmente la colocaron en la nueva sala, se permitió un pequeño suspiro de alivio. Aún no estaba fuera de peligro, pero esto era más que un simple paso.

Candás, aún inconsciente, parecía frágil en la cama nueva, pero había algo diferente en ella. Tal vez era la forma en que su respiración se había estabilizado, o la ligera coloración que había regresado a sus mejillas. Fuera lo que fuera, Len lo tomó como un buen signo.

Los especialistas, tras asegurarse de que todo estaba en orden, dejaron la habitación en silencio, permitiendo que Candás descansara.

Len, aún con el peso de la conversación con su madre, se acercó a la cama. Se sentó en la silla a su lado y tomó su mano, susurrando en la oscuridad.

—Estoy aquí, Candás. No importa lo que pase, no te dejaré sola. Lucha, por favor... Te necesito.

El cansancio lo venció y, con su mano aún entrelazada con la de Candás, Len se dejó llevar por un sueño inquieto, en el que la esperanza y el miedo bailaban en su mente.

La batalla de Candás estaba lejos de haber terminado, pero en esa noche tranquila, mientras los monitores zumbaban suavemente y la luna iluminaba la sala, todos sintieron que la primera chispa de esperanza había prendido en la oscuridad.

Disfruten la musiquita ....🌼✨

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