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21. La realidad es...

—Ella no trabaja aquí hoy —dijo una voz amable acercándose a mi mesa. Había estado dentro del restaurante durante unos diez minutos esperando ver a NaHee, pero ella no parecía estar por ningún lado—. Tiene turno en la mueblería. Y mañana estará todo el día en el centro comunitario.

—Oh, de acuerdo. Gracias—asentí hacia la persona mientras me ponía de pie—. Volveré otro día.

La voz pertenecía a una mujer que andaba, probablemente, alrededor de los setenta años, y tenía el cabello color gris plateado. Se encontraba parada junto a mi mesa sosteniendo una charola; al notar que mi intención era irme, colocó una mano sobre mi hombro instándome a volver a sentarme. Luego bajó la charola y comenzó a colocar platillos de acompañamiento y una jarra de agua.

—Entonces, ¿cuáles son tus intenciones con mi nieta, eh?—preguntó directa, con la charola bajo el brazo y la otra mano apoyada en su cadera.

—¿Disculpe?—me tomó desprevenido, pues aunque no conocía a esta mujer, estaba cien por ciento seguro de que nunca había estado con su 'nieta'.

—Come. Enseguida sale tu pollo —ordenó, estremeciéndome más cuando azotó la charola en la mesa de al lado y se sentó frente a mí—. Soy la dueña de este restaurante. Puedes llamarme señora Yun.

—Yo soy...

—Sé exactamente quién eres, muchacho.

—¿Ah, sí?

—Min Yoongi. El chico de la caja.

—¿Cómo?

—Ji NaHee. Bajo su cama hay una caja. Tú eres todo lo que hay en ella.

—Disculpe, pero conozco a la familia de Ji NaHee y usted...

—Ya sé lo que quieres decir; pero es mi nieta. Punto. Su madre le dio la espalda, yo la acogí. Ella me hace feliz, así que me gusta llamarla mía.

<<Creo entonces que tenemos mucho en común, vieja.>>

—Bueno, no sé nada sobre una caja. Ella y yo perdimos contacto hace muchos años. No quedamos en los mejores términos, así que estoy seguro de que lo que sea que hubiera ahí terminó en la basura.

La anciana levantó una ceja y ladeó su cabeza. —Los hombres son estúpidos.

Me reí. —¿Por qué lo dice?

—Mira muchacho, no me voy a andar con rodeos. Escucha: Hay un chico llamado Doh Kyung-soo. Bastante guapo, se parece a su abuelo. Durante el último año y medio ha estado buscando cualquier pretexto para pasarse por aquí todos los días a fin de verla y tratar de invitarla a salir. Él la cuida, la procura, la aconseja, la apoya; incluso le ofreció mudarse con él y encargarse de reparar los daños que tiene el cuarto donde ella vive. Hace un mes creí que por fin lo conseguiría, pero hoy la vi rechazarlo oficialmente. Sé que la razón son los sentimientos que tiene por ti. Pero para ser claros, ella no es un saco de boxeo. Ni un ancla. Ni una maldita droga. Ella no es tu droga, jovencito.

No sabía qué decir a eso, por lo que permanecí callado mientras la señora seguía hablando.

—¿Pensaste que podías abandonarla, no darle señales de vida, poner un muro entre ustedes, y que aún así ella no te mencionaría cada vez que pudiera? ¿De verdad lo creíste? Durante años fuiste lo único sobre lo que habló. Todavía lo hace. Me contó sobre tu pasado con el alcohol y esas cosas ilegales, del accidente, de cómo conseguiste tu diploma y saliste antes por buena conducta. Lo cual es bueno. Sin embargo, no puedes volver aquí y usarla de esta manera. Ella no es algo con lo que puedas jugar para distraerte de las cosas que pasan a tu alrededor. Es una chica, una gentil y cariñosa que todavía está loca por un chico. Y lo que estás haciendo es egoísta. Lo que ella hace es egoísta también. Verás, tú no dejarás de usarla y ella no dejará de usarte. ¿A dónde los llevará eso? ¿Hasta dónde crees poder aguantar? Ambos se encienden con fuego propio, pero es como si no sintieran la quemadura.

—No sé lo que le haya dicho NaHee, señora, y que ella le tenga confianza es algo que no me interesa; pero usted no es nadie para meterse en asuntos que no le competen.

—Ya imaginaba que eras altanero; no pienses ni por un segundo que puedes amedrentar con esa actitud. Si ella te importa en lo más mínimo, pararás con esto. Dejarás de usarla ahora mismo. Tienes que hacerlo o de otra forma volverás a romper su corazón.

— Ella dijo que no...

—¡No me interrumpas cuando estoy hablando! —reprendió con dureza—. Lo que sea que ustedes dos estén haciendo podría ser sólo diversión y juegos para ti, pero para ella es más. Es muchísimo más. Es todo en lo que pudo pensar en el último par de años. Si al final destrozas el corazón de esa niña de nuevo, lo mejor es que sepas que te romperé los dedos de las manos y pies uno a la vez.

Me reí de nuevo, pero la mirada severa de la señora Yun me detuvo. Tragué saliva. —Entendido.

—Bien. Ahora come, yo invito —dijo, parándose de la mesa haciéndole señas a un joven que se acercó con una orden de pollo frito—. Parece que va a llover en cualquier momento, puedes llevarte la sombrilla que está junto a la nevera.

Eché un vistazo al ventanal, hacia el cielo, las nubes grisáceas bloqueando el sol. Comí con calma sin importarme demasiado el escrutinio de la dueña cada vez que entregaba órdenes. Justo cuando terminé, empezó a llover. Tomé una servilleta para limpiarme los dedos, saqué un par de billetes y los dejé sobre la mesa. Fui hacia la nevera de sodas y volviéndome hacia la cocina, de lejos, le di las gracias por el paraguas.210

Al mismo tiempo un chico al cual me sorprendió reconocer como el mismo sujeto que había visto en casa de NaHee antes, entró por la puerta del restaurante demasiado familiarizado con el lugar. Dejando su saco y maletín en la primera mesa que encontró, se dirigió hacia el mostrador donde la señora Yun ya lo esperaba con los brazos abiertos y una cerveza destapada.

—¡Kyungsoo, mi nieto! ¿Cómo te fue en el trabajo?

Mientras el par se abrazaba y el cielo tronaba, sentí náuseas en el estómago. No tuve claro si fue por el gesto desbordante de cariño maternal, o por el entendimiento de que aquel 'chico apuesto' que Nahee rechazó, el tal Doh Kyung-soo que había mencionado antes la mujer, era, de hecho, su propio nieto. 

No regresé a buscar a NaHee ese día. A la mañana siguiente Geumjae preguntó si quería unirme a él y a HanNa en su cita con el terapeuta, aunque di mil y un argumentos, no existió manera en que me permitiera decirle que no.

La única terapeuta con la que alguna vez hablé fue durante mi estancia en la cárcel. Teníamos sesiones individuales y sesiones en grupo en las que nos hacían pruebas con colores y mierdas raras. Lo odiaba al principio, pero después de un tiempo ayudó. Entonces, a veces, me gustaría empezar a odiarlo de nuevo.

Me senté al lado de mi hermano y su novia en la consulta del doctor Yang, y pude sentir la tensión. Antes de salir de casa, habían discutido sobre pequeñas cosas: un tubo de pasta de dientes mal puesto en la encimera del baño, el café que no estaba terminado, los libros de HanNa todos en la mesa del comedor. Nunca los vi pelear antes, así que fue un poco extraño.

—Gracias por acompañarnos hoy, Yoongi. Sé que significa mucho para tu hermano que estés aquí.

—Sí, por supuesto —Palmeé a Geumjae en la pierna. Él me dio una sonrisa forzada—. Lo que sea por este tipo.

El doctor Yang asintió, satisfecho. —Creo que es importante comprobar de vez en cuando cómo van las cosas. HanNa mencionó que te has mudado con ellos, lo que supongo podría ser algo bueno para Geumjae. Tener a la familia cerca siempre es útil. Así que veremos cómo todo el mundo lo ha estado haciendo. Geumjae, comienza.

—Estoy bien.

—Se salta hasta dos comidas a diario. Dice que ha estado perdiendo el apetito. Y parece algo de mal humor últimamente —intervino Han Na de inmediato.

—Eso es perfectamente normal con todo lo que está pasando —le aseguró el terapeuta.

—No estoy de mal humor —ladró Geumjae.

Su prometida frunció el ceño. —Me bufaste ayer, Geumjae.

—Me tomabas la temperatura a las tres de la mañana mientras dormía.

—Te sentías frío —susurró ella.

—¿Y cómo lo estás haciendo tú, HanNa? Sé que hablamos sobre cómo sueles manejar tu estrés rompiendo cosas...

—Sí. Pero lo estoy llevando mucho mejor—aseguró. Geumjae se rio.—Eh...¿disculpa? —HanNa le arqueó una ceja a mi hermano— ¿Dije algo gracioso?

—Tenemos en el armario cinco nuevas lámparas que ordenaste en línea porque una se rompió. ¡Estás perdiendo la cabeza!

<<Vaya, eso fue duro.>>

Vi la vergüenza volver rojas las mejillas de HanNa mientras agachaba la cabeza fingiendo estudiar sus zapatos.

El doctor Yang escribió algo en su cuaderno de notas antes de volverse hacia mí. —¿Qué hay de ti, Yoongi? ¿Crees que HanNa está manejando la enfermedad de Geumjae de la mejor manera posible?

HanNa resopló. —¡Por supuesto. Ahora el ex convicto es la persona ideal para juzgarme!

<<Eso fue duro también.>>

Me incorporé en mi asiento, mirando por encima de ellos antes de contestar. Ambos parecían tan agotados. De la misma manera, pero diferente. Geumjae se hallaba clavando los dedos en los lados de la silla, mientras que HanNa luchaba contra la tentación de llorar.

—¿Me pregunta si creo que es raro que HanNa tenga estos episodios en los que rompe cosas y luego compra similares en exceso para suplir las que destruyó? Sí.

—¡Oye!—se quejó HanNa

—¿También si creo que juzga a la gente por no ser o pensar exactamente como ella? Absolutamente. Pero ella lo ama. Grita, rompe, limpia y compra; así es como lo maneja. Hace eso para no derrumbarse. Así que no me voy a quejar, porque a pesar de ello, HanNa está haciendo todo lo posible para hacer que mi hermano se sienta cómodo y esté cuidado. Podría no ser la manera más adecuada de canalizar su frustración, pero su hermana y yo la dejamos porque hace su mejor esfuerzo. Se despierta cada mañana e intenta hacerlo. No sé si alguna vez yo haya hecho siquiera mi mejor esfuerzo... —Bajé la mirada a la banda en mi brazo—, pero lo estoy intentando.

—Eso me parece adecuado, Yoongi.

—Sí, pero la cosa es que veo a estos dos, veo a las personas que les rodean y me doy cuenta de que todos estamos perdidos. Todos estamos agrietados. Todos tenemos cicatrices. Todos estamos tratando de averiguar cómo sobrellevar esta cosa llamada vida.

—Así es.

—Y tenemos miedo, doc. Estamos verdaderamente aterrados de que algo pueda pasarle a Geumjae; así que si tenemos que romper lámparas, bufar a media noche, gritarnos y abrazarnos entre sí para que no duela tanto, eso es lo que haremos.

Luego de la cita de Geumjae, él y HanNa fueron a casa para descansar un poco. Por mi parte dí un paseo por los alrededores hasta que la tarde llegó y me encontré de pie frente al centro comunitario. Al interior, en una pizarra de tiza frente al escritorio principal, aparecía el nombre de Ji NaHee como maestra asistente del taller infantil de artes plásticas y una oleada de orgullo pasó por encima de mí.

<<Ella lo está haciendo. Está haciendo lo que ama.>>

En el pizarrón también se indicaba el horario y el salón, así que fui allí. Me posicioné tras la puerta, escondido lejos de la línea de visión de NaHee. Ella estaba ocupada asistiendo a una pequeña niña con su objeto amorfo de plastilina. Sus dedos moviéndose habilidosamente a través de la masa mientras le sonreía a la pequeña con una hermosa expresión que muy pocas personas en el mundo alguna vez experimentarían. En cuestión de minutos la cosa sin sentido se convirtió en una jirafa de plastilina que fue admirada por los demás niños con fervor, lo cual fue un recordatorio de cuán increíblemente talentosa era NaHee.

Observándola desde mi escondite, no pude evitar maravillarme con la naturalidad con la que se desenvolvía entre los niños. Era como si cada palabra que pronunciaba, cada gesto de sus manos, tuviera el poder de calmar inquietudes y despertar sonrisas. Los pequeños parecían gravitar hacia ella, fascinados por su paciencia infinita y su calidez genuina. Era evidente que no solo les enseñaba a moldear, sino que les daba algo más profundo: seguridad, confianza y un sentido de asombro por el mundo que estaban comenzando a descubrir.

Por un instante, el aire se me hizo pesado, y una punzada de melancolía atravesó mi pecho. NaHee habría sido una madre extraordinaria. Su instinto para comprender y cuidar a los demás, su habilidad para convertir cualquier momento ordinario en algo significativo, eran cualidades que, sin duda, habrían hecho de ella la clase de madre que todo niño soñaría tener.

Un nudo se formó en mi garganta al pensar en las circunstancias que le arrebataron esa posibilidad. Y entonces, el arrepentimiento cayó sobre mí como una sombra ineludible. Si las cosas hubieran sido diferentes... si yo hubiera sido diferente, tal vez ella no habría tenido que renunciar a tanto. Tal vez su vida habría tomado un rumbo distinto, uno en el que pudiera haber construido algo que amara tanto o más que crear arte.

La sonrisa que ahora iluminaba su rostro era la misma que me había enamorado tantas veces, pero también era un recordatorio cruel de todo lo que podría haber sido y nunca fue. Una madre amorosa, una guía paciente, un pilar inquebrantable. En lugar de eso, aquí estaba ella, dedicando ese amor y esa habilidad a los hijos de otros, mientras yo permanecía en la penumbra, cargando con el peso de la culpa.

Esperé a que su clase terminara, y luego de que todos los niños fueron recogidos por

sus tutores, ella finalmente apareció en la planta baja del centro comunitario. Despidiéndose del viejo vigilante y sus compañeras, NaHee se volvió hacia la salida. No me moví. Sus hermosos ojos encontraron mi mirada de inmediato. Respiró profundamente y se estremeció un poco cuando se dio cuenta. Sus pasos hacia mi dirección fueron tentativos. Cuando nos encontramos uno delante del otro, casi sonreímos, medio fruncimos el ceño, también.

—Hola —dijo ella.

—Hola —respondí.—¿Puedo acompañarte a casa?

—De acuerdo.—Ambos sonreímos, ella más grande que yo.

Durante el paseo no hablamos mucho en realidad. Le pregunté sobre su día, me preguntó por el mío. Me contó sobre su clase y yo sobre la sesión con el doctor Yang, omitiendo la parte en la que había salido corriendo a buscarla porque sentía que necesitaba verla ya que ella parecía ser lo único que podía tranquilizarme. Pero todo el tiempo el recuerdo de la conversación con la señora Yun volvió a mí mientras caminaba al lado de NaHee.

"...no puedes volver aquí y usarla de esta manera. Ella no es algo con lo que puedas jugar para distraerte de las cosas que pasan a tu alrededor. (...) lo que estás haciendo es egoísta. Lo que ella hace es egoísta también. (...) tú no dejarás de usarla y ella no dejará de usarte. ¿A dónde los llevará eso? ¿Hasta dónde crees poder aguantar?"

En ese momento sus palabras me parecieron excesivas, incluso un poco crueles. Pero ahora entendía. La señora Yun conocía muy bien las cicatrices que NaHee llevaba ocultas tras su sonrisa tenue y mirada serena. Ella sabía que cualquier relación con NaHee requeriría no sólo intimidad y calor, sino también una decisión consciente de protegerla, incluso de mí mismo.

Mientras la veía sacar su teléfono para emocionada mostrarme el progreso de las obras de sus alumnos, la verdad se hizo evidente: NaHee no se permitía ilusionarse demasiado. No porque no quisiera, sino porque alguien, en algún momento, le había demostrado que los sueños podían volverse pesadillas.

Y yo... yo había sido una de esas personas. Recordé los días en los que jugaba con sus esperanzas, diciéndole que podíamos construir algo juntos, solo para dar un paso atrás cuando las cosas se volvían demasiado reales, demasiado complicadas. En mi inmadurez, nunca entendí que para NaHee, cada palabra mía tenía un peso mayor del que yo creía. No era un juego para ella; era su corazón, su vida.

"Si ella te importa en lo más mínimo, pararás con esto. Dejarás de usarla ahora mismo. Tienes que hacerlo o de otra forma volverás a romper su corazón."

Una vez que cruzamos por fuera del restaurante de pollo y nos detuvimos al principio de la escalera que conducía a su casa, NaHee abrió la boca para invitarme a subir.

Sacudí mi cabeza. —No creo que debamos seguir haciendo esto, NaHee.

El aguijón de la decepción golpeó sus ojos. Entonces la vergüenza enrojeció sus mejillas.

—Oh, claro. Lo entiendo.

—¿Verdad?

—Sí—murmuró debilmente—. Sí, no es gran cosa. —Mintió a continuación. Ya podía ver cómo la estaba hiriendo con mis palabras.

Me sentía tan cansado. Había sido un largo día.

Una larga vida.

Una larga y agotadora vida en realidad.

—De hecho lo es. Por que recaí.

La vergüenza se disipó al preocuparse. —¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Cómo? ¿Con qué?

Bajé la voz y me encogí de hombros.

—Contigo.

—¿Qué?

—La razón por la que no quería volver eras tú, y el temor a que mi mundo se sacudiera de nuevo. Le tengo tanto rencor al pasado que sé bien que no hay forma en que pueda darte la cara. Lo que hice, la forma en que te dañé, son cosas que jamás podré reparar. He luchado conmigo mismo más veces de las que te pudieras imaginar, excepto que ahora estoy atrapado aquí porque mi hermano está enfermo y en vez de buscar drogarme para ayudar a olvidarlo por un rato. Fui directamente a ti. Siempre has sido mi refugio, mi ruta de escape. Pero eso no es justo para ti, o para mí. Quiero mantenerme limpio y cuerdo. Quiero ser capaz de levantarme y no encontrar la necesidad de olvidar, lo que significa que no puedo recaer de nuevo y no podemos seguir haciendo esto. No podemos seguir durmiendo juntos. Pero, la realidad es...que te necesito.

—Yoongi...

—Espera. Déjame sacar esto porque ha estado girando en mi mente por mucho tiempo. Sé que no soy el mismo chico que era en ese entonces, pero las piezas de ese tipo todavía persisten dentro de mí. Y sé que dijimos que el sexo no significaba nada, pero creo que sabemos que significa todo, razón por la cual no podemos seguir haciéndolo. No te quiero de esa manera, porque no es así como realmente te necesito. NaHee, yo necesito que seas mi amiga. Todo en mi vida ha sido difícil. Todo en la vida me ha hecho duro. Excepto tú y Geumjae.

»Y sé que es egoísta de mi parte preguntarte esto ahora mismo. Sé que es egoísta, porque necesito que alguien me levante mientras trato de mantener a mi hermano también. Necesito que seas mi amiga otra vez, pero eso es todo, porque no puedo herirte otra vez. No puedo estar contigo, sin embargo te necesito. ¿Sí entiendes lo que te digo? Te necesito. No quiero hablar del pasado, tampoco preocuparme por el futuro. Sólo ser nosotros, ser amigos y ya.

Conteniendo el aliento, respondió—: De acuerdo.

Parpadeé confundido.—¿En serio? Después de todo lo que acabo de decirte, ¿es todo lo que respondes? ¿Siquiera me escuchaste?

—Sí, Yoongi. Lo hice.

—¿Y estás bien con eso?

—Sí.

—¿No quieres...no sé, golpearme o algo?

—No.

—¿En serio?

—En serio.

—Dime la verdad porque echo de menos reír y siempre me reía cuando estábamos juntos. Sé que tenemos un montón de historia y que tener sexo contigo es algo que no puedo explicar solo con palabras, pero justo ahora te extraño como amiga más de lo que te necesito como amante. Por lo tanto, ¿realmente crees que podemos ser solo amigos otra vez?

Ladeó la cabeza mirándome con intensidad, luciendo como si lo pensaba profundamente antes de que una sonrisa amable encontrara sus labios. —Nunca dejamos de ser amigos, Yoongi. Sólo estuvimos alejados un tiempo.

<<NaHee, creo, también, que no debiste haber rechazado a ese tipo. Mereces a alguien amable que te cuide, apoye y procure por sobre todas las cosas.>>

Claro que no le dije eso, pero lo pensé. Y el sentimiento abrasador de celos que brotó de mí me hizo enojar de más, porque una parte de mí sabía que tenía razón.

<<La realidad es...que no sé qué hacer. Te necesito cerca, y te necesito lejos.>>

<<La realidad es que te necesito.>>

Alguien dígale a ese wey que ni él mismo sabe lo que quiere. (Ese wey soy yo)

A propósito, ¿quién creen que  alcanzó boletos para J-hope? ¡Yooooo! (ya lloré, por si andaban con el pendiente.) Hasta el techo, pero adentro. 

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