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10. Dejhavú

Elevé las comisuras de mi boca en una sonrisa amable. Seguramente salió una mueca de disgusto. Di un paso más, acercándome.

— ¿En qué puedo ayudarte? —pregunté. Sonrió de nuevo, lo cual me descolocó. ¿Qué le alegraba tanto?, ¿verme? Lo dudaba.

—Como ves, quiero un libro... —bromeó, supongo pues luego soltó una corta risa. Yo solo asentí con la cabeza. ¡Era obvio!—..., eh, estaba pensando en uno llamado ¿Correr o muere, morir? No lo sé...

—Correr o Morir, ¿te gusta la ciencia ficción y misterio? —pregunté. No sabía mucho de ese tipo de lectura, pero esa saga ya la había curioseado un poco.

—Sí, un amigo me lo recomendó y pues..., quiero probar —dijo. Comencé a relatarle un poco sobre los comentarios que había escuchado de ese primer libro. Leyó nuevamente la sinopsis y quedó enganchado—. Entonces los quiero todos... —dijo, sin ocultar la emoción en su tono de voz.

—Claro... —respondí y comencé a buscar los otros libros. Y mientras lo hacía sentía su mirada en mí. Alcé la cabeza para encontrarlo, en efecto, observándome—... ¿pasa algo? —pregunté, un poco divertida al notar como desviaba sus ojos de mí.

—No..., digo... —Fruncí el ceño—... ¿cómo has estado, Emily? —preguntó. Seguí buscando los libros, no quería responder dudaba mucho que le interesara saber cómo había estado. ¡Por todos los cielos! Ya habían pasado más de cuatro años desde la última plática ¿o pelea?, que habíamos tenido.

—Bastante bien, gracias —respondí escueta. Ni de loca iba a indagar en su vida personal. Ya había pasado mucho tiempo, años desde que dejó de importarme.

—Me alegra saber eso... —Asentí con la cabeza. Me erguí, pues ya tenía todos los libros—..., te ayudo. —Tomó los libros y me dejo pasar a mi primero, me dirigí con pasos rápidos a la caja.

Quería alejarme de él, lo más pronto posible. Sentía mucha desconfianza, aunque había sido él quien me ayudó a descubrir lo de Pablo, eso no quitaba el dolor que él mismo me había ocasionado mucho tiempo atrás. La misma historia, la misma villana y solo con protagonista diferente.

—Va a llevarse una saga completa... —informé a Ileana. Esta asintió con la cabeza y me dispuse a quitarle los libros a Rick, mi otro ex—..., muchas gracias, ella te los empaquetará y cobrará —dije. Me alejé unos cuantos pasos cuando me tomó del codo. Volví a verlo un poco descolocada.

— ¿Podemos hablar cuando salgas de tu trabajo? —preguntó, pero era una súplica. Entorné los ojos, ¿qué iba a querer hablar conmigo? Negué con la cabeza—, por favor.

— ¿Qué quieres? —dije entre dientes. Me miró con ojos tristes y dubitativos.

—Solo tomar un café, me gustaría arreglar nuestras diferencias —Mi corazón pegó un vuelco. Revivir el pasado, ¿otra vez? ¡No!, no quería tener una conversación como la que había tenido con Pablo. En tan poco tiempo mi vida se estaba poniendo de cabeza. Y no me sentía lo suficientemente fuerte para remover el pasado. No, no quería.

—No veo qué tengamos que hablar... —mascullé. Suspiró y sonrió, una muy triste. ¡No iba a convencerme!

—Quiero que cerremos ese círculo. Creo que sería bueno dejar ir todo eso de una forma sana, ¿no crees? —Mordí el interior de mi mejilla, « ¿era una especie de dejhavú lo que estaba viviendo? ¿Cerrar círculo?» Me solté de su agarré, no sabía qué decirle. Y mi mente comenzó a recordar cada una de mis vivencias junto a él: reí, amé, sufrí. Pero, ¿debía escucharlo? Ya había pasado mucho tiempo detestándolo, y este con el tiempo fue mermando y no podía olvidar que me ayudó a abrir los ojos.

Entonces, ¿qué debía hacer?, ¿escucharlo e intentar arreglar las cosas, o posponerlo para cuando me sintiera preparada?, pero... ¿algún día lo estaría? Lo más probable sería que nunca y nunca lo escucharía. La sien comenzó a dolerme. Sopesé mis opciones: rechazar su invitación o dar por finalizado ese capítulo de mi vida. Y ni hablar, tenía razón ya había pasado mucho tiempo y era absurdo seguir con ese rencor. Mi mente estaba hecha una bola de estambre, y aunque sabía que luego, cuando la cordura llegara a mí, me arrepentiría, pero debía escucharlo.

—Está bien..., salgo en... —Miré el reloj pegado a la pared—..., una hora con quince, ¿me esperarás? —pregunté, cruzando los dedos porque tuviera algo más que hacer.

—Bien, te esperaré afuera a esa hora... —dijo entusiasmado. Quise abofetearme la cara por haber aceptado.

Regresé a mis labores y ahí se fue el tiempo volando. Tenía mucho trabajo por hacer, tanto así que cuando la hora de irme llegó, tuve que decirle a Rick que saldría veinte minutos más tarde y tenía la viva esperanza reluciendo en mí ser en que se negara a esperar y ya saben que tengo una suerte de los mil demonios. Erré y me esperó. Entramos a una cafetería, gracias al cielo no fue en la misma donde me encontré con Pablo, porque eso hubiese sido más incómodo y la sensación de dejhavú no se hubiese alejado.

—Está bien. Dime lo que querías decirme —pedí, recién habían llevado nuestras bebidas y las manos me sudaban, estaba impaciente y ansiosa.

—Gracias por acceder a hablar... —Alcé la comisura izquierda de mis labios—..., bueno, nunca quise remover el pasado..., lo que pasó..., contigo, pero quizá me veas como loco, pero estos últimos días estuve pensando es esa época, quería buscarte pero no sabía cómo y ahora que te vi, vislumbré mi oportunidad. —Asentí con la cabeza—. Y yo..., quería disculparme, sé que ya pasó mucho tiempo, pero espero no sea demasiado tarde.

—Si era solamente eso podrías habérmelo dicho en la tienda —acusé. Negó con la cabeza.

—No, voy a decirte qué paso... —Respiró hondo—. Tú sabes que cuando llegaste, Laila no te tragó. Ella siempre había sido muy celosa y ante cualquier amenaza solía atacar. —Laila era la chica con quien..., Pablo y Rick me habían engañado, y al parecer todo lo había hecho por una especie de venganza o reto, no lo sé.

—Dime algo que no esté enterada —murmuré. Me odio desde que me vio, desde que Luck y Laura se hicieron mis amigos—, porque yo nunca tuve la intención de ser una amenaza —dije, haciendo comillas en la última palabra con mis dedos.

—Créeme, yo lo sé. Pero supongo que mucha parte de culpa por ese odio es..., mía.

— ¿Por qué lo dices? —Pasó una mano por su rostro. Sabía que lo que estaba por escuchar no iba a gustarme. «Pero aceptaste, ahora escúchalo», espetó mi consciencia.

—Nunca te lo dije pero ella y yo solíamos ser..., amigos, bueno más que amigos. Claro, antes que te conociera. —Abrí los ojos como platos eso nunca lo habría imaginado—. Pero nosotros nunca fuimos novios, ni ella ni yo buscábamos formalizar algo. Pero Laila siempre se creía con más derechos sobre mí y poco a poco fue colmando mi paciencia hasta el punto de terminar lo que tenía con ella. Meses después llegaste tú. —Sonrió ante el recuerdo—, y entonces te invité a salir, y conforme el tiempo transcurrió, mis intenciones contigo iban más serias —confesó—, pero ella me buscaba furiosa.

— ¿Por qué nunca me lo dijiste? —recriminé, en ese momento las cosas quizá fueran distintas, no lo sabía.

—Por miedo quizá. —Se encogió de hombros—. Nunca había sido un buen chico, Emily. Además tenía miedo que me dejaras si te lo contaba, pues de por sí muchos te intentaban poner en mi contra y ella uso eso en mi contra.

—Que poco me conocías —dije. Yo hubiese enfrentando a esa loca junto a él, hubiese buscado la forma en que dejara de molestar. Pero los hubiera ya no contaban, ¿no?

—Sí, ese fue mi error, suponer. —Calló por unos segundos—, Laila cada vez me buscaba con mayor insistencia, ¿sabes? Llegó al punto de meterse a mi casa y ofrecérseme. —No puedo negarlo, saber eso hizo que me decepcionara más—. Te quería y escúchame: nunca fue mi intención fallarte. —Miré la tasa que estaba entre mis manos, sentía un dolor en mi corazón. Y pensar que todos mis problemas en el amor se iban a deber a la confianza, ese sencillo e importante valor—. Ni ese día, Emily. Todo fue una treta de su parte y como imbécil caí..., Ese día habíamos peleado, ¿recuerdas? Yo sentía celos de Luck, fui un estúpido por cierto. Por no ver que entre ustedes siempre ha habido una amistad muy fuerte. Entonces saliendo de entrenamiento fui a tomarme unos tragos con los del equipo, me pase de copas..., lo admito.

»—Y decidí ir a buscarte, cuando me la encontré se mostró tan dócil, como una amiga que se preocupaba por mis problemas. —Se rió sin alegría—, debí entender que algo tramaba. Le conté que habíamos discutido y se ofreció en acompañarme a tu casa, acepté. Y lo demás ya es historia, estaba cerca de tu casa, ella se acercó a mí con "la intensión de ayudarme", pues me tambaleaba, entonces me besó y yo correspondí, tú viste todo. Espero que me creas y me perdones, Emily.

—No sé qué decirte, en serio no puedo darte una respuesta ahora —Asintió con la cabeza. Dejhavú por tres.

—Entiendo, estás en tu derecho. Ya pasó mucho tiempo y fue un error esperar tanto tiempo para solucionar las cosas. Tú así lo quisiste y yo lo respeté porque me sentía sin derecho de pedirte nada y sin cara para enfrentarte..., aunque me arrepiento de no haber luchado más en ese entonces. —Saberlo todo quitaba ciertos pesores antiguos de mí.

—Entiendo, qué mal que todo terminó así, sin embargo, creo que podemos intentar ser amigos, quizá con el tiempo..., y espero todo quede atrás —dije con sinceridad. Además, hace mucho que lo había perdonado y suponía que todo era cuestión de reconstruir la confianza. Me levanté, ya era tarde y debía irme. Rick me imitó y salimos a las afueras del café.

—Me tengo que ir, pero gracias de nuevo por escucharme, Emily. —Asentí con la cabeza y sonreí—. Solo espero que no haya sido demasiado tarde y de verdad podamos dejar todo atrás con el tiempo. —Se despidió y se perdió entre el mar de personas que andaban en el centro comercial. Suspiré un poco aliviada que aquello se hubiese terminado. Me sentía liberada. No había nada mejor que el perdón, te ayuda a suturar y a sanar heridas, sin importar que tan viejas sean o recientes, que duelen y sangran. Pues de lo contrario, al albergar rencor u odio en tu corazón, poco a poco te vas marchitando y no puedes avanzar.

Humedecí mis labios y estudié mi entornó, sintiéndome observada. Fruncí el ceño, ya estaba paranoica, sacudí la cabeza y me encaminé hacia la parada de autobuses. Anduve, mientras divaga en mis pensamientos. Ese año prometía ser diferente y aunque no sabía cuánto mi vida iba a cambiar, en esos momentos me sentía optimista, sentía que con el pasar del tiempo mi vida comenzaría a tomar su rumbo correcto y aunque así lo fue, no fui consciente que este siempre traía sus obstáculos, los cuales me marcarían de por vida.

Seguí mi trayecto buscando una estación de autobuses, mientras mi mente seguía divagando en mí recién encuentro; crucé la calle corriendo antes que el paso peatonal terminara. Si, alguien no aprendió mucho sobre prevenir accidentes. Ya al otro lado, divise que en la siguiente cuadra estaba estacionado mi transporte colectivo ¡Lo que me faltaba! Iba a tener que correr. Estaba por cruzar la otra calle, mientras hacía señas al conductor para que me esperara ¡Vergonzoso! Cuando una camioneta se parqueó frente a mí. Di zancadas hacia atrás debido al susto, los vidrios bajaron y el aire frio chocó contra mi cara acalorada. Entrecerré mis ojos, ¿qué clase de jugada endemoniada me estaba haciendo el destino?

— Hola... ¿Te llevo? —dijo, sonriendo de lado. Respiré hondo, impactada por su descaró. Sin duda, ese día nunca lo olvidaría.

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