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6. Empezar de nuevo

—¿Clase complementaria de nuevo? —preguntó mamá cuando volví de mi encuentro con Yoongi.

Había estado mintiéndole, fingiendo que tomaba clases complementarias supuestamente por consejo de mi profesor y así obtener algo de tiempo extra para planificar mi camino hacia la independencia. No podía explicarle mis razones mamá, no lo entendería. Armaría una escena de lágrimas y reclamos donde me convencería en que estaba equivocada; que la constante presión que ella ejercía sobre mí para absolutamente todo era producto de mi imaginación y que yo sola me exigía más de lo necesario a causa del abandono de mi padre porque así creía que podría traerlo de vuelta.

Eso último puede que sea cierto.

Ella se hallaba sentada a la mesa tecleando en su ordenador, haciendo lo que hacía mejor: trabajar. Tenía una copa llena de vino a su lado, y junto, la botella casi vacía.

No me miró ni una vez, y antes de que pudiera responder, dijo—: Pon tu ropa sucia en la cesta y si puedes lávala.

—Está bien. —respondí.

—Hay lasaña en la nevera, si quieres puedes ponerla en el horno. Pero no te sirvas más de una porción.

—Está bien.

—Y, por favor, NaHee —Dejó de teclear y se volvió hacia mí, pellizcando el puente de su nariz—. ¿Puedes dejar de botar tus zapatos en la entrada? Ordénalos como la gente decente. De verdad son dos pasos a la izquierda para ponerlos en el armario.

Miré al pasillo a mis zapatillas Converse tiradas en el pasillo. —No las dejo tiradas.

Me dio el ceño de "mentira". —Ponlas en el armario, por favor.

Las puse en el armario.

Cuando la cena llegó, mamá y yo nos sentamos en la mesa del comedor, ella mirando su teléfono contestando correos electrónicos, y yo mirando a mi teléfono buscando vacantes para trabajo a medio tiempo.

—La lasaña sabe diferente —murmuré, hincando mi tenedor alrededor.

—Usé papel de arroz en lugar de pasta.

—Pero entonces no es lasaña.

—Sí es. Come.—ordenó.

—El platillo se llama así por una razón. El nombre del tipo de pasta es literalmente lasaña. Sin eso estamos comiendo papel de arroz, salsa y queso.

Suspiró fastidiada. —No vengas con tus cosas, NaHee. De este modo estamos consumiendo menos carbohidratos; te dije que deberías vigilar tu peso antes de entrar a la universidad. ¿Pero me hiciste caso? No, ¿verdad?. Necesitas bajar esos nueve kilos.

—¿Por qué?

—Dijiste que iría la prensa local. Luciendo así nadie querrá tomarte fotos aunque seas la artista principal.

—La muestra es en dos días, ¿cómo pretendes que...?

Mamá me interrumpió dejando caer sus cubiertos contra el plato.

—No lo sé, NaHee, resuélvelo. Es tu culpa por estar gorda.

—¿Qué?—Sentí mi pecho apretarse un poco.

—Ya me escuchaste. Si no luces agradable a la vista nadie te tomará enserio.

—¿Estás diciendo que soy fea?

Mamá torció los ojos dramáticamente. —Ay, por Dios. Eres excesivamente sensible, NaHee.

Tragué la pesadez en mi garganta. —No todas podemos ser como las modelos de tu agencia, madre.

—Desearía que pudieras ser más estable como tu hermana. Además, sus hábitos alimenticios son diez veces mejores que los tuyos. Meramente declaro los hechos. Necesitas vigilar lo que comes. Eso es todo —Tomó un trago a su copa y se preparó para cambiar de tema rápidamente—. Por cierto, me enviarán a París a la semana de la moda, tengo mucho trabajo que hacer antes de irme así que no podré asistir a tu exposición. Lo lamento.

Seguí masticando sin dejar de pestañear. Digamos que era de esperarse. Mamá jamás se presentó a ninguna de mis muestras porque siempre pensó que la escultura era una afición, no una elección de vida. Cuando se enteró que apliqué para estudiar artes plásticas en la universidad, casi se negó a ayudarme a pagarla hasta que HanNa la convenció. Incluso aunque mi hermana era como mi madre cuando había que ser realista, todavía creía en mi arte.

Muy a menudo me encontraba cerrando los ojos e intentaba recordar un tiempo cuando mamá no era tan áspera; cuando no era tan cruel.

En mis recuerdos casi me acordaba de ella sonriendo. Pero tal vez esos momentos se encontraban solo en mi imaginación, quizá los cree para tener algo hermoso para aguantar. ¿Se volvió fría el día que papá nos abandonó? ¿O la calidez de él ocultó la fría alma de ella durante un tiempo?

—Creo que me iré a la cama. Me duele la cabeza.

—Deberías salir a correr.

Me detuve a medio camino de levantarme de la mesa.—¿Perdón?

—No has estado haciendo ejercicio, ¿o me equivoco? —preguntó mientras se servía más vino.

—No.

—¿Por qué no vas y alcanzas a tu hermana en el gimnasio? Debe seguir allí.

No tuve fuerzas para negarme.

Diez minutos después, mientras echaba la ropa deportiva dentro del bolso que papá me compró cuando viajó a Sudáfrica, mamá me llamó.

—¡NaHee!

—¿Sí?

—Lava los platos antes de irte y pon la secadora con la carga de ropa. Y dile a tu hermana que te lleve a la tienda por más vino. Asegúrate de no conseguir nada para ti, cariño. Intentemos que bajes un kilo aunque sea de aquí al viernes.

—Bien. —Cómo si eso fuera posible.

—Y tira ese bolso. No lo soporto.—me dijo cuando atravesé la estancia.

No le respondí, sólo apreté la correa y seguí avanzando hasta el armario por mis zapatillas. Cuando salí de la casa ya me encontraba lista para llorar, y sin nadie a quien llamar.

<<¿Papá, por qué te fuiste?>>

<<Si no te hubieras marchado mamá jamás se habría convertido en lo que es ahora.>>

<<No le gusta como soy, porque a ti no te gustó cómo era ella.>>

Tenía que llegarme el periodo justo el día de la muestra.

En cuanto fui al baño y me di cuenta de que sangraba, me puse a llorar. Debieron ser las hormonas. Y los nervios. Y el hecho de que ninguno de mis dos padres, o mi hermana, o a quien consideraba mi mejor amigo iban a estar presentes.

Mientras intentaba no desmayarme por el dolor, me quedé de pie esperando la señal de mi profesor para hacer la presentación.

Conforme los invitados se iban adentrando a la sala donde se encontraba mi pieza, sentía como si mi pecho estuviera en llamas. La ansiedad en verdad estaba carcomiendo cada fibra de mi ser. Digamos que la parte ingenua de mí -como la llamó Yoongi- aún conservaba la esperanza de que papá se presentara con mis flores favoritas; tal y como lo prometió cuando era niña.

—Es tu turno, Ji NaHee —anunció un asistente profesor.

Podía sentir mi corazón golpeando contra mi caja torácica. Se sentía como si fuese a derrumbarme con cada paso que daba hacia la escultura. Me coloqué entre m

—Sean todos bienvenidos a la muestra anual de la Universidad de Artes de Daegu. Soy Jang Do-Hee, director del departamento de artes plásticas y es un gusto para mí presentar las extraordinarias piezas de los jóvenes artistas de nuestra división de Bellas Artes. Este año nuestro tema elegido fue "La desolación" . Ha sido un camino duro para nuestros estudiantes por la complejidad del concepto, pero ellos han sabido transitarlo diligentemente. Hoy nos reunimos para presentar como artista especial a una de las alumnas más destacadas que he tenido en los últimos años. Una joven que con disciplina y determinación, extiende sus pasiones más allá de los límites que le pongo; y que día a día, nos inspira a todos a ser mejores artistas. La señorita Ji NaHee.

Hubo una ronda de aplausos, y aunque el público sonaba amable, me estaba ahogando sabiendo que él no se encontraba allí, y aturdida porque finalmente entendí que todo lo que salía por la boca de mi padre no eran nada más que mentiras. Dolorosas e inútiles mentiras.

El golpe de los flashes me atrajo con su fuerza sinérgica. No voy a mentir, desee poder salir corriendo, darle la razón a mi detractora y tal vez esconderme para siempre.

Todo se asentó en ese momento: La voz de mi madre repitiendo mi los ocho kilos con setecientos gramos que tenía de más, la responsabilidad que HaNa carga sobre sus hombros intentando ser la hija perfecta, el abandono del despreciable número uno, y el mordaz reclamo de Yoongi diciendo que nadie estaba a mi disposición.

Porque sí, era cierto. El mundo no gira a mi alrededor; no es culpa de los demás que yo me sienta sola la mayoría del tiempo, y en definitiva las personas a las que amo no deberían readaptar su vida sólo porque yo me encuentro en ella.

Están en todo su derecho de estar hartos de mí.

Pero entonces...

—¡Wow! ¡Ji NaHee! ¡Eso!—gritó una voz masculina.

Alcé la mirada, y ahí estaba él. De pie detrás del círculo de críticos de élite; con una sóla, casi marchita flor de hibisco en sus manos, aplaudiendo como loco, chiflando y gritando.

Aunque todo el mundo lo miró con mala cara por atreverse a romper la etiqueta social, yo solo sentí alivio -entre muchas cosas más-. Teniéndolo a él, nada importaba ya. Tragué el vómito y la ansiedad.

El profesor me tendió la mano para ayudarme a subir al pódium improvisado. Era el momento de mi presentación. Miré por encima de las cabezas hacia al chico que vestía un traje demasiado grande para él, y sonreí.

—Buenas tardes a todos, soy Ji NaHe, estudiante de segundo año del departamento de Bellas Artes de la Universidad de Artes de Daegu. Me siento muy honrada de estar aquí hoy acompañando a mis compañeros en esta exposición—hablé sin pausa al micrófono, teniendo especial cuidado en no hacer contacto visual con nadie—. Mi obra está inspirada en composiciones sobrias y serenas que fusionan lo ideal con lo real. Fue tallada directamente del bloque marmóreo, cuidando cada curva y cada punto sensible evocando al artista en su obra . Esta delicada escultura ha sido moldeada de forma sugerente y sensible a fin de mostrar un desnudo femenino realista que al evitar mostrar el rostro, pretende ser un ejemplo de sensibilidad que narra el abatimiento, la soledad, la nostalgia y el desconsuelo del ser humano en su forma más primitiva. Espero que sea de su agrado, gracias por estar aquí.

De nuevo hubo aplausos, más efusivos esta vez. Y aunque hubo un par de pasantes que me pidieron posar junto a mi pieza para tomarme fotos, rápido y sin pensar, corrí hacia el público y lo envolví en un abrazo.

—Te dije que no quería verte aquí. —mentí en su hombro.

—Cierra la boca, niña tonta.

Ahí fue cuando me apretó más fuerte.

De todos modos, ¿quién necesitaba al despreciable imbécil? Tenía a Min Yoongi

Eso era lo bastante bueno para mí.

—Tu traje es demasiado grande —dijo ella tirando de las mangas que colgaban más allá de mí alcance. La flor reseca que le di se hallaba colocada detrás de su

oreja izquierda desde que dejamos la sala de exposición.

—Es de Geumjae —expliqué.

—¿Qué te pareció la muestra? Mis compañeros son muy talentosos.

—No entendí nada.

—Mentiroso. Te vi pegado a los cuadros de la cámara oscura. Hasta te pusiste a oler la instalación de láminas de cobre. Eso fue raro, pero me pareció tierno. Gracias por venir; enserio. Deberíamos hacer algo divertido esta noche, ¿no te parece? Creo que deberíamos ir a beber o...oh, no sé... ¡hacer algo salvaje!

Ella hablaba y hablaba y hablaba, algo que era muy bueno. Mientras caminaba, giraba en círculos, sonriendo y hablando, hablando y sonriendo. Pero no la escuchaba por completo, porque mi mente se encontraba en otra parte.

Quería seguir diciéndole a NaHee lo increíble que estuvo en su presentación, que su talento supera por mucho al resto, que por eso su pieza fue la obra principal. Cómo me hizo sentir vivo con ella. Cómo mi pecho se calentó cuando me descubrió entre la multitud y me sonrió. Cómo cuando me abrazó, no quería dejarla ir nunca más. Cómo a veces pensaba en ella haciendo cosas al azar como cepillarse los dientes o peinarse el pelo, o buscando calcetines limpios.

Quería decirle que todos mis pensamientos estaban colmados de ella.

Quería decirle lo que sentía por ella. Decirle lo que me enamoraba de ella. Decirle lo mucho que me gustaba su cabello salvaje, y me encantaba que su boca siempre parloteaba sobre algo u otro.

Quería...

—Yoongi —me llamó, acercándose a mí.

Todavía congelado en la acera, NaHee se ancló al dobladillo de mi saco. Mis manos aterrizaron de alguna manera contra la parte baja de su espalda y la guié más cerca de mí. Mi respiración caía de mis labios, y desaparecía a centímetros de distancia de su boca.

Fue como encender un mechero. Sus exhalaciones calientes se mezclaron profundamente con mis inhalaciones pesadas ya que nuestros cuerpos se sacudieron en el agarre mutuo—. ¿Qué estás haciendo?

Exacto. ¿Qué hacía? ¿Por qué nuestros labios se hallaban tan cerca? ¿Por qué nuestros cuerpos se apretaban uno contra el otro? ¿Por qué no podía apartar mi mirada? ¿Por qué me había enamorado de mi mejor amiga?

—¿Verdad o mentira? —pregunté.

—Mentira —susurró.

—Estoy arreglando la flor en tu cabello —dije, peinando sus mechones detrás de la oreja—. Ahora vuelve a preguntar.

—¿Qué haces?

Se movió más cerca, pude sentir sus palabras susurrar contra mis labios.

¿Cómo habíamos llegado a esto? Hace dos días estábamos peleando, hoy...

—¿Verdad o mentira?

—Verdad.

—No puedo dejar de pensar en ti. Mañana, tarde, noche, desde hace un largo tiempo ya; Siempre estás en mi mente. No puedo dejar de pensar en besarte. Besarte lento; . tiene que ser lento. Mientras más lento sea, más tiempo va a durar.

—¿Esa es la verdad? —habló en voz baja, mirando a mis labios mientras hipaba una vez.

—Esa es la verdad. Pero si no quieres que te bese, no lo haré. Si quieres que mienta, voy a mentir.

Sus ojos se encontraron con los míos, y sus manos subieron a mi pecho. Mis latidos martillando contra la punta de sus dedos. Se mordió el labio y una pequeña sonrisa se abrió paso hacia ella.

—Yoongi—jadeó apenas, casi como un quejido— . Eres mi mejor amigo.

Yo esperaba que me dijera que soy la primera persona en la que piensa cuando se despierta, que me extraña cuando me encuentro acostado en su cama, que soy el único que siempre se sintió bien para ella y que si fuera honesta, diría que quisiera ser besada por mí. No sólo una vez, sino un montón

En lugar de ello terminó de juntar nuestros cuerpos a tal grado que pude sentir sus nervios correr a través de sus brazos.

—También eres mi mejor amiga, pero eso quiere decir que no me gustes.

Increíble. Lo había dicho, y no fue tan trascendental ni tan profundo como asumí que lo sería. Resultó más bien plano e incómodo, pero contrario a lo anterior, se sentía exactamente como siempre esperé que lo hiciera. Como si estuviéramos destinados a estar.

Me encogí de hombros.

Ella se encogió de hombros. Me reí.

Ella rio.

Separé mis labios.

Separó sus labios. Me incliné.

Se inclinó.

Y mi vida cambió para siempre.

Mis manos se envolvieron más fuerte alrededor de su espalda mientras ella me daba un beso. Me besó más y más duro a cada segundo que pasaba, casi como si estuviera tratando de decidir si era real o no.

¿Lo era?

Tal vez mi retorcida mente inventaba fantasías. Tal vez en realidad solo estaba soñando y nuestros cuerpos no estaban así de cerca. Tal vez Ji NaHee ni siquiera existía; tal vez no era más que alguien que inventé en mi cabeza para que me sacara de mis días de mierda.

Pero si eso era cierto, ¿por qué se sentía tan real?

Apartamos nuestros labios uno del otro por una fracción de segundo. Nuestros ojos se encontraron, y nos miramos, como si los dos estuviéramos preguntándonos si podíamos mantener vivo el sueño, o si debíamos parar antes de arruinar el pequeño refugio seguro de nuestra amistad.

Su cara se hundió a la altura de mis clavículas, ella temblaba, y creo que yo también.

—Por favor —susurró en mí. No tenía idea de a qué se refería, pero cubrí sus mejillas con mis manos instandola a mirarme.

Mis labios rozaron los de ella, y sus ojos se cerraron una vez más antes de que nuestras bocas chocaran. Las manos de NaHee me llevaron más cerca de ella. Se inclinó y deslizó su lengua entre mis labios. La besé más duro de lo que me besó. Caímos contra el edificio más cercano, y la levanté contra las piedras frías. La quería más de lo que ella podría haber alguna vez querido. Nuestros besos se profundizaron, nuestras lenguas encontrándose una a otra mientras mi mente hacía promesas falsas de que me permitiría sentir a Ji NaHee contra mí para siempre.

No me lo inventaba, los labios, los mismos labios que imaginé contra los míos durante tanto tiempo, los mismos labios que siempre hacían las sonrisas que iluminaban mis días, fueron a besarme.

Besé a mi mejor amiga, y me correspondió.

Me dio un beso como quería, y la besé como si significara el mundo.

<<Lo es.>>

<<Ella es mi mundo.>>

Cuando dejamos de besarnos, nuestras respiraciones eran pesadas. 67

La solté.

Dio un paso hacia atrás.

Yo hice lo mismo. Nuestros cuerpos estremecidos ahí de pie sin saber qué hacer a continuación.

Me encogí de hombros.

Ella se encogió de hombros. Me reí.

Ella rio.

Separé mis labios. Ella separó sus labios. Me incliné.

Ella se inclinó.

Luego empezamos todo de nuevo.

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