Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19. La culpa es tuya

Unas pocas semanas pasaron desde que volví a Daegu para estar con Geumjae.

Se había sometido a dos rondas de quimioterapia y parecía ser él mismo, aunque quizás un poco malhumorado con cómo HanNa le asistía con su medicina y lo revisaba cada segundo de cada día. Sabía que le molestaba su persistencia sin parar, pero me hizo sentir un cierto nivel de paz, sabiendo que estaba siendo cuidado.

La boda que se suponía que debía ocurrir este mes, se pospuso para el siguiente. Llegué a preguntarme con qué frecuencia se había estado cambiando de fecha y reorganizado. No tenía que ser un genio para saber que era debido a las reservas acerca de su enfermedad.

El jueves me dio dinero para comprar algunos comestibles a mamá, así que cuando fui a verla el viernes por la mañana, llevé artículos de limpieza conmigo. La casa estaba hecha un desastre. Mi madre se encontraba desmayada en su habitación, y no me molesté en despertarla. Si ella dormía, no bebía.

Era una locura para mí cómo de angelical se veía cuando descansaba; era como si los demonios de su mente se esfumaran por un momento. Abastecí la nevera y los armarios con alimentos enlatados. No sabía lo mucho que debía estar comiendo, pero de esa manera ella podría picotear cosas sin temor a que se descompusieran demasiado rápido.

También le cociné un estofado de pollo. Uno de mis pocos recuerdos buenos de la infancia era cuando todavía vivíamos en familia en la casa de los Min con Geumjae y ella seguía casada con su padre. Mi madre ponía música y cantaba por toda la cocina preparando este mismo estofado para cenar con su esposo e hijos. Solía haber sonrisas y calor; eso fue antes de que, en un arranque de ira provocado por el alcoholismo, le dijera al señor Min que yo no era su hijo y le confesara sobre haberle sido infiel con un parásito infeliz.

Cuando él nos echó a ella y a mí, mi verdadero padre entró a escena, y la posibilidad de mamá de hacer las cosas bien se convirtió en un recuerdo lejano para todos nosotros.

Limpié el lugar de arriba abajo, incluso poniéndome de rodillas para fregar el sarro del suelo del baño. Quité todas las sábanas y ropa sucia; es más, tallé con mis propias manos sus camisones, medias y pantaletas.

Mamá no se despertó sino hasta pasadas las siete de la noche, cuando la ropa ya se había secado, y el estofado enfriado.

Cuando deslizó la cortina, su bostezo se vio truncado por la impresión, no sé si por verme ahí o por cómo lucía el recibidor.

—Entonces sí volviste—exhaló quejumbrosa arrastrando los pies hacia la mesilla de centro donde había colocado la fruta que compré. Se sentó sin gracia.—. Juraba que había sido una alucinación cuando estuviste aquí el otro día.

Le di un asentimiento débil y seguí cosiendo los hoyos en su ropa. Ella echó otro vistazo alrededor.

—¿Limpiaste?

—Sí. Traje algo de comida y lavé tu ropa también.

—Geumjae es quien hace eso. ¿Dónde está tu hermano?—preguntó pelando una mandarina.

—Ocupado—Terminé la puntada y tomé la siguiente prenda.—. No podrá venir en un tiempo.

—¿Es por el cáncer?

—Sí—confirmé sin levantar la mirada, concentrándome en el agujero de su blusa. —¿Él te lo dijo?

—Ajá.

—¿Hace cuánto?

—No sé, no me acuerdo—se encogió de hombros llevándose un gajo a la boca—. Pobrecito, mi Geumjae... —suspiró dramáticamente, su tono estaba cargado de lástima, pero no la clase de lástima que uno espera de una madre, sino de alguien que disfruta del drama de la situación—. Saldrá de esta. Siempre ha sido fuerte. No como tú.

La aguja se me resbaló de los dedos, y mi mandíbula se tensó por su comentario. Sentí cómo el aire se volvía denso entre nosotros. Intenté ignorarla, porque sabía que morder el anzuelo solo iba a escalar las cosas, pero ella no se detuvo.

—Es que es increíble. Mira todo lo que hace por la familia, incluso estando enfermo. Y tú... bueno, supongo que al menos limpias bien. —Rió con desdén, como si acabara de contar el chiste del año.

Dejé la prenda a un lado volviendo el rostro hacia ella, notando cómo ni siquiera se molestó en hacer contacto visual. Estaba demasiado ocupada pelando otra mandarina, como si su mundo no hubiera cambiado en absoluto.

—¿De verdad, mamá? ¿Esto es lo que tienes que decir después de todo lo que hice hoy?

Ella finalmente levantó la mirada, con una ceja arqueada, como si no entendiera por qué estaba molesto.

—¿Qué esperas que diga? No voy a aplaudirte por hacer lo mínimo. —Dejó caer las cáscaras en el piso con un gesto desdeñoso—. Geumjae con todo y su enfermedad sigue siendo más útil que tú.

Algo en mi interior se hundió. Había pasado el día entero limpiando su casa, lavando su ropa, cocinándole... todo mientras lidiaba con mi propia frustración, mis propios demonios. Y ahí estaba ella, reduciéndome a nada como siempre lo hacía.

—¿Sabes qué? Tal vez por eso Geumjae siempre fue tu favorito. Porque él no tiene tiempo para darse cuenta de lo egoísta que eres.

Su rostro se tensó, y por un momento pensé que me iba a gritar, pero lo que vino fue peor. Se recargó en el borde de la mesita y me miró con una sonrisa amarga, como si acabara de confirmar algo que ya sabía.

—Y tú siempre fuiste el ingrato.

—El ingrato... —repetí en un murmullo, con una risa seca escapando de mis labios. No era de humor; era incredulidad pura—. ¿En serio, mamá? ¿Ingrato por qué? ¿Por venir aquí y limpiar tu desastre? ¿Por cuidar de ti cuando ni siquiera te importa cuidar de ti misma? ¿O es porque no soy mi hermano?

Ella frunció el entrecejo, sin inmutarse. Mordió otro gajo y lo masticó con calma, escupiendo cada tanto las semillas hacia el suelo recién lustrado.

—Siempre tan melodramático, Yoongi —se quejó, dejando caer las cáscaras en la mesita con un ruido sordo—. Igual que tu padre.

—¿Mi padre? —repliqué con un tono gélido, dando un paso hacia ella—. ¿Te refieres al hombre que me sacó de los cabellos a rastras de su casa cuando la prueba de paternidad salió negativa? ¿O al cobarde hijo de puta que te quita el poco dinero que tienes, te golpea y luego desaparece?

Su expresión no cambió, pero algo en sus ojos chispeó, una pequeña fisura en su fachada de indiferencia. Lo había tocado. Y eso la enfureció.

—¡No te atrevas a hablarme así en mi propia casa! —escupió, volcando la mesa a un lado y poniéndose de pie de golpe—. Si no fuera por mí, ni siquiera estarías aquí. ¿Sabes cuánto sacrifiqué por ti?

—¿Sacrificaste? —me burlé amargamente dejando escapar una risa amarga—. ¿De qué hablas? ¿Del sacrificio de arruinar nuestra vida por tus decisiones egoístas? ¿De perder a Geumjae y a su padre porque no podías mantenerte fiel? ¿O de pasar años ahogándote en mierdas culpándome por algo que no fue mi culpa?

Ella se abalanzó hacia mí, con el rostro rojo de furia. Por un momento pensé que me iba a abofetear, y tal vez lo habría hecho si, Won Hyunjoon, mi padre, no hubiera entrado por la puerta quejándose.

—¿Qué demonios, Mikyung? Se escuchan tus alaridos desde la otra calle. —dijo él entre dientes al entrar sin molestarse en quitarse los zapatos.

Se veía muy diferente a la última vez que lo vi hace años. Parecía...¿deteriorado? Viejo. Cansado. Los pantalones cargo y chaquetas de imitación que solía usar fueron reemplazados por pantalones de chándal y camisetas amarillentas por el sudor. Sus brazos una vez-musculosos no eran tan fuertes y definidos como habían estado antes.

Me preguntaba si estaba consumiendo del mismo material que vendía.

—Ca-cariño...

—¿Dónde está mi dinero, vieja loca? —gritó, pero se detuvo cuando me vio. Su cabeza inclinada a la izquierda, desconcierto en su mirada—. ¿Sigues vivo? —Mi pecho se apretó de la misma forma en que siempre lo hacía cada vez que él aparecía. Sólo tomó un momento antes de que su confusión se convirtiera en una sonrisa siniestra. —Increíble. El hijo pródigo regresó a casa.

El silencio en la habitación se volvió tan denso que podía sentirlo presionando mi nuca. Mamá retrocedió unos pasos, con los labios presionados, mientras Hyunjoon se acercaba a mí lentamente. El olor a alcohol y tabaco rancio que emanaba de él invadió mis pulmones, y, por un momento, sentí que tenía once años otra vez, atrapado en esa casa, rezando para que no se fijara en mí.

—¿Qué haces aquí, Hyunjoon? —preguntó mamá, su voz apenas un susurro. —Te dije que lo conseguiría para el final de la semana.

Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, recogió una de las manzanas que habían rodado por el suelo cuando mamá volcó la mesa, la examinó y limpió contra su camiseta con movimientos lentos y deliberados, como si no tuviera prisa alguna. Sus ojos oscuros nunca se apartaron de mí.

—¿Y qué día crees que es hoy, Mikyung? Tienes el cerebro tan podrido que ya no sabes en qué día vives —Se llevó la fruta a la boca y dió un mordisco—. Sé una buena perra y traeme mi dinero.

—p-pero ya sabes que no tengo. Mi hijo, Geumjae, aún no me deposita lo del mes. — Dio un paso hacia él, extendiendo una mano en un gesto de súplica—. Por favor, Hyunjoon, dame un par de días.

Él rió, una risa hueca y amarga que me puso los pelos de punta. En un movimiento rápido se giró hacia ella volviendo el dorso de la mano en dirección a mi madre en el proceso. Le dio en la mejilla, muy cerca de la nariz. Ella cayó con un grito ahogado, llevándose una mano al costado.

—¡¿Un par de días?! ¡¿Crees que soy la puta caridad?! —le arrojó la manzana a la cabeza.

Mi sangre hirvió al instante. Accioné antes de que pudiera siquiera entender lo que hacía. Embestí hacia él tacleándolo lo más lejos posible de mamá. Chocamos contra el estrecho ventanal, el cual se rompió. Al caer ambos al suelo, un par de vidrios se encajaron en mi codo y antebrazo.

No tuve oportunidad de revisar la herida porque la mano de ese hombre se cerró en el cuello de mi camisa arrastrándome con él hacia arriba donde me empotró en la primera superficie que encontró y ahí comenzó a tirarme puñetazos.

—¿El cachorro miedoso ya creció?—un golpe— ¿Eh? ¡Responde!—luego otro— ¿Eso es lo que quieres demostrar?— y otro más.

Acto seguido me arrojó cerca del televisor, mi cabeza rebotó contra la pared.

—Igual de patético que siempre —gruñó cuando se cirnió sobre mí, su aliento caliente y apestoso contra mi cara—. La zorra que tienes por madre nunca te educó bien, quizá por eso eres tan inútil. Ni siquiera sé por qué te dejé vivir. —lanzó una patada que cayó en mis costillas.—Debí obligarla a abortarte; o mejor, debí matarte cuando me rogó para que les diera techo.

—¡Déjalo por favor! —gritó mamá desde el rincón.

—Mírate —continuó pateando—. ¿Vas a prisión y ahora crees que puedes conmigo? Eso jamás, mocoso. No eres un hombre, no eres nada. Sólo la misma perra débil de siempre igual que tu madre.

Finalmente todo lo que había venido acumulando dentro de mí se rompió. Años de desprecio, insultos y golpes culminaron en un torrente de ira que ya no pude contener. La adrenalina que eso me dio me ayudó a tener fuerza para aprisionarle la pantorrilla e intentar tirar de él. No funcionó como esperaba, pero me dio la brecha de tiempo suficiente para ponerme de pie, levantar el puño y estrellarlo contra su mandíbula con toda la fuerza que pude reunir.

Hyunjoon se tambaleó hacia atrás, llevándose una mano al rostro mientras sus ojos amarillos se llenaban de furia. En un instante, lo siguiente que sentí fue el dolor ardiente de sus nudillos golpeando mi estómago y luego dedos empuñando mi cabello obligándome a alzar la cabeza hasta que nuestras miradas se encontraron.

—¡Basta! —gritó mamá—. ¡Por favor, basta!

Hyunjoon no se detuvo. Me golpeó nuevamente, esta vez directo en la nariz. El sabor metálico de la sangre llenó mi boca, pero me obligué a mantenerme de pie. Mis jadeos fueron un intento desesperado por respirar sin ahogarme.

—¡Eso es lo que pasa cuando tratas de atacar a tu padre, maldito bastardo! —rugió, preparándose para otro golpe.—¡Aprende la lección de una puta vez!

Pero esta vez fui más rápido. Esquivé su puño y lo empujé con fuerza, haciéndolo tropezar con la mesilla. Lo vi quejarse porque el filo de la madera se encajó en su vientre al caer.

Ahí estaba él, desprevenido y a mi merced; una gasa espesa cubrió mis sentidos a tal grado que ni la voz desgañitada de mi madre, siendo apenas un eco en el caos, me detuvo de abalanzarme sobre el autor de mis pesadillas. Lo golpeé sin piedad, una y otra vez sin intervalos, exacerbado por todos los años de violencia reprimida que explotaron en cada puñetazo.

"¡No te moverás de aquí hasta que yo lo diga! Si lo haces te quemaré la cara con la sartén!

—¡Yoongi!

"Si no dejas de llorar, sacaré a la puta de tu madre a la calle, la haré desnudarse y te obligaré a ver lo que esos hombres le harán. ¿Eso es lo que quieres?"

—¡Detente, Yoongi! ¡Detente!

"Maldito mocoso. Si tratas de llamar a la policía la mataré a ella y a ti."

—¡LO VAS A MATAR!

"Esa niña con la te paseas por ahí es linda. ¿Es tu novia? Si vuelves a desobedecerme iré a buscarla; tengo curiosidad por saber si la piel bajo su falda es tan dulce como ella se ve."

—¡¡YOONGI!!

No sé si fue el grito de mamá, el sonido de los huesos -míos, suyos, o nuestros- quebrándose, o el mareo que sufrí al escuchar a mi padre sacar lo que parecía su último aliento lo que me forzó a por fin detenerme.

Jadeando, retrocedí con las manos temblorosas. Mis piernas por fin flaquearon, fue la puerta de la casa lo que evitó que cayera y colapsara. Hyunjoon estaba en el suelo, su cuerpo sacudiéndose en ligeras contracciones espasmódicas, pero inconsciente. No estoy absolutamente seguro de que estuviera respirando bien.

Miré mis manos, manchadas de sangre, y luego a mamá, que me miraba horrorizada. Ella se arrastró hacia Hyunjoon, su femenino rostro pálido por la impresión. Sus manos se quedaron ahí, flotantes sobre el cuerpo de su amante, sin saber dónde tocarlo por temor a hacerle más daño que bien.

—...M-má...

—Mira lo que has hecho —murmuró, con los ojos llenos de lágrimas y sin apartar la mirada de mi padre, pero con el odio latente en cada sílaba.

—Má...

—¡Fuera! —ordenó en un sollozo. —¡Lárgate! —Tambaleándose, se puso de pie como pudo y empezó a caminar hacia mí. Me golpeó con la palma abierta como solía hacerlo cuando era joven. Culpándome a mí porque Dios la odiaba y el diablo no la amaba—. ¡Fuera! ¡Fuera! Todo es tu culpa. ¡Es tu culpa que él no me ame! ¡Es tu culpa que perdiera todo lo que tenía! ¡¿Por qué tenías que nacer?! ¡Todo esto es tu culpa! ¡Es tu culpa que viva en la miseria! ¡Es tu culpa que Geumjae se esté muriendo! ¡Nos jodiste la vida a todos! ¡Lárgate! ¡Lárgate ya!

Sus chillidos, sus golpes en mi pecho, sus palabras; todo. Perforó, hirió y quemó.

"¡Todo es tu culpa!"

"¡Es tu culpa que Geumjae se esté muriendo!" "¡¿Por qué tenías que nacer?!"

"¡¡Es tu culpa!!."

Mi pecho ardió. No dije nada, dejé que me arrojara todo su odio mientras yo sólo parpadeaba hacia ella tratando de no desmoronarme.

<<¿Cómo llegué de nuevo aquí?>> <<¿Cómo es que cinco años después me encuentro de nuevo en la rueda de hámster de la que pasé tanto tiempo huyendo?>>

No dejó de pegarme. No dejó de culparme. Así que a tientas busqué la manija de la puerta y huí, dejando el guiso frío en la estufa, prendas a medio coser junto al cesto, y a mis progenitores derrumbados en su propio abismo.

Holi. ¿Cómo les va? La verdad es que olvidé que había prometido subirles este capítulo desde el otro día, lo siento T_T 

📦 <-- Aquí la cajita para insultos, gritos y cachetadas para el cerdo que Yoongi (en esta versión ficticia) tiene como padre.

🎁 <-- Cajita de abracitos para Yoongi.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro