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18. Cualquier cosa, excepto eso.

Metí las manos en los bolsillos y me balanceé frente a la horrorosamente brillante maceta amarilla que adornaba la entrada de NaHee.
No tengo idea de dónde saqué el valor para presentarme aquí. No estaba seguro de si ella siquiera sería capaz de mantener la puerta abierta al darse cuenta de que era yo; en tal caso podría arrepentirse por decirme que podía venir si lo necesitaba, porque la verdad era que no me quedaba otro sitio al que ir, ni nadie más a quien acudir.
A los pocos segundos la vi abrir, y mis ojos recorrieron su figura: estaba de pie con una camiseta blanca y vaqueros desgastados. Al cruzar nuestras miradas, sentí un nudo en la garganta, porque estar cerca de ella me recordó lo que era no sentirse completamente solo.

Cruzó los brazos y arqueó una ceja.
—¿Qué quieres, Yoongi? Es más de la una de la madrugada. Si viniste hasta aquí para gritarme otra vez, sinceramente, no quiero escucharlo.
La dureza de su postura me provocó una sonrisa involuntaria, pero cuando intenté reírme, me atraganté con el aire. Vi cómo sus ojos se suavizaron e instintivamente se acercó a mí.
—¿Qué pasa? —preguntó alerta, con esa preocupación tan genuina que siempre cargaban sus palabras.
Negué con la cabeza.
—Él... —Intenté aclarar mi garganta y escondí las manos aún más en los bolsillos.
—Yoongi —Su mano se posó levemente en mi pecho, justo sobre mi corazón, y sin poder evitarlo, sentí cómo empezaba a latir descontroladamente ante su tacto—, dime qué pasa.
Abrí la boca, pero no pude hablar. Mi cuerpo temblaba luchando por encontrar las palabras.
—Cuando tenía once años, el tipo que me dijeron era mi padre biológico me hizo sentarme bajo una lluvia solo porque según él lo miré mal. Me quedé ahí más de cuatro horas, sentado sobre un cartón, mientras él me vigilaba desde la ventana para asegurarse de que no me moviera. Geumjae apareció ese día. Él tenía apenas quince años, pero sabía que mi madre no la estaba pasando bien; su padre acababa de echarnos luego de confirmar lo del adulterio y que yo no era su hijo, así que a mi hermano le dio por pasar a revisarme luego de la escuela, a traerme comida y ropa vieja que ya no le quedaba. Cuando me vio ahí, empapado, pude ver su cara enrojecerse de furia.
»Le dije que estaba bien, pero no me creyó. Me llevó adentro y comenzó a gritarle a mi padre llamándolo parásito, lo cual era una locura, ¿sabes? Porque nadie le habla así a ese sujeto. La gente no le replica ni lo mira a los ojos. Pero Geumjae lo hizo. Infló el pecho y le advirtió que si volvía a ponerme una mano encima o a hacerme pasar por algo así de nuevo, lo mataría. Obviamente no lo decía en serio. Geumjae no le haría daño ni a una mosca. Pero ese día, se enfrentó a mi mayor miedo. Peleó por mí cuando yo no podía hacerlo. Y mi padre le pegó. Lo golpeó con fuerza. Pero Geumjae se levantó. Una y otra vez, se levantó. Por mí. Me protegió, ¿entiendes? Luego de eso me obligó a acompañarlo a tantos lugares como podía para que no estuviera en casa. Es por eso que comenzó a llevarme al parque cada vez que se veía a escondidas con HanNa. Era un adolescente cachondo pero siempre me echó un ojo. —Soplando una amarga y breve risa mi cabeza volvió a sacudirse, y la úlcera en mi estómago se hizo insoportable. Exhalé en seco empujando la punta de mi lengua contra la pared interna de mi mejilla. Mis ojos cayeron a mis zapatillas desgastadas por un instante antes de mirarla—. Se está muriendo.

—Yoongi.—su mano se estiró a sujetar mi muñeca pero me alejé. Casi colapso ahí mismo. Vi la angustia atravesar su rostro por la forma en que me abrí ante ella sintiendo cómo las palabras, al ser pronunciadas, se volvían reales.

—Está enfermo. —Negué sin control, luchando contra las lágrimas ardientes que se acumulaban. Quería callarme, no decir más, pero no podía dejar de repetir las palabras más aterradoras que había conocido—. Se está muriendo, NaHee. Geumjae se está muriendo.

—Ay, Yoongi...

—¿Hace cuánto tiempo lo sabes? ¿Hace cuánto tiempo sabes que está enfermo? ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué no...?

—E-es que y-yo...—se atragantó con sus propias palabras.

—¿Qué se supone que haga? ¿Cómo lo ayudo?—Sollocé. En serio era un desastre. Me encontraba a segundos de escapar. Pero entonces se me acercó. Me sostuvo. Sus brazos se envolvieron a mí alrededor y no habló. Solo me sostuvo fuerte mientras me perdía aquella noche de verano a las afueras del cuarto donde vivía.

Por un momento fuimos nosotros de nuevo. Por un momento ella fue el fuego que mantenía mi frío corazón caliente por la noche. Por un momento fue mi salvadora. Mi refugio. Mi brillante y hermosa NaHee.

Pero después de los altos, siempre vienen los bajos.

—Oye, ¿está todo bien? —preguntó una voz profunda detrás de NaHee saliendo del interior. Levanté la mirada mientras hablaba de nuevo—. ¿Quién es él?

Lo primero que noté de este sujeto es que era hombre, lo segundo fue llevaba dos botones de la camisa abiertos con las mangas enrolladas hasta los codos y usaba pantalones de aspecto caro. Donde él dio un paso hacia el umbral, yo di un paso lejos de NaHee, confundido.

<<¿Quién carajo eres tú?>>

—Kyung-soo, este es Yoongi. E-es mi... —Vaciló, porque no sabía lo que fuimos, con buena razón. La verdad era que no fuimos nada. Fuimos recuerdos fugaces de algo que una vez existió—. Es un viejo amigo.

<<¿Un viejo amigo?>>

<<No me jodas, NaHee. Yo te amaba.>>

—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —El chico bonito se posicionó a espaldas de NaHee con los ojos entrecerrados. Colocó la mano en su hombro de una manera protectora, casi posesiva, y por un segundo pensé en estar dándole un puñetazo por tocarla. Por poner su mano sobre mi chica, pero luego recordé.

Ella no era mía.

No lo había sido en años.

Se encogió para que quitara su mano de encima. Aparté la vista.

—Te veo después. —Me reí, pero nada era gracioso. Chasqueé la banda en mi muñeca, bajé los escalones escuchando a NaHee llamarme poco después.

La ignoré.

Tampoco hice caso del fuego dentro de mi alma.

El mundo nunca hace promesas, pero sabía que siempre estaría jodido por eso.

Más tarde me senté fuera de la casa de Geumjae, en el pequeño patio, mirando las estrellas. Mis párpados eran pesados, pero no podía volver adentro. Sentí que no sería capaz de verlo a los ojos, y durante un tiempo consideré sólo quedarme despierto mirando al cielo o tomar siestas hasta que el sol -o el frío, lo que pasara primero- me despertara. Pero cada vez que cerraba los párpados recapitulaba todas las veces que la vida me dio malas noticias.

Mi corazón dolía más de lo que los corazones deberían estar autorizados a doler.

Una gran parte de mi quería caer en el agujero del conejo, porque una vez que mezclas fármacos con alcohol, no existen los sentimientos. Nada es real cuando consumes sustancias, por lo que el agujero del conejo se convierte en un lugar donde el dolor de la realidad nunca sale a la superficie.

Con mis piernas dobladas y mis brazos alrededor de mis rodillas...me obligué a respirar.

No recé. Porque no creo en Dios. Pero en un momento de quiebre, consideré pedir que mi hermano no sufriera, y que sobreviviera. Excepto que la impotencia me paralizó. Y la hipocresía también.

Mis ojos se cerraron e incliné mi cabeza hacia el cielo.

Los pasos fueron indecisos al principio. A continuación, la herrería del portón de la propiedad empezó a balancearse ligeramente hacia atrás y hacia delante, mientras las llaves desbloqueaban la cerradura.

Llevaba una bolsa de plástico, esos vaqueros desgastados y un chaleco de punto ahora cubriendo la camiseta. La preocupación en sus ojos permanecía.

Se llevó el cabello detrás de las orejas, sin necesidad de palabras, pero me di cuenta que pedía permiso para unirse a mí. Me encogí de hombros y sabía que era un sí. A medida que sus pasos se acercaban, sentí mis ojos arder y el corazón acelerarse. Se sentó a mi lado derecho, bajo la lámpara, dobló las piernas, y envolvió sus brazos alrededor de sus rodillas, tal como yo. Nuestras cabezas se volvieron hacia el otro, donde se encontraron nuestros ojos.

Abrió la bolsa de plástico, sacó bocadillos salados baratos escogidos al azar, un recipiente de plástico y un galón de leche.

Estrujé uno de los empaques de frituras mientras ella retiraba la tapa del contenedor de las galletas hechas en casa, dejando al descubierto una pequeña parte de nuestro pasado.

Desenrosqué la parte superior de la leche, bebí un trago y luego se la devolví al mismo tiempo que NaHee me ofrecía una de sus galletas.

No podía recordar la última vez que tuve una de esas.

Sus labios se convirtieron en una media sonrisa y asintió. La tomé, con miedo a que se desmoronara en mis dedos.

—Está bien, Yoongi. Puedes soltarlo. —dijo.

—No tiene caso. —respondí, negando.

Nos alejamos el uno del otro, nos comimos el contenedor entero de galletas de mantequilla y compartimos la leche directo de la boquilla.

Nos quedamos mirando el cielo iluminado.

Cuando sintió frío, le di mi sudadera.

Cuando mi corazón se rompió, me cogió la mano.

En algún punto nos quedamos dormidos; y eso fue gracias a ella porque, como era costumbre, estando a su lado, lo que dolía dejó de doler.

Sólo por un momento.

—Oye, despierta.— Sentí un brusco empujón en mi hombro. Abriendo lánguidamente los ojos, el amanecer inundó mi cara, y junto a mí se hallaba Yoongi de pie—. Anda, levántate.

—... ¿Qué hora es? —pregunté bostezando y frotándome la cara con las manos. No había sido mi intención quedarme dormida con él; de hecho mi plan había sido seguir pretendiendo que Min Yoongi no existía en mi mundo ya y fingir que podía vivir de esa forma mientras él estuviera aquí, pero parecía tan roto anoche que no pude ignorarlo.

—Es hora de que te vayas —dijo entre dientes. Me incorporé de a poco, confundida acerca de su actitud. Tiró los sobrantes de los artículos que compré anoche de nuevo en la bolsa de plástico, y los empujó hacia mí—. No vuelvas a pasarte por aquí, ¿de acuerdo?

—¿Que no vuelva...?—por un segundo me quedé boquiabierta no muy segura de haber escuchado bien, de inmediato la sorpresa se transformó en molestia.— ¿Eres idiota o qué? ¿En serio crees que puedes decirme dónde puedo o no estar?

—Mientras esté aquí no quiero tener que ver tu cara.—acto seguido, evitó mi mirada.

—¿Qué rayos sucede contigo?

—No te quiero aquí, así que ya vete. Y dame mi sudadera.

¿Patalear y hacer un berrinche ahí mismo no se habría visto muy maduro de mi parte, cierto? Porque en serio quería hacerlo.

—Bien —me quejé, plantándome firme y lanzando su sudadera a él. Mi corazón latía fuerte mientras caminaba hacia la salida de la casa de mi hermana. Sin embargo, antes de abrir el portón, me di la vuelta en torno a Yoongi—. Yo no hice nada malo, ¿sabes?. Tú viniste a mí anoche, no al revés. Así que jódete.

—No te pedí que vinieras hasta aquí. No te dije que trajeras galletas y mierda como en los viejos tiempos. Noticia de última hora, NaHee: no somos las mismas personas de antes.

Caminé de vuelta hacia él pisoteando.—Si tanto te molestó, no te hubieras tragado la maldita leche.—bufé—. Idiota.

Me plantó cara irguiendo la espalda y alzando una ceja.

—¿Tu novio siquiera sabe que viniste tras de mí?

Reí, conmocionada. —¿Así que esto es sobre mí teniendo novio?

—Claro que no. No seas ridícula.—Vaciló, al mismo tiempo que yo decía:

—Kyungsoo no...

Rodó los ojos. —No podría importarme menos que tengas novio. No me interesa. Pero no habla muy bien de ti el que estés tan cómoda con la idea de pasar la noche con otro hombre. ¿Él siquiera sabe dónde te encuentras en este momento? Es decir, vaya, NaHee. Me sorprende; te hace ver como una zor...

Lo corté, dando un paso delante de él, sosteniendo mi mano contra su boca antes de que pudiera terminar la oración.

—Sé por qué estás buscando hacerme daño. Entiendo que estás asustado y que lo estás descargando conmigo porque soy un blanco fácil. Está bien. Seré tu saco de boxeo. Tira todo tu odio hacia mí. Dime que nunca vuelva por aquí, que deje de frecuentar a la única persona que me recuerda a ti. Dime que me vaya a la mierda. Pero tú no me hablas en ese tono, Min Yoongi, ni vuelves a intentar insultarme. No seré la persona a la que menosprecias por tratar de estar allí para ti. No soy, ni seré nunca, la chica a la que llamas zorra. ¿Me entendiste?

Su cara cayó por un momento, la culpa leve en sus ojos antes de que resoplara con fastidio.

—Sigues igual de dramática que siem...—Lo interrumpí.

—Pregunté si me entendiste.

Sé que quería responder con un comentario despectivo, pero en su lugar empujó el interior de su mejilla con la punta de su lengua ahorrándose los problemas.

—Sí.—Asintió sin mirarme.

Tomé aire para calmarme. —Entonces, ya que vas a estar en la ciudad por un tiempo, podrías comportarte como una persona decente y madura cuando nos encontremos.

—Mejor aún—replicó—; simplemente nos evitamos el uno al otro.

—Aquí vamos de nuevo...

—Escucha, fue mi culpa por ir a tu casa, ahora lo sé, pero eso se acabó. No lo haré de nuevo. Claramente no podemos estar sin pelear.

—Tú eres el que pelea. Has estado peleando conmigo desde que regresaste.

—Lo que sea, NaHee. Lo que sea. Lo que intento decir es que no hay ninguna razón para que tú y yo nos comuniquemos. Obviamente no tenemos nada que decirnos.

—De acuerdo—fruncí los labios forzando mi orgullo.—. Lamento si he hecho de esto algo más difícil para ti. Me quedaré fuera de tu camino. Pero si me necesitas, voy a estar allí, ¿ok? Y para que conste, Kyungsoo no es mi novio. Es sólo un amigo que me está ayudando a tratar de conseguir un estudio. Bebió de más y terminó estrellándose en mi sofá. No estoy en una relación, Yoongi. No lo he estado en un tiempo. Mis relaciones pasadas no funcionaron.

Tomó una inhalación profunda.—...Maldición, NaHee, ¡no me importa! No me importa lo que esté sucediendo en tu vida. Dices que es tu amigo, ¡no me interesa! Duerme con él si quieres. Tú y yo no tenemos nada que ver. No somos un final feliz.

Como que ya me esperaba ese discurso, así que no fue una sorpresa, pero el que me diera la espalda mientras lo decía me golpeó de una manera diferente.

—¿Alguna vez piensas sobre nosotros?—susurré, apretando mis manos en torno a la bolsa—. ¿Piensas en mí? ¿o en el bebé?

No se volvió para mirarme, pero sus hombros cayeron. Se quedó ahí, inerte. <<Di que sí. Dime que te duele. Dime lo que sientes>> <<¡Di algo! ¡cualquier cosa!>>

—Sólo vete, NaHee. Y no vuelvas.

Tragué saliva. La garganta seca, el pecho pesado, y los ojos acuosos.

<<Di cualquier cosa, excepto eso.>>

Holi, Feliz Año nuevo.

Mañana subo otro capítulo.

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