Dos veces adiós
Estabas molesto conmigo por llamarte gay. En realidad o lo hice, y tampoco es un delito. Lo último que me escribió:-Tú más que nadie sabe que no soy gay.-tiene razón, no sé porque dude si te conozco bien.
Volví apenada:—En serio, lo siento, no era por ofenderte.
—No me ofende es que no pienso decir que te perdono y al final no hacerlo.
—Que ironía.—recordé nuestro pasado cuando decía que me amaba y dejo a una prostituta burlarse de mi. ¿Cuándo has sido tan sincero?-¿De qué hablas? Por si no lo sabe yo te odio.
—Yo también.—leí y abrí los ojos, ¿me odias?
Nunca tuve una pelea contigo. No me hacía sonreír, de hecho estaba destrozada, pero me doy cuenta que hay algo pendiente, mucho que hablar.
Cambias tu foto de perfil en donde abraza a tu novia y con sus gentes unidas sonrien. No sabes lo que me hace sentir, pero aún así por fuera sonrió. ¿Qué pinto yo en tu vida? ¿Debería de volver a desaparecer? Si te da igual. No es algo impactante para tu vida. No te doy brillo ni color.
***
¿Podrían las cosas ir peor?, pues claro que si, y ahí te va: Tenemos que imigrar, a más de 90 millas. Alejarme de mi familia para ir con la que he creado y por obligación debo pensar en mis hijos y no en mi.
No quiero ir. Estaré sola.
Me despedí de muchas personas por el celular, o sea, llamadas y mensajes porque no tenía modo de ir a verles. Ni eso pude hacer, darles un abrazo.
Y al final, no sé por qué te conté. Solo me felicitaste y me deseaste lo mejor.
Un mes después estaba montando un avión con mis hijos y este hombre. ¿Y sopresa? La suegra ya nos estaba esperando del otro lado con mucha emoción.
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