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7. Cuerpo y Alma

Hay sólo unos pocos sonidos en mi habitación que he elegido notar; sobre todo desde que Yoongi y yo nos besamos por primera vez.

Por ejemplo; El sonido del ventilador de techo girando por encima, mientras yacemos juntos al lado del otro en la cama. El sonido del disco de vinilo reproduciéndose en la parte superior de la cómoda, un disco que hipaba cada pocos segundos como si estuviera dañado. Un ambientador automático expulsando un siseo de aroma de rosas cada pocos minutos. Y por último, nuestras íntimas inhalaciones y exhalaciones.

Mi corazón latía de una manera violenta por la anticipación. Cada día que pasábamos juntos, más me enamoraba de él. Aquella tarde, el día de mi exhibición nos besamos, y desde entonces nos hemos besado por lo que pareciera una eternidad, aunque no lo suficiente.

Y ahora, tenía miedo.

—¿Yoongi? —lo llamé, mi garganta seca, haciendo a mi voz quebrarse.

—¿Sí?

Me acurruqué más cerca de él, cayendo en la curva de su lado. 

Min Yoongi me hacía sentir como si fuera mi manto de seguridad, el lugar al que acudía cuando la vida se volvía un poco fría.

<<Su corazón se siente tan asustado como el mío>>, pensé. Pero ahí estaba, sosteniéndome, igual que siempre, incluso cuando él mismo se sentía tan perdido.

—Vas a romper mi corazón, ¿verdad?

Él asintió. —Podría.

—Y entonces ¿qué va a pasar?—No respondió, pero vi en sus ojos el temor de herirme. El sentimiento estaba allí.

Existe algo frustrante acerca de la forma en que Yoongi ama a una persona: es silencioso, casi en secreto. Tiene miedo de dejar a alguien saber sobre su cariño, porque si la vida le enseñó algo, fue que el amor no era un premio, era un arma. Y se encontraba tan cansado de ser herido.

—¿NaHee?

—¿Mmm?

—Estoy enamorado de ti.—habló en voz baja.

Mi corazón saltó, y aunque sus palabras fueron un espejo de mi mente, sentí el terror y la emoción en el tono de su voz. El miedo era mucho más fuerte, pero el trasfondo de la dicha seguía vivo también. Recibir su confesión fue para mí una dosis de euforia porque, en serio, había deseado tanto que él me amara en voz alta.

Asintiendo lentamente, alcancé su mano, la cual me permitió sostener. Ese fue el momento que lo cambió todo. El momento del que no podríamos volver; el momento al que no podríamos volver. Jamás. Habíamos estado haciendo esto durante un par de semanas, teniendo libremente estos sentimientos de los que aún no entendíamos nada.

Amar a tu mejor amigo es raro. Pero de alguna manera correcto. No me hallaba segura de que hubiera espacio en el corazón de Yoongi para tanto sentimiento, ya que todo lo relacionado con su vida existía en el reino de la oscuridad. Así que para él decir esas palabras significaban más de lo que alguien pudiera entender.

—Te asusta —aseguré.

Me sostuvo la mano con más fuerza. —Me asusta un montón.

Cuando era más joven solía preguntarme cómo sabían los seres humanos que estaban enamorándose. ¿Cuáles eran los signos? ¿Las pistas? ¿Tomaba tiempo o era un barrido completo?

¿Se levantaba una persona en la mañana, bebía su café, y entonces miraba a la persona sentada frente a ellos y se entregaba por completo en caída libre?

Ahora creía saberlo. Una persona no caía en el amor; se disolvía en él. Un día eras de hielo, al día siguiente un charco.

Quería que ese fuera el final de la conversación. Quería inclinarme, envolver mis brazos alrededor de él y quedarme dormida en la cama. Mi cabeza descansaría sobre su pecho y él pondría sus manos contra mi corazón, sintiendo los latidos que fueron hechos por su amor. Besaría suavemente mi barbilla y me diría que yo era perfecta tal y como era, me sostendría como si estuviera sosteniéndose a sí mismo, su toque lleno de cuidado y protección.

¡Dios! Quería despertar la sensación de calor de este muchacho dañado a mi lado.

Sin embargo, lo que uno quiere no siempre es lo que recibimos.

—Eres mi mejor amiga —dijo. Por primera vez, esas palabras me lastimaron más de lo que jamás mostraría. —Y no puedo perder eso. No tengo mucha gente... Confío en dos personas en mi vida; mi hermano y tú. Esto...esto nos jugará en contra. Sé que lo hará. Daño y arruino todo; es parte de quien soy. Te haré daño, NaHee. No puedo permitir que eso pase.

—Yoongi, no...

Interrumpiéndome, se volvió hacia mí, nuestras frentes una contra la otra. Sus ojos se veían dilatados, y dado que mi mano se hallaba contra su pecho, podía sentir cómo sus palabras retumbaban.

Separó su boca y se movió más cerca, susurrando contra mis labios—: No soy lo suficientemente bueno para ti.

<<Mentiroso.>>

—Podemos hacer esto.

—Pero... te haré daño —insistió—. Aunque no lo quiera, sé que lo haré de alguna manera.

—Yoongi, ¿puedes hacerme un favor?

—Dime cuál; lo intentaré.

—Bésame —dije, y me obedeció. Su boca encontró la mía, me dio un beso lento, casi casto. Mi cuerpo se estremeció mientras se alejaba incluso todavía más despacio —. De nuevo. Por favor. —Esta vez, levantándose ligeramente de modo que se movía sobre mi cuerpo, nuestros ojos se encontraron, y él me miró fijamente, como si estuviera tratando de prometerme el para siempre, a pesar de que sólo tenía nuestro ahora.

El segundo beso fue más duro, más caliente, más real.

—¿Una vez más?—preguntó, y yo asentí.

Sus labios viajaron hasta mi cuello, donde me masajeó con su lengua, chupando lentamente, haciéndome empujar mis caderas hacia arriba en dirección a él.

—Yoongi, yo... —Mi voz era temblorosa yaciendo allí en la habitación a oscuras—. Yo nunca...

Mis mejillas se calentaron, no podía decir las palabras. Pero él ya lo sabía.

—Lo sé.

—Q-qui...—tragué—Quiero que seas mi primero.

—NaHee—jadeó, como un animal mal herido—, ¿lo...lo dices enserio?

—Sí.

—¿De verdad?

—De verdad.

—Mierda.—sopló contra mi rostro, luego, sus manos inmediatamente hicieron un censo de mi cuerpo rozando solo ciertas zonas como mis brazos, espalda o muslos.

—¿Qué opinas?

—Bueno, yo...y-yo no sé s-si...

—¿Acaso no quieres?

—¿Yo? Por favor, claro que quiero. Es solo que...

—¿Qué?

—¿No estás nerviosa? ¿Por qué de pronto pareciera que soy el único aterrorizado?

—Estoy nerviosa.

Hizo una mueca ligeramente. —Entonces no tenemos que hacerlo si no quieres.

—Pero quiero...

—Ji NaHee, vas a matarme. —Sus dedos colocaron mi cabello detrás de la oreja.

—No. ¿Por qué lo dices así?

—Nunca, ni en mis más profundas fantasías, pensé que esto podría ser posible. Lo soñé, claro, pero jamás creí que pasaría. No soy digno, NaHee. Esta oportunidad...No, este regalo, si es que decides dármelo, prometo atesorarlo por siempre.

—Yoongi—me tuve que reír; más por nervios que por mofa—, la ansiedad te pone hablador.

—Es cierto—tomó mi mano y besó el interior de mi muñeca.—. ¿Confías en mí?

Asentí.

—Con cuerpo y alma.

Vi en su rostro el traspaso de la agonía a la excitación. Incluso su cuerpo se transformó; pasó de ser un bloque tenso y aprensivo, a un ente magnífico que irradiaba calor abrasador.

—Cierra los ojos. —mandó, con una voz dos octavas más abajo.

Hice lo que me dijo, mi corazón latiendo más y más rápido a cada segundo. ¿Qué va a pasar primero? ¿Dolería? ¿Lograría soportarlo? ¿Iba a odiarlo?

Lágrimas ya se formaban en la parte posterior de mis ojos.

Su boca besó el borde de mis labios. —Estás a salvo —me prometió. Sus manos lentamente comenzaron a levantar mi camiseta de pijama de gran tamaño, y mi cuerpo se tensó—. Estás a salvo —repitió contra mi lóbulo de la oreja, dejando un beso suave—. Estoy aquí. Confía en mí.

Mi cuerpo se relajó, y empecé a llorar, no porque estuviera nerviosa, sino porque nunca me sentí tan segura.

—Lo hago. Confío en ti.

Cada vez que una lágrima caía, él la limpiaba con un besó.

Levantó la prenda de mi cuerpo pulgada por pulgada, la arrojó a un lado de la habitación. Su boca comenzó alto, después se abrió camino hacia abajo. Lamiendo mi cuello, las clavículas, su lengua esbozando la curva de mi sujetador, besando cada pulgada de mi piel desnuda.

—NaHee—susurró, antes de llegar al borde de mi ropa interior. Mi respiración se agitó, y mis caderas se arquearon por sí solas necesitando que siguiera tocándome. Mis manos cayeron sobre mi pecho, sintiendo la forma en que mi corazón latía desbocado. Ante eso su voz se llenó de preocupación—. Dime que pare, ¿de acuerdo? Si necesitas que pare...

—No. No, por favor...

Casi ronroneando, bajó mis bragas. —NaHee —dijo una vez más. Miró hacia mí, capturando mis ojos con los de él durante una fracción de segundo antes de abrir mis piernas sobre la cama permitiendo su cabeza bajar.

Cuando su lengua me encontró, me quedé sin aliento por la dicha de todo. Mis dedos retorcieron las sábanas en mis palmas, y su lengua serpenteó en mí. Mi mente daba vueltas. Mi corazón se encontraba de alguna manera acelerando o deteniéndose por completo de latir. Era como si cada pocos segundos fuera a morir, y sus labios, su lengua, su alma, me resucitaran. Nunca supe que algo tan simple podría sentirse tan glorioso, tan..

<<Yoongi>>

Jadeé, retorciéndome y girando mientras él deslizaba dos dedos dentro de mí, empujándolos lento, y sacándolos todavía más lento.

Luego, empujó más fuerte, más rápido, más profundo...

<<Yoongi>>

No dolía del todo, pero era incómodo aunque estremecedor. Me hallaba a segundos de explotar, sin saber qué hacer con mi manos; había soltado las sábanas, pero ¿podría llevarlas a su cabello y aferrarme a él como riendas de caballo?, ¿apresar mis pechos sin pudor? o, tal vez, no sé, ¿sólo dejarlas caer a mi costados y rendirme a la inevitable e inexplicable muerte?

Me encontraba a segundos de rogarle que me llevara a la orilla del risco y me permitiera caer al fondo del placer que trajo a mí entre el limbo de su respiración que entraba y salía de mi cuerpo.

—Ya...ya. Para. —Presioné mis muslos a cada lado de su cabeza.

—Todavía no, por favor. —suplicó apartándose, sacando sus dedos de mí.

Mi propio aliento estaba a punto de sofocarme. Nuestros ojos se encontraron, la forma en que me miró me hizo sentir como si nunca fuera a estar sola de nuevo.

—Te amo —Su voz tembló—. Te amo. — y sus ojos se humedecieron.

Estábamos más cerca el uno del otro de lo que nadie estaría nunca. Era una parte de mí en todo lo posible, nuestras vidas se entrelazaban juntas como si fuéramos una llama ardiendo en la oscuridad de la noche. Éramos uno solo en sintonía. Donde Ji NaHee terminaba, Min Yoongi empezaba. Y donde Min Yoongí acababa, Ji NaHee comenzaba.

Cuando él sentía ganas de llorar, las lágrimas siempre venían de mis ojos primero.

Cuando su corazón quería romperse, el mío se hacía añicos.

<<Eres mi único amigo.>>

Se inclinó hacia delante para darme un beso. Me besó con promesas que nunca nos hemos hecho. Me besó con disculpas por cosas que nunca hizo. Me besó con todo lo que él era -lo bueno y lo malo-, y le devolví el beso con todo lo que existía dentro de mí.

Entonces se puso de pie y se quitó los pantalones y los calzoncillos, y aunque me encontraba muy segura de lo que sucedería a continuación, las mariposas jampas dejaron de revolotear en mi estómago.

—Puedes cambiar de opinión —juró—. Siempre puedes cambiar de opinión.

Alargué mis manos hacia él y las tomó. Volvió a mí, subiendo por la parte superior, ampliando mis rodillas. Cuando sus caderas rozaron la parte interna de mis muslos, dejé escapar un ligero gemido, mis piernas hormigueaban con el deseo, con el miedo, con pasión, con amor.

—Te amo —soplé en voz baja haciendo que se detuviera. Sus labios se separaron pero las palabras no salieron. Parecía sorprendido de que alguien, yo, quien sea, lo pudiera amar—. Te amo, Yoongi —repetí, viendo una suavidad llegar a sus ojos—. Te a...

Me silenció de una forma casi violenta colocando sus labios contra los míos. Aún con los ojos cerrados, sentí sus lágrimas caer en mis pómulos. Rápidamente las mías se mezclaron con las suyas. Sabía lo difícil que esas palabras eran para él. Sabía lo asustado que debía sentirse por exponerse de esa manera. Pero también sabía lo mucho que lo amaba.

Yoongi finalmente meció sus caderas contra mi pelvis, deslizándose a sí mismo en mi interior.

—Dime que me detenga si te hago daño —dijo. Pero no lo necesité. Aunque el dolor ya se hallaba allí, escociendo, el deseo era mayor.

—Lo haré.—sólo lo dije para tranquilizarlo.

—Te amo — Empujó una vez.

<<Te amo.>> gimió de nuevo.

Dos veces.

<<Te amo>>

Tres veces.

—Yoongi... yo... voy a...

Cuatro, cinco, seis veces. Siete, ocho, nueve. 

Diez. 

Once. 

Doce. 

Arriba.

Abajo. Cielo. Infierno. Él.

Yo.

Nosotros.

Cuerpo y alma. Alma y cuerpo.

La gloria. La gloria y...y la muerte. La muerte breve.

Nos liberamos moviéndonos uno contra el otro, cayéndonos a pedazos pero de alguna manera convirtiéndonos por fin -¡por fin!-, en un todo.

Yoongi era mi hogar, mi persona y mi mundo.

—NaHee, eso fue... —Suspiró, yaciendo a mi lado, sin aliento—. Asombroso.

Sonreí, girando la cabeza lejos de él. Mis dedos enjugaron las lágrimas que caían todavía, no obstante, traté de liberar con una risa el sentimiento de felicidad que contenía una onza de preocupación. ¿Qué pasaría después?

—Si tuviera mil wones por cada vez que escuché eso.

Entrecerró los ojos, sabiendo que mi broma era para ocultar mis nervios, antes de tirarme más cerca de él. —¿Estás bien?

—Estoy bien. Estoy más que bien.

—Quiero que esto entre nosotros dure, NaHee. Quiero que dure para siempre.

—Yo también. Yo también.

—¿Para siempre? —masculló.

—Para siempre.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Yoongi tomó una respiración profunda y pensé que ese esfuerzo de su parte por respirar, describía perfectamente todo mi ser en ese momento.

—¿A pesar de todo?

El ventilador de techo giraba y giraba mientras yacíamos uno junto al otro en mi cama. El disco de vinilo se reproducía en la parte superior de la cómoda, hipeando cada pocos segundos. El aroma de rosas refrescaba por intervalos, y nosotros inhalamos y exhalamos.

—A pesar de todo, Min Yoongi. —sonreí— Te lo juro.


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