4. Epifanía
Odié cada segundo de la adolescencia. Incluso todavía la resiento. Fueron días oscuros. Peleas escolares, visitas a la dirección, violencia intrafamiliar, dos o tres noches a la semana sin cenar. Ya sabes, lo típico.
Si no hubiese sido por la insistencia de mi hermano y la ayuda de NaHee, yo no habría logrado graduarme. Digamos que me había dado por vencido luego de que todos mis profesores dijeron que no había esperanza para mí.
Lo que rescato de mis años de secundaria es el baloncesto, el club de radio y mis tardes con NaHee. La combinación de esos tres elementos como que me salvó la vida, literal y figurativamente.
Supongo que me acostumbré a ella, a que fuera la única constante. Pero no fue sino hasta los diecinueve que acepté mi destino.
Para cuando conseguí obtener mi diploma -un año más tarde-, Geumjae ya se había posicionado en una empresa; claro, como becario, pero estaba en proceso de ser un empelado de planta; y NaHee, bueno, ella había cursado dos semestres completos en la universidad. Verlos me hacía sentir como un perdedor, porque se sintió como que todo el mundo avanzó excepto yo, así que los evité a toda costa.
Nadie vino a recibirme ni me trajo flores o me felicitó por mi logro. Mientras los padres de los recién graduados los llenaban de sonrisas, fotos y loncheras, yo me quedé en la sombra bajo un árbol siendo espectador de una fortuna que nunca tuve, ni sería capaz de tener.
¿Por qué no me marché en cuanto recibí mi diploma? Es gracioso, de hecho, mi hermano me envió un mensaje diciendo: "No vayas a casa, te invitaré a cenar", pero él nunca llegó. Me dejó sólo esperando fuera de mi -finalmente- antigua preparatoria hasta que oscureció.
Menudo idiota.
Cerca de las ocho de la noche, luego de tres cigarrillos y medio litro de café helado, la ráfaga de viento que acompaña al primer copo de nieve del año hizo lo suyo: Me trajo algo por lo cual seguir.
—¡Oye! ¡Graduado!
Me di la vuelta ante la voz chillante. Ahí estaba NaHee, con la más infantil de las sonrisas, la nariz roja, un ramo de flores en la mano y su pequeño cuerpo tembloroso por el frío, pero vistiendo su uniforme escolar a juego con el mío.
—¿Qué haces? ¿Por qué estás vistiendo eso? —pregunté osco.
—Me prometiste que nos tomaríamos una foto el día de la graduación, y dado que tardaste demasiado, tomé el asunto en mis manos.
—¿Sacaste tu viejo uniforme del armario solo para una estúpida foto?
—No. Lo saqué porque estoy harta de que el mundo cambie mis planes. ¿Puedes dejarme retroceder el tiempo sólo por esta vez? Déjame creer que no ha pasado un año entero, quiero tener el recuerdo de nosotros vistiendo nuestro uniforme juntos por última vez sin tener que preocuparnos por cosas de adultos.
Resoplé mirando más allá de ella. —Estás loca. ¿Piensas que ya eres un adulto?
—¿Puedes? —Insistió. Ante mi nula contestación, la vi tragar saliva antes de que estirara el brazo y me tendiera el ramo floral. Entonces dijo—:Min YoonGi de la clase 3 de la secundaria Youngshin, soy Ji NaHee de la clase 7; Felicidades por graduarte.
Ella tenía que ser demasiado buena manipulando a otros para meterlos a su ficción, porque de pronto me sentí un año más joven, genuinamente emocionado por estar "graduándome" al mismo tiempo que esta chica.
—¿Ésta es tu confesión de amor?
—No, idiota. —Haciendo una mueca me golpeó con las mismas flores que acabada de regalarme.
—¿Entonces?
—Sólo cierra la boca y sígueme.
—¿A dónde? —retrocedí. Ella sólo bufó.
Y tomó mi mano.
—No hagas preguntas; y más te vale no arruinar nuestra noche con tu mal humor. Vamos.
La seguí por inercia, sin chistar, incluso cuando comenzó a trotar esquivando a los transeúntes. Estaba demasiado ocupado procesando el hecho de estar tomando la mano de otra persona. Recuerdo haber alzado la vista y verla mirándome por encima del hombro sonriéndome como si lo que estábamos haciendo fuera la aventura más emocionante de todas.
Esta chica iba a ser mi muerte, y por muerte, me refería a vida. No sé exactamente en qué momento nos volvimos amigos. Quizá fuel el hecho de que nuestros hermanos nos obligaban a quedarnos juntos y quietos mientras ellos se besaban, o que me sorprendió que alguien de mi edad fuera tan enérgica y creativa; pero ella vio algo en mí que puedo asegurar la convenció de convertirme en su proyecto personal porque me dejó aferrarme a su luz.
—¿Por qué eres tan lento? —refunfuñó entre jadeos sin detener su carrera.
—¿Por qué eres tan fea?
Bufó en medio de una sonrisa. —Eres tan tonto.
Yo hice lo mismo.
—Tú más.
En respuesta tiró de mi brazo casi haciéndome trastabillar.
—¡Rápido, ya casi llegamos!
Por supuesto apresuré el paso, porque cada vez que se movía y reía, me hacía preguntarme a dónde nos llevaba. A un futuro feliz, esperaba. Su emoción me hizo emocionarme.
Luego de unas ocho cuadras se detuvo de tajo solo jadeando por aire una única vez. Arrastró los pies hasta la escalinata que conducía a un edificio de técnicos en CCTV que compartía oficinas con una escuela de tutorías y un taller de tejido.
—Cierra los ojos. —ordenó.
—¿Umm?
—Dije que cierres los ojos.
—¿Qué es esto? —ladeé la cabeza mirando hacia la construcción iluminada.
—Es tu regalo de graduación, tonto
—¿Me compraste una propiedad?
—Ya quisieras—Puso los ojos en blanco—. Ven.
—¿Pero cierro los ojos o no?
—Cállate y sígueme. — Gruñó por mi tono burlón dirigiéndose hacia la entrada de cristal. Hice lo que me dijo.
Subimos cerca de seis pisos antes de topar con una puerta metálica que conducía hacia la azotea del edificio en la colina. NaHee sacó unas llaves del bolsillo de su chaqueta para abrir el candado oxidado, luego empujó con todas sus fuerzas y me llevó hacia afuera.
Se colocó al lado de una manta barata servida con comida y adornada con velas.
—¡Sorpresa! —gritó extendiendo los brazos. Yo bufé porque sonrió mostrando todos sus dientes.
Esta niña había montado un picnic improvisado con sopas instantáneas, bocadillos de la tienda de conveniencia y bebidas de la máquina expendedora en una azotea decrépita sólo por mí; para mí.
Allí, bañada por luces rosas y púrpuras provenientes de la enorme valla de pantalla de led publicitando un nuevo cosmético, lucía como si me estuviese regalando el mundo entero.
Eso me hizo medio sonreír también.
—Seguramente estás pensando: "¿Qué hacemos aquí, Ji NaHee?" —Engrosó la voz para imitarme. —. Pues me alegra que lo preguntes, porque durante dos semanas, mientras pensaba en qué regalarte, recordé algo; así que hice una exhaustiva búsqueda de quince minutos hasta dar con este sitio —Me rodeó por detrás para después estirar su brazo hacia el frente. —. ¿Qué ves allí?
—¿Edificios? —Honestamente no hice ningún esfuerzo en adivinar lo que ella señalaba.
—¡No! Bueno, sí, pero además de eso. Fíjate bien.
—Eh...no sé, ¿árboles?
—¡Yoongi!
—¿Qué? —rasqué la parte de atrás de mi cabeza— Es que no sé qué quieres que vea.
En medio de su poca paciencia se puso de puntillas para alcanzar mi rostro tomándome por las mejillas y girando mi cabeza hacia el objetivo exacto.
—¡Allá! —enfatizó punteando de nuevo con el dedo. Fue entonces que lo vi.
—El...
—¡El viejo parque de diversiones! Sí. —dijo entusiasta.
—¿Por qué está encendido?
—Resulta que alguien finalmente compró el parque y le están dando mantenimiento. El tío de una compañera de mi clase trabaja en la reparación de las maquinarias. La escuché hablando con sus amigos sobre cómo podrían escabullirse para beber y pasar la noche ahí. Fue así como me enteré que harían las pruebas de alumbrado hoy. Y dado que hace tres años dijiste que te encantaría ver las luces del parque abandonado encendidas de nuevo, henos aquí.
No sabía qué responder; porque no es que me hallara conmovido. Quiero decir, bueno, sí, había mencionado antes mi deseo de ver funcionando de nuevo el lugar de mi infancia, pero no lo había dicho como un suceso necesario en mi existencia. Nada trascendental como para seguir vivo y tomar inspiración de ello. Sin embargo, el que NaHee lo recordara y lo hubiese interpretado de esa forma...Sí, hizo algo en mí. Sobre todo porque me la pude imaginar rastreando a través de los mapas en línea cual era el sitio de libre acceso con la mejor vista para "regalarme" esto.
¿Podría ser ella más absurda? Siempre buscando simbolismos donde no los hay, viendo la vida de una forma oníricamente poética. Algo tan insignificante, ella, en su cabeza, lo había vuelto magnánimo. Eso es realmente lo que me hizo sentir un hueco en el estómago.
—¿Y? ¿Qué opinas? —se veía genuinamente orgullosa, como si ésta hubiese sido su más grande hazaña.
—Opino que eres una tonta.
Lo juro, su boca se abrió como la de un pez.
—¡Yoongi!
—¿Por qué no solo fuimos allí y lo vimos desde fuera? ¿Por qué venir aquí cuando te dan miedo las alturas?
—No me dan miedo las alturas. —haciendo un puchero se cruzó los brazos.
—¿No? Entonces debo estar confundiéndote; a lo que recuerdo te ponías pálida cuando trepabas para la resbaladilla, nunca conseguiste tirarte tú sola, siempre tuve que subir a tu rescate.
—Eso no es cierto.
Coloqué mi mano encima de su cabeza inclinándome demasiado cerca de su rostro.
—Cada. Una. De las. Veces.
Manoteó en mi dirección alejándose de mí solo un paso. —¿Y qué? Soy mayor ahora, puedo hacer estas cosas...—su voz se volvió baja, como la de una niña nerviosa. —siempre cuando no me acerque a la orilla.
Su expresión la hizo ver diminuta en torno a mí, y eso me hizo sentirme protector en torno a ella. Me gustó. Me gustó mucho.
Así que puse mi brazo alrededor de sus hombros y dije—: Está bien, no te preocupes, iré a rescatarte siempre que lo necesites.
—Lo dudo. Puede ser que lo hicieras entonces, ahora seguramente sólo te reirías de mí y me regañarías por ser infantil.
—No, no. Lo digo enserio, iré por ti.
—¿Siempre?
—Cada una de las veces.
Ella se quedó ahí de pie permitiéndome tocarla -casi abrazándola- un poco más; en silencio, con el ruido del tráfico y el sonar de los aviones.
Me gustó. Me gustó mucho.
—Bien, suficiente —aplaudió para separarnos. Se arrodilló junto a la cesta de picnic de donde sacó un par de botellas de soju. — No tenía mucho presupuesto así que esto es todo. Aprécialo como la primera vez que beberemos juntos.
—Nuestra primera vez, ¿eh? —arqueé las cejas— ¿Qué otras primeras veces vas a darme, Ji NaHee?
—¡Oye! —sus ojos se sobresaltaron.
—Estoy jugando.
Glorificándome en su rubor espontáneo, caminé hacia la manta sentándome a su lado y esperé paciente a que terminara de servir nuestras bebidas.
—Enserio, lamento que no fuera algo genial como llevarte a un club o comprarte una motocicleta. Es tu graduación, se supone que fuera memorable.
—Pero qué dices—me quejé luego de que me entregara mi vaso—, ¿alcohol, mi mejor amiga y una gran vista de la ciudad? ¿Bromeas? No podría pedir nada más.
—No, ya sé que es tonto. Estuve muy ocupada con los proyectos, la verdad improvisé, pensé que esto sería...
Tomé su mano.
—NaHee...
Se quedó en silencio.
—Gracias —dije en voz baja, rozando mi mano libre contra mis pantalones para quitar el sudor de mi palma—. Lo digo enserio, gracias.
Me sonrió con esa particular luz de nuevo mirándome agradecida.
Y me gustó. Me gustó mucho.
—¿Te encanta?
—Me encanta.
Chocamos vasos para luego bebernos el contenido de un trago; yo sin resentirlo, ella haciendo muecas en el proceso. Al final se cubrió la boca como si fuera a vomitar.
Me reí.
Pero también sentí que me faltó el aire.
—No está mal, supongo que debo acostumbrarme —habló mientras rellenaba nuestros vasos —. Tienes que enseñarme a beber, pronto iré a reuniones con mis superiores y debo estar lista. Toma. —como no lo acepté de inmediato, ya que me encontraba demasiado ocupado escaneando su uniforme, dijo—: ¿Qué? ¿Ahora que pasa?
Mis ojos lentamente se alzaron hacia los suyos.
<<Ji NaHee, creo que me estoy enamorando de ti.>>
—Nada. —Tragué saliva. Y bebí.
Fue cuestión de segundos, pero traté de alejar ese pensamiento. Teníamos veinte años entonces. Descubrir aquello fue como despedir mi adolescencia y darle la bienvenida a mi juventud donde la puberta gritona de mejillas eternamente rojas ahora era una mujer hermosa que me hacía temblar.
Qué jodido.
Comimos y bebimos sin parar riéndonos de cosas sin sentido y recordando momentos al azar como el día en que nos vimos por primera vez, cuando me rompí el brazo y ella decoró mi yeso, o esa ocasión en que la madre de NaHee había corrido a mi hermano con agua de la manguera porque había intentado escabullirse por su patio para ver a HaNa tres veces seguidas. Nos dimos cuenta rápidamente del largo tiempo que llevábamos conociéndonos y lo mucho que nos habíamos dado por sentado el uno al otro. Coincidimos, sobre todo, en lo raro que era esta amistad, porque si nuestros cachondos hermanos mayores no nos hubieran obligado a convivir, habría sido completamente improbable que nos dirigiésemos siquiera la palabra alguna vez.
La idea de que pudo haber existido una realidad paralela de mis días sin esta chica, me dejó mal. No me agradó en lo absoluto. Incluso siendo consciente de que yo no era el chico de oro y que ella debía permanecer tan inmaculada como era, sabía que la necesitaba y que cuando la perdiera -porque lo haría; estaba seguro de ocasionaría algo que lo jodería- eso me rompería. Así que me iba a aferrar a ella hasta mi ultimo aliento, costara lo que costara, durante el tiempo que pudiera antes de arruinarlo todo.
Y si podía hacerlo sin tener que involucrar alguna mierda de sentimientos, mejor. Pero entonces...
—Oh, casi lo olvido. —exclamó de pronto.
—¿Qué? —farfullé a su lado recostado en la manta, ya medio arrastrando las palabras también viéndola alcanzar una vez más la canasta de picnic.
Durante la mayor parte de la noche NaHee se había mantenido ajena a mi lucha, simplemente brincoteando en su sitio disfrutando del alcohol y los efectos de este en ella; sin embargo, parecía emocionada por esto.
—¡Tenemos postré! —Metió la mano en el cesto y sacó un recipiente de plástico el cual abrió y agitó frente a mi nariz haciendo que el aroma a mantequilla me diera la bienvenida.
Me reí arrebatándole el contenedor y examinando de cerca las galletas caseras. —No puede ser. ¿Tú hiciste esto?
—Así es.
—¿Para mí?
—Síp. —sonrió orgullosa. Y yo morí un poco.
Agarró una galleta, a continuación, procedió a volarlo a su alrededor como un avión a mi boca. La abrí amplia solo para seguirle el juego.
Es vergonzoso, pero al probarla, gemí.
Arqueó una ceja satisfecha. —¿Acabas de gemir por mis galletas?
—Acabo de gemir por tus galletas.
Se contoneó como una niña soberbia echando el cabello detrás de su hombro. —Si tuviera mil wones por cada vez que un chico me dijo eso.
—Tendrías sólo mil wones. — Tosí escupiendo moronas.
<<Sin sentimientos, no podemos perderla tan pronto. Ve con palabras. >>
—¿Cuál es tu mayor sueño? —pregunté, tirando un par de galletas en mi boca.
—¿Mi mayor sueño?
—Sí. Antes decías que querías ser un hada. La gente cambia, así que, ¿qué quieres hacer ahora?
Se mordió el labio inferior. —Quiero que mis esculturas conmuevan a la gente. Sé que suena como una meta absurda, mi madre me lo dice todo el tiempo, pero eso es lo que quiero. Quiero que mi arte inspire.
—Puedes hacerlo, NaHee. Ya lo haces. —Creía en su sueño más de lo que jamás podría decir.
—¿Y tú?
—Quiero convertirme en locutor —confesé por primera vez en voz alta. —. Me gustaría lograr que la gente que está teniendo un día de mierda escuche mi voz, se sienta cómoda y comparta sus historias conmigo. Quiero que las personas que van conduciendo mejoren de humor y se sientan bien a pesar de todas las cosas estresantes pasando en sus vidas reales, aunque sea por unos minutos.
—Me encanta que queramos lo mismo.
<<Pienso igual.>> —Pienso que eres una copiona.
—Debemos abrir nuestra propia productora amateur y hacerte un programa de radio. Con lo que ganemos puedo montar mi galería y usar ese espacio para artistas independientes, un lugar seguro para que todo aquel que tenga un sueño pueda expresarlo sin importar su edad o de dónde provenga.
—Sí, hagamos eso —secundé su idea utópica dándole toda mi atención al cielo, porque en ese momento fui incapaz de mirar sus ojos sabiendo que vería ilusión en ellos—. Vamos a armar nuestra sociedad, crear un increíble programa de radio, poner la mejor galería de todas y vivir felices para siempre.
—¿De verdad?
—De verdad?
—¿Promesa de meñique? —me miró con seriedad extendiendo su dedo hacia mí.
—Promesa de meñique. —Nuestras manos se entrelazaron después de eso.
—¿Cuál es otro de tus sueños? —preguntó después.
Me debatí en si debía decirle, porque parecía un tema incómodo para ambos. Pero al final, el sorbo de soju que di me hizo hablar.
—Quiero ser papá. —Se hizo un silencio tenso. Continué—: Sé que suena estúpido, pero es verdad. He pasado toda mi vida con padres que no saben lo que significaba amar. Pero si yo fuera un padre, me aseguraría de tenerlos abrigados, alimentados. Me presentaría a sus competencias, sus recitales, y los amaría más de los que las palabras pudieran decir, independientemente de si quisieran ser un abogado o un empleado de la basura. Sería mejor que mis padres.
—Sé que lo serías, Yoongi. Serás un gran padre.
No sé por qué, pero ella diciendo eso hizo que me lloraran los ojos.
Nos quedamos allí por un rato sin decir una palabra, únicamente mirando hacia arriba. Todo estaba tan tranquilo, el tráfico ya no parecía estar en auge. Me pareció lindo. No me podía imaginar en cualquier otro lugar en el que preferiría estar.
No dejamos de sostenernos las manos. Pensaba: ¿Le gustará estar sosteniendo mi mano? ¿Su corazón estará dando una voltereta? ¿Será que ella, quizá, tal vez, se sienta un poco enamorada de mí también?
—¿Cuál es tu mayor temor? —habló en voz baja.
—¿Mayor temor?
—Tienes que responder. Si te da vergüenza podemos fingir que fue culpa del alcohol.
Apreté su mano con más fuerza. Fue ahí, en ese piso de azotea, que acepté mi destino:
—Que algo les suceda a las pocas personas que me importan. Geumjae. Tú. Mi mamá. ¿Qué hay de ti?
—Perder a mi padre —Hizo una pausa. —. No me gusta la sensación de que mi respiración se detenga todos los días cuando suena mi teléfono esperando que sea él quien me esté llamando. Sé que quizá no va a volver, pero la idea de perderlo para siempre rompe mi corazón.
Bebimos otro trago. Luego otros dos. Y dos más después de esos.
—¿NaHee?
—¿Mmm?
—Gracias por esta noche. No tienes idea de lo mucho que necesitaba esto. Deberíamos hacerlo más seguido, convertirlo en algo habitual, en algo nuestro. Ya sabes, alimentarnos con nuestros sueños y miedos también.
En respuesta, ella asintió y apretó mi mano suavemente.
—¿Algo más?
<<Me estoy enamorando de ti.>>
—No.
Ay, Hola! YA VOLVÍ.
No tengo cara, ya sé. Es que...la vida es complicada, ya saben.
Pero bueno, uno de mis propósitos es ya no tener abandonadas mis historias y tratar de no empezar nuevas hasta haber finalizado las otras. Veamos cómo resulta eso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro