CAPITULO 20💖💖
Cloudy and Rockstar 🎸📚✨
El silencio de la noche era roto solo por el suave murmullo del viento fuera de la pequeña habitación. La luna iluminaba la estancia con una luz tenue, proyectando sombras suaves en las paredes. Candás dormía profundamente, envuelta en el abrazo cálido de Len. Pero en medio de la tranquilidad, un sueño oscuro comenzó a apoderarse de su mente.
En la pesadilla, Candás corría desesperadamente por un sendero pedregoso. La respiración se le entrecortaba mientras sentía que alguien la perseguía, aunque cada vez que miraba hacia atrás, no veía a nadie. Sin embargo, la sensación de peligro era abrumadora. Sus pies tropezaban con las piedras del camino, y la angustia crecía en su pecho. De repente, el sendero se estrechó y ante ella se abrió un precipicio. Al borde del risco, sin otra opción, saltó al vacío, sintiendo el aire helado contra su piel... y entonces, despertó con un grito ahogado.
Len se incorporó rápidamente, alertado por el sobresalto de Candás. Sus ojos se abrieron con preocupación al verla sentada en la cama, respirando agitadamente, el rostro pálido y cubierto de sudor.
—¿Estás bien?—preguntó suavemente, acercándose a ella y rodeándola con sus brazos para darle consuelo. —Tranquila, solo ha sido una pesadilla.
Candás comenzó a sollozar, sin poder controlar las lágrimas que brotaban de sus ojos. No había razón aparente para el llanto, pero la angustia que había sentido en el sueño la dejó vulnerable, y ahora se desmoronaba entre los brazos de Len.
—No te apartes de mí—murmuró Candás entre sollozos, apoyando su cabeza en el pecho de Len.
Len la abrazó con fuerza, su voz baja y reconfortante.
—No lo haré, pequeña. Estoy aquí, siempre estaré aquí. No tienes por qué preocuparte, no dejaré que nada te pase.
Candás cerró los ojos, dejando que sus palabras la calmaran, mientras su respiración poco a poco volvía a un ritmo más pausado. El calor del abrazo de Len y el latido constante de su corazón fueron suficientes para llevarla de vuelta a un sueño sin sobresaltos, esta vez, más tranquilo.
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Cuando la luz del sol comenzó a filtrarse por las cortinas de la ventana, Candás se despertó lentamente, aún entrelazada en las sábanas suaves. Su cuerpo se sentía relajado, pero algo en su entorno la inquietó. Al abrir los ojos por completo, se dio cuenta de que Len no estaba a su lado. Se sentó en la cama, rápidamente buscando a su alrededor, sus ojos recorriendo la habitación.
Antes de que el pánico pudiera asomarse, vio a Len entrar en la habitación desde la pequeña cocina, una sonrisa dibujada en su rostro.
—Buenos días, dormilona—dijo con un tono juguetón.
Candás bostezó, sintiendo una mezcla de alivio y somnolencia.
—Buenos días—murmuró, mientras se desperezaba en la cama. —¿Qué has estado haciendo?
Len se acercó a ella y, con una sonrisa traviesa, le dio un suave toquecito en la nariz.
—Tendrás que descubrirlo—respondió, antes de dirigirse de nuevo a la cocina.
Candás lo observó intrigada mientras él volvía con una bandeja en las manos. Cuando Len la colocó frente a ella, Candás no pudo evitar quedarse boquiabierta ante lo que vio: un desayuno perfectamente preparado, con detalles extravagantes y tentadores.
Había tostadas francesas cubiertas con fresas frescas y crema batida, un bol de yogur griego adornado con granola casera y miel, y un vaso de jugo de naranja recién exprimido. A un lado, una taza de café humeante, que llenaba la habitación con su aroma embriagador.
—Wow—murmuró Candás, sin poder disimular su asombro—. ¿Cuándo fue la última vez que vi la televisión mientras desayunaba?
Len tomó el control remoto y encendió el televisor, sonriendo mientras se acomodaba a su lado.
—Bueno, entonces este es el momento perfecto para retomar esa tradición—dijo, pasando un brazo por sus hombros mientras ella aún examinaba el extravagante desayuno que él había preparado.
—¿De dónde sacaste todos estos ingredientes?—preguntó Candás, sorprendida mientras tomaba un sorbo de café.
—Fui a una tiendita cercana. Me desperté temprano y pensé que te gustaría—respondió Len, con una sonrisa satisfecha.
Candás lo miró, enternecida.
—Has estado despierto desde temprano solo para hacer esto... —dijo, dejando que el sentimiento de gratitud se filtrara en sus palabras.
—Algo así—replicó Len, encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa.
Candás abrió la boca para hablar sobre la pesadilla de la noche anterior, pero Len la interrumpió suavemente.
—Mira, es día de princesas—dijo, señalando la pantalla del televisor, donde acababa de terminar "Valiente" y comenzaba "Enredados".
Candás no pudo evitar una sonrisa amplia mientras asentía.
—¡Ay, amo a Rapunzel!—exclamó, dejando de lado su preocupación para concentrarse en la película.
Mientras se sumergía en la historia de la joven princesa alemana, Candás comenzó a comer embelesada. Len la miraba, disfrutando de verla tan absorta y feliz.
—¿Te han dicho lo hermosa que te ves despeinada?—le susurró Len, sin poder evitarlo.
Candás se giró rápidamente hacia el espejo de la esquina y notó su reflejo: su cabello desordenado y su aspecto algo desaliñado. Se sonrojó, sintiéndose un poco avergonzada y rápidamente se cubrió con la sábana.
—No me mires, soy un desastre—murmuró, tratando de ocultarse.
Len soltó una risa suave, acercándose a ella y tirando suavemente de la sábana, mientras la hacía reír con cosquillas.
—Vamos, eres hermosa. He estado contemplando tu belleza desde que desperté, así que no vengas a obstaculizar mi vista ahora—le dijo con ternura.
Candás, con una sonrisa en los labios, se dejó llevar por la broma y la cercanía de Len. Después de un rato de risas y juegos, se recostaron de nuevo para seguir disfrutando de la película, comiendo en silencio mientras la animación avanzaba en la pantalla.
Pero entonces, algo llamó la atención de Candás. Mientras se acomodaba en la cama, notó que en la almohada había más cabello del que era normal perder. Su corazón se encogió al ver los mechones sueltos, pero se obligó a mantener la calma, no queriendo arruinar el momento con sus preocupaciones. Ella ya sabía lo que venía.
Tragó sus miedos y se volvió hacia Len, quien estaba demasiado concentrado en la película para notar su momentáneo malestar. Con un esfuerzo, Candás sonrió y se apoyó en él, disfrutando del tiempo que aún tenía, tratando de no pensar en el inevitable final que se acercaba cada vez más rápido.
En ese instante, decidió aferrarse a la paz y la alegría del momento, sabiendo que cada instante con Len era un regalo invaluable.
NOTA DE LA AUTORA:
La hora de la verdad se acerca, el final no muy esperado se aproxima.
Pero antes que nada, plasmare muchos momentos que atesorar en las últimas páginas.🌝✨
Espero y estén disfrutando de la trama mis queridos fieles; os agradezco el apoyo.💗✌️
Les recomiendo aferrarse a estos momentos ya que el final se acerca ¿Qué mala soy eh? Bueno quizás no. Mejor me callo para no dar Spoiler hehe😹😹💖
Se les quiere un buen....🎸📚✨
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