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CAPITULO 23💖💖

LENARD RODRÍGUEZ Y CANDÁS FLOOMER🎸📚✨

-Pero ¿por qué dudaste en decírmelo? -preguntó la madre de Len con voz preocupada a través del teléfono.

Len conducía la casa rodante por una carretera que serpenteaba hacia las afueras de Los Ángeles. Mientras tanto, su madre lo interrogaba al otro lado de la línea.

-Tenía miedo de que te sintieras decepcionada, mamá, por echar mis estudios a un lado -respondió Len, su tono cargado de un peso que parecía haber llevado durante demasiado tiempo.

-¿Decepcionada? -la risa suave de su madre resonó a través del altavoz-. Hijo, ¿no me conoces lo suficiente como para saber que priorizo tu felicidad antes que cualquier cosa? No hay nada que me haga más feliz que verte a ti contento.

Len suspiró, con una mezcla de alivio y gratitud. Mientras hablaba con su madre, Candás estaba en la parte trasera de la casa rodante, aislada del mundo con sus audífonos, escuchando rock a todo volumen. La música era su refugio, un escape momentáneo de la realidad que la acechaba.

-¿Y cómo está ella? -preguntó la madre de Len, refiriéndose a Candás.

Len lanzó una mirada por el espejo retrovisor, donde podía ver a Candás moviéndose al ritmo de la música, su mente aparentemente en otra dimensión.

-A veces la veo decaída, pero en su mayoría está bien... -dudó antes de continuar-. De hecho, a veces me hace dudar de su enfermedad.

-Eso es bueno, pero, hijo... -La voz de su madre se tornó seria-. ¿No crees que ella está muy expuesta al divertinaje? Debería estar recibiendo tratamientos médicos intensivos.

Len tragó saliva, sintiéndose nuevamente atrapado entre dos mundos.

-En cuanto lleguemos a Los Ángeles, recibirá los tratamientos. Por ahora, ella siempre lleva su kit con pastillas e inyecciones diarias.

La preocupación en la voz de su madre se intensificó.

-¿Y sus padres? ¿Dónde están? -preguntó.

-Viven en San Francisco -explicó Len-. Candás no habla mucho de ellos.

El sonido de la música disminuyó cuando Candás apareció en el asiento del copiloto, sus audífonos colgando alrededor de su cuello.

-¿Con quién hablas? -preguntó, mirando a Len con curiosidad.

Len le mostró la pantalla del teléfono, donde se leía el nombre "Mi Reina" seguido de "Mi Madre" en la esquina de subnombre.

Candás asintió con una pequeña sonrisa y, antes de que pudiera decir algo más, la madre de Len exclamó por el altavoz:

-¡Nuera! ¡Nuera!

Candás se sonrojó, nerviosa, pero respondió con una sonrisa.

-Hola, querida suegra.

La conversación entre las dos mujeres comenzó de manera cautelosa, pero en cuestión de minutos, estaban hablando de temas femeninos, con el teléfono en modo altavoz. Len, avergonzado por el giro de la conversación, intentó concentrarse en la carretera, pero no pudo evitar escuchar.

-Candás, por favor, cuida de mi hijo -dijo la madre de Len después de un rato.

Candás sonrió y le pasó el teléfono a Len, quien se despidió de su madre con una sonrisa.

-Mañana te deposito algo de dinero para que le compres algo a tu chica-añadió la madre de Len antes de colgar.

-No es necesario, mamá, de verdad... -insistió Len.

-¡No seas tan orgulloso! -le regañó su madre, haciendo que Candás riera suavemente.

-¡Mamá! -exclamó Len, avergonzado, pero en el fondo agradecido por el apoyo incondicional.

Después de colgar, el ambiente en la casa rodante se sintió más ligero. Candás se recostó en el asiento del copiloto y dejó escapar un suspiro mientras veía pasar las palmeras y edificios a medida que se acercaban a Los Ángeles.

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Ya entrada la tarde, llegaron a las afueras de la ciudad y aparcaron cerca de una playa donde se llevaría a cabo el evento de luces flotantes. Las actividades estaban en pleno apogeo, y la pareja, vestida para la ocasión, se mezcló entre la multitud. Candás llevaba un vestido rosa de manga corta que Violet, su amiga y excompañera de banda, le había regalado.

-Este es mi regalo de despedida-, le había dicho Violet cuando se lo entregó. -Ya sabrás cuándo usarlo-.

Len, por su parte, vestía una camisa blanca y una bermuda playera, manteniendo su estilo casual. Mientras caminaban por la playa, recibieron folletos sobre la actividad, que estaba dedicada a las parejas "de ensueño", aquellas que parecían sacadas de un cuento de hadas.

En su camino hacia la orilla, donde las personas comenzaban a montar las luces flotantes, Candás chocó con una chica.

-Disculpa... -Candás comenzó a disculparse, pero se detuvo al reconocer el rostro familiar frente a ella.

-¡Violet? -preguntó sorprendida.

-¿Candás? -respondió Violet, igual de asombrada.

Ambas se abrazaron, emocionadas por el inesperado reencuentro.

-¡Vaya que el mundo es redondo! -exclamó Violet-. ¿Qué haces aquí?

-Es una historia bastante larga... -dijo Candás, riendo.

Antes de que pudieran continuar, un chico apareció con bebidas en mano.

-¿Interrumpo algo? -preguntó, quien parecía andar con Violet.

-¡No, para nada! -contestaron todos al unísono.

Otro chico se acercó al grupo, claramente con Violet y el anterior chico, y su expresión se iluminó al reconocer a Candás.

-¿Pero tú no eres Candás, la guitarrista de los Night Rebels?

-Ex guitarrista -corrigió Candás con una sonrisa melancólica.

-Ex Night Rebels -murmuró Violet con tristeza.

El grupo se sentó en la arena, conversando mientras el sol comenzaba a bajar. Violet le contó a Candás cómo la banda se disolvió tras su partida, ya que ningún guitarrista nuevo logró capturar el mismo espíritu que ella. Nayel se había mudado a Detroit para unirse a otra banda, Eric había desaparecido del radar y Trébol intentaba empezar una nueva carrera desde cero. Violet había encontrado trabajo como mesera en un bar, donde conoció a Ryan. El primer chico que se les unió.

-¿Y qué hay de él? -preguntó Candás, refiriéndose al chico que había reconocido a Violet.

-Ah, él es Patrick, primo de Ryan -explicó Violet-. Está aquí para recibir tratamiento por una enfermedad pulmonar que no podían tratar en su ciudad. Decidimos llevarlo a Los Ángeles y, ya que estábamos aquí, vimos un anuncio en Instagram sobre este evento y decidimos venir.

Candás asintió, comprendiendo la situación. Patrick, quien se había unido a la conversación, la miró con curiosidad.

-¿Y tú? ¿Qué planes tienes con ese chico? -preguntó Patrick, señalando a Len.

-Es mi novio, y estamos viajando por... motivos personales -respondió Candás, sin dar demasiados detalles.

La conversación continuó, pero Candás comenzó a sentirse incómoda cuando Patrick insistió en hablar de su pasado como guitarrista. Intentó cambiar de tema, pero Patrick seguía con la misma intensidad.

Len notó la incomodidad de Candás y se unió a la conversación, mencionando que pronto comenzarían a soltar las luces flotantes.

-Puede que antes de que pase lo que va a pasar... -le susurró Candás a Violet, refiriéndose a su inevitable destino-. Puede que nos volvamos a ver.

Violet la despidió con un abrazo, y Ryan se despidió de Len. Patrick también le dio un cálido abrazo a Candás, uno que a Len no le pareció del todo bien. Mientras se alejaban, Violet le gritó a Candás:

-¡Te queda perfecto el vestido! Sabía que lo usarías en la mejor ocasión.

Ya eran las 11:30 cuando la multitud comenzó a soltar sus luces flotantes al cielo, pidiendo deseos. Candás y Len armaron la suya juntos. Len, sosteniendo la mano de Candás, le preguntó:

-¿Qué deseas?

Candás miró al cielo, sintiéndose momentáneamente abrumada por la pregunta.

-Con el poco tiempo que me queda, mi mente no logra formular nada... -dijo, su voz apenas un susurro-. Hazlo tú, y ambos lo pediremos juntos.

Len cerró los ojos y formuló su deseo en silencio. Cuando abrió los ojos, miró a Candás con una intensidad que solo el amor verdadero puede crear.

-Deseo que, sin importar lo que venga, siempre estemos juntos, en esta vida y en todas las demás.

Candás sonrió, asintiendo con la cabeza, y ambos soltaron su luz flotante, observando cómo se elevaba hacia el cielo nocturno. La multitud desapareció de su mente cuando se unieron en un cálido beso, sellando el deseo con la pasión de su amor.

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Más tarde, ya pasada la medianoche, la playa se vació casi por completo. Candás y Len decidieron que era hora de irse. Mientras corrían hacia la casa rodante, jugueteando y riendo, la sonrisa de Candás se desvaneció repentinamente.

Sintió un dolor punzante en su pecho, un recordatorio cruel de la enfermedad que la acechaba. Se detuvo abruptamente, llevándose la mano al pecho, y antes de que Len pudiera reaccionar, Candás se desplomó en la arena.

-¡Candás! -gritó Len, corriendo hacia ella, su corazón latiendo con un pánico que no había sentido jamás.

Len se encontraba arrodillado junto a Candás, su rostro lleno de desesperación mientras la oscuridad de la noche los envolvía.

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