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¿Quién es Dylan?

Habían pasado una semana y nadie sabía nada de Cade, la misma semana que había pasado castigado por haber llegado tarde con mi hermano.

Hoy me revocaban el castigo, a comparación de los castigos de mi hermano era simplemente no usar la computadora y el teléfono solo en tiempo restringido.

Hoy era desayuno especial, solían hacerlo cuando cumplíamos nuestros castigos... para Jake hacía meses que no comía uno.

—Panqueques —sonrió

—Para ti no hay —regaño mi padre— aún te quedan dos semanas por lo que le hiciste a ese chico.

—Un poco de pintura, no aguanta nada —murmuró molesto.

Mi Pa solo puso los ojos en blanco, siempre era lo mismo con él.

Mi padre llegó con mi teléfono en mano para dármelo.

—Espero hayas aprendido la lección —aclaró.

—Si papá —contesté ansioso de que me devolviera mi teléfono.

Mi padre me lo tendió pero antes de que lo tomara lo quito.

—No hasta que te acabes el desayuno —chantajeo.

—Para tu suerte me gustan los panqueques —acepte.

Desayune como siempre sin hambre pero el sabor de panqueques es de lo que más me gusta.

Después de terminarme el desayuno me fui corriendo a la parada y claro ya se me había hecho tarde.

—Mierda —gruñí.

Saqué mi teléfono para llamar a mi padre, pero me vi interrumpido por una voz.

—¿Te llevamos guapo? —preguntó Vic's salvándome de que me llevara mi padre.

—Los amo —exclamé viendo a Percy y Vic's.

<Sube ya que llegamos tarde> me apresuró Percy.

Me subí en la parte del copiloto ya que Percy odiaba ir adelante pues se mareaba fácil por lo que siempre prefería dormirse.

Vic's puso su música en alto para molestarnos.

—¿Cómo estás? —pregunté esperando noticias.

—Estoy bien Jens a Cade siempre le gusta llamar la atención, se aburrirá y volverá cuando se sienta solo —me aseguró.

—De acuerdo —dije para cambiar de tema.

Llegamos a la escuela y todo seguía como la última semana, todos pendientes de si había vuelto Cade.

Para la hora del timbre ya todos estaban en sus salones o camino a ellos yo... yo estaba quien sabe donde, la maestra entró con su computadora en mano.

¿Por qué está la maestra Linch aquí? >le pregunté a Percy.

<Es jueves y nos toca química> me recordó riendo.

Suspiré abrumado, pedí permiso a la maestra para salir y a pesar de su mal genio me dejó ir por mis cosas.

Trate de ir lo más rápido que pude hasta que choqué con alguien.

—Perdón —me disculpe simultáneamente.

—No te preocupes Jensi —sonrió el idiota.

Me miraba sorprendió, como si hubiera visto un fantasma y es que la verdad mi aspecto no ayudaba.

—Miren quien volvió —me dijo.

—Del todo no he vuelto pero he vuelto por ti —le aseguré.

Él me miró confundido.

—Bien eso sonó raro lo sé, necesito que me lleves a un lugar —explique.

—Te puede llevar alguno de tu choferes —se adelantó astuto.

—No, no pueden —aclare— venga te pago el viaje y solo es por unas horas.

Él lo pensó por un momento.

—Bien —aceptó— ¿A qué hora?

—Ya, ahora mismo —dije mirando el reloj.

Él se rió de mi pero paró al darse cuenta que era verdad, termino por negar con la cabeza.

—Tengo examen —me recordó.

—Puedes faltar un día a clases —lo calme— yo no puedo perder esto.

—Una cosa es que trabaje para ti con tus putos videos pero hay más opciones que sacarme de la escuela cuando estoy por hacer examen— me gruñó.

—Si tuviera más opciones crees que te lo estaría pidiendo —me defendí— me vas ayudar o no.

Él solo bufó, y no había hecho mal mi elección pues tenía muchos enemigos en la lista pero sabía otra cosa, a pesar de todo el aspecto rudo que podía tener no quitaba que era una buena persona.

—Bien —aceptó.

—Gracias —sonreí— ahora venga vámonos tu sal por atrás y te veo en el estacionamiento.

—Si —se quejó.

Él dejó su libro en el casillero y se dió media vuelta para salir.

Mi plan era no ser visto pero al final mis malos cálculos fallaron al encontrarme a quien menos esperaba ver.

—Cadi —dijo la rubia aventándose a mí en un abrazo.

Lo dejé por unos segundos hasta que lo separe de mi.

—Sammy ahora no —murmuré.

—¿Dónde mierda estabas? —preguntó molesto— no te costaba nada responder mis mensajes.

—A ver te calmas que pareces mi novia —me queje.

Sam suspiró y se calmó.

—¿Estás bien? —preguntó nervioso.

—Claro que lo estoy —mentí— voy a ver a mi hermano así que no le digas a nadie.

—¿Vas a ver a Dylan? —preguntó sorprendido.

—Si, ahora me voy y tu no me viste —le recordé.

La rubia sonrió y asintió con media sonrisa.

—Suerte —me dijo, la que necesitaba.

Salí de la escuela para encontrarme con él, tome mis llaves y se las aventé.

—Tu manejas —sonreí.

Él solo bufó y se metió en el coche.

Por primera vez en mi puta vida me estaba saltando las clases.

—¿A donde vamos? —pregunté aún en el aparcamiento del coche.

Cade puso una dirección en su teléfono.

—Solo síguela —sonrió.

Miré el tiempo.

—No, me largo —me negué— son cuatro horas de ida y cuatro de regreso mas el tiempo que te tardes.

—Llegarás para las siete a tu casa —me dijo cansado— por favor.

—Te odio —declaré prendiendo el coche.

—Empiezo a creer que no —sonrió.

Empecé a seguir pero las dudas me mataban.

—¿A donde vamos? —pregunté.

—Ahí esta la dirección —murmuró.

—¿A que vamos? —volví a preguntar.

—Voy a ver a mi hermano —contestó.

Eso no resolvía nada.

—¿Por qué no has ido a la escuela? —pregunté.

—Porque tengo cáncer idiota —me recordó.

—Eso ya lo sé no me lo tienes que estar recordando —me quejé.

—Pues deja de preguntar cosas estupidas —se defendió.

Él me miró por un momento.

—¿Traes peluca? —pregunté confundido.

Claro que la traía, había visto su cabello la última vez y ahora parecía como si nunca se le hubiera caído.

—Y más pregunta estupidas —gruñó— pues claro que traigo peluca ni modo que haya crecido en una semana.

Respire, era lo único que podía hacer para no golpearlo pero era imposible cuando solo me miraba con esa sonrisa estupida.

Cade se acercó para tomar su teléfono sin embargo terminó tirándome toda su bebida sobre mi.

—Mierda, lo siento —dijo riendo.

—Está fría —me queje ante los hielos en mi pecho.

—Traigo una sudadera extra en la cajuela —trató de arreglar.

Nos paramos un momento mientras él sacaba la sudadera para dármela.

Me quite la playera para ponerme su estupida sudadera que me quedaba enorme.

—Linda cicatriz —comentó Cade para incomodarme— ¿Cómo te la hiciste?

Señaló una cicatriz de menos de cinco centímetros por debajo de la última costilla.

—Te viene valiendo verga —contesté arrancando el coche.

Pero sabía que no iba a dejar pasar una oportunidad de joderme.

—Creo que es justo que me digas —regreso al tema— tú sabes lo mío.

—Yo no te lo pregunté—le recordé— y me arrepiento de eso.

—Vamos dímelo —ignoró lo que le dije.

—No —murmuré molesto.

—Jensi por favor —se burló,

—¡Que no carajo!

—Jensiii...

—Si te lo digo te quedas callado todo el día —ofrecí.

—Si —aceptó.

—No puedes decírselo a nadie —pedí nervioso.

—Puedes confiar en mí como yo confío en ti para que no digas lo mío —comentó.

Asentí, estaba por contarle mi mayor secreto a mi peor enemigo.

—No soy bajo o flaco por mis padres es... tengo... —mierda si que era difícil— básicamente es algo hormonal, mi cuerpo produce mucho de una hormona lo que hace que no tenga hambre... recuerdas cuando falte por estar en el intercambio.

—Los mejores meses de mi vida —sonrió.

—Bueno para mí fueron los peores, fue cuando me lo diagnosticaron... sabes el humano come por instinto pero si uno no tiene hambre se te olvida, entonces no comes y eso fue lo qué pasó, para crecer necesitas comer y aún con los esfuerzos de mis padres no lo hacía.

Él se quedó callado por un momento.

—¿Y la cicatriz? —preguntó confundido.

—Lo descubrieron porque me enfermé, anemia severa así que alimentarme por sonda era complicado y me colocaron un tubo para alimentarme directamente, ahí era donde iba el tubo —confesé— me lo quitaron un año después pero se quedó la cicatriz.

Para mí contarlo era difícil, solo lo sabían Vic's y Percy pero no por mi si no por mis padres
que los obligaban a ser mis niñeras en los almuerzos.

—Si se te olvida comer porque no solo pones alarmas —insinuó.

—No es tan simple... nunca tengo hambre porque siempre estoy lleno y el comer me provoca náuseas —explique— pero ya se han acabado tus preguntas de hoy así que cierra la boca.

—Vale, no más preguntas pero deberías tratar de comer más, las náuseas son mejor que morirte de hambre —aconsejo.

—Lo sé, ahora solo cierra la boca —pedí.

Lo hizo, por veinte minutos hasta que empezó hablar pero ahora algo por fin interesante.

—Tengo un hermano mayor llamado Dylan, probablemente no te acuerdes de él porque mis padres se encargaron de desterrarlo —contó.

—Recuerdo verte peleando una vez con un chico alto de ojo azul —comenté recordando.

Él sonrió amargamente.

—Mi hermano es el primogénito y le tocaba heredar la empresa, el puto mundo a sus pies pero esa no era su idea de vida —explicó— al entrar a la universidad decidió tomar su propio camino, se convirtió en escritor, ahí fue cuando mis padres lo desterraron.

—¿A que te refieres con desterrar? —pregunté confundido.

—A que lo corrieron de la casa, le dejaron de pagar la universidad y nos prohibieron hablar con él —explicó— no lo he visto casi en siete años y lo último que supe de él es que tuvo una hija.

—Vaya mierda —exclamé asombrado.

—Hablé con él hace una semana, así que lo veré hoy, los choferes son unos chismosos y mis padres controlan las tarjetas por eso tenías que ser tu —dijo, en ese momento lo entendí.

—¿Por qué no tu amigo Sam? —pregunté

—No está hecho para esto, es muy sensible —contestó y le creía, Sammy había sido el tipo de chico que lloraba por horas cuando le dejaban en el kínder— estoy cansado así que tú disfruta el viaje.

No tardo ni cinco minutos en dormirse, se veía mal con los ojos un poco morados y pálido como nunca, entonces parte de mí se sentía mal por él.

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