23. Lo mejor de mí
Katelyn Tarver - Love me again
El pulso se me disparó y las manos me comenzaron a temblar, pero luego de dar una bocanada de aire, deslicé mis dedos sobre la pantalla y me exigí a mí misma estar en calma. Solo entonces respondí.
—Hola...
— ¿Te desperté? —preguntó. Podía sentir, pese a no estar juntos, esa brecha que se había forjado entre nosotros, por mi culpa.
—No, no..., estaba a punto de llamarte —confesé.
— ¿En serio? —Y creí, por un segundo, el sentirlo feliz con mi anterior declaración.
—Sí, te extraño muchísimo —murmuré. No dijo nada en segundos, segundos que se me antojaron demasiado incómodos. Y en ese momento, todos los recuerdos de la reciente tarde se proyectaron en mi cabeza, lo cual me hizo comprender que yo, solamente yo, estaba arruinando nuestra relación. La culpa y el miedo me atravesaron de lado a lado, ya que, si todo se llegaba a terminar, sería la culpable mayor.
—Yo también a ti... —Cerré los ojos con fuerza, detestaba ser tan insegura—... ¿estás llorando? —cuestionó culpable. ¿Qué? Y no fue hasta ese momento que sentí como gruesas gotas de agua se deslizaban por mis mejillas, sorbí de la nariz, sin evitarlo. No tenía la intención de llorar, odiaba ser tan débil a veces.
—Discúlpame por lo de ahora en la tarde... —pedí. Limpié mis ojos y mejillas con mi mano libre. Lo escuché soltar un suspiro lleno de pesar.
—No, bonita. Tú no tienes porque disculparte..., discúlpame tú a mí por no ser paciente, sé por todo lo que has pasado y lo menos que quiero es que te sientas culpable, que..., que te sientas mal por mis arrebatos —dijo afligido. Sacudí la cabeza en una negativa, aunque sabía que no podía verme, no podía evitar que se echara toda la culpa, Kyan solamente había tratado de hacerme sentir bien, de quererme y yo había echado todo a perder. ¡Maldita sea!, ¿por qué demonios no podía solo disfrutarlo y dejar de torturarme pensando en cosas que ni siquiera sabía si pasarían?
—Es que no te pongo las cosas fáciles... —refuté. Necesitaba liberarme de toda esa culpa que estaba haciendo mella en mí—..., y en verdad lo lamento por ser tan...
—No te disculpes, por favor. Emily, nada ha sido fácil contigo..., menos con nosotros y lo sabes. Solamente no dejemos que lo que el día de mañana suceda nos afecte, ¿sí? Yo te quiero a ti y no voy a fallarte como ellos —susurró muy bajo lo último—. Además, Larissa ya no forma parte de mi vida, ahora eres tú quien más me importa, quien ocupa la mayoría de mis pensamientos, solamente tú, preciosa. En tan poco tiempo, te has vuelto indispensable para mí... ¿Sabes?, todo en mi vida cambió desde que te vi aquella noche..., porque puedo jurarte, en este instante, que yo..., nunca había sentido nada parecido a lo que tú me haces sentir, por favor créeme y créelo. Yo estoy enamorado de ti.
El aliento se escapó de mis pulmones, el corazón comenzó a latir como una locomotora, el pecho comenzó a apretarse, a atestarse de una infinidad de sentimientos..., hermosos. Kyan me quería, no cabía duda y solo esperaba que eso ayudara a que mi quebrada autoestima se solidificara. Así como, decidí que me arriesgaría y que, en ese momento más que nunca, le daría todo lo mejor de mí.
—Así que preciosa, ve a descansar, que mañana tienes trabajo y yo también. Ya por la noche te robaré. —Sonreí un tanto más tranquila.
—Está bien.
—Sueña conmigo, que yo lo haré contigo. Y Emily... —Su tono se volvió más serio—... Nunca olvides que te quiero, ¿sí?
—Nunca... Y yo te quiero a ti, mucho.
Colgamos y luego me quedé mirando hacia el techo, andaba demasiado sensible... seguramente mi periodo estaba cerca o ya me estaba volviendo loca. Y no descarte ninguna.
A la mañana siguiente, pasó por mí como era ya nuestra costumbre. Me dejó en el trabajo, prometiendo pasar por mí a la salida de mi jornada, no creía venir a comer conmigo pues tenía que ir a recogerla al aeropuerto... No objeté ni traté de demostrar cuánto me desagradaba la idea. Pero sabía que lo intuía, yo era como un libro abierto para él, muchas veces me pregunté cómo era eso posible, yo trataba lo mismo con él pero me era difícil. Y aunque, con el tiempo había logrado entenderlo un poco, conocer sus reacciones y actitudes, muchas veces sentía que me llevaría un siglo conocerlo a fondo.
Pero más allá de todo, ante la llegada de Larissa, yo me encontraba más tranquila.
Toda mi jornada estuve con los nervios a flor de piel. No sabía qué tenía planeado, no podía imaginar a qué lugar iríamos, todo con Kyan era un constante ajetreo, entre el sinfín de sentimientos que afloraban en mí con el pasar del tiempo, así como, en el crecimiento exponencial de mi..., cariño.
¿Pero qué podía hacer contra todo eso? Absolutamente nada y reconocerlo ya no me aterraba como antes, ya que, creía que, poco a poco, lo estaba aprendiendo a aceptar, a rendirme.
Antes que mi turno terminara, entró una mujer más a la tienda. Salí del mostrador para atenderla, iba vestida de negro, a excepción de una chaqueta color margenta, usaba también un par de lentes de sol y una mascada negra. Un atuendo demasiado extravagante, a mi parecer. Su cabello era azabache, lo llevaba hasta los hombros y contrastaba con el blanco de su piel.
—Buenas tardes, ¿puedo ayudarle? —cuestioné. La mujer asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa ladeada, demasiado petulante, inclinó un poco la cabeza hacia abajo, develando un par de ojos verde oliva. Le sonreí, tratando de aligerar el ambiente, aunque no había pasado desapercibido la forma tan evaluativa con la cual me había visto. Sus ojos se posaron en la placa que llevaba mi nombre y a continuación su sonrisa se ensanchó.
—Por supuesto, Emily... Lindo nombre —agregó. Pero había algo más en su tono de voz, algo que no me convenció de la sinceridad de su comentario.
—Muchas gracias, ¿puedo saber el suyo? —pregunté amablemente. Ladeó la cabeza y tardó varios segundos en responder.
—Me llamo Marissa.
—Mucho gus...
—Como sea. Sabes, ando buscando un libro que trate de tríos amorosos, de cómo una arribista intenta inmiscuirse en una relación perfecta —dijo, su voz era plana y un escalofrío me recorrió por completo.
—Creo que tenemos algo... —dije, dando un paso hacia la zona de romance. Mirando de soslayo en cómo me miraba de pies a cabeza, como quien evalúa un auto que va a comprar.
— ¡Emily!, ¿dónde estás? —preguntó Ileana, asomando su cabeza por la puerta de su oficina. Me disculpe con Marissa y salí del pasillo para que Ileana pudiera verme—, ven en cuanto puedas, por favor.
Asentí con la cabeza, sin embargo, al girarme de nuevo, para ayudarle a esa extraña clienta, ésta ya iba por la puerta. Y, más rápido de lo que me tomó caer en cuenta de lo que ahí pasaba, salió y se alejó sin voltear una tan sola vez, perdiéndose entre el mar de gente. Mi ceño se frunció, todo había sido muy extraño. Pero no le di mayor importancia, no era la primera vez que me dejaban así de colgada.
Cuando mi turno por fin terminó, me introduje en el pequeño baño de la librería y cambié mi uniforme, por una sencilla falda color vino que me quedaba justo arriba de las rodillas, una blusa blanca desmangada con detalles de encaje, unos botines y chaqueta de cuero negro. Arreglé a como pude mi cabello, retoqué mi maquillaje y entonces mi teléfono comenzó a vibrar.
—Hola, estoy lista. ¿Ya estás aquí? —pregunté, mientras me observaba en el espejo.
—Sí, te estoy esperando afuera. Ven que muero por verte. —Sacudí la cabeza, sintiendo como las mariposas se apoderaban de mi estomago. Solo bastaba escuchar su voz para que mis mejillas se tiñeran de un rosa muy cursi.
Salí, segundos después de despedirme de mi jefa. Y, justo al poner una pie en la salida del local, sentí como me halaban hacia un lado y me hacían girar, todo había sido maniobrado con movimientos agiles y rápidos, impidiendo que mi cerebro procesara lo que ahí estaba pasando. Y mucho menos, reaccionando en el segundo que sentí sus labios contra los míos, devorándome ansioso.
—Hola, ¿nos vamos? —preguntó bajo. Mientras yo me aferré un poco de sus brazos, pues sentía que me iba a dar de bruces. La cabeza aún me daba vueltas.
—Claro, vámonos. —Pasó su mano por mi cintura y me acercó al él, en una forma de evitar que me cayera. Lo sentí sonreír en un momento que creí besó mi cabeza. ¿Qué les digo? Me había dejado pasmada.
Salimos del centro comercial y nos internamos a la carretera. Los vidrios de la camioneta iban abajo, por lo que el viento chocaba contra mi rostro, mientras iba fija viendo los edificios, casas y demás que, conforme avanzábamos, íbamos dejando atrás. Alargué mi mano un poco hasta llegar a su reproductor de música, me miró un tanto pícaro. Mordí mi labio inferior, mientras buscaba algo para dejar que inundara el silencio. E inmediatamente, una canción de una banda que nos gustaba a ambos, comenzó a sonar y decidí dejarla.
—Buena elección —dijo Kyan, al tiempo que me guiñaba un ojo. Y como respuesta me puse a cantar un trozo de la canción, lo cual lo hizo sonreír abiertamente—, no te lo había dicho pero..., te ves hermosa.
— ¿En serio? —Asintió con la cabeza—. Muchas gracias.
Apenas nos internamos en la carretera, los edificios y toda estructura de concreto fue sustituida por largas llanuras, parajes verdes y poblados de árboles. Cada vez, la tarde iba avanzando, coloreando las nubes de naranjas y rosas. Tiempo después, escuché como Kyan se aclaró la garganta, llamando mi atención.
—Se canceló el vuelo de Larissa... —comentó. Mis ojos se abrieron como platos—..., al parecer le surgieron asuntos en la empresa de su padre y decidió no viajar y quedarse en Nueva York.
—Oh. —Me limite a decir. Porque, ¿qué iba a decir?, ¿qué lástima que ya no logró venir, ya que, me moría de ganas de conocerla? Ni loca, sería demasiado hipócrita. Volví a verlo y estaba sonriendo, entorné los ojos, pues no comprendía qué era tan gracioso.
—Quita esa carita. Ahora quiero que disfrutes y te diviertas. —Asentí con la cabeza y sonreí, muy agradecida con que ya no comentara nada con respecto a ella.
Pronto llegamos a un pueblo que se encontraba en las afueras de Campbell y que estaba celebrando sus fiestas locales, con juegos mecánicos y todo lo que encuentras en una feria. Era pintoresco y no tan bullicioso, el centro estaba lleno de negocios, las calles eran adoquinadas y eran iluminadas por faroles que, conforme nos internábamos en el pueblo, se iban encendiendo. Nos estacionamos cerca del palacio municipal y nos bajamos para seguir el recorrido a pie. Kyan tomó mi mano y junto a un mapa que traía en su celular nos fuimos internando entre aquellas angostas y pobladas calles. Y cuando llegamos al parque central, este estaba repleto de locales con comidas típicas de distintos países, como dulces, comidas y bebidas en general, nos paseamos entre los pasillos que quedaban entre las hileras de negocios. Compramos una caja con chocolates en forma de corazones y labios. Y la primera en probarlos fui yo, ¡estaban endemoniadamente deliciosos!
—Tienes que probarlos —dije, escogiendo la forma de un beso y acercándoselo a su boca. Mi novio los saboreó, pronto su ceño se frunció. Yo ya iba por el tercer caramelo.
—No comas muchos —dijo, justo cuando introduje otro más a mi boca. Movió su lengua dentro de su boca, saboreando.
— ¿Estás loco?, están deliciosos...
—Tienen alcohol —interrumpió. Mi boca se abrió, con asombro. Kyan me quitó la caja con los bombones y leyó la etiqueta que decía cuantos grados de alcohol poseía y era poco, pero su efecto no era igual.
Guardé los bombones en mi bolso, para comerlos luego. Seguimos caminando, encontrando estatuas vivientes que se movían apenas. Me tomé una foto con uno que simulaba ser Jack Sparrow, ¡el parecido era sombroso! Con Kyan nos tomamos muchas más fotografías, con el resto de atracciones que el lugar tenía, compramos más golosinas y bebidas deliciosas hechas a base de frutas naturales, unas eran con alcohol, pero solamente yo probé un par, pues Kyan debía de manejar. Al otro lado de la plaza, se encontraba un grupo musical, tocando música en vivo. Muchas personas se habían conglomerado en un semicírculo alrededor de ellos para tener una mejor experiencia de la manifestación musical, muchas otras, luego de un rato, se atrevieron a bailar; era música muy movida, alegre y que se notaba era divertido para moverse.
Kyan quitó de mis manos el bolso y lo dejó sobre la mesa donde estábamos sentados, observando el espectáculo. Se levantó y me ofreció su mano, y no comprendí inmediatamente cuáles eran sus intenciones, hasta que movió su cabeza señalando al grupo de bailarines. Negué con la cabeza, pero me haló de la mano y me obligó a ponerme de pie, llevándome, sin importar mis quejas, hasta en medio del tumulto de personas, donde me hizo virar con maestría, para después comenzar a movernos de un lado a otro, tambaleándonos sobre nuestros pies al ritmo de la música.
—Dudo mucho que estemos bailando correctamente, Kyan —acusé, al tiempo que miraba de un lado al otro a todas las parejas que danzaban con alegría, con júbilo y no tan de cerca como lo estábamos él y yo. Se encogió de hombros, mostrándose indiferente a mi queja, dándome como respuesta una voltereta que me tomó desprevenida.
—Pues yo así la bailo —respondió y a continuación se inclinó hacia atrás conmigo, arqueando mi espalda.
—Pues lo haces mal —dije provocándolo. Me miró alzando una ceja.
—Conste que tú lo pediste...
No había terminado de procesar la información, cuando comenzó a movernos con agilidad y rapidez. Y fue así, como las risas poco a poco fueron brotando desde nuestro pecho. No lo hacíamos bien, pero qué importaba, estábamos divirtiéndonos y riendo como nunca.
Cuando el cansancio nos venció, regresamos a nuestra mesa y pedimos comida. La noche ya se había adueñado del cielo y poco a poco el viento fue soplando y haciéndose más frío. Me puse la chaqueta que había traído, así evitaba comenzar a temblar como una hoja. Luego de comer creí, por un segundo, que nos regresaríamos a Campbell pero nuestra cita aún no terminaba, todo apenas comenzaba.
Nos internamos a la zona donde había juegos mecánicos y locales con juegos de azar entre otros, con ventas de muchísima más tipos de comida y lleno de payasos subidos en sancos. Todo estaba iluminado con faroles y luces navideñas. Nos acercamos a una taquilla y Kyan compró un sinfín de tickets que no tenía idea alguna de cómo alcanzaríamos a gastarlos todos. Al parecer nos esperaba una larga noche.
La primera atracción mecánica a la que nos subimos fue a la rueda de la fortuna; la cual estando en la cima, nos regaló una hermosa vista de todo el pueblo y creímos ver hasta las luces de nuestra ciudad. Reímos y gritamos, bueno, grité yo, solo un poco, pero tal parecía que giraba como si no hubiese un mañana. Luego de bajarme, muy mareada, nos subimos a otras más. En otro juego, nos sentamos en la primera fila donde nuestros pies quedaban suspendidos, la atracción se elevaba y se movía a los lados, luego haciendo una circunferencia con demasiada rapidez que, por un momento, no sabía en qué bendita dirección iba. Me bajé con mi garganta doliendo un poco.
Muchos juegos después, mi voz ya no sonaba como solía, sino rasposa y ronca, lo cual me provocó bromas de mi novio, alegando a que sonaba hasta más masculino que él.
—Vamos, háblame... —pedía. Me crucé de brazos y negué con la cabeza, mis labios estaban hechos en una fina línea—..., prometo ya no decirte nada...
—Juro que me las pagaras —respondí, pero en verdad desconocía mi voz. Entorné los ojos al ver cómo con sus dientes aferraba sus labios, impidiendo partirse en risas. Pero a quien engañaba, sonaba tan extraña, bastante graciosa que, un minuto después, yo terminé riendo.
Caminamos entre los locales con comida, compramos unos helados, pese a las quejas de Kyan de que podía dañar más mi garganta, pero no sabía cómo empeorar más, eso era imposible. Pasamos por un puesto de juegos, donde del toldo colgaban peluches, girando sobre su eje. Me llamó la atención uno en particular: un enorme oso panda. Giré mi cabeza, buscando a mi novio, fue cuando lo vi hablando con el dueño del local, le dio unos cuantos tickets y este le dio tres pelotas de tenis, ¿en serio iba a jugar? Lo vi lanzar la primera pelota y fallar, luego una y otra vez más y nada. Pagó tres intentos más y mientras yo lo miraba lanzar, inconscientemente, comencé a devorarme los chocolates impregnados de alcohol que..., había guardo para después.
— ¡Sí! —grité, al ver en como la última pelota derribaba el obstáculo.
—Escoja uno —dijo el dueño. Kyan me miró de reojo y comenzó a evaluar los posibles regalos, apuntó un enorme oso blanco, pero yo fruncí la nariz y negué con la cabeza. Sonrió divertido ante mi gesto.
—El oso panda, por favor —dijo.
— ¡Muchas gracias!, ¡me encanta! —exclamé, colgándome de su cuello, mientras que con la otra mano sostenía al gordo y afelpado panda.
Rozó mis labios.
—De nada, aunque quizá es muy cliché, ¿verdad? —dijo. Sonreí como tonta, eso era tan cliché, pero a quién engañaba, me encantaba, además era la primera vez que algo así me pasaba y me sentía afortunada.
—Lo es pero qué importa —respondí, mientras me encogía de hombros al tiempo que deslizaba mis dedos entre su cabellera sedosa y suave.
Me besó y presa de las emociones que sentía, en ese momento, a flor de piel, me dejé envolver y llevar en el vaivén que solo con él lograba experimentar. Sin percatarme que nuestra felicidad se había vuelto molesta e imposible de ser, para alguien más.
Llegamos hasta Campbell pasadas las diez de la noche. Había sido una tarde y noche maravillosa; no recordaba cuándo había sido la última vez que me había divertido así, que había perdido la noción del tiempo. Mi boca llevaba un buen rato formada en una sonrisa permanente, mi estomago dolía debido a las risas que cada segundo salían. Y aunque estaba cansada, pues tantas emociones que se agolpaban en mi pecho, sumado a todo el movimiento que habíamos tenido..., a la efusividad de todo, mi energía, había sido drenada como nunca.
Y no me importaba, nada importaba en ese momento. Mi vida era magnifica, era alegre, ya no había monotonía, la regularidades se habían convertido es sorpresas, mi aburrimiento en una constante diversión. Mi triste realidad había sido salpicada de colores, mi vida había cobrado sentido cuando Kyan apareció, sin la menor intención de desatar ese sinfín de emociones, sin percatarse o imaginar siquiera que, la colisión de nuestros mundos, volcarían todo, cambiándolo, hasta que nada, jamás, iba a ser igual. Ya fuera para bien o para mal, yo nunca volvería a ser la misma.
—Muchas gracias por todo —musité, al tiempo que desabrochaba el cinturón de seguridad y mi novio desactivaba los seguros de la camioneta. Me regaló una de las muchas sonrisas que me dejaban sin aire y con dificultades, no solo para respirar, sino que, para pensar con claridad.
—Lo que sea para verte sonreí... —apuntó, rosando con su pulgar el contorno de mi labio inferior. El simple contacto envió corrientes de energía que despertaron cada milímetro de mi piel, aumentando el compas de mi corazón—..., me encanta tu sonrisa, tus ojos, tus labios, todo de ti... —Mis mejillas, inmediatamente, se pusieron calientes y rojas, era inevitable que mi cuerpo no respondiera a sus palabras y al efecto que tenían sobre mí, sobre todo mi cuerpo. Eran como si activaran un interruptor, despertando todo.
»—Sé que te he dicho que te quiero, ¿no es así? Pero temo que ese sentimiento ya se salió de control, ya no está en mis manos, Emily. No sé qué pasó, pero te aseguro que, más temprano que tarde, la palabra te quiero ya no será suficiente para llamar a lo que me haces..., a lo que me harás sentir. Estoy perdidamente enamorado de ti. Aun más que eso, lo sé.
El mundo, en ese instante, se detuvo, para luego comenzar a rotar en sentido contrario. Ya que, nada de lo que en nosotros pasaba parecía tener sentido; era un conjunto de sentimientos descontrolados, que nos sometían a su voluntad. Y ya no había nada que hacer, nunca había habido nada que hacer en realidad.
—Yo también estoy enamorada de ti, Kyan. Ya no concibo mi vida sin ti, ya no deseo que sea como solía. Tú viniste a darle un giro, a refrescar mi existencia, a borrar la monotonía a la cual estaba sometida..., y aunque me aterra todo lo que conlleva quererte de esta forma, ya no me importa —confesé—, no me importa nada, no si es contigo.
—Me matas cuando hablas así... —Se deshizo del cinturón de seguridad y se abalanzó hacia mí, buscando con desesperación mi boca y gimiendo de satisfacción cuando mis labios tibios y húmedos hicieron contacto con los suyos.
Nuestras bocas se movían, amasándose, mojándose con el contacto de nuestras lenguas que se buscaban anhelantes de más, lo sentí acariciar mi espalda, provocando que soltara un suspiro, dejándole todo el acceso a mi cavidad bucal, dejando que me probara sin limitaciones, que me saboreara, porque yo hacía igual, anhelaba más de él como nunca antes había necesitado de alguien.
Porque besar a Kyan no era nada más intercambiar caricias, fluidos..., era compartir emociones excitantes, provocarnos sensacionesdeliciosas que recorrían nuestros cuerpos, magnetizándonos y acercándonos hasta el punto de fusión que se llevaba a cabo en nuestros corazones, los cualesque se volvían uno solo, ante aquel arrebatador beso.
N/A: Holi 😌 ¿Qué tal bebés? A ver, este capítulo estuvo muy cargado de emociones... Y creo que lo que mi Emily siente no es para menos, todo lo que ella a vivido a cualquiera puede haberle dañado el autoestima, nuestra seguridad. Y ay deeeos amo a Kyan 😍 aunque aveces es arrebatado y un tanto impaciente creo que esta tratando de aprender a ir al paso de Emily. Ninguno de los dos es perfecto, porque si así fuera ¿Qué chiste tendría?
Muchas gracias por leerme ❤ 😚
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