2. Hogar
Miré fijamente el teléfono, mi corazón latiendo en mi pecho. Deslicé mi dedo por los contactos predeterminados antes de revisar la hora y enviar un nuevo mensaje.
2:31 a.m. Suspiré pesadamente.
De nuevo pensaba en papá. No saber nada de él me hacía sentir ansiosa; más bien era una mezcla de traición, enojo y preocupación. No podía evitarlo, deseaba poder meterme en el móvil y dar con su paradero.
Bloqué el teléfono llevándolo contra mi pecho tomando profundas inhalaciones y exhalaciones. Dos segundo después, cuando empezó a vibrar, contesté con rapidez.
—Deberías estar durmiendo —susurré a través de la línea, secretamente feliz de que llamara—. ¿Por qué no estás durmiendo?
—¿Qué ocurre? —preguntó Yoongi ignorando mi pregunta.
—Nada.
Lo escuché exhalar.
—Tú no envías mensajes a las tres de la mañana sólo por nada —dijo severo.
—Egoísta número uno sigue ignorando mis mensajes. Lo llamé veinte veces esta semana y no me respondió o llamó de vuelta.
"Egoísta número uno" fue el apodo que mi hermana y yo le dimos a mi padre después de que abandonara nuestra familia. Antes, él y yo éramos extremadamente cercanos. Los únicos dos artistas escultores de la familia; y cuando se fue, una parte de mí lo hizo con él. No hablaba mucho al respecto, pero incluso cuando nunca dije las palabras, Yoongi siempre supo el peso que ello dejó en mí.
—Olvídate de él. Es un pedazo de basura.
—Se supone que debo estar feliz por tener uno de los momentos más importantes de mi carrera como la estudiante principal de la exhibición de esculturas de todo el tercer año, y no sé si puedo hacerlo sin él allí.
Intenté mantener mis emociones controladas. Hice lo mejor que pude para no llorar, y quizá está mal admitir esto, pero quería y me preocupaba más por mi padre de lo que mamá y Han Na hacían. Tal vez porque ellas nunca entendieron quién era él, como artista, como individuo. Ambas tenían mentes muy cuadradas que venían con un montón de estabilidad, mientras que papá y yo éramos del tipo de espíritus flotantes, bailando en fuegos sin control.
—Puedes y lo harás. —me aseguró.
—¿Sabes que cuando era pequeña las tormentas eléctricas solían asustarme mucho? Yo corría hacia el dormitorio de mis padres y les rogaba dejarme dormir con ellos. Mamá nunca me lo permitió porque decía que tenía que aprender que las tormentas no serían capaces de herirme. Él siempre estaba de acuerdo con ella, así que regresaba a mi habitación, me acurrucaba bajo las mantas con los ojos cerrados aferrando un gatito de peluche que tenía; y me quedaba ahí, sola, escuchando los truenos —Tomé una pausa —. Luego de uno o dos minutos la puerta de mi habitación se abría, él traía consigo su balde de arcilla, una tina con agua y una sonrisa consoladora en su rostro. Jugábamos a hacer figuras hasta que la tormenta pasaba, entonces me devolvía a la cama y se quedaba conmigo hasta que me dormía. La mayoría de los días creo que estoy haciéndolo bien sin él, pero hoy está lloviendo y todo lo de ignorar mis llamadas... me recuerda que no piensa volver.
—No se lo permitas, NaHee. No le dejes ganar.
—Sólo... —exhalé con pesar— Sólo estoy teniendo un momento triste, eso es todo.
—Voy para allá.
—¿Qué? No. Es tarde.
—¿Y?
—Los autobuses dejaron de pasar. Además, mi mamá cerró la verja.
—Siempre puedo brincarla.
—Estoy bien— prometí—, solo quería escuchar tu voz y que me repitieras que estoy mejor sin él.
—Lo estás.
—Lo sé.
—No. De verdad. Estás mejor sin ese hombre.
Mi sollozo se intensifico, por lo que tuve que cubrir mi boca con una mano para que Yoongi no escuchara cuán duro lloraba. De pronto todos mis pensamientos ansiosos volvieron más fuertes.
<<¿Y si algo le pasó?>>
<<¿Y si había empeñado su teléfono para comprar más alcohol?>>
<<¿Y si había vuelto a frecuentar a esas personas?>>
<<¿Y si...?>>
—Voy para allá.
—No.
—NaHee, por favor. —Casi sonaba como si estuviera rogando.
—¿Bebiste?
—...No.
—¿Estás drogado?
Dudó, lo cual fue suficiente respuesta para mí.
Min Yoongi y yo éramos tan diferentes de tantas maneras el uno del otro. No había mucho que yo hiciera. Más que nada iba a la universidad, esculpía y pasaba el rato a su lado. Él tenía mucha más experiencia en cosas de lo que yo jamás hubiese imaginado, así como tomaba decisiones con las cuales yo no estaba de acuerdo.
Yoongi se emborrachaba más que el promedio, pero no tanto como mi papá. También usaba drogas, la cuales no hace mucho había descubierto luego de una noche de bar. A mi parecer él había encontrado en ello una escapatoria para perderse de sí mismo y su realidad, sobre todo después de toparse con su padre o tratar con su madre, pero de alguna manera siempre encontraba su camino de vuelta a "casa". A mí.
Intentaba lo mejor posible fingir que eso no me molestaba, pero a veces lo hacía.
—Buenas noches, Yoongi —hablé suavemente.
—Buenas noches, NaHee —replicó suspirando.
Cuando abrí la puerta tenía sus manos detrás de la espalda y se encontraba empapado de pies a cabeza; parecía un gato salido del baño. Llevaba su sudadera negra favorita y vaqueros oscuros que tenían más roturas que cualquier par de pantalones deberían tener. Y presumía de una sonrisa boba en su cara.
—¿Qué haces aquí? Son las cuatro de la mañana —susurré escandalizada, esperando no despertar a mi madre.
—Llorabas —explicó, encogiéndose de hombros bajo el umbral de la entrada de mi casa—. Y la tormenta no se detenía.
—¿Viniste caminando?
Estornudó. —No estaba tan lejos.
—¿Enserio brincaste la verja?
—No—Se retorció un poco. —. Escalé el muro.
—¡Yoongi!
—Además—Sacó las manos de detrás de su espalda, exhibiendo un pastel miniatura en su domo de plástico, o bueno, lo que quedaba de él. —, te compré pastel.
—¿Me compraste? Pero si le falta más de la mitad.
—De camino me dio hambre. Por cierto, ¿por qué vives en una colina? ¿Sabes cuántos escalones tuve que subir? ¡Ciento dieci...
—Ciento diecisiete —lo interrumpí.
Su cara cayó con sorpresa. —¡¿Cómo lo supiste?!
—Vivo aquí.
Su vergüenza aumentó un poco. —Oh. Cierto.
—Estás drogado.
Soltó una risita, asintiendo. —Estoy drogado.
Sonreí a medias porque no supe qué otra cosa hacer.
—Es una caminata de cuarenta y cinco minutos desde tu casa a la mía, Yoongi. No deberías haber venido tan lejos. Y estás temblando. Entra. —Haciéndolo quitarse los zapatos agarré su sudadera empapada por la manga y tiré de él por la sala de estar hacia el cuarto de baño. Bloqueando la puerta detrás de mí, lo hice sentarse en la tapa cerrada del inodoro—. Quítate esto, también la camiseta —ordené.
Sonrió con picardía. —¿No vas a ofrecerme una bebida primero?
—Min Yoongi, no seas rarito.
—Siempre soy rarito, Ji NaHee. Es por eso que te gusto.
Se quitó las prendas arrojándolas sobre el lavabo. Mis ojos se movieron por su pecho durante unos dos segundos, así que me obligué dejar de mirarlo y de la gaveta saqué una toalla.
—¿En qué diablos pensabas al venir hasta aquí?
Sus ojos se volvieron gentiles, sobre todo cuando se inclinó hacia mí fijando su mirada con la mía. —¿Estás bien?
—Estoy bien —Desdoblé la pequeña toalla al tiempo que me acercaba a él y empezaba a secar su cabello—. Deberías haberte quedado en casa.
—Tus ojos están rojos.
—Igual que los tuyos. —mascullé entre dientes.
Un trueno retumbó fuera, lo cual me hizo brincar. Yoongi apretó mi brazo con su mano provocando que un pequeño hipo escapara de mis labios. Miré fijamente cómo sus dedos me tocaron, y su mirada cayó al mismo lugar. Aclarando mi garganta di un paso lejos de él.
—Espera aquí, te traeré ropa.
Salí del baño en puntillas tratando de hacer el menor ruido posible abriendo la puerta de mi dormitorio. En realidad no me preocupaba que mamá despertara y nos viera, ella había tomado suficientes pastillas para dormir como para no darse cuenta si un tráiler atravesaba la casa. Era Han Na quien podría darse cuenta de que andaba por ahí a hurtadillas; ya que compartíamos cuarto, era difícil que no me sintiera moverme o me escuchara abrir sus cajones de donde precisamente saqué la camiseta que ella le había robado a su novio, es decir, el hermano de Yoongi.
Al volver a la estancia, él ya estaba sentado a la mesa esperándome con el pastel a medio terminar y un tenedor en la mano. Con el cubierto cortó un pedazo considerable y me lo tendió. —¿Quieres?
Fruncí los labios al verlo tan despreocupado por estar semidesnudo en medio de mi casa a las casi cinco de la mañana.
—Ponte esto—le arrojé la camiseta.
—Oh—sus ojos y boca se abrieron al notar el estampado. — Geumjae tiene una de estas.
—Sólo póntela.
Mientras obedecía, dijo—: ¿Por qué estás tan gruñona? Vine a verte porque estaba preocupado por ti, incluso te traje un maldito pastel.
En una rabieta infantil me dejé caer en la silla al otro lado de la mesa. Hice un puchero. —No puedo comer pastel.
—¿Cómo que no puedes comer pastel? —Yoongi arrugó el entrecejo.
—No puedo comer pastel.
—¿Por qué no?
—Porque no como nada después de las ocho de la noche.
Sopló una risa incrédula—¿Desde cuándo?
—Desde que mamá dijo que debo perder nueve kilos antes de la muestra.
—¿Qué?
—Dice que me veo más gorda que el resto de las hijas de sus amigas, que si pretendo vender alguna pieza en el futuro debo verme bonita, y que si sigo comiendo terminaré con sobrepeso. Ya sabes, ella y sus ideas.
Dio la vuelta de manera espectacular a sus ojos. —Tan linda.
—Ya lo sé.
—¿Y piensas hacerle caso?
—Eh...¿sí? Es mi mamá.
—Pero no la mía, así que me importa un bledo lo que ella piense. Y para nuestra suerte son más de las cuatro de la mañana, por lo que es un nuevo día. ¡Te compraré todo el jodido pastel que quieras y lo comerás todo!
—¡Shh! —Reí, cubriéndole rápidamente la boca con las manos para evitar que gritara más. —Cállate.
De inmediato sentí sus labios besando suavemente las palmas de mis manos, retiré mis manos tan rápido como pude, pero aun así él las atrapó. Y a medida que sus manos sostenían las mías, mi corazón se saltó dos latidos.
—Sólo para que lo sepas, eres bonita tal y como eres. No sólo en las formas superficiales que desaparecen con el tiempo, sino en todas las formas posibles. Tú eres una persona hermosa, NaHee. No le hagas caso a tu madre, que se joda su opinión. Que se jodan los pensamientos de los demás. Que se jodan todos. No necesitas cambiar absolutamente nada de ti.
Asentí. —Que se jodan.
—Así se habla. —Sonrió, liberando mis manos. Eché de menos su tacto antes de que incluso me soltara. Comenzó a bostezar, lo cual me distrajo de mis latidos errantes.
—¿Estás cansado?
—Podría dormir.
—Pero tienes que irte antes de que mi mamá se despierte.
—¿No lo hago siempre?
Fuimos a mi habitación. Tendí en el suelo las cobijas de su cama improvisada y él de inmediato se acostó en ellas. Han Na seguía dormida, aunque a veces dudaba de que en realidad nunca haya escuchado o visto a Yoongi quedarse a dormir. Si ella ya se había dado cuenta, entonces era una gran hermana que me cubría las espaldas. Después de todo, Yoongi y yo jamás dormíamos en la misma cama; respetábamos el espacio personal de cada uno, aunque la primera vez que se quedó a pasar la noche no dormí nada. Sin embargo, con el paso del tiempo, sus sonidos comenzaron a recordarme mi hogar.
Al final resultó que hogar no se trataba de un lugar determinado; para mí, hogar era la sensación que te daban aquellos por los que te preocupabas más, una sensación de paz que calmaba los incendios forestales de tu alma.
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