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13. Soledad

La prisión trastoca la vida de un hombre en más de un sentido.

Y no solo la de él, si no también la de cada ser humano que le rodea. Nada es igual a lo que era, muy a pesar de que deseas que así lo fuera; y quien diga lo contrario, miente.

Hace casi seis años mi existencia se limitaba a transitar por trabajos sin futuro que me ayudaban a matar el tiempo en espera a que cayera la noche para beber hasta el cansancio o, en mejores situaciones, encender un cigarrillo y sentarme en la azotea de cualquier lugar.

Mientras se consumía, me permitía recordar mi pasado; me permitía hacerme daño y lamentarme hasta el momento en que las llamas alcanzaban el filtro. Entonces apagaba mi cerebro y me concedía el olvido porque el dolor siempre ha sido demasiado para tragar. He ahí el por qué de las drogas. Nunca se trató de "pasar un buen rato" o "probar algo nuevo ", "algo emocionante"; el cien por ciento de las veces fue para olvidar. Para acallar. Para soportar.

Luego de descubrir que consumiendo, toda esa mierda desaparecía momentáneamente, no me detuve. No es que no pudiera parar, es que no quise.

Al lograr que mi cerebro se enfrentara al efecto de las metanfetaminas, me mantuve ocupado, asegurándome de que los recuerdos no se colaran. Y cuando eso dejó de ser suficiente, idealice a una chica llamada Ji Nahee como mi droga personal, la única otra fuente que podría mantenerme cuerdo, y me aferré a ello. Con todas mis fuerzas. Con toda mi miseria. Con todo mi egoísmo.

Durante mi encierro estuve a punto de volverme loco por la abstinencia. Cinco años sin Nahee ni las drogas sintéticas me convirtieron en un hombre que incluso ahora no reconozco. Claro, con el tiempo y a la fuerza, aprendí a sobrevivir sin ambas. Fue doloroso, lamentable y brutal. Vi cada documental y leí cada libro que tuve a mi alcance. Pinté, escribí, grité; me golpearon, luché; luego medité, me ejercité, inclusive obtuve un certificado universitario. Hice todo lo necesario para ya no pensar en ella. Y ahora, mi hermano me llama de regreso al único lugar del que me pasé los últimos nueve meses huyendo.

En el momento en que puse un pie en Daegu, me hallé caminando de regreso a la estación de tren, debatiendo si debería encontrar una manera de recolectar dinero para conseguir un boleto de vuelta a Paju.

—¿Viene o va? —preguntó una mujer sentada a dos asientos de distancia de mí. Me volví hacia ella, algo retirado por sus intensos ojos maquillados. Me dio una pequeña sonrisa, y se mordió la uña del pulgar.

—No estoy seguro todavía —le contesté—. ¿Qué pasa con usted?

—Vengo. Me quedo, creo —Siguió sonriendo, pero cuanto más lo hacía, más triste parecía. No sabía que una sonrisa podría parecer tan desgarradoramente triste—. Sólo estoy tratando de perder algo de tiempo antes de tener que volver a mi vida.

Podía entender eso.

Me recosté en mi silla, intentando no recordar la vida que dejé atrás hace todos esos años.

—Incluso reservé una habitanción para esta noche —continuó, esta vez frotándose el estilizado cuello con la mano, luciendo nerviosa—. Sólo así podría conseguir un par de horas más para olvidar, antes de regresar al mundo real —Asentí una vez. Se deslizó cerca de mí, su rodilla rozó la mía—. No me recuerdas, ¿verdad?

Inclinando la cabeza en su camino, me dio esa sonrisa triste de nuevo y pasó sus dedos por el cabello largo.

—¿Se supone que deba?

Su cabeza se sacudió hacia atrás y adelante. —Probablemente no. Soy Shin Hye Jeong —Parpadeó una vez, casi como si tuviera la esperanza de que escuchar su nombre me resonara y me remontara a algo que tuviera un significado para mí. Sus labios se curvaron hacia abajo—. De todas formas, pareces un chico al que le gustaría olvidar por un rato también. Si lo deseas, eres bienvenido a venir al hotel conmigo.

Debería haberle dicho que no. Debería haber ignorado su invitación. Pero había algo en lo afligida que se veía, en el cómo su alma dolorida parecía arder tan abrasadoramente como la mía. Así que cogí mi bolsa de lona, la arrojé por encima de mi hombro, y seguí a Hye Jeong a la tierra del olvido.

Bienvenido a casa.

—Hemos asistido a las mismas escuelas durante años. Incluso reprobamos el mismo curso y repetimos el mismo año —dijo Hye Jeong cuando nos sentamos en algún pedazo de mierda de habitación de "hotel".

Estuve en este mismo motel antes, no hace mucho tiempo, desmayado en una bañera sucia. Estar aquí no trajo de vuelta los mejores recuerdos, pero tenía claro que volver a Daegu después de casi seis años implicaría ser absorbido por la basura de la memoria.

—¿Ah, sí?

Sus labios húmedos por el alcohol barato se movían mientras que con estridencia chasqueaba su chicle. Asintió.

—Durante el recursamiento del último año copiaste mis respuestas en cada examen de matemáticas. Fui la razón por la que te graduaste. —Se levantó sobre sus codos—. Te la chupé en el baño de la escuela; usaba flequillo y eso te dio cosquillas. ¿En serio no te acuerdas de mí?

—No te lo tomes personal, hay mucho que no recuerdo. ¿Tenías brackets?

—No. Esa era la presidenta de la clase.

—Ah.—destapé la tercera botella evadiendo su mirada acusatoria.

—¿También te la chupó esa santurrona?

—No es de tu incumbencia. Y sólo para que quede claro, tú no fuiste la razón por la cual me gradué. Hubo alguien más que sacó mi cara de mi trasero.

—¿Qué, te refieres a Ji NaHee?

Derramé el licor transparente más allá del vaso porque mi cuerpo entero se estremeció. Mi pecho se apretó junto con mi mandíbula. Sólo escuchar su nombre hizo mi garganta arder tras el gran trago que tomé; mi cabeza dando vueltas queriendo recordar la última vez que la vi sonreír. Pero todo lo que aparecía era su rostro contraído por el dolor que le causé.

—¿La recuerdas?

—Claro. ¿Cómo olvidarla?—soltó mi acompañante en un tono mordaz— No ha habido adolescente más simple y sin gracia que ella, pero de alguna forma conseguía destacar en todo. Y tú—sopló una risa amarga—, parecías su jodida sombra; todo el tiempo detrás de esa chica.

—¿Sigue en la ciudad? —traté de sonar indiferente. Ji NaHee se detuvo de enviarme cartas hace bastante tiempo ya, y siempre que Geumjae me visitaba, procuraba no hablar sobre el tema.

Hye Jeong asintió. —Trabaja en el restaurante de pollo frito de la señora Yun junto al mercado chino. La vi trabajando en la biblioteca pública y en una de las farmacias de por aquí, también. Sé que a veces da clases de pintura o algo con barro a los niños del orfanato. No lo sé. Ha estado por todo el lugar. Me sorprende que no lo supieras. Ustedes se hallaban prácticamente pegados el uno al otro, lo que era raro porque no tenían nada en común.

—Teníamos mucho en común.

Una risa sarcástica salió de ella. —¿De verdad? ¿La niña de oro y el drogadicto con una madre alcohólica tenían muchas cosas en común?

—Deja de hablar como si supieras una mierda —escupí en su dirección, mi estado de ánimo aumentando de 0 a 20 en un segundo. En aquel entonces NaHee y yo teníamos más en común que cualquier otras personas en esta tierra. Además, Hye Jeong no sabía absolutamente nada acerca de mi madre. Que se joda por pensar que lo hacía.

Lo mejor habría sido salir de la habitación. Lo mejor habría sido decirle que se fuera a la mierda y encontrara a otra persona para pasar la noche, pero realmente odiaba estar solo. Pasé los últimos cinco años en absoluta soledad.

Hye Jeong se quedó callada tanto tiempo como pudo, lo cual no fue mucho en realidad. No sabía lo que era el pacífico silencio.

—Entonces, ¿es cierto? ¿Estuviste en prisión?

Odiaba hablar de mi estadía en la penitenciaría porque la mitad del tiempo deseaba volver a la contención de las paredes gruesas donde era intocable por la realidad del exterior, no obstante, la otra mitad de las veces casi agonizaba con estar de vuelta en las zonas rojas de los barrios bajos con una línea o dos en un cubo de basura. Pasó tanto tiempo desde la última vez que me drogué, y todavía pensaba en ello a menudo. La Doctora Kahn dijo que sería una transición difícil volver al mundo real, pero creía que podría manejarlo. Le prometí que cuando sintiera ganas de consumir, usaría la banda de elástica roja que me dio para traerla como pulsera y la chasquearía contra mi muñeca, como un recordatorio de que las decisiones que tomé eran reales, al igual que el aguijón en mi piel.

La banda decía "fuerza", lo cual era raro porque me sentía como si no tuviera ninguna. Estuve chasqueando a presión la banda contra mi brazo desde que mi ex compañera de instituto empezó a hablar.

—Ahora que recuerdo, hubo un rumor por la ciudad de que estabas muerto. Creo que tu madre lo empezó.

—¿Sabes lo hermosos que son tus ojos? —forcé, cambiando de tema. Empecé a besar su cuello, escuchando su gemido.

—Son sólo ojos.

Se equivocaba. Eran de un tono único de celadón, sosteniendo un poco de gris y un toque de verde a ellos. Quien sabe, tal vez solo llevaba lentillas de colores y ya.

—Hace unos años vi un documental sobre la cerámica china y coreana. Tus ojos son del color del esmalte que se utiliza para hacerla.

—¿Viste un documental de cerámica china? —murmuró con una sonrisa, tratando de recuperar el aliento mientras mis labios se movieron a las curvas de su clavícula. La sentí temblar contra mí—. Debes haber estado muy aburrido.

Me reí porque ella no tenía ni idea.

—Lo llaman celadón en el oeste, pero por allí, es qingci. —Apreté los labios contra los suyos. Me devolvió el beso, porque esa fue la razón principal por la que nos encontrábamos en esta habitación sucia.

Estábamos aquí para confundir unos momentos de contacto con la idea del amor. Estábamos aquí para confundir besos por algún tipo de pasión. Estábamos aquí para confundir la soledad con plenitud. Era una locura lo que la gente haría, lo que la gente hace, para evitar sentirse tan solo.

—¿Te quedarás esta noche?

—Por supuesto. —Suspiré, rodando mi lengua contra su oído.

Quería pasar la noche con ella, porque la soledad absorbía y la oscuridad se extendía. Quería pasar la noche con ella porque me lo pidió. Quería pasar la noche porque quería pasar la noche.

Deslizó mi camisa sobre mi cabeza, y sus dedos rodaron en mi pecho. —Vaya, embarneciste. Ya no eres el mismo flacucho de antes.

¿Realmente quiero pasar la noche con ella?

Sin responder, le quité el vestido, y me los pantalones. Mientras se acostaba, me cerní sobre ella, moviendo los labios por debajo de su pecho, a través de su estómago, y haciendo una pausa en su línea de ropa interior. Mientras frotaba el pulgar contra sus bragas, ella gimió.

—Sí... por favor...

Su voz necesitada, aparentemente necesitándome, me otorgó el subidón de adrenalina que había estado buscando.

Me sentí un poco menos solo. Incluso soñé despierto debrayando sobre llamarla mañana, acordar encontrarnos para almorzar y follándola de nuevo en esta malísima cama.

No pasó mucho tiempo para que mis bóxers salieran y para que yo me posicionara entre sus muslos. Me puse un condón, y justo antes de que la penetrara, se retractó.

—¡No, espera! —Un temor se disparó a través de esos iris qingci. Palideciendo, se llevó las manos a la boca, y las lágrimas brotaron de sus ojos— No puedo. No puedo.

Hice una pausa congelado sobre ella. Culpabilidad golpeó mi estómago. No quería tener sexo conmigo.

—Lo siento. Pensé...

—Estoy en una relación —confesó falta de aire.

<<Espera.>> —¿Qué?

—Tengo novio.

<<¿Novio? Mierda.>>

Era una mentirosa. Era un infiel.

Ella tenía novio.

De inmediato me aparté y me senté al borde de la cama. Sin atreverme a mirarla -¿Por qué? No lo sé-, mis manos agarraron los lados del colchón, y escuché el arrastre de las sábanas conforme ella salía de él y ponía una buena cantidad de distancia entre nosotros.

Habló en voz baja—: Lo siento. Pensé que podía hacerlo. Creí...creí que podría. Ya sabes, llegar hasta el final, pero no puedo. No sé por qué pensé que sería fácil contigo. Se me ocurrió que podría solo dejarme ir y soltarme, y olvidar por un tiempo.

No volviéndome hacia ella me encogí de hombros. —No es gran cosa. Vuelvo enseguida. —Me empujé a mí mismo fuera del colchón y me dirigí hacia el cuarto de baño quitándome el condón en el camino.

La puerta se cerró detrás de mí, arrojé el bulto de látex al cesto de basura y frustrado me pasé las manos por la cara antes de apoyarme en la puerta y acariciarme a mí mismo.

Era patético.

<<Soy patético.>>

Pensé en el éxtasis que me daba el LSD mientras me masturbaba en un intento de igualar o equiparar la sensación. La fuerte avalancha que solía entregar para calentarme. La sensación de paz y felicidad completa. Acaricié con más fuerza, recordando la forma en que ese estímulo en particular se llevaba todos los problemas, todos los miedos, todas las luchas. Cuando estaba con ella me sentía como si estuviera en la cima del mundo: imparable. Euforia. Júbilo. Amor. Euforia. Júbilo. Amor. Euforia. Júbilo. Amor.

<<Odio. Odio. Odio. Respira profundo.>> Me liberé. Y de inmediato me sentí vacío en todas las formas posibles.

Abriendo la llave frente a mí, me lavé las manos y miré mi absurdo reflejo fijamente a los ojos. Ojos marrones colmados de hartazgo, que lucían vencidos, que se hallaban eclipsados por una vaga depresión.

Me sacudí el sentimiento, sequé las manos, y volví a ella. Hye Jeong se vestía, secándose los ojos.

—¿Te vas? —pregunté. Asintió.—Tú... —Aclaré mi garganta— puedes quedarte y pasar la noche aquí. No soy esa clase de persona; no te echaré a las tres de la mañana. Además es tu cuarto de hotel. Me iré.

—Le dije a mi novio que estaría en casa después de volver a la ciudad —atrabancó las palabras.—. Fue absurdo de mi parte suponer que podría darme un respiro de él y desaparecer por una noche— Vestida sólo con el sujetador y las bragas, se dirigió hacia el perchero al pie de la diminuta ventana la cual deslizó para abrirla mientras sacaba un paquete de cigarrillos de la bolsa de su chaqueta dorada. —. ¿Te importa si fumo?

No esperó mi respuesta, y es que el trueno que estremeció el cielo tampoco me permitió darle una. Era un diluvio, las grandes gotas golpeaban contra la jaula de metal. La lluvia siempre me recordaba a NaHee y el trabajo que le cuesta dormir durante una tormenta. Me preguntaba dónde estaría su mente esta noche. Me pregunté cómo aprendió a lidiar con los sonidos en su ventana durante mi ausencia.

—No puedo dormir, Yoongi. ¿Puedes venir?

Su retraída voz se reproducía como una grabación permanente en mi mente, una y otra vez sus sonidos tomaron la travesía en mi cerebro hasta que la empujaba fuera.

Hye Jeon pasó los dedos por sus largos mechones, su sonrisa forzada cayó a un ceño fruncido al tiempo que exhalaba el humo del tabaco. —Probablemente él aún no esté en casa. Odiaba dormir sola cuando estaba soltera. Y ahora que estoy en una relación, creo que me siento incluso más sola.

—¿Se supone que me sienta mal por ti porque eres una infiel?.

—Él no me ama.

—Y claramente tú te desvives de amor. —me burlé.

—No lo entiendes —afirmó a la defensiva—. Me tiene bajo su control. Ha apartado a todo aquel que alguna vez se preocupó de mí. Me obligó a depender de él. No sabía de drogas y excesos hasta que lo conocí. Me atrapó, y ahora cuando llegue a casa, olerá a un perfume que no me pertenece. Se meterá en la cama sin dirigirme la palabra, y me hará sentir culpable por pedirle que me toque.

Pensamientos que sabía era una mala idea comenzaron a correr por mi cabeza. <<Quédate esta noche. Quédate conmigo. Quédate.>>

La soledad tiende a convertirse en una quisquillosa voz en la parte posterior de tu cabeza que te hace tomar malas decisiones basadas únicamente en un corazón roto.

—¿Se siente raro? ¿Estar de vuelta aquí? —preguntó un minuto después de tragar el nudo en su garganta, cambiando de tema. Movimiento inteligente. Un lento giro de su cuerpo y estábamos mirándonos en los ojos del otro de nuevo. Un color carmesí afectó sus mejillas y juro que sentí que mi corazón se rompía con la simple idea de ella estando sola.

—Un poco.

—¿Has hablado con Geumjae?

Fruncí el entrecejo. —¿Conoces a mi hermano?

—Él toca en los micrófonos abiertos alrededor de la ciudad. Es bastante bueno.

—No sabía que había estado tocando música de nuevo.

Arqueó una ceja, curiosa—. ¿Son cercanos?

—Apenas me liberaron corrí a Paju, eso fue hace seis meses. Él ha estado aquí en Daegu todo ese tiempo.

Asintió con comprensión.—Ya veo.

—Pero sí, somos cercanos, supongo.—aclaré

—¿Mejores amigos?

—Solo amigos.

—A decir verdad estoy muy conmocionada acerca de que tu amistad con Ji NaHee no durara. Pensé que la habrías tenido embarazada o algo para ahora.

Casi me reí de su comentario. Hubo un tiempo en que pensé eso, también.

<<Deja de hablar de Ji NaHee. Deja de pensar en Ji NaHee.>>

Tal vez si me quedaba la noche con Hye Jeong, no dejaría que NaHee llenara mi mente. Tal vez si me quedara dormido con ella en mis brazos, no pensaría demasiado en estar de nuevo en el mismo lugar donde la única chica que me ha amado aún habitaba.

Dando un paso más cerca de la pequeña novia, pasé mi mano por mi barbilla.

—Mira podríamos...

—No debería —Suspiró cortándome. Nuestra conexión se rompió mientras miraba al suelo—. Sé que me engaña, que tiene a otras mujeres y que posiblemente yo merezco algo mejor pero...lo quiero. —Su repentina confesión hizo mi mente correr. <<Se está yendo. Te está dejando.>>

—Sólo quédate —pedí, y creo haber sonado más desesperado de lo que quería—. Dormiré en el suelo.

Para ser honesto, probablemente estaría más cómodo si llamara a Geumjae y le dejara convencerme de dormir en su casa, pero no me sentía preparado para eso.

El momento en que viera a alguno de mis conocidos, alguien a quien realmente recordara, sabía que iba a caer en el viejo mundo. El mundo del que huí. El mundo que casi me mata. No me encontraba listo. ¿Cómo podría uno estar listo para mirar su pasado a la cara y pretender que todo el daño y el dolor desaparecieron?

Hye Jeong se deslizó en su vestido y miró por encima de su hombro izquierdo hacia mí. Los ojos llenos de tristeza compasiva. —¿Me ayudas con la cremallera?

Sólo tomó tres pasos antes de que estuviera de pie detrás de ella, subiendo la cremallera de su vestido que abrazaba cada curva de su cuerpo. Mis manos descansaron contra su cintura y ella se apoyó en mí. Su cabeza en mi clavícula. El aroma de su champú en mi nariz. Su angustia contra mi desesperación.

—¿Me puedes llamar un taxi?

Podía y lo hice. En el momento en que se subió al auto, me dio las gracias y me dijo que podía quedarme en el motel, que ya lo había pagado y no debería desperdiciarse. Acepté su oferta pero no me hallaba seguro de por qué me dio las gracias. No hice nada por ella. En todo caso, la convertí en una infiel.

O no.

La primera vez de un infiel probablemente sentiría algún tipo de culpa. Ella sólo se sentía vacía. Tenía la esperanza de que nunca la vería de nuevo, porque estar con otras personas vacías agotaba.

Cuando finalmente se fue, me pasee por la habitación alrededor de una hora. ¿Existían otras personas como yo por ahí? ¿Otras personas que se sentían tan solas que preferirían pasar noches sin sentido con gente sin sentido sólo para tener unas horas de mirar fijamente en los ojos de otro ser humano?

Odiaba estar solo, porque cuando me hallaba solo, me acordaba de todas las cosas que odiaba de mí mismo y del mundo. Me acordaba de todos mis errores del pasado que me trajeron hasta el punto no retorno en donde en lugar de vivir, sólo existí. Si verdaderamente vivía la vida iba a terminar volviendo a hacerle daño a alguien que me mostrara un mínimo de aprecio, y eso no podía suceder; no de nuevo. Eso significaba que tenía que estar solo.

En el pasado nunca me sentí solo cuando tenía mis drogas, mi silencio, amigos mortales destructivos. Nunca me sentí solo cuando tenía mi mayor éxtasis: NaHee.

<<Mierda.>>

Mi mente quería jugar conmigo, no iba a permitírselo, le daría batalla. Traté de ver la televisión, pero solo había basura en la pantalla. Traté de dibujar por un tiempo, pero la pluma en la habitación no tenía tinta. Traté de apagar mi cerebro, pero fue vencido y me quedé pensando en la más grande gloria que alguna vez tuve.

¿Cuándo la vería?

¿La vería en absoluto?

<<Por supuesto. Su hermana se casa con mi hermano.>>

¿Quería verla?

<<No.>>

No lo hacía.

<<Maldita sea.>>

Lo hacía.

Quería abrazarla, y al mismo tiempo nunca tocarla de nuevo. Quería besarla, pero al mismo tiempo nunca recordar su cuerpo. Quería...

<<Cállate, cerebro.>>

Levantando mi teléfono, mantuve apretado el número dos. La voz era diferente esta vez, pero el saludo fue el mismo. Me dieron las gracias por llamar a la línea de la vida. Me dieron la bienvenida a hablar de mis luchas actuales y los impulsos en un entorno confidencial.

Colgué, como siempre. Debido a que la gente como yo, con un pasado como el mío, no merecía ayuda. Merecían encierro.

Mis pasos se trasladaron a la burla de ventana y encendí un cigarro de los olvidados por Hye Jeong apoyándolo en un lugar seco en el marco de plástico. Escuché el martilleo de la lluvia contra el distrito Dong, y cerré los ojos. Tomé una respiración profunda, luego me permití herirme durante el corto período que el tabaco quemaba.

Pensé en Ji NaHee. Pensé en mamá. Pensé en todo.

Entonces, como siempre, cuando inevitablemente terminaba pensando en el niño que pude haber sostenido si no fuera por los demonios dentro de mí, una vez consumido el cigarrillo, fingí que seguía encendido por otros nueve minutos más. Luego diez. Luego quince.

La única cosa que no variaba, no importa cuánto tiempo duraba el cigarrillo, era cómo mi corazón destrozado todavía encontraba la manera de romperse en pedazos aún más pequeños.

<<NaHee, estoy de vuelta.>>

<<NaHee, te extraño.>>

<<NaHee. Lo siento.>>

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