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1 | Así es dicho compás 🎸✨

CANDÁS FLOOMER

Y hoy, como todos los días, el cuarto se siente demasiado vacío. Pero lo bueno es que al menos tengo mi guitarra para rellenar los huecos de silencio. Me la colgué del cuello y ajusté el volumen del amplificador, dejando que las primeras vibraciones recorrieran la pequeña habitación. Las paredes grises, los muebles de segunda mano... todo seguía igual, pero cuando tocaba, todo eso se desvanecía.

El reloj marcaba las siete de la tarde. Era hora de salir. Tomé mi chaqueta de cuero, esa que ya estaba toda rasgada en los codos por el uso, y me la puse. Me miré al espejo. Ahí estaba, otra vez, Candás Floomer, de al parecer 18 años, con los ojos cansados, el cabello revuelto, y esa mirada de alguien que ya ha vivido demasiado, aunque apenas sentía que estaba comenzando.

Me acerqué a la puerta y eché un último vistazo a la habitación: las partituras por el suelo, todo un caos controlado. No me importaba. Al menos no me importaba más que lo que me esperaba afuera. La banda. El garaje.

El camino hasta allá nunca cambiaba. Las luces de las farolas me daban esa sensación extraña, como si estuviera viajando a otro mundo. Pero no era otro mundo, solo era la misma ciudad, solo era yo, caminando por calles que ya conocía, pero aún así, nunca me cansaba de ellas. A veces me preguntaba si la soledad que sentía por esas calles era una amiga fiel o una condena.

Al llegar al garaje, ya se escuchaba el bajo de Eric, afinándose. La puerta metálica estaba entreabierta. Entré, y como siempre, me recibió una sonrisa de Eric, el bajista, que siempre estaba con su actitud relajada, pero que nunca dejaba de ser el primero en estar listo para tocar.

—Ya era hora, Candás. Pensé que ibas a dejarnos colgados hoy —dijo, levantando la vista, mientras seguía afinando.

—Como si pudiera hacer eso —respondí, quitándome la chaqueta y dejándola sobre el viejo sofá del garaje.

Este lugar.

Lugar de todos nuestros ensayos.

Gracias al cielo que Eric era un chico de conexiones, cuando el grupo se formó no tardo ni dos días para conseguir este espacio, si no me falla la memoria nos comentó que le pertenecía a un señor que le debía muchos favores y que justo se estaba por ir de la ciudad. Hay que admitir que los Night Rebels guardamos algo de suerte.

El sonido familiar de unas botas, me saco  de mis pensamientos. Se trataba de Violet que apareció al fondo, sus ojos brillando de emoción como siempre. Al encontrarnos ambas sonreimos, ella girando las baquetas que yacían en sus manos. Después de todo, era la baterista. Ella, al igual igual yo, vivía por estos momentos.

—¿Letras nuevas? —preguntó.

Saqué un par de hojas arrugadas del bolsillo trasero de mis jeans.

—Sí, pero están crudas. Podemos probarlas y ver qué pasa. Si no suenan bien, las cambiamos.

Violet se las llevó a leer y yo me senté en mi lugar, conectando la guitarra al amplificador y tocando un par de notas para afinarla. No me hacía falta mucho para calentar, siempre estaba lista.

En ese momento, Nayel y Trébol, los otros dos de la banda, hicieron su entrada saludando.  Nayel, como siempre, desganado pero con la capacidad de ponerle alma a todo lo que hacía, se acercó rápidamente al micrófono. Trébol, el tecladista, se quedó en su rincón, en su mundo, pero con ese toque único tan difícil de ignorar.

—¿Qué tal suenan esas letras? —preguntó Nayel mientras se estiraba.

—Crudas, pero tienen algo —respondió Violet, observando el verso que le había llamado la atención. —Me gustan.

Trébol asintió desde su rincón.

—Lo que necesitamos es algo que haga mover al público, algo que los haga sentir

de verdad. Si eso es lo que tienes en manos, ya quedo.

Yo simplemente encogí los hombros. No tenía mucho que decir. A veces, la mejor manera de explicar algo era no decir mucho.

—Solo me deje llevar y escribí. De vez en cuando, es lo único que puedo hacer. Ustedes decidan —di por concluido.

Eric sonrió, sabiendo que había algo más detrás de esas palabras.

—Ya quedo ¿Listos para tocar? —preguntó el mismo, rompiendo el silencio.

—Siempre —fui la primera en responder.

Los primeros toques de la batería llenaron el garaje, y de inmediato, como siempre, todo se transformó. La energía del lugar cambió. La música se convirtió en una descarga eléctrica que nos envolvía, dejándonos sin aliento pero completamente vivos.

Nayel cantaba, su voz llena de emoción. Eric conectaba con lo suyo, Violet y Trébol se movían al ritmo de su propia creación. Y yo, bueno, yo era el motor detrás de todo. Después de todo, la guitarra era mi forma de hablar cuando las palabras no bastaban.

Cuando el último estruendo se desvaneció, la tensión del momento se disolvió. Respiramos y nos miramos. Pese a la pesades y el reciente dolor de espalda que me devolvió a la realidad, mi realidad. Solo me quedaba aceptar que el rock era mi refugio, era una forma de rebelarme contra todo lo que no podía controlar. Y, aunque intentaba no pensar demasiado en ello, sabía que no iba a estar tocando por siempre.

—Eso fue... ¡increíble! —dijo Violet, dejando caer sus baquetas con un suspiro de satisfacción.

—Siempre lo es cuando estamos juntos —Eric añadió, desconectando su bajo.

Yo me limité a sonreír, pero había algo detrás de esa sonrisa que quizás ninguno de ellos comprendía por completo. Algo que no me atreví a decir en voz alta.

—Sí, pero no siempre tendremos esta suerte —dije, con una ligera sombra en mi

voz.

Nadie respondió. No hacía falta. Todos sabíamos lo que significaba, pero nadie se atrevía a decirlo.

Recogí mi guitarra y me la colgué del cuello, poniéndome la chaqueta de nuevo.

—Candás, no impor...

—Ya que —interrumpí a Vi —nos vemos mañana, chicos —dije, tratando de sonreír, aunque era un esfuerzo que no me salía del todo bien.

—Bueno, hasta mañana —dijeron, todos a la vez, sabiendo que algo no estaba bien, pero sin atreverse a preguntar.

Salí del garaje y caminé bajo las luces de la calle, con la guitarra colgada en mi espalda y el peso de mi propio cuerpo recordándome que no todo estaba bien. Pero en esos momentos, nada me importaba tanto. Cada acorde, cada palabra cantada, cada momento con ellos... era lo único que realmente importaba.

Cuando llegué a mi departamento, cerré la puerta detrás de mí. La habitación estaba oscura, nada nuevo, pero no encendí la luz. Me dejé caer en el sofá, sin ganas de hacer nada más. Cerré los ojos, tratando de retener el sonido de esa noche, de las risas, de la música, de mis amigos.

Sabía que tal vez no estaría mucho más tiempo haciendo esto, pero mientras pudiera, lo seguiría haciendo. Porque lo que hacía,  de alguna manera, quizás ignorante, era lo único que me mantenía con vida.

NOTA DE LA AUTORA:

Hola chiquillesssss, aquí el primer capítulo de esta maravillosa historia, espero y os guste.💗✨

Introducí rápido a los amigos de Candás, para que se vallan adentrando al contexto.🎸✨

Dejen aquí su opinión. Es el primer capítulo editado hehe.

Sin más que decir los quiero un montón gracias por darle una oportunidad a otra de mis historias.🤧💗


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