Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

39. Nada que perder

Pieces - Andrew Belle
(Amo esta canción)

La sensación de ahogo y frustración era medianamente más llevadera y menos sofocante. Pero aun tenía que sanar mucho, mi alma se hallaba gravemente amancillada, mi mente estaba dañada y mi autoestima arduamente herida, ¿cómo podía pensar siquiera en darme una oportunidad con alguien sin dejar de lado el pasado? Pues si antes creí que por fin había dejado atrás todo lo que había sufrido, haber visto a Kyan por ese corto par de minutos me demostró de la manera más cruel que estaba muy equivocada.

Mi ser entero lo proclamaba pero su sola presencia era como un hierro caliente que laceraba mi piel. Entonces, decidí irme. Pues alejarme era la mejor forma de sanar de una vez por todas mis heridas y a su vez a evitar seguir dañando a las personas que me querían y se preocupaban. Irme era lo mejor, para Kyan, para Alex y para mí. Un par de semanas antes que comenzara el nuevo semestre me fui de intercambio a Londres, con el fin de ocupar mi mente en cosas diferentes. Además, porque sabía que tener millones de kilómetros de distancia de por medio me ayudaría a no cometer ningún arrebato, como buscar a Alex o a Kyan en el peor caso.

Asimismo, un mes después que me instalé en Londres mi madre me llamó para decirme que habían atrapado al hombre que había contratado Larissa para que nos tendiera aquella trampa, el cual contó todo y de esa forma fue que, sin necesidad a que yo me presentara en el juzgado, la arrestaron a ella también. No quise saber más, no quise saber qué había pasado con la empresa, si Kyan ya se habría divorciado, corte en ese momento todo lo que pudiera recordármelo.

Esa gente estaba pagando, yo estaba recuperando mi vida, eso era lo único que necesitaba, comprender que todo había acabado y que yo ya no corría peligro, recuperar la paz fue lo que me propuse. Los días pasaban y junto a ellos la soledad siempre estaba presente pero no tan sofocante como antes, no tan deprimente, en cambio, era como un bálsamo.

Y la esperanza que pronto volvería a ser la de antes brillaba cada vez con mayor fuerza, porque estar lejos me ayudó, no podía negarlo, la sensación de estar incompleta aunque presente, no me desesperaba. Porque con el tiempo aprendí que nada podía hacer en contra de los sentimientos que mi corazón albergaba; cada día lo extrañaba, así como lo evocaba, mi amor por él aun emanaba de mi pecho, recorriendo cada fibra de mi cuerpo. Esa era mi única verdad, mi realidad, con las cuales aprendería a vivir.

Sin embargo, el miedo seguía apareciendo y ese era el principal freno y que me hacia comprender que aun no estaba preparada para regresar o intentar.

Las cosas con Alex, iban bien, aunque en un principio fueron difíciles con el tiempo comprendió que ser amigos era lo mejor. Pues yo no tenía remedio alguno. Ni podía ofrecerle nada más que mi sincera amistad, ya lo había intentado y nada resultó.

Llevaba ya poco más de cuatro meses en Londres y mi vida era buena, la universidad me sentó de maravilla para mantener ocupada mi mente, para consumir mi tiempo y no dar cabida a nada ni nadie que tuviera intención de trastocar la estabilidad que ya había conseguido. Y la tarea había sido muy fácil de realizar pues la mayoría de hombres que me invitaban no eran mi tipo, eran lindos sí, pero sencillamente ninguno lograba al menos llamar mi atención, así que, para qué intentar si ya conocía el resultado.

Además que, ya no me atormentaba con pensar si algún día volvería a enamorar pues yo ya estaba enamorada, mi corazón tenía dueño pero no podíamos estar juntos y yo debía asimilar esa realidad y continuar. Era lo mejor y más sano.

La última semana de clases —antes de tener mis dos semanas de vacaciones debido a la temporada navideña—, les llamé a mis padres para saber si ya habían adquirido su vuelo para pasar esas fechas conmigo, pues los extrañaba, ya que desde que me había ido para Londres no los había visto. Pero no había podido dar con ellos, supuse que estaban dormidos, gracias a las muchas horas de diferencia que teníamos, eso sucedía muy a menudo.

Así que, salí de mi departamento rumbo a la universidad, aferré mi abrigo y extendí la sombría por encima de mí gracias al clima lluvioso, tan característico de esa ciudad, en un comienzo me desesperó el tener que pasar con mi ropa, muchas veces, húmeda pero ya me había acostumbrado, eso y que no tenia de otra.

Por la noche mis padres me llamaron, en Campbell era de tarde; conversamos de cómo iban mis clases y demás cosas referentes a mis estudios, sin embargo, cuando les pregunté sobre cuándo vendrían a Londres me llevé una gran sorpresa.

—Tu padre tiene una junta importante la otra semana pero me dijo que viajara yo... —Me entristeció saber que no podía viajar, quería verlos a ambos. Iba a decirle que no se preocupara, cuando añadió—... Emily, tienes dos semanas de vacaciones, tu padre desea verte pero no puede viajar y yo no quiero dejarlo solo, porque no... ¿por qué no vienes? —Mi corazón se saltó un latido con solo pensar en regresar. No podía, no debía hacerlo.

—Mamá... no puedo hacerlo —respondí, demasiado triste. La escuché soltar un suspiro melancólico.

— ¿Por qué no, hija? Tenemos tanto de no verte, por favor ven —suplicó, su voz sonaba demasiado triste.

—Mami, no quiero verlo —confesé, demasiado angustiada.

—Mi cielo, si no estuviera segura que nada te perturbara no te lo estaría pidiendo... —Fruncí el entrecejo, ¿a qué se refería?—... Emily, hasta donde tengo entendido, Kyan se mudó. —La impresión de esa noticia me dejó sin habla y sin capacidad para escuchar lo que mi madre me decía, solamente sintiendo como esa verdad, lo que se supone era lo que deseaba: no verlo, estaba socavándome, estaba doliendo.

—Sí, sí, yo... lo pensaré mamá. Les llamo luego. —Y colgué, siendo consciente del dolor que se había instalado en mí pecho. Comprendiendo el peso de esa verdad; Kyan se había ido lejos, huyendo y buscando lo mismo por lo que yo estaba en Londres, él se había dado vencido como yo.

Y dolía mucho.

Esa noche la pase en vela —como a veces me pasaba—, pensando en si ir o no. Pero siempre llegaba a la misma conclusión, ¿qué perdía con ir? Mis agresores estaban custodiados y él... se había ido. No tenía nada qué perder, además esa era la mejor oportunidad que se me había presentado para poder regresar y poco a poco ir superando el trauma que ese lugar me generaba.

Estaba eso y que me habían ofrecido terminar la carrera en Londres, y había aceptado. Lo cual significaba que pasaría mucho más tiempo sin ver a mis padres y a mis amigos.

Esa era la mejor oportunidad que tenia para volver, pues no sabía cuando se me presentaría otra igual. Y no sabía cómo o porqué, pero sentía que todo se estaba confabulando para hacerme entender que debía retornar a Campbell. Pues la sensación que era lo correcto comenzaba a embargarme. Entonces, decidí ir.

Les llamé la siguiente noche a mis padres y se mostraron demasiado felices, entusiasmados. Pues de inmediato comenzaron a decirme todo lo que haríamos; prometiéndome que me llevarían a conocer lugares diferentes, que iríamos toda una semana a una cabaña que se encontraba en San José, la ciudad que colindaba con Santa Clara, y lo agradecí sobremanera, porque sabía que lo hacían para evitarme pasar mis días en aquella casa que me traía muchos recuerdos. Y ya no hubo vuelta atrás. Estaba decidida a regresar y disfrutar esos días con mi familia y amigos.

Y así hice, terminé mis exámenes, preparé todas mis cosas, pormenores y todo aquello que fuera necesario mientras mi estadía en Campbell. Compré mi boleto de avión, avisé a mis padres que llegaría dentro de dos días, por la mañana.

—Mandaremos a alguien por ti, tu madre y yo aun tenemos unas cosas que hacer. Pero te veremos allá, mi niña.

—No es necesario, puedo pedir un taxi —repliqué.

—No, es muy peligroso que te vayas con cualquiera —refutó, aludí a que lo hacía debido al miedo por todo lo que había vivido yo, lo entendía pues sentía lo mismo.

Con mis cosas ya listas, di rumbo al aeropuerto, me sentía ansiosa, ya casi dos años habían pasado de todo aquello que algún momento me había lastimado y herido, pero que en esos momentos se asemejaban a recuerdos lejanos, que ya no me lastimaban como antes. Además, iba decidida a disfrutar de mi familia y amigos. Porque mucho se lo debía a ellos, a su constante apoyo, que volver por ellos era lo menos que podía hacer. Porque todo lo que había vivido si bien me había marcado de formas indecibles, me habían hecho más fuertes.

Yo había cambiado, había aprendido a que no siempre todo es como se ve, que nada nunca en eterno y que ante las adversidades y la oscuridad que atenaza, la luz tarde o temprano relucirá. Que todo es cuestión de cómo lo vea, que lo negro puede convertirse en blanco si es que así lo deseo. Que sufrir es parte de la vida y que la felicidad es decisión propia.

Durante todo el transcurso del viaje mi corazón se mostró demasiado... inquieto. Pues con cada kilometro y milla que iban desapareciendo mi cuerpo comenzaba a cobrar vida, pero traté de aludir a que era por mi familia pues a fin de cuentas él no estaba. La madrugada la pase leyendo, viendo películas, pensando y aún más importante sosegando mis ansías y sentimientos.

Pero luego de tanto intentar el sueño me envolvió en una realidad placentera y a la vez fantasiosa. Cuando avisaron que era tiempo de bajar del avión, mi pulso se aceleró, estaba a pocas horas de verlos, de que muchas cosas pasaran. Busqué mi equipaje y caminé por el pasillo, la luz del fondo indicaba que estaba a segundos de ver, de nuevo, todo aquello del cual había huido.

Cuando encontré al chofer que había enviado mi padre, subimos mi equipaje a la cajuela y emprendimos camino, a lo que yo creí era mi casa, sin embargo, mi destino era otro. Tiempo después que comprendí que iba a otro lugar, le pregunté un tanto alterada.

Y al notar que no me tranquilizaba le llamó a mi padre, quien me dijo que iba rumbo a la cabaña que habían alquilado para pasar unos cuantos días y donde ellos me estaban esperando. Me sentí avergonzada. Me disculpé con el señor, quien amablemente la aceptó. Minutos después, sintiéndome más tranquila me permití relajarme, hasta quedarme dormida. Iba demasiado cansada.

Sin embargo, cuando desperté, un hermoso paraje se extendía frente a mis ojos. Arboles y más arboles y sin ninguna hoja, era lo que ponderaba. La alegría y entusiasmo me embargó por completo.

Moría por llegar hasta aquel lugar, por saber si era cómo lo imaginaba: paredes hechas de roble, el suelo alfombrado, una chimenea hecha de roca, una vista espectacular, poder respirar aire salubre, que el viento revolviera mi cabello. Ansiaba sentir la libertad a sus anchas.

Llegamos media hora después de habernos internado en una carretera subalterna. Una gigantesca cabaña se hallaba frente a mí, mucho mejor de lo que había imaginado. Bajamos mi equipaje y recibí unas indicaciones, números de teléfono del guardabosques por si quería salir o cualquier otra cosa, ya que mis padres aun no llegaban y él debía regresar. Le agradecí y cuando estuve sola, le di un vistazo a toda la hermosa casa. Era de dos niveles, llena de acabados de madera y con ventanales.

La estancia tenía una chimenea como imaginé, los muebles eran contemporáneos, en la planta de arriba en lugar de paredes había ventanales desde el techo, hasta el suelo. Entré a una de las habitaciones a dejar mis cosas.

Bajé de nuevo y salí al jardín, la luz del sol pegó en mi rostro, se sentía tan bien, luego de pasar tanto tiempo en un clima húmedo y gris, la luz cálida le daba la bienvenida a mi organismo y se sentía realmente bien. Para la hora de la comida me hice un sándwich y jugo de naranja, pero me sentía inquieta, mis padres aun no llegaban, temía que hubiera pasado algo.

El tiempo siguió transcurriendo, decidí subir y darme un baño, pero mientras me duchaba escuché a lo lejos un motor, eran ellos supuse, luego percibí el ruido del auto alejarse, me permití unos segundos más de relajación, sin embargo, todo estaba por salirse de proporción.

— ¡Hola!, ¿hay alguien aquí? — ¡Qué carajos es esto! Me erguí dentro de la tina, intentando saber si había escuchado bien o mi mente ya se había dado por hacerme bromas de mal gusto.

Salí de la tina, me enrollé una toalla a mi cuerpo y con cautela abrí la puerta del baño, miré al interior de la habitación pero no había nada. Podía sentir el corazón latir detrás de mis orejas, así como toda mi piel erizándose. Pero era Imposible...

Giré sobre mis pies y comencé a caminar de nuevo al baño, sin embargo, escuché pasos acercándose, di media vuelta, y como si fuera en cámara lenta, lo vi entrar a la habitación y sobresaltarse con mi presencia al tiempo que soltaba una maldición.

— ¿Q-qué haces aquí? —pregunté, aun no dando crédito de lo que mis ojos estaban presenciando.

—Eso mismo te pregunto a ti, ¿qué haces aquí? —dijo, cruzándose de brazos y mirándome directo a la cara, pero había algo diferente en su expresión. Entonces, en ese momento recordé algo muy importante: yo estaba en toalla.

—Yo, eh... no tengo porqué darte explicaciones ahora y si me disculpas, debo cambiarme, así que por favor vete —exigí. Asintió con la cabeza, noté como sus mejillas se ruborizaban.

Cuando me quedé por fin sola, solté el aire contenido, terminé de ducharme y me puse algo de ropa. Aun no entendía qué hacia él ahí, ¿acaso mis padres? Entonces la realidad cayó sobre mí como un balde de agua helada. ¡¿Cómo habían sido capaces de hacerme esto?!

Me vestí rápidamente y busqué mi celular pero para mi mala suerte no contaba con señal, maldije en mis adentros, ¡era obvio que algo así iba a pasarme! Seguí intentando, pero las llamadas no entraban o no marcaban. Solté un bufido exasperado, tenía que largarme, no podía seguir en ese lugar con él cerca.

No, no podía. Me tomé unos minutos para calmarme, cuestión nada sencilla, entonces decidí que era momento de bajar y enfrentarlo. Seguramente había conducido hasta ese lugar, podía pedirle que me llevara hasta la carretera y ahí yo me las arreglaría. Sí, estaba convencida que eso era lo mejor... lo mejor para mí.

Bajé al nivel inferior, lo busqué hasta encontrarlo en una terraza que dividía el interior de la casa con el inmenso jardín, tenía el teléfono pegado a su cara, entonces la esperanza que estuviese hablando con alguien vislumbró frente a mí, sin embargo, segundos después despegó su móvil e hizo el amago de marcar un número, tampoco él tenía señal, comprendí preocupada. Aclaré mi garganta, de inmediato se irguió y giró.

— ¿Podrías llevarme a la carretera? —Una de sus delgadas y rubias cejas se alzó con escepticismo—, por favor —añadí. Sus ojos me observaron con intensidad, una tan fuerte y familiar que me resultó incomoda, de inmediato giré mi cabeza a un lado, con la intención de romper esa conexión.

—Lamento informarte que no tenemos como regresar. —Volví a verlo, mis ojos abriéndose con pánico—. A mí me trajeron, igual que a ti supongo.

—Hay un guardabosques cerca de aquí, iré a buscarlo —anuncié, di media vuelta para entrar a la casa por un abrigo y así ir a buscar al aludido, tal vez él tenía un radio o algo que me ayudara a contactar a alguien para que fuera a recogerme, porque quedarme en ese sitio no lo concebía posible.

—La noche esta por caer, no considero prudente ir a buscarlo, cualquier cosa podría pasarte. Hay animales salvajes ahí afuera —apuntó, siguiéndome.

—No me importa —repuse. Lo escuché reír con diversión, lo cual me irritó al tiempo que hizo vibrar mi piel.

—No seas tan terca —refutó—, solo no te pongas en riesgo sin necesidad. Mañana a primera hora iré yo. Y no te preocupes, llamare a alguien que venga a recogerme. —Giré sobre mis pies, Kyan se hallaba a un par de metros de mí, sus brazos cruzados sobre su ancho pecho, sus cejas entornadas.

—Me iré yo —declaré decidida, ignorando el hecho que su aroma viajaba por el aire y se colaba a mis pulmones, envolviéndome en aquella bruma tan conocida. Elevó ambas manos, en señal de rendición, se dio la vuelta y se marchó.

—Como quieras, pero de igual forma me iré —anunció.

—Como quieras —respondí. Entonces subí las escaleras corriendo y me encerré en la habitación donde estaban mis cosas. Caminé de un lado a otro en la habitación, como un león enjaulado, debía irme. Seguí intentando hacer una llamada pero el servicio era mucho peor. Pronto la noche cayó, el frio se hizo presente así como la necesidad de comer—. No puedes morirte de hambre solo porque él está aquí. No seas inmadura, Emily —dije, regañándome. Así que bajé, con el propósito de cocinar mi cena y pasar desapercibida.

Sin embargo, con forme iba acercándome a la estancia, el olor grato a comida recién hecha se percibía en el aire. De inmediato mi estomago despertó. Kyan estaba en la cocina, noté. Y como toda una cobarde, di media vuelta con la disposición de regresar a mi fuerte y luego, quizá cuando él estuviera dormido, bajar a comer algo.

—Deberíamos llevar la fiesta en paz, ¿no crees?, al parecer pasaremos juntos esta noche. —Me detuve en seco, ¡¿qué demonios le pasaba al destino?! ¿Por qué se había ensañado contra mí? Volví de nuevo, estaba recostado sobre el marco de la cocina.

—Eso intento —refuté, alzando la barbilla. Sus labios se ladearon en una sonrisa.

—Excelente. ¿Me acompañas a cenar? —preguntó. Mis ojos amenazaron con salirse de sus orbitas, su petición era mucho más de lo que podía aceptar.

—No tengo hambre, gracias —respondí, sonriendo apenas. Noté como su sonrisa de esfumó de inmediato.

—Está delicioso, lo prometo. Vamos, no me gustaría comer solo, además hice suficiente comida para ambos —pidió, su voz era suave, minuciosa. Agaché el rostro, de pronto unas inmensas ganas de acompañarlo me embargaron, de intentar saber si todo podía ser como antes, pero entonces comprendí que eso no era posible.

—Muchas gracias, pero no tengo hambre. —Y sin esperar respuesta subí y me encerré en la habitación. Sintiendo como los latidos de mi corazón se hallaban acelerados al igual que mirespiración. Debía irme, debía irme, pues de lo contrario temía lo que llegara a pasar. 

N/A: ¡Hola! ❤ :3 no diré mucho solo que a veces las personas son víctimas y de lo único que son culpables es de  la forma en cómo deciden actuar frente a un problema y sabemos que como seres humanos siempre erramos, es por naturaleza. Pero la diferencia radica en qué hacemos cuando nos damos cuenta de nuestro error, ¿nos tragamos nuestro orgullo y pedimos perdón? ¿O sencillamente no hacemos nada?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro