¿Quién es Eve?
Por fin después de tantos años mi hermano lo hizo, le dió una paliza a Jake Blue.
Por primera vez llegué temprano a la consulta mientras Liam recogía a Dean de la escuela y ahí estaba ella con su preciosa peluca de cabellera rubia.
—Eve —sonreí.
—Sigues vivo —comentó riendo.
—No por mucho —cuestione.
Mi doctor me miró más molesto que con pena.
—Estoy haciendo mi trabajo para que eso no ocurra —me regañó.
—Lo que usted diga —sonreí torpe.
Hoy me pondrían plaquetas, no era quimio pero era cansado y odiaba tener que hacerlo pero no había de otra.
—Me gusta tu peluca —alago.
—Es como si nunca lo hubiera perdido —comenté.
Comenzamos hablar por un rato hasta que por fin llegaron.
—Ahí viene mi novio —señaló— diez a que lo pongo incómodo.
—Con solo hablarle le pondrás incómodo —asegure.
Ella sonrió divertida.
—Hola guapo —saludó.
Mi hermano se puso rojito y saludó con su mano, ella soltó una pequeña risa para después negar con la cabeza.
—Y a ti que te pasó dulzura —miró a mi hermano.
—Este chico de aquí le dió una paliza a un pequeño idiota —anuncie orgulloso.
—No le aplaudas golpear a otras personas, y no te expreses mal de un niño de doce —gruñó.
—Eso, mi hombre tomando el mando —dijo emocionada.
El coqueteo no era lo de Liam, era tan penoso que no aceptaba ningún alago.
—Yo... voy... —no dijo más para desaparecer.
Miré a Eve para que nos dejara a "solas"
—Bueno, los escucho en un rato —comentó poniéndose los audífonos.
Dean se sentó frente a mi, tenía el labio roto y el pómulo raspado de algún posible golpe.
—¿Y... como quedó? —pregunté entusiasmado.
—Peor que yo —murmuró no tan seguro.
—¿Te sientes mejor? —pregunté.
Dee bajo la mirada para verme con sus ojos llorosos.
—Realmente no —contestó— para ser sincero pensé que golpearlo me haría sentir mejor pero solo hizo que me sintiera mal, no me había hecho nada en ese momento y solo termine actuando como él... perdón.
Suspiré, no podía cambiar a mi hermanito.
—No te disculpes, tú eres mejor que yo —le calme.
Él me dio una sonrisa, pero se quedó mirando mi pecho.
—No duele —comenté lo que pensaba.
El asintió y se quedó callado por un momento.
—Tu amigo me cae bien —dijo de la nada.
—Lo se, Sammy es genial —contesté.
—No Sammy no... Jensen —explicó.
—No vuelvas a suponer que es mi amigo —aclaré asqueado.
—Pensé... como sea, fue lindo conmigo aún cuando golpeé a su hermano —explicó.
Dean me contó todo lo que ocurrió, joder estaba en deuda con él.
Después del procedimiento nos fuimos a casa, Jeff era el chofer de la familia pero yo lo consideraba de la familia pues había hecho de tutor, chofer y médico repetidas veces.
Mi hermano se había ido con Liam en mi insistencia.
—¿Cómo esta joven Hope? —preguntó preocupado.
—Sobreviviendo —contesté— pero sabes que puedes llamarme Cade.
—Sus padres me pidieron que lo llamara así —explicó— no quisiera desobedecerles.
—Mis padres son unos idiotas —contesté molesto— y yo no dire nada.
—De acuerdo Cade —aceptó.
—Me puedes hacer un favor —pedí.
Eso nunca lo llevaba a nada bueno pero lo haría de todas formas.
Recibí un mensaje del idiota justo cuando estaba en pijama para iniciar mi maratón.
Bufé pero termine por levantarme para colocarme una sudadera e ir.
—Voy a salir —les dije a mis padres quien recién llegaban.
—Ya es tarde Jens —señaló Pa no muy seguro.
—Será una hora —prometí— no voy lejos.
—No lo sé cariño —dijo papá inseguro— ¿A donde vas?
—Por droga —contesté poniendo los ojos en blanco.
Mi hermano solto una carcajada, él sabía que podía ser verdad.
—Jensen...
—Dijeron que me iban a dar espacio —les recordé.
Ellos se vieron inseguros.
—Bien, pero una hora y si te llamamos contestas —accedió con condiciones.
—Gracias —sonreí para irme antes de que cambiaran de opinión.
Salí de la casa para dirigirme a la de Cade, eran casi veinte minutos y era tomar dos autobuses, llegue antes como siempre.
Liam me dejo entrar y me dirigí a su habitación esperando que no me saliera con una pendejada.
—Lindo estilo —se burló.
Le mostré el dedo medio sonriéndole.
—¿Qué quieres? —pregunté molesto.
—Tengo algo para ti —murmuro.
Me quedé a la expectativa, estaba acostado en su cama.
—Te lo daría yo pero estoy cansado —señaló su mesa donde se encontraba su ordenador.
Me acerqué para ver la bolsa de plástico que tenía un teléfono.
—¿Un teléfono? —pregunté confundido— ya me pagaste el teléfono.
—Te di un teléfono como el que tenías, ahora lo estoy mejorando —sonrió.
Miré el teléfono, era un nuevo teléfono último modelo... uno que costaba demasiado.
—No lo voy aceptar —aclaré— ya me pagaste mi teléfono, estamos a mano.
—Tómalo y entonces si estaremos a mano —insistió.
—¿Qué? —pregunté confundido.
Él suspiró abrumado.
—Dee me contó lo que hiciste por él —explicó— por lo que te debo una y con esto lo pago.
—No puedes comprarme cosas caras para limpiar tu conciencia —me quejé.
—Claro que puedo, que quieres, un iPad, boletos para conciertos tu pide y lo tendrás —dijo como si no fuera nada.
—No me puedes comprar idiota —gruñi levantándome para lanzarle el teléfono.
Estaba por irme cuando me detuvo.
—Espera —pidió— es más fácil que decir gracias.
—No morirás por darme las gracias —lo hice ver— tal vez si por el cáncer pero no por dar las gracias.
—Tal vez —suspiró— lo intentaré para la otra.
Asentí, solo me había hecho venir para nada.
—Pero quédatelo, ya lo compre —dijo nervioso.
—Las cosas se pueden devolver sabias
—¿De verdad? —preguntó levantando la ceja.
Me reí por lo idiota que es.
—No puedo hacerlo, es demasiado caro —solté la verdad.
—Considéralo dentro de tus viáticos —resolvió.
Termine por aceptarlo, no era tan pendejo para no hacerlo.
—Gracias —dije.
Él solo me sonrió, se veía cansado.
—Nos vemos mañana —insinuó.
—¿Qué? —pregunté confundido.
—Tu y yo nos divertiremos un poco —sonrío torpe— iremos a Santa Mónica
—No —aclaró con molestia— yo no voy.
—Te va a gustar, es una feria —anime.
—Es a ocho horas de aquí —gritó molesto— y tú me harás manejar.
—Iremos en avión entonces rey del drama —me burlé.
Él se cruzó de brazos cual niño pequeño.
—No voy —estableció—además acabas de salir del hospital, yo... que les dire a mis padres.
—Que iras como proyecto por puntos extras, y te creerán porque nunca les mientes —le recordé.
—No quiero ir —se quejó.
Entonces saqué mi arma secreta.
—Tal vez sea la última vez que vea a Dylan —señalé algo decepcionado— tengo quimio la siguiente semana y después de eso no dudo salir más que de mi cama.
—No me vengas con tu rollito de chico moribundo que no me la creo —estableció.
Pero aquí estábamos con rumbo a Santa Mónica, por molestias del pequeño Jens tuvimos que tomar un avión cuando bien podía manejar.
Tomamos un taxi hasta la casa de mi hermano quien nos recibía por sorpresa, vaya sorpresa se llevó cuando me vió frente a la casa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó confundido.
—Que gusto verte también —bufé molesto.
—Cade no puedes estar aquí —me miró preocupado.
—Mira si es por papá...
—No, no es por papá es porque mis chicas están resfriadas —explicó— no puedes enfermarte en tu condición.
—Ya estoy enfermo —exclamé— no lo recuerdas, por eso nos reconciliamos.
Mi hermano me miró y negó con la cabeza.
—No es buena idea Cade, ahora ve a un hotel no quiero que te enfermes más —pidió cerrándonos la puerta en la cara.
Jensen me miró con el ceño fruncido, típico de él.
—Me hiciste venir para nada —se quejó.
Le miré molesto para levantar el dedo medio y restregárselo en la cara.
Tuvimos que ir a un hotel no muy lejos de aquí, al llegar Jensen se tiró en la cama para dormir un rato.
—No me despiertes hasta que nos vayamos de vuelta a casa —se quejó.
—Aún iremos a la feria —le recordé— era el plan principal.
—No, no iré a una estupida feria —gruño.
—Vamos puedes jugar en todos los juegos que quieras —anime.
—¡No soy un puto niño chiquito! — me gritó.
—Pues deja de compórtate como uno —ataqué.
Jen se levantó para lanzarme la almohada, fallando épicamente tirando el televisor.
—Tu lo pagas —aclaró.
—No tengo de otra —me queje— anda vamos.
Así el idiota no tuvo razón para no acompañarme.
Me encantaban las ferias, las luces el olor a comida por todos lados, las chicas lindas y hoy mi conquista era aquella pelirroja de mirada seductora, había pasado todo el día con una constante pelea de miradas... así que decidí escaparme del pequeño Jens para actuar.
Ahí la encontré, en la fila de la casa embrujada.
—Disculpa, ¿Te dolió? —pregunté.
La chica me miró para darme una risa incrédula.
—¿Qué cosa? ¿Cuándo caí del cielo? —contestó.
—No, cuando caíste por mi —guiñe, era mi arma secreta.
Ella negó con la cabeza divertida.
—¿Necesitas un GPS? Creo que te equivocaste de conquista. —me miró retadora.
—Lo dudo mucho, ¿De qué dulcería te escapaste bombón? —hice mi lucha.
—De una demasiado dulce para tu salud, disculpame, no quiero causarte diabetes —era buena.
—Por ti rompo la dieta, pero dime ¿Cómo te llamas para pedirte de regalo a Santa Claus?
—No adelantes la estación, navidad está un poco lejos aún, pero tú — me comió con la mirada —. ¿De que aparador saliste, muñeco?
—De aquí, tal vez haya acaso importa, cuando te vi supe que eras eso que buscaba hace tiempo.
—De ser así el tuyo se ha acabado, seguimos en otra ocasión, el tesoro que busco no lo tienes tú —me guiñó para darse la vuelta.
La detuve sujetándola de la muñeca suavemente.
—Quien no conoce a Dios es porque ya conoció al diablo —guiñé— atrévete a pecar que el infierno deja un lindo bronceado —sonreí— hagamos esto te doy tres opciones, te beso me besas o entramos a la casa embrujada juntos.
—¿Y tú qué eres?, ¿Un enviado del inframundo? —se giró lentamente, riendo en voz baja mientras tomaba mi mano para quitarla de su muñeca, mirandome con sus hermosos ojos—. No sé que será besarte, pero sí que es soñar —murmura tocando mi rostro seductora—, ¿No estarás soñando mucho cómo para pensar tentarme?
—Un enviado no, soy el mismísimo diablo —aseguré— la tentación es la madre del pecado —me acerqué más.
—Que divertido, parecemos estar hablando de una secta satánica —dijo sin sonreír para tomarme del mentón acercándome a ellas—. ¿Sabes? No me gustan los chicos cómo tú, los piropos o las condiciones; sin embargo, me agradas, estoy molesta y siguiendo tu juego... —Se inclino en puntillas para alcanzarme— si pecaría por quemar mi ira.
—Menos charla y más acción dulzura —apresuré, un beso de despecho era más dulce que uno de gusto.
Sus labios se posaron en los míos, el sabor de su labial se impregnó en mis labios... ese beso, no había besado a nadie así.
—¡Ahí estás! —exclamaron al unísono los enanitos, ambos se miraron extrañados— ¡Te estuve buscando un buen rato! —prosiguieron al mismo tiempo volviéndose a mirar—. ¡No puedo perderte de vista! —empezaba a ser raro su sincronía.
—Ok, yo primero —lo detuvo la pequeña tras la incómoda situación para ver a su amiga—. No preguntaré, solo vámonos —regaño para llevarse a su amiga del brazo aún mirándome con una gran sonrisa.
Ella se detuvo frente a Jensen, por primera vez alguien más bajo que él, la chica sacó su celular para tomarle una foto
—Adiós, guapo —dijo para irse.
Miré a Jens que se había puesto rojo cual tomate estaba por decir algo cuando me fulmino con la mirada.
—No me vuelvas a dejar solo —reclamo.
Puse los ojos en blanco para dar unas palmaditas en su hombro.
—Anda te compraré algodón de azúcar —lo calmé.
Odiaba las ferias, había tantas luces de colores que me hacían doler la cabeza, siempre con el olor a comida por todos lados y luego... luego estaba el idiota de Cade obligándome a subir a todos los juegos y después hacerme buscarlo por toda la feria tras su huida.
—Esto está arreglado —arroje la pelota al señor de los juegos.
Cade me miró para reírse y alejarme del juego de las pelotas antes de que le quitara su premio al pequeño junto a mí que se burlaba descaradamente.
—Demasiada azúcar para tu pequeño cuerpo —me calmó.
—Cade...
—Si —contestó mirándome.
—Voy a vomitar —asegure.
El castaño se apartó un poco, me consiguió algo de chocolate caliente que funcionó, fuimos a caminar a la playa pues si vomitaba no quería que fuera enfrente de todos.
—Sabes esto es tu culpa —me queje— no debiste darme comida y luego subirme a los juegos.
—Pero no te negaste —sonrió triunfante.
Mientras estábamos en la playa bajaron dos chicos, uno más alto que el otro.
Todo iba bien hasta que el más delgadito tropezó con sus pies.
—Que idiota —se burló Cade.
—Cállate —murmuré abrumado.
—Por favor, ¿Tiene que? diecisiete y no sabe caminar —atacó, nada sutil.
Los chicos solo hablaban y esperaba no lo hubieran escuchado.
Una vez más el flaquito se levantó sacudiendo algo y sin ver donde pisaba fue a dar al suelo.
—Míralo, pero si parece que ya va para la silla de ruedas —tocó fondo.
Entonces si, una vez que ayudo a su amigo a levantarse aquel mastodonte vino hacia nosotros con una pose ruda.
—¿Algún puto problema? —preguntó con molestia.
—No y tu, que te hace pensar que puedes venir hablarme —escupió frente al chico.
Ambos se miraban con intensidad, a su lado Cade parecía un pomerania contra un pit bull pero eso no le importaba y si a él no le importaba lo que pasara no me involucraría.
—¿Qué te hace pensar que puedes hablarle así a la gente? —atacó— no tienes ningún respeto.
—Yo hablo como jodidamente se me de la gana —terminó con su risita estupida.
Y ahí voy de idiota para salvarle.
—No le hagas caso es un idiota —interrumpí.
El chico de ojos verdes y cabellera negra me miró, analizó la situación y asintió para darse la vuelta.
—Tan débil como su amigo —se burló con desprecio.
—Ya espera, te pongo en tu lugar mal parido...
El problema de Cade es que nunca miraba a futuro pero yo si, tanto que lo vi regresar sacando flamas y mi estupido subconsciente lo único que hizo fue ponerme en el lugar de Cade recibiendo su bien merecido puñetazo.
El golpe fue tan fuerte que me tiro al suelo haciéndome llevar conmigo a Cade.
Joder en qué me había metido.
Capitulo escrito con la grandiosa Keniteitsuki en este crossover con Frases para Amanda (próximamente)
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