CAPITULO 18✨✨
CANDÁS Y LEN🎸📚✨
- Golden hour JVKE-
El sol comenzaba a descender en el horizonte, pintando el cielo con tonos naranjas y púrpuras, mientras la casa rodante avanzaba por la carretera hacia Los Ángeles. Len estaba al volante, concentrado en la carretera que se extendía interminable frente a él. Tenía la música a todo volumen, un tema clásico que resonaba en cada rincón del vehículo, mientras el paisaje desértico pasaba a su lado en una mancha borrosa de arena y rocas.
Candás estaba en la parte trasera, en el pequeño cuarto donde habían puesto sus cosas. Había momentos en que su cuerpo le recordaba que no podía escapar de su realidad, y aquel era uno de ellos. Se sentía más débil de lo usual, su energía se agotaba rápidamente, y cada movimiento le parecía un esfuerzo titánico. Sin embargo, cuando escuchó la música y sintió las vibraciones que atravesaban la casa rodante, decidió que no podía dejar que ese malestar la venciera. Se levantó con esfuerzo, sacudiendo un poco la cabeza para despejarse, y avanzó hacia el asiento del copiloto.
Cuando Len la vio llegar, se dio cuenta de que algo no estaba bien. Candás tenía un aspecto pálido, y sus movimientos eran lentos, como si cada paso le costara. Pero antes de que pudiera preguntar, ella le dedicó una sonrisa tranquilizadora, aunque un tanto forzada.
—No dormí bien anoche—mintió Candás, acomodándose en el asiento y ajustándose el cinturón de seguridad. —Pero estoy bien, no te preocupes.
Len quiso insistir, pero decidió darle el beneficio de la duda. Ella siempre había sido fuerte, no quería agobiarla más con sus preocupaciones. Asintió y le devolvió la sonrisa.
—Si tú lo dices—murmuró, mientras volvía a concentrarse en la carretera.
Candás, en un intento de cambiar el ánimo, subió aún más el volumen de la música, llenando la casa rodante con una cacofonía ensordecedora. Pero no era su tipo de música, y eso era evidente en la mueca que hizo al escucharla. Sin pensarlo dos veces, cambió a una de sus canciones de rock antiguo favoritas, un tema ruidoso y energético que llenó el aire de inmediato.
—¡Esto es música de verdad!—gritó por encima del estruendo, y comenzó a mover su cabeza al ritmo, agitando su pelo de un lado a otro como si estuviera en un concierto.
Len la observaba por el espejo retrovisor, fascinado por la manera en que Candás se entregaba a la música, como si nada más importara en ese momento. Sus movimientos se volvieron más intensos, sus caderas se balanceaban de un lado a otro, y pronto sus movimientos adquirieron un tono más sensual. Candás sabía cómo llamar la atención de Len, y lo hacía sin ningún esfuerzo. Él, tratando de no distraerse demasiado, no pudo evitar mirarla con más frecuencia, sus ojos desviándose del camino para seguir el baile hipnotizante de Candás.
Pero ese segundo de distracción fue suficiente para que el vehículo se desviara un poco, y Len tuvo que girar el volante bruscamente y pisar el freno para evitar salirse de la carretera. El movimiento repentino hizo que Candás perdiera el equilibrio y cayera de espaldas al suelo.
—¡Candás!—gritó Len, alarmado, mientras soltaba el volante y corría hacia ella.
Candás estaba inmóvil, sus ojos cerrados, y por un momento el miedo se apoderó de Len. Se arrodilló a su lado, sus manos temblorosas al tomar su rostro.
—¡Candás, por favor, respóndeme!—suplicó, con el pánico creciendo en su pecho.
Después de un par de eternos segundos de silencio, Candás abrió los ojos de golpe y, con una sonrisa traviesa, susurró: —¡Buh!
Len se quedó paralizado por un momento, procesando lo que acababa de pasar. Entonces, la mezcla de alivio y enojo lo golpeó con fuerza.
—¡¿Estás loca?!—exclamó, levantándose y alejándose de ella, visiblemente frustrado. —¡No puedes hacerme esto! ¡Pensé que...!—Pero las palabras se le atascaron en la garganta, incapaz de expresar completamente el miedo que había sentido.
Candás, aún en el suelo, se incorporó lentamente, la sonrisa juguetona desvaneciéndose al ver la seriedad en el rostro de Len. Se acercó a él, sus ojos mostrando arrepentimiento.
—Lo siento, mi amor—dijo en voz baja, casi un susurro. —No quería asustarte...—pero él no respondió, simplemente se quedó mirando al frente, con la mandíbula apretada.
Candás, en un intento de romper la tensión, se acercó más, rozando su brazo con la mano y luego con sus labios, dándole un pequeño beso en la mejilla. Len cerró los ojos por un momento, su frustración comenzando a disiparse ante el gesto tierno.
—Es que... me preocupo por ti—murmuró finalmente, su voz temblando por la emoción reprimida. —No quiero perderte, Candás.
Ella lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y resignación. Se acercó un poco más, hasta que sus narices casi se rozaron, y en un susurro le dijo: —Algún día pasará, Len... y nadie podrá evitarlo.
Una lágrima rodó por la mejilla de Len, traicionando el muro de fortaleza que intentaba mantener. Candás levantó una mano y suavemente limpió la lágrima, acariciando su rostro con ternura. Después de un último beso suave, Candás se alejó un poco, mirando a su alrededor y dándose cuenta de que estaban casi en medio de la carretera.
—Deberíamos movernos—dijo ella, intentando sonar más animada. —¿Te importa si conduzco yo ahora?
Len la miró sorprendido, arqueando una ceja.
—¿Desde cuándo sabes conducir?—preguntó con una mezcla de incredulidad y curiosidad.
Candás sonrió de forma juguetona y respondió con un tono despreocupado: —Es fácil, ¿no?
Se deslizó hacia el asiento del conductor antes de que Len pudiera objetar, ajustando el espejo retrovisor y examinando los controles como si supiera lo que hacía. Len, aún un poco desconcertado, se sentó a su lado en el asiento del copiloto.
Los primeros minutos estuvieron llenos de risas y bromas mientras Candás intentaba familiarizarse con la conducción. Su inexperiencia era evidente, pero la alegría en su rostro era innegable. Len decidió enseñarle un poco, tomándolo como una distracción de los pensamientos más oscuros que le rondaban la mente.
Después de un rato, Len bajó el volumen de la música, sustituyéndola por una melodía suave, que llenó el espacio con un aire de tranquilidad. Mientras Candás conducía, Len no podía dejar de mirarla, notando el brillo en sus ojos, la forma en que sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa. Pero, detrás de esa alegría superficial, Len sentía que había algo más, algo que ella seguía ocultándole.
—No tienes que ocultarme cuánto tiempo te queda—dijo finalmente, su voz era suave pero firme, mirando hacia el frente. —No quiero que pienses que me aferro a una esperanza falsa.
Candás permaneció en silencio por un momento, sus manos apretando el volante. Luego, con un suspiro, sacó un papel doblado de uno de sus bolsillos y se lo pasó a Len sin mirarlo a los ojos.
Len desdobló el papel, su mirada recorriendo el texto impreso. Era un certificado médico, con una fecha marcada claramente en él. Era el día en que le dijeron a Candás cuántos meses le quedaban de vida. Len sintió un nudo formarse en su garganta al leer las palabras, comprendiendo que el tiempo que les quedaba juntos era aún más corto de lo que había imaginado.
—Te mentí—admitió Candás, su voz apenas un susurro. —Te dije que no sabía cuánto tiempo me quedaba... pero lo sabía. No quería que lo supieras, porque... porque aún quería tener momentos como este contigo. Momentos en los que pudiéramos olvidar lo que viene.
Len guardó el papel, sintiendo el peso de la verdad que acababa de recibir. Miró a Candás, quien seguía mirando hacia la carretera, sus ojos enfocados pero con una tristeza profunda en su expresión.
—Lo único que quiero—continuó Candás—es que, cuando llegue el momento, recuerdes que cada segundo que pasamos juntos fue real, y que los atesoré más que nada en el mundo.
Len se quedó en silencio, procesando sus palabras. Luego, sin decir nada, tomó suavemente la mano de Candás que descansaba sobre el volante, entrelazando sus dedos con los de ella. Candás apretó su mano en respuesta, sintiendo la calidez y el apoyo en ese simple gesto.
Condujeron en silencio por un rato más, el viento soplando suavemente a través de las ventanas abiertas, llevando consigo el peso de las palabras no dichas.
NOTA DE LA AUTORA:
He amado este capítulo; bueno, hasta ahora todos y espero que el hecho de que Candás arreglo su error de no contarle el tiempo que le quedaba a Len; les emocione igual que a mi.
Espero leer sus opiniones respecto al capitulo. Se les quiere 💗✨🎸
Disfruten la musiquita....
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