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11. Indescifrable

Lo observé un par de segundos, tratando de descifrar si era una especie de espejismo y que no estaba en verdad intentando darme un aventón. ¿Qué no se suponía que me odiaba? ¡Oh vaya!, quizá su madre lo había obligado en ir a traerme. Y contemplar esa posibilidad hizo que el enojo hirviera en mi sangre. Bufé y rodeé la camioneta solo para ver como el autobús cerraba sus puertas y se iba. ¡Maldición! Resoplé, me sentía frustrada, furiosa y sin una pisca de paciencia. Kyan, sonó la bocina de su vehículo intentando llamar mi atención, volví a verlo con una mirada fulminante.

—Gracias, ahora tendré que esperar sabe Dios cuánto tiempo para irme a casa —espeté, sin la intención de ocultar el enojo de mi voz.

—Lo siento... —murmuró con ojos inocentes. Pestañé demasiado anonadada, incrédula. ¿Qué clase de juego era ese? Mis manos sudaban y mi vientre cosquilleaba, quería golpearlo y a la vez acariciar su cabello dorado. Nunca en mi vida me había sentido tan bipolar—... súbete, vamos —dijo, aproximándose hasta la puerta del copiloto y abriéndola para mí.

— ¿Acaso va a castigarte tu madre si no me llevas? —pregunté mordaz. Su quijada de inmediato se tensó y lo vi dudar entre cerrar la puerta e irse.

—Solo trato de ser amable, Emily —dijo conciliador. Mi boca casi llega al pavimento, entender a Kyan era imposible. Sus actitudes era diferentes a sus acciones, todo él era un enigma indescifrable y lo odiaba. Lo odiaba porque yo deseaba descifrarlo, descubrir quién era en verdad.

—Discúlpame, pero fuiste tú quien ya no quiso, quiere tener contacto conmigo, ¿ya lo olvidaste? —pregunté perdiendo el aliento en el proceso. El conductor que estaba detrás de Kyan usó su bocina y fue ahí, cuando nos dimos cuenta que ya había una fila considerable de autos esperando.

—No, no lo he olvidado... sube por favor y lo hablamos en el camino —pidió. Crucé mis brazos sobre mi pecho y negué con la cabeza, dejándole claro que no lo haría—, ¡bien!, me tendrás aquí esperando... —respondió. Alzó una ceja retador, mientras el sonido de las bocinas era más insistente y los insultos comenzaban a salir—..., tú decides, Em. —Dejé caer mis manos a los lados de mi cadera y las cerré. ¡Lo odiaba! Juro, que deseaba matarlo con mis manos.

Subí y cerré la puerta con fuerza, le importó poco. Condujo despacio y durante los primeros cinco minutos el silencio reinó sobre nosotros. Y yo ya no sabía qué sentía: si enojo y ganas de asesinarlo o emoción y expectación. Estaba en serios problemas con mi capacidad para razonar. Lo sabía, pues en verdad quería que arregláramos las cosas. Pues una parte mi lo extrañaba, le hacía falta contemplar la posibilidad de una amistad de..., algo más.

Pero algo si sabía y era que no iba a dirigirle la palabra. Por más que quisiera que las cosas fueran como antes, no lo haría. Me mordería la lengua con tal de no hablar. ¡Estaba decidida!

— ¿Te comió la lengua el ratón o alguien más? —cuestionó, pero inquiriendo en la última parte. Entorné los ojos, ¿acaso era lo que estaba pensando? ¡Lo dudaba! No podía estar celoso—. ¿Has estado llorando? Tienes los ojos irritados —comentó, señalando mi cara, rodé los ojos, sin duda que tenía un talento para ver cosas donde no las habían.

—No entiendo tu pregunta. —Sacudió su cabeza, observé como aferraba el volante con más fuerza de la necesaria.

—Te vi con tu ¿amigo?, y no creas que son celos. ¡Eso sería absurdo! —Aclaró. Mi corazón de desinfló de inmediato, y comencé a repetirme que no debía importarme.

—Eso no es asunto tuyo —espeté.

—Solo digo que para la próxima debería tener al menos el mínimo detalle de ir a dejarte a tu casa. Si es que tiene mayor interés en ti... —Listo, eso fue lo que colapsó mi paciencia.

Sentí mi cara roja y caliente, junto a la ira burbujeante recorriendo todo mi cuerpo. ¡Era un imbécil! Me giré al lado de la puerta del copiloto e intenté abrir, pero fue más rápido y activó los seguros. Cerré mis manos y me enterré las uñas con fuerza.

— ¡Déjame bajar! —exigí. Íbamos cerca de nuestro vecindario, no iba a tener problemas en caminar unas cuantas cuadras.

—No te enojes conmigo, solo fue un...

— ¡No finjas más! Sé bien que no te importa nada concerniente a mi vida, así que deja de actuar como si así fuera. —Mis ojos estaban anegados, pero no lloraría. Disminuyó la velocidad—. Por favor déjame bajar —dije, a un hilo que mi voz se quebrará.

—No, no lo haré... —Mi cabeza dolía, estaba cansada, mi mente daba vueltas. Hablar con Rick, revivir los escombros de mi pasado y ahora tener que lidiar con él, era simplemente demasiado a mí. Se parqueó aun lado de la avenida, intenté nuevamente abrir la puerta—..., ¿qué te sucede? —Volví a verlo incrédula.

—Tú eres lo que me pasa, eres un arrogante que estuvo jugando conmigo. ¡Dios!, ¿cómo pude ser tan tonta? —susurré para mí lo último.

—Em...

— ¡No!, para ti soy Emily —determiné. Volví a verlo y su rostro tenía pinceladas de tantos sentimientos: tristeza, frustración, ¿arrepentimiento? Sacudí la cabeza sintiendo como me punzó en el proceso, ya era sabedora de cuan bueno era fingiendo. Cerré los ojos y me tragué las lágrimas, estaba al borde de colapsar y no le daría el gusto, así que, tomé una larga bocanada de aire buscando tranquilizarme aunque sea un poco, lo suficiente para llegar con dignidad a mi casa. No le demostraría nada, nada para hacerlo sentir importante para mí—, mejor arranca, debo de llegar a casa pronto —dije bajo, sonando fría y distante.

Hizo lo que le pedí y regresó a la calle, y en cuestión de minutos que me parecieron interminables horas, estaba estacionándose frente a mi casa. Intenté suevamente abrir pero seguían los malditos seguros.

— ¿Podemos hablar? —Negué con la cabeza, y ese movimiento hizo que doliera aún más. Necesitaba una píldora de inmediato—, Em..., Emily, necesitamos hablar. —Apoyé la frente sobre el frío vidrio, sentía la garganta cerrada y sumado a eso el aire del auto estaba a tope lo cual me provocaba pequeños escalofríos que estaban arremetiendo contra mi cuerpo—, por favor, será rápido. —Llevé una mano a mi garganta, dolía demasiado. Mi cabeza comenzó a pulsar y a pulsar, y mi cuerpo se volvió preso de temblores.

—Yo..., ábreme..., por favor... —dije con esfuerzo. Kyan tocó mi frente y dijo algo que no logré captar, solo era consciente del dolor de garganta, cabeza y huesos. Cerré los ojos al enfocar la luz, luego sentí un aire frio chocar contra mi cuerpo ahora caliente. Kyan me alzó en brazos y murmuraba cosas incomprensibles.

—Hola... ¿qué pasó? —Mi madre preguntó en un quejido.

Me subieron a mi habitación y dentro del cuarto de baño mi madre me quitó la ropa y me metió bajo el chorro frío. De inmediato abrí los ojos asustada, solo estábamos ella y yo. Y me miraba con preocupación, preguntándome que pasaba, pero ni yo misma lo sabía. Me envolvió en una toalla y me secó y luego me enfundó un pijama, me dejo en mi cama con miles de sabanas cubriéndome desde mis pies hasta la barbilla.

— ¿Cuánto llevas sintiéndote así? —cuestionó el doctor que recién había llegado. ¡Jesús! Hasta recordar me generaba un esfuerzo enorme y doloroso.

—Desde ahora por la tarde... —Era lo único que tenía registrado en mi mente como posible inicio. Asintió con la cabeza, luego un pitido sonó. Removió el termómetro digital.

—La fiebre ya bajó considerablemente. Pero debe seguir en reposo y tomando estos medicamente que le recetaré. —Se dirigía a mis padres—. Esto le aliviara el malestar en su garganta, la fiebre y el dolor muscular. Al parecer solo contrajo un virus, nada que reposo y medicamentos no solucioné. Así que señorita a seguir mis indicaciones al pie de la letra, eh. —Me apuntó con el dedo. Sonreí, sintiéndome adormilada.

Pronto me dejaron sola y mis parpados comenzaron a cerrarse como losas pesadas. Y durante el resto de la noche me despertaron para darme la medicina y medirme la temperatura. Pero eran segundos los que yo duraban así, luego me perdía en la inconsciencia.

A la mañana siguiente me levanté más reanimada. La garganta ya no me dolía ni la cabeza, solamente sentía mis músculos agarrotados y adoloridos. Eran pasadas las nueve de la mañana cuando me metí a la ducha, mi madre estuvo en todo momento cerca, preguntando si estaba bien, si necesitaba algo y de milagro no se ofreció a ayudarme. Al salir del baño, cepillé mi cabello y me vestí con unos pants y una blusa desgastada, mi madre me ayudó a trenzar mi cabello y luego bajamos para que engullera algo pues debía tomarme mis medicinas.

— ¿Segura que no prefieres comer en tu habitación? —cuestionó mi padre. Negué con la cabeza al tiempo que le regalaba una sonrisa.

—Tu padre y yo cocinamos wuaffles con canela y crema batida, como a ti te gusta. —Sonreí demasiado agradecida por ese detalle. Comimos los tres, pero fui consciente que durante casi toda la comida estuve siendo observada por ambos, no sabía por qué se alarmaban tanto, eso sí, no solía enfermarme, pero lo que me había pasado no era tan grave ¿o sí?

Más tarde le llamamos a Ileana para contarle sobre mi estado de salud, se portó igual o peor que mis padres, alegando que me tomara todo el tiempo que necesitara y que ya vería como se las arreglaban en la librería. Pero dudaba poder soportar estar tantos días en casa, así que tenía ese día sábado y domingo para recuperarme y así lunes comenzar a trabajar con mis fuerzas reconfortadas.

El resto de la mañana la pasé descasando tal y como había recetado el médico. Solamente hablé con mis amigos unos cuantos minutos pues no soportaba la luz del móvil. Luego del almuerzo fue igual, la pasé leyendo y durmiendo, gracias a la medicina que me noqueaba con facilidad. Después de cenar mis amigos me llamaron por teléfono anunciando que al día siguiente irían a visitarme, me entusiasmó mucho la idea, quería despejarme aunque sea un par de horas.

—Luck y Laura vendrán mañana a verme —dije a mi madre, mientras ambas esperábamos a que el termómetro pillara para dar los resultados. Asintió con la cabeza, un poco callada—, ¿pasa algo? —cuestioné. Sacudió la cabeza en negativa. En ese instante estuvieron los resultados: mi temperatura ya estaba normal. Nos sonreímos aliviadas.

—Es solo que tu padre está pensando en rechazar el viaje a Nueva York, no quiere dejarnos solas, menos a ti.

—Yo ya estoy mejor; creo que los cambios tan repentinos de temperatura me afectaron —dije sincera.

—Eso mismo le dije, pero si en verdad te sientes mejor lo convenceré a que vaya. Eso sí, solamente si veo que ya tienes mejor cara. —Asentí estando de acuerdo con ella. La observé, sentía que aún no me decía algo—. Emily... —Ladeé la cabeza—... ¿pasó algo con Kyan? —Fruncí el ceño, no entendía su pregunta.

—No, todo está bien... —Okay, mentí un poco, pero no iba a achacar mi enfermedad a mi situación con mi vecino. Me estresaba, sí. Pero nada más que eso.

— ¿Segura?, sea lo que sea sabes que puedes decírmelo. —Sonreí, tratando de tranquilizarla.

—Lo sé, mamá. Pero descuida, no pasa nada. —Eso era muy cierto, entre él y yo no pasaba nada. Asintió con la cabeza, no creyéndome del todo pero si más tranquila—, ¿por qué lo preguntas? —cuestioné luego.

—Es que... por la tarde vino a verte, pero como dormías no quise despertarte. —El corazón me pegó un brinco—. Y no sé. Lo vi extraño. Pero no me hagas caso, creo que mi instinto protector me hizo ver cosas donde no las hay.

Dejé el tema hasta ahí, por la paz tanto de mi madre como la mía. Aunque no podía negar que saber que había venido a verme me hizo sentir que quizá le importaba un poco, pero descarté la idea de inmediato.

Domingo muy temprano me levanté como si nada, como si lo pasado el viernes había sido solamente un mal sueño. Sentía mi cuerpo bullir energía. Me duché y me vestí con ropa cómoda pero no tan deprimente como la que había usado un día antes. Tomé mi móvil antes de bajar, aún era temprano y mis padres recién se estaban levantando. Lo prendí y este no paró de vibrar en mi mano, alertándome de miles de mensajes y llamadas perdidas. Me senté en mi cama y comencé a revisar, tenía mensajes de mis dos mejores amigos y de mi jefa y compañeras de trabajo. Los primeros avisándome que llegaría a mediana mañana y los últimos deseándome que mejorara pronto. Entonces me cayó uno que removió todos mis sentidos:

Kyan: Espero que estés mejor, lamento mucho todo loque te he hecho pasar pero te prometo que, si me lo permites, te aclararé todo.

N/A: Los invito a que se unan a mi grupo de lectores en Facebook: Leyendo a Therinne. 👈 Ahí subo adelantos de la historia que les irán dando una idea de qué camino irá tomando la novela.

See you soon! ♡

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